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Libros escritos por Sai Baba

9. CAPÍTULO IX. El Señor, imparcial

El sistema de castas. - El Señor no hace parcialidad. - Acción versus inacción.

Aunque la pureza de la mente es lo fundamental para la protección de la sociedad y del individuo en el reino de lo Divino, la organización social a través del sistema de castas es también muy importante. Nunca podrá ser eliminado, ni tratando de ponerlo en ridículo, ni por medio de ningún tipo de crítica o censura. Puesto que el bienestar es esencial para todos, tanto los gobernantes como los intelectuales deberían desechar sus sentimientos de ira y de odio e indagar serenamente tanto en los pros como en los contras y tratar de preservarlo. Eso es lo que hay que llevar a cabo. No es correcto que los sabios y los eruditos apoyen las críticas sin sentido de los envidiosos y los ignorantes. Aquellos que niegan la casta están ellos mismos formando una casta; los que niegan una religión están ellos mismos formando una nueva religión. Aun aquellos que saben mucho, prejuzgan acerca de las castas y se expresan como si fueran tan ignorantes como el resto. ¡Eso es lo asombroso!

Todo objeto tiene ciertos límites; si excede esos límites o los traspasa, va a la destrucción. ¿Cuál es la prueba de su identidad? La coordinación entre su naturaleza y su forma. Si tiene ésta, pero no aquélla, entonces es irreal, falso. Así también las clases; si no tuvieran límites especiales, ¿cómo podrían ser identificadas como tales? No serían ni esto ni lo otro; serían una masa amorfa, un grupo confuso. Es una organización determinada divinamente; de ahí que haya sido apoyada y observada por los sabios, por los santos y por los ancianos, durante muchas generaciones. Pero en esta Era de Hierro hasta los de inteligencia superior la desechan como si fuera una inservible chatarra.

Si la gente mira a este tipo de organización desde el punto de vista externo, sin hacer una investigación profunda y sin discernimiento, ¿cómo puede llegar a las conclusiones correctas? Su origen sagrado y su valor les serán revelados si poseen una "visión interna", un "punto de vista universal" y un "espíritu inquisitivo". Así como la mantequilla ya está en la leche, pero sólo se hace patente por el proceso del batido, así también el valor específico de las cuatro clases sociales se hará manifiesto únicamente a través del proceso de la investigación analítica. Entonces los prejuicios se acabarán y la realidad se manifestará.

Las cuatro castas son como los miembros de un solo cuerpo. Surgieron del mismo cuerpo divino: los brahmines de la cara, los guerreros (kshatriyas) de las manos, los comerciantes (vaisyas) de los muslos y los sudras de los pies. Por supuesto, estas expresiones tienen un significado interno más profundo. Aquellos que, como el gurú, enseñan los principios del Conocimiento, son la voz, o sea son los brahmines. Los de brazos fuertes que llevan el peso de la tierra son los guerreros (kshatriyas). El edificio social está sostenido, como si descansara sobre columnas, por los vaisyas, y en forma figurada se les describe como si emanaran de los muslos de la Persona Divina. Después, al igual que los pies, que suelen andar por doquiera ocupándose en toda clase de actividades, los sudras están siempre ocupados en las tareas básicas de la sociedad, y la paz y la felicidad de esa sociedad sufrirán si alguna de las clases deja de cumplir su tarea. Todas las clases son dignas y valiosas, de la misma manera que son importantes todos los miembros del cuerpo. No hay ninguno superior o inferior. ¡El odio y la rivalidad en la sociedad son tan dañinos como lo sería la suspensión de las funciones de alguno de los miembros en una demostración de ira contra el estómago!

Un muñeco de azúcar es dulce por todos lados. Si se desprende la cabeza y se la come es dulce y si se come una pierna es tan dulce como la cabeza. Entonces, ¿cómo podría alguna de las clases, que es como un miembro de la mismísima Divinidad, ser declarada superior o inferior? Los miembros son diferentes, pero es la misma sangre roja la que fluye y da vida a todos. No hay una clase especial para la mano, para la pierna o para la cara. El sistema de castas está prescripto en los Vedas y, por ende, no puede haber en él injusticia; no se trata de un artificio inventado por el hombre. De manera que aquellos que intentan crear diferencias y odios por sus irreflexivas consideraciones respecto a él, sólo están exhibiendo su ignorancia.

Parecería que aquellos individuos que arguyen que "la abolición del sistema de castas traería el bienestar humano" fuesen los únicos ansiosos por promover el bienestar de la humanidad y creyesen que los que lo consideran benéfico están, en realidad, ansiosos por provocar su caída. Por supuesto, ambas posiciones son erróneas. Pero esto sí es cierto: aquellos que apoyan las castas son los que están realmente más interesados en hacer algo por el bienestar humano. Los otros piensan que si logran hacer que las castas desaparezcan, ellos habrán salvado al país. Esa es una creencia errónea. Si tan sólo las virtudes y los defectos fuesen analizados cuidadosamente y sin prejuicios, terminaría esta absurda campaña de odio y enemistad y habría entonces un cambio radical en la actitud de la gente hacia el sistema de castas.

Si el odio aumenta, esto no beneficiará a nadie. Perseguir el ideal de que "todos son iguales" es como correr hacia un espejismo para calmar la sed. Sólo causará descontento. Los dirigentes deberían ahora reunir y consultar a los representantes del pueblo, es decir, a los sabios (pandits) y a los ancianos con experiencia; y discutir con ellos el valor de este antiguo sistema de organización social. Pero si, en cambio, basándose solamente en las formas y características externas, deciden que hay algo de nocivo en esto y se dejan invadir por el pánico, eso revela tan sólo su ignorancia. Tanto los dirigentes como los pandits tienen muy presente la felicidad del pueblo; es más, este sistema de castas se originó con vista precisamente a ese fin y es ahora tema de comentarios porque no se practicó según los reiterados consejos de los sabios.

Tomemos un sencillo ejemplo: algunas naciones han fabricado bombas que pueden arrasar a cientos de miles de personas con una sola explosión. Aunque saben muy bien que esto es malo, los mismos dirigentes lo están alentando. Si se usaran a capricho, la ruina caería sobre todos. Sólo si amenazara el caos, podrían usarse en defensa propia; el propósito no es la destrucción del mundo sino la protección de los valores de cada país y de su cultura. Igualmente el sistema de castas debe ser tratado como un arma poderosa para proteger al país y a su cultura. Las normas y los reglamentos, las restricciones y recomendaciones, todos son medios tendientes a defender al pueblo de la ruina. Son disciplinas que tienen que observarse en la forma prescripta y cumplirse estricta y correctamente. Tratarlas según el dictado de los caprichos, sin consideración a sus directivas, a sus límites y a sus fronteras, es invitar a la anarquía.

Por tanto, los ancianos, los dirigentes, los grandes maestros (pandits) y los líderes de la comunidad, cuidaron y fomentaron esta forma de organización social, preservándola; piensen en esto por un momento y la verdad de si es benéfica o no saltará a la vista. Si fuera perjudicial para la sociedad, ¿la habrían fomentado? ¿Querrán decirme que todos ellos eran tontos, o que no tenían el tipo de instrucción considerada válida actualmente, o que eran insensatos?

No, no. Su inteligencia, su instrucción, su eminencia espiritual, su carácter inquisitivo e imparcial y el atinado enfoque que daban a los problemas sociales, sólo puede encontrarse hoy día en una proporción de uno por cada cien. Ascetas que dedicaron toda su fuerza intelectual y moral al bienestar del mundo, tarea que era el aliento mismo de su vida; yoguis, guerreros espirituales y maharshis (gente que enseña y transmite los ideales de los Vedas), que querían conferir verdadera dicha a la comunidad humana... éstos fueron los forjadores de la organización social que ahora los "modernos" condenan. No eran como los reformadores de ahora, que anhelan el bienestar en una profusión de palabras, ¡y con sus actos niegan aquello mismo que dicen anhelar! Esta clase de ardides era desconocida por los sabios de la antigüedad. Las ideas y los planes modernos son huecos y falsos. Los planes que hacen ahora los gobernantes son castillos en el aire. Obedecen a la vanidad de los planificadores y no convencen a los demás. ¡Unos castillos empiezan ya a derrumbarse, cuando apenas están levantando otros en diferentes sitios!

Lo que el cuerpo es para el individuo, el mundo lo es para el Señor. Lo que sucede en cualquier parte del cuerpo afecta al individuo; asimismo, todo lo que afecta a cualquier parte del mundo mueve al Señor. El llega a saberlo y reacciona. Así como a ustedes les interesa que todos los miembros de su cuerpo estén en perfecto estado, el Señor también está interesado en ver que cada país y cada parte del mundo sean felices y estén contentos. ¿Podría desear el Señor lastimar a algún país, cuando es primordialmente una parte de Su propio ser? Frente al Señor, todos tienen iguales derechos: todos son iguales.

Sin embargo, un miembro no puede desempeñar los deberes de otro; cada uno debe hacer la tarea que se le asignó. De la misma manera, cada casta o clase debe cumplir con la actividad social que le está asignada y contribuir con lo mejor de sí al bienestar del país. Así como el cuerpo tiene períodos biológicos, la sociedad tiene sus castas. Si todos empiezan a vender, ¿quiénes serán los compradores? Si todos se ocupan en pelear, ¿quién proveerá lo necesario para su sustento y mantenimiento: el alimento, las armas, el equipo? Así, cada uno tiene que hacer su parte en la actividad social y asegurar la paz, la armonía y la felicidad. Ese es el curso prudente, la mejor forma de organización de la sociedad.

Hoy en día, en vez de atender a las tareas esenciales, la gente se ocupa de luchas fraticidas, temerosa de que las castas sean grandes obstáculos para el progreso. ¿Cómo puede una persona incapaz de mantener su cuerpo bajo control mantener al país dentro de sus límites? Vean ustedes cómo el fomentar el sistema de las castas que ha sido sostenido por tanto tiempo por los antiguos, es lo más beneficioso que puede hacerse.

El Señor no mostró parcialidad alguna al organizar las castas. El no muestra esa actitud. Algunas personas se preguntan: ¿por qué ha de hacer el Señor tales diferenciaciones? No, El no tiene ninguna idea acerca de lo inferior ni de lo superior. Es dulce por todos los lados, como un terrón de azúcar. Todas las diferencias y distinciones las hacen los individuos que no conocen la realidad átmica; son ilusiones de los individuos que equivocadamente no se identifican con el Alma (no Atma).

Consideren este ejemplo: una madre tiene cuatro niños; pero no presta tanta atención a los otros tres como a la criatura que está en la cuna. Aun cuando el bebé no se lo pida, ella está siempre pendiente de darle el alimento. Los otros tres tienen que venir a llamar su atención para obtener el alimento o algo con qué jugar. Al observar esto, no se le puede considerar una mala madre o una madre parcial. La madre ajusta sus actividades a la capacidad y habilidades de cada niño. Así también, aunque el mundo en su totalidad es Suyo, aunque todos son Sus hijos, el Señor ha fijado a cada cual una parte de la responsabilidad del trabajo de la sociedad, según su capacidad y habilidades. El atribuir parcialidad a tan altruista, sincera, sencilla y siempre feliz providencia, ¡es como atribuir oscuridad al Sol! La oscuridad y los rayos del Sol no pueden coexistir; ¿cómo, entonces, podría el Sol ser el hogar de las tinieblas? La persona que así vitupera al Sol, no lo conoce en absoluto. Demuestra locura, ignorancia total.

En realidad, desde el punto de vista relativo al Espíritu Supremo (adhyátmico), estas castas pueden clasificarse también de otra forma: quienes están dedicados a la contemplación de Brahma son brahmines; los que se oponen a la falsedad son guerreros (kshatriyas); quienes sistemáticamente discriminan lo verdadero de lo falso son los vaisyas; y aquellos que están siempre activos y siguen la verdad en la vida diaria son los sudras. La felicidad de la humanidad podrá lograrse ampliamente sólo cuando el sistema de castas funcione de esta manera.

Y ahora regresemos al tema. Krishna se dirigió a Arjuna: "Las cuatro castas fueron creadas por Mí sobre la base de los gunas (atributos de la materia) y del karma. Aunque soy el actor por lo que a ellos se refiere, sin embargo, ¡soy un no actor! Fíjate en el principio fundamental, y entonces te darás cuenta de que el karma (la acción), que básicamente es inconsciencia y materialidad, no puede afectar al Atma, que se halla saturada de conciencia. El Atma está por su propia naturaleza desprovista de apego. No se da cuenta de acción alguna, ni de sus propias necesidades, ni de su naturaleza, ni de sus posesiones. No tiene ningún `yo' ni `mío', puesto que éstos son signos de ignorancia. Solamente aquellos afectados por la ignorancia sufrirán de egoísmo o del sentimiento de posesión. Aunque a los ojos comunes Yo aparezca como el actor, ¡soy un no actor!

"No sólo esto. El karma no cesa de afectar al actor después que termina. De hecho nunca termina. El karma (la acción) rinde sus frutos y los frutos del karma generan el deseo por ellos; esto resulta en impulsos por más acción; y los impulsos traen nuevos nacimientos. De esta manera el karma conduce al ciclo de nacimientos y muertes: en un círculo vicioso, que los hace dar vueltas, para finalmente arrastrarlos hacia el abismo.

"Arjuna, escucha bien otro concepto. El karma, como tal, no tiene la capacidad de atar; es el orgullo de `yo soy el Hacedor', lo que acarrea el apego y la atadura; es el deseo de obtener el fruto lo que produce la esclavitud. Por ejemplo: el cero obtiene valor solamente en compañía de un dígito. El karma es cero; el agente o la sensación de ser `actor' se asocia al karma y entonces genera lazos. Así pues, Arjuna, abandona el sentimiento del `yo', y la acción que lleves a cabo nunca te lastimará. El karma que se lleva a cabo sin deseo alguno por sus frutos, no producirá impulsos; es decir, no habrá ningún impulso, ni siquiera para el nacimiento. Los aspirantes de eras pasadas realizaban acciones con la mira puesta en este elevado ideal. Nunca sintieron ser los `actores' ni beneficiarse con el fruto de alguno de sus actos. El Señor hacía, el Señor daba el fruto, el Señor disfrutaba del fruto... ésa era su convicción. Este mundo sólo tiene un valor relativo, no una existencia absoluta; esa era su fe. ¡Arjuna! Tú también deberías alimentar esa fe y llegar a esa convicción. Hazlo así y tu mente se aclarará y se purificará.

"Debes saber también distinguir entre el karma, el vikarma y el akarma. Te diré cuáles son sus principales diferencias. Escucha. Muchos aspirantes se confunden con esto. No todos pueden hacer esa distinción. Consideran que el propio Dharma (svadharma) es karma y que toda acción ejecutada no como Dharma, sino con mira a obtener el Conocimiento del Alma (Atmajñana), son vikarmas o sea karmas ejecutados con una intención determinada. Cualquiera que sea el karma, si se hace en la oscuridad y la confusión creadas por la ignorancia, no importa cuánto esfuerzo hayas puesto en tus habilidades para llevar a cabo la acción, su resultado sólo podrá ser preocupación, sufrimiento y fatiga. Nunca podrá dar ecuanimidad, equilibrio y calma. El hombre debe ganar el karma en el akarma (no actividad) y el akarma a través del karma... ése es el signo distintivo del sabio.

"Akarma significa la no acción, según algunos. Pero para explicarlo en lenguaje más sencillo, considera que las actividades de los miembros, los sentidos, la inteligencia, los sentimientos, las emociones y la mente, todas son karmas. Ahora bien, akarma significa, entre otras cosas, no actividad también. Es decir, es el atributo del Atma. De manera que akanna significa la característica del Alma (Atmasthithi)." Cuando se viaja en autobús, en tren o en barco, se produce la ilusión de que los árboles y los cerros a ambos lados se mueven hacia atrás, ¡y uno siente como si no se moviera! "El movimiento del carro da la impresión de que el cerro y el árbol están en movimiento; así también, la persona ignorante de los principios enunciados en los Sastras, se engaña a sí misma con la creencia de que su Alma está ejecutando todas las actividades de los sentidos y del cuerpo. ¿Cuál es, entonces, el auténtico akanna?... ¿El estado de no actividad? La experiencia del Atma es la perfecta ausencia de actividad; ésa es tu verdadera naturaleza. No bastará simplemente con que desistas de los actos externos. Tienes que realizar el principio del Alma, no sólo renunciar al karma; ya que es imposible permanecer completamente inactivo."