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Libros escritos por Sai Baba

12. Sita insiste y gana

12. SITA INSISTE Y GANA

Sita estaba pendiente de la puerta de entrada porque ansiaba saber lo que había ocurrido en el palacio de Kaikeyi y por qué Rama no había llegado aún a pesar de que la hora auspiciosa fijada para la coronación se aproximaba rápidamente. Ella había llevado a cabo sus ritos de vigilia y ayuno y mantenía listo un Platón con pasta de sándalo, flores, semillas y otras cosas prescriptas, para que no hubiera motivo de retraso a la hora de acompañar a su señor al salón de la coronación. Su corazón latía aceleradamente en espera de la llegada de Rama. Todas las doncellas y asistentes que la rodeaban estaban encantadas por la próxima hora de esplendor. Hermosas doncellas estaban preparadas con lámparas encendidas para ondearlas ante Rama cuando él entrara al vestíbulo decorado. De pronto, Rama, con inigualable encanto, entró sin ser anunciado, con la cabeza baja y descalzo.

Todo el mundo estaba sorprendido. Sita se adelantó hacia su señor, sin poder creer lo que veía. Temblaba como una hoja al viento. Mordió sus labios y trató de ocultar su sorpresa. "¡Señor!, ¿qué significa esto? ¿Por qué te presentas así? Dijiste que éste es el día dedicado a Brihaspati, el preceptor de los dioses; dijiste que era un día auspicioso, que la estrella dominante es Pushya y que tú serías nombrado rey. ¿Cómo se explica que no sostengan sobre tu divina persona el parasol blanco del imperio, con su brillo de perlas iluminadas por el sol, con sus cien cordones de oro adornados de pedrería preciosa? ¿Dónde están los abanicos de plumas de brillo nacarino que semejan lunas? ¿Por qué los cantantes y danzantes de la corte, silenciosos, no entrenan sus alabanzas a tu paso hacia el salón del trono? ¡Oh señor!, ¿cómo es que los maestros de la tradición védica, los brahmines, no te han ungido con la miel y la leche consagradas? Y los ministros, los reyes vasallos y los representantes de las muchas comunidades del Estado, ¿por qué no caminan siguiéndote, como lo exige la costumbre? Y el majestuoso elefante real, cima de montaña en movimiento, hollando el suelo, haciendo creer a la gente que una oscura nube azul pasa por el camino, él debe llegar primero anunciando tu llegada, ¿no es así?"

Mientras Sita hacía llover preguntas como éstas, Rama no atinaba a contestarlas; éste no era asunto que se pudiera aclarar rápidamente y en pocas palabras, y siendo así, Rama entró al salón interior, atrajo a Sita y le dijo: "Sita, mi reverenciado padre ha deseado y resuelto, en esta tan auspiciosa hora, enviarme a la selva; por eso es urgente que yo cumpla su mandato". Sita escuchó las palabras, pero no pudo creer que fueran ciertas. "Señor, ¿qué crimen has cometido para merecer este castigo? Dasarata es la encarnación misma de ¡ajusticia, es un hombre justo. ¡Nunca daría una orden de esa naturaleza sin razones legítimas! ¿Cuál es el verdadero propósito, el significado oculto de esta orden de vivir en la selva?°

Rama sonrió ante la pregunta y repuso: "Sita, hace mucho tiempo mi padre prometió otorgar a la madre Kaikeyi dos mercedes, las cuales hasta ahora no habían sido cumplidas, ni ella las había requerido. Este día ella pidió el cumplimiento de ambas. Se trata, en primer lugar, de que Bharata sea coronado y, en segundo, que yo me vaya a la selva para vivir allá con el cabello enmarañado y vestido con cortezas por catorce años. Mi padre es sumamente justo, nunca va en contra de su palabra; por esa razón inclino la cabeza ante el deber, accediendo. He sentido que debía verte antes de partir. Procedes de una familia altamente reverenciada, conoces y valoras todos los códigos y fines de la moral. Janaka, maestro de los misterios profundos de la más alta moral, es tu padre. También tú caminas siempre por el sendero de la rectitud. Debo partir a la selva hoy mismo. Dasarata ha dado este imperio, que él heredó de muchas generaciones, a Bharata; de ahora en adelante él es el señor de este reino. Inmediatamente después de ser coronado, él vendrá a verte para recibir tus bendiciones. No me alabes ante mi hermano; no muestres señal alguna de pena o disgusto por el hecho de haber sido yo enviado a la selva; no lo desaires ni lo menosprecies. Los reyes sólo aprecian a aquellos que los adoran y les sirven. Así pues, no me alabes ni lo juzgues a él. Es mi hermano y tu cuñado, pero eso únicamente en lo que se refiere al parentesco; en lo que se refiere a la jerarquía, Bharata es tu monarca y el mío. Ríndele los honores que merece, no le causes disgusto o pena alguna ni de palabra ni de hecho.

¡Bella y bondadosa Sita!, obedece las órdenes no sólo de Bharata, sino también de mi anciano padre. Sirve también a mi madre Kausalya, que está sufriendo lo indecible porque yo me alejo de ella. Haz lo apropiado para alejar la tristeza de ella. A las otras dos madres, Kaikeyi y Sumitra, también las tienes que obedecer y complacer. Mira, Sita, tanto Bharata como Satrugna me son tan queridos y próximos como mi propia respiración. Trátalos como si fueran tus hermanos, o protégelos amorosamente como si fueran tus hijos. ¡Encantadora doncella!, no abandones este lugar para ir a Mitila sólo porque yo no estoy aquí. Permanece en Ayodhya para consolar a mi madre y a mi padre, sirviéndolos de manera que mitigues la tristeza de sus corazones. Con amor y cuidado, dales consuelo, valor y alegría".

Mientras Rama indicaba a Sita sus deberes, ella no pudo contener la risa, pues se sentía confundida por el giro que habían tomado los acontecimientos y, sin poder permanecer callada por más tiempo, dijo: "Rama, tú eres el hijo de Dasarata; nunca, en ningún momento, he oído de ius labios palabras que no honren ese linaje. Madre, padre, hermano, hermana, hijo, nuera... todos tienen que experimentar cierta felicidad y desdicha en proporción con el bien o el mal hechos por cada uno, pero la esposa tiene una especial fuente de fortuna, buena o mala. Quiero decir, ella participa del bien y del mal del que su esposo es responsable. A ella le corresponde parte de la alegría o de la pena. Así pues, si el emperador Dasarata te ha ordenado ir ala selva, a mí también me ha dado ese mandato. Una mujer puede ser alimentada y cuidada por su madre y su padre, puede ser reverenciada por su hijo, puede ser atendida por sus sirvientes; pero ellos nunca podrán ser su escudo y apoyo. Las recomendaciones con que tratas de convencerme, que parecen más bien futilezas y juegos, únicamente sirven para divertirme. Durante los años previos a mi casamiento, mi padre me enseñó todos los deberes que habían de guiarme. Yo no soy ni ignorante ni ambiciosa de poder. Además, quiero que sepas que no me aferro fanáticamente a ninguna opinión sólo porque sea mía. No necesitas indicarme mis deberes, porque los conozco todos. Es sólo porque decido quedarme aquí que me tienes que decir cómo y cuándo debo servir a mis suegros, a mis cuñadas y al gobernante de esta tierra, ¿no es así? Pero cuando yo estoy contigo, ¿qué necesidad hay de que yo me ocupe del servicio que corresponde a otros? ¡Voy contigo llena de alegría! Desde hace mucho tiempo he albergado el deseo de pasar unos años en la selva. Es mi buena fortuna el tener ahora la oportunidad de satisfacer ese deseo en compañía de mi señor, y no voy a prestarte atención si insistes en que no he de expresar mi punto de vista en este importante asunto. No te enojes conmigo porque te desobedezco. No es justo ni apropiado que me dejes aquí como cuando se tira el sobrante de agua del vaso que mitigó la sed. ¡Créeme: yo no permaneceré en Ayodhya un solo momento sin ti!; llévame contigo".

Con estas palabras, Sita cayó a los pies de Rama, asiéndolos firmemente. "No siento ni la menor desilusión de que no hayas sido coronado: te quiero igual, con corona o sin ella. Dondequiera que te encuentres será el imperio para mí. Allí estará mi tesoro. Esa será mi gloria", suplicaba y rogaba. Rama le dijo que la vida en la selva estaba llena de peligros y angustias, que la jungla estaba llena de animales salvajes y hombres aún más salvajes, depredadores demoníacos y bandidos; que era necesario enfrentarse a ríos crecidos, atravesar por espesas malezas espinosas. Dijo que ella no estaba acostumbrada a caminar por esos lugares y que sufriría grandes agotamientos; describió muchas otras formas de sufrir miedo que se le presentarían, pero Sita seguía inconmovible. Repuso: "Señor, por salvajes que sean los animales, por espesa y llena de terror que sea la selva, ¿qué daño me podrán causar, qué lesiones podré sufrir si estás a mi lado? Puedo caminar por las veredas, no será difícil para mí. Incluso me harías más feliz aún si me pidieras ser la primera para preparar el sendero que has de pisar: recogeré y tiraré lejos las piedras y las espinas para allanar tu camino. Permíteme que esté contigo, para que pueda prestarte ese servicio y ser feliz: aquí en el palacio de Ayodhya y en el gineceo, no tuve la oportunidad de servirte. Me sentía preocupada y triste ya que todos los servicios a tu persona los realizaban tus sirvientes y ayudantes. ¡Pero en la selva no tendrás ningún servidor! Así que podré sentirme feliz de realizar todos los servicios yo misma. Esa es mi grande y buena suerte. ¡Haz que mi vida valga la pena, señor, dame esa maravillosa oportunidad!" Sita rogaba de muchísimas maneras, pidiendo compasión y justicia. Rama se conmovió y dijo: "Sita, viviendo en la selva no podrás ser feliz, sufrirías muchísimo". Rama se explayaba sobre los horrores que hay en la jungla y los sufrimientos que inevitablemente se tienen que enfrentar allí. Sin embargo, Sita se mantuvo firme. "Rama, no seré ningún obstáculo en el cumplimiento de tus votos. De tus palabras infiero que me ocultas algo.

Cumpliré a la par contigo con todas las promesas de austeridad personal que incumben a una persona que se encamina en el sendero del brahmachari .

'También yo viviré de raíces y frutos, yo también dejaré de usar perfumes; ambos inhalaremos únicamente la fragancia de las flores silvestres. ¡Tú eres el vástago del linaje Ikshvaku que ha salvado a millones de personas de peligros y desastres!, ¿no puedes tú resguardarme de ellos? ¿Acaso eres tan débil? Yo no te daré ningún trabajo; por mí no tendrás la menor preocupación. Señor, no tengo más remedio que seguirte. Dormiré a tus pies; eso será para mí la más grande felicidad. Rama, yo no conozco ni conoceré a nadie más que a ti. No puedo vivir ni un instante apartada de ti... Muy bien, si te aferras a tu decisión y te vas dejándome en Ayodhya, Sita habrá exhalado su último aliento antes de que llegues a la selva. De eso debes estar seguro".

Los ojos de Sita derramaron lágrimas al pronunciar estas palabras. Rama trató de tranquilizarla diciéndole: "Sita, tú eres una firme seguidora del dharma. Lo mejor es que con esas cualidades de rectitud sigas estando aquí. Tú no puedes actuar según lo dicta tu voluntad; no estás en libertad de comportarte como deseas, tu dharma es que actúes de acuerdo con mis palabras. Por eso, abandona esa idea tuya. Lo digo por tu propio bien. El cuidarte será un obstáculo para mí, tenlo por seguro. Torrentes bajando de las cimas de las montañas, bestias feroces que habitan en las cuevas, leones y tigres vagando libremente por colinas y valles; todo eso tendrá que ser superado. Habrá que vadear los ríos crecidos, tendremos que saltar de altos peñascos y rocas. Considerando estas dificultades, me veo forzado a decirte de manera terminante que te quedes aquí. Tendrías que llevar el pelo sin alisar y adornar y vestir con corteza de árboles. Nosotros los hombres tendremos que ir a orillas de algún río o lago para llevar a cabo los ritos de adoración; mientras tanto, ¿quién te cuidará para defenderte en caso de que alguna calamidad pudiera ocurrir? Cualquiera que sea la situación, nosotros no podemos dejar de llevar a cabo esos ritos. Tú sabes lo estricta que es la regla; como así será, tú tendrías que quedarte sola por algún tiempo todos los días. Nosotros no podemos decir qué sucederá y cuándo".

Rama trató de describir ante Sita escenas temibles de la vida en la selva, pero ella no se intimidó en lo más mínimo. Dijo: "Rama, ¿por qué me dices eso, como si yo fuera una ignorante de algún pueblo atrasado, o una mujer estúpida, inconsciente de las enseñanzas de los Shastras? Me doy perfecta cuenta de tus habilidades y proezas. No hay nada sobre la Tierra, qué digo la Tierra, ¡en los catorce mundos!, que sea imposible para ti. Y cuando tú, este tú que yo conozco, estés conmigo, ¿qué temor podría yo experimentar? Mira, aun si una bestia salvaje me atacara y cayera presa de ella, moriría feliz estando tú presente y no en otra parte, lejos. Jamás aceptaré vivir si ha de ser sin ti. Has dicho que yo no tendría libertad de obrar como yo quiera. ¿Lo has dicho con plena conciencia de lo que significa? ¿O fue solamente un comentario para probarme? No puedo entenderlo. Yo soy la mitad de ti; estoy en mi derecho de considerarme a mí misma como la mitad de ti. Tú también tienes ese derecho, ésa es la verdad. Ni tú estás completamente libre ni yo lo estoy; yo tengo tanto derecho sobre ti como tú lo tienes sobre mí, pero en estos momentos no estoy defendiendo mis derechos o pretensiones. Yo estoy anhelando estar junto a ti, estar siempre en tu presencia. Mis palabras surgen de ese anhelo".

A1 escudar a Sita revelando su firme determinación, Rama continuó: "¡Sita, te estás enredando en las complicaciones de los derechos y las obligaciones! Cuando yo me encamine a la selva, nuestros ancianos padres quedarán lamentándose y llorando por mí; en esos momentos tú podrás consolarlos y confortarlos con suaves palabras. Ese es tu deber. Debes conducirte de acuerdo con lo que pida cada ocasión. Quédate con ellos, sírvelos, que ésa es la mejor manera de complacerme y de hacerme dichoso". Rama habló como si ésa fuera su decisión final, en tono de mando, pero Sita respondió sólo con una sonrisa. "Cuando el hijo nacido de estos padres les provoca profundo dolor con su partida, aferrándose con garras de oso a su dura resolución, y cuando ese mismo hijo, a quien ellos aman tanto, abandona todo para ir a la selva, ¿qué responsabilidad debe tener fa nuera que ha entrado en esa casa por su propia voluntad, una extraña en la familia; qué responsabilidad, digo, puede tener ella para consolar y reconfortar a aquellos que fueron abandonados por el hijo? Reflexiona un poco sobre esto dijo ella . Se me ha dicho que tú insististe en que tu madre se quedara aquí para servir a su esposo, a pesar de que ella lloró hasta dejar secos sus ojos, rogando que le permitieras seguirte a la selva. Tú mismo dijiste que su deber predominante era el de servir a su esposo, declaraste que atraería desgracia infinita sobre la dinastía Ikshvaku si abandonaba al señor con quien ella se casó sólo por su afecto por el hijo a quien ella preparó para este mundo. Esas fueron las normas morales que exaltaste ante ella; ¡pero tan pronto te acercas a mí, cambias ese consejo y empiezas a decirme que mi deber es el de servir a los padres, mis suegros, y no a ti, que eres mi esposo! ¡Piensa en eso! ¿Cuál es, pues, el consejo correcto? Para la esposa, el esposo es Dios. Y ésta no es una definición exclusiva para Kausalya; es guía y meta para toda mujer, sin excepción, en todo el mundo. Evidentemente has olvidado esa verdad, pues no satisface el deseo que expresas ahora. No eres capaz de explicar cómo la regla moral que expusiste ante Kausalya no se aplica a mí.

"Por más que argumentes, sea cual fuere tu afirmación, no dejaré de seguir tus huellas. Puedes matarme por no cumplir tus órdenes, pero yo sostengo que nunca podré estar sin ti. Ramachandra, en cuanto mencionaste que habías aceptado el exilio, sentí una gran alegría al recordar un incidente de mi infancia. ¡Tú no podrías entender el grado de esa alegría! Mi madre, teniéndome sentada en su regazo, estaba muy angustiada por el esposo que el destino depararía para mí; si sería un hombre de moral, dotado de excelentes atributos, o no. Ella me acariciaba el cabello, perdida en sus pensamientos. En esos momentos se presentó un sirviente anunciando que cierta mujer asceta deseaba hablar con ella. Mi madre me puso suavemente en el suelo para ir a encontrarse con la visitante. Mi madre se postró a sus pies y me indicó que hiciera lo mismo. La mujer me miró fijamente de pies a cabeza y dijo: «Madre, tu hija pasará años con su esposo en la selva. Al oír eso, mi madre replicó al tiempo que reía: «¡No se casa todavía y usted habla de que va a pasar años de su vida en la selva!». Pero la mujer explicó: «Después que se case, tendrá que vivir en la selva con su esposo por algún tiempo, y siguió su camino. ¡Siempre, desde entonces, he esperado con ansias que llegue el momento en que pueda ir a vivir contigo, mi señor, en la selva! Hazme feliz, llévame contigo". Y Sita cayó a los pies de Rama sollozando.

Rama se conmovió y tuvo piedad. La levantó suavemente y dijo: "Sita, ¿a quién más he de confiar el secreto origen de mi decisión? Escucha: tú eres joven; en la selva hay muchas ermitas llenas de ascetas y sabios. Debo ir en busca de ellos para serles de utilidad y para ofrecerles mi reverencia. Es posible que también vengan reyes y príncipes, porque suelen ir de cacería, quienes los honrarán para recibir su bendición. Sus ojos pueden posarse en ti, dando lugar a complicaciones y conflictos. Y como yo estaré vestido como un asceta, no sería apropiado que me enfrentara con ellos. Al menos por esa razón tendrás que permanecer en Ayodhya".

Sita tenía sus propias razones para protestar contra esto último. Dijo: "Rama, no es justo que me decepciones con tales fantasías, como si tú fueras de estirpe común. Cuando estás a mi lado, ¿podría el mismo rey de los dioses poner sus ojos en mí? Si lo hiciera, ¿no quedaría instantáneamente reducido a cenizas? Así que por esta razón no me dejas aquí; no puedes escapar de tu deber y responsabilidad por este motivo. Deja que también yo te diga algo: si tú no estás conmigo, ¿cuál será mi destino? ¡Tendré que estar sola en Ayodhya e incidentes como el que acabas de mencionar pueden suceder aquí! También puede ocurrir que yo tenga que sufrir agonías del alma al no poder soportar la felicidad conyugal de los demás. Por eso no me dejes sola, llévame contigo. Para que tu renombre y el mío se extiendan para siempre por todo el mundo. Y permíteme agregar: tú eres querido por todos como Ramachandra, Rama, la luna; yo soy Sita, que significa frescura, la fresca luz lunar. ¿Como puede estar la luna en la selva y su fresca luz quedarse en Ayodhya? Donde esté la luna, ahí estará su luz. Por esa razón, esta separación nunca será posible. Ambos debemos estar siempre juntos, nunca separados. Si nos separáramos, ello no sería sino señal del advenimiento de alguna catástrofe, alguna tragedia que haría temblar al mundo; o podría ser signo de algún cambio de época que sirviera para destruir a los malos y salvar a los buenos de la extinción. Como no se sabe por ahora de una crisis tal, nuestra separación es imposible. No puede ser". Sita, la Madre Suprema, pronunció estas palabras con voz resuelta que no tolera objeción.

"Sita, tendrás que dormir en suelo de piedra, vestir ropa hecha de fibras o corteza, alimentarte de raíces; además, todo ese alimento puede ser difícil de conseguir todos los días, depende de las estaciones del año. Cuando no se pueda conseguir, podrías sufrir hambre por días enteros. La selva está infestada de tribus demoníacas que son poseedoras de miles de ardides y que con deleite devoran carne humana. Es imposible describir plenamente todas las dificultades de la vida en los espesos bosques. Tú no podrás soportar esas tribulaciones. Si me acompañaras en el exilio, la gente me condenaría, volcando un mundo de calumnias sobre mi persona. ¿Cómo podría el cisne celestial, que vive en las aguas ambrosiacas del Manasa sarovar, sobrevivir bebiendo el agua del mar? ¿Cómo podría la kokil que se deleita en el jardín sombreado con las tiernas hojas de los árboles de mango, ser feliz y despreocupada en una pequeña superficie de pasto seco? Reflexiona en todo esto. Es absolutamente preferible que te quedes en casa."

Sita escuchaba a Rama, quien hablaba de manera suave y dulce, pero todo el tiempo tenía puesta la mirada en el piso y las lágrimas fluían por sus mejillas. Se mantenía como una columna, sin conmoverse e inamovible, mientras sus lágrimas seguían cayendo; Rama no pudo soportar verla en tal desgracia. Sita no encontraba las palabras que respondieran a las objeciones que Rama ponía. Finalmente pudo controlar sus emociones y su sufrimiento. Dijo: "Señor de mi vida, tú eres el depositario de todo lo bueno y auspicioso. Si estoy separada de ti, hasta el cielo me parecería un infierno. Los padres, hermanos, hermanas, suegros, hijos, preceptores, toda la familia; todos ellos pueden ser resplandecientes depositarios de la bondad, pero para una mujer, su esposo es la única fuente de fuerza, dicha y fortuna. Solo él puede darle felicidad y complacencia. Aparte de su esposo, ella no tiene a nadie que la guíe y guarde; él es su refugio, su único recurso. Señor, cuando el esposo está separado de ella, la mujer verá su propio cuerpo, la casa, la ciudad, el reino, la riqueza amontonada a su alrededor... ¡todo!, pero sólo como motivos de pena y dolor. Todo ello no puede proporcionarle alegría con su mente atormentada. La dulzura se vuelve amarga cuando el esposo no está, el gozo se torna malestar. Todas las alegrías que yo deseo se centran en ti. Nada se puede igualar al éxtasis que me proporciona el mirar tu rostro resplandeciente, tan luminoso y reconfortante como la luna llena en otoño. Cuando esté a tu lado, las pájaros y demás animales serán mis hermanos. La selva será la ciudad que yo ame, la ropa hecha de corteza de árbol será tan suave como la seda, el refugio hecho de ramas y palmas será un hogar tan delicioso para mí como una mansión celestial. Las hadas, ángeles y deidades de los bosques serán como mis suegros: yo tos reverenciaré con igual respeto. Mientras esté contigo, montones de pasto y pétalos de flores serán iguales en suavidad a una cama. El dios del amor no puede aspirar a más. ¡Y las raíces y frutos de los cuales me hablas, serán tan dulces y sustanciosos como el mismo néctar divino! Las montañas que hay allá me gustarán tanto como las torres de Ayodhya. Descenderé por una pendiente y subiré por otra con la misma facilidad que si bajara por unos escalones y subiera por otros; será fácil y delicioso.

"Cada día me traerá la felicidad de ver tus pies de loto. Además, será la oportunidad dorada para que yo te sirva a todas horas y de todas las maneras. ¿Cómo he de sobrevivir a la agonía de perder esta preciosa oportunidad? ¡Oh santuario de compasión, no me dejes aquí; llévame contigo! Realmente no hay necesidad de que yo vierta estas palabras en tus oídos, porque tú resides en todos los seres y sabes todo lo que sienten y piensan. No puede ser que tú me causes tanto dolor, sabiendo que mi corazón está ansioso de tener la oportunidad de estar contigo. Señor, estoy abatida, me siento miserable. Si tú me dejas, arruinarás tu nombre. Tú tienes todos los nobles atributos; entonces, ¿por qué negarme tu compasión? ¿Puedo seguir viviendo por catorce años, separada de ti? Incluso siento que es imposible seguir viviendo aun en los breves momentos de separación. Acepta mi ruego, muéstrame un poco de tu bondad. Cuando estoy contigo, ¿cómo puede alguien atreverse a dañarme o atacarme? ¿(fue por qué? Nadie me mira siquiera. ¿Puede el chacal o la liebre atreverse a abrir sus ojos y mirar de frente al león? Yo no soy tierna y frágil, y tú eres la ternura personificada. La Tierra es mi madre. Por eso, yo tengo todo el derecho y toda la fuerza para ir por la Tierra. En realidad, a ti te toca ser feliz en la vida; a mí, sufrir. Cuando ése es el caso, ¿por qué inviertes los hechos y me causas desilusión? Eso no es correcto. Yo declaro que puedo ejecutar con la misma facilidad que un juego, tareas que están más allá de lo que supones. Sabes muy bien que yo levanté el arco de Shiva, el mismo que ningún rey, por orgulloso que estuviera de sus proezas, pudo levantar. Me sorprende entonces que dudes de mis capacidades. Mi valor y habilidades no son inferiores a los tuyos. Por eso, dame permiso y ordena la partida, conmigo, y con gran alegría°.

Sita se postró a los pies de Rama al pronunciar estas últimas palabras. Rama sintió que sería impropio seguir rehusándose, así que resolvió ceder. "Sita dijo , deja ya de sufrir. No te dejes vencer por la tristeza. Si así lo deseas, te llevaré conmigo. Prepárate rápidamente para viajar al bosque." Al escuchar las dulces palabras de Ramachandra, Sita se llenó de júbilo; su alegría no tenía límite. Dijo: "¿Prepararme? ¿De qué tengo que disponer para vivir en la selva? Estoy lista, pues sello te necesito a ti, no tengo necesidad de nada más. Tú sabes que no abrigo otro deseo que el de estar a tu lado". Con estas palabras, sujetó la mano de Rama, y se adelantó. "¡Sita! exclamó Rama , considera esto: no estarás en Ayodhya durante catorce años. Por eso, ve y suelta a los papagayos y demás aves que criaste con amor y cuidado. Y las vacas que cuidaste con afecto, regálaselas a los sacerdotes para que sigan siendo tratadas con cariño. Distribuye entre la gente los diferentes artículos de vestir, los vehículos y todo lo que utilizabas, pues de otro modo se echarán a perder con el tiempo. Es mejor que sean utilizados a que se echen a perder." Cuando oyó estas sugerencias, Sita corrió inmediatamente hacia las jaulas, y hablándole a cada ave con amorosa voz, les dijo: "Váyanse, vuelen libremente como nosotros, hacia el bello bosque. Y con sus propias manos abrió fas jaulas y las liberó. Luego fue al establo y dio a las vacas varios bocados sabrosos, y habló con los sacerdotes que las iban a recibir como regalo. Su rostro encantador brillaba de alegría. Los que vieron cómo regalaba todo, sintieron aflicción ante su inminente partida. Derramaron muchas lágrimas, pues estaban conmovidos por su generosidad y, sobre todo, por el regocijo de Sita de acompañar a su esposo en el exilio. Su éxtasis excedía lo que la pluma de cualquier poeta pueda expresar.

Mientras tanto, Lakshmana llegó para reunirse con ellos, después de despedirse de su madre. Así salieron los tres rumbo a la selva.