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Discursos dados por Sai Baba

3 Discursos del año 1999

18 de oct 1999 DASSARA SANDESH V

EL AMOR DEBE CONVERTIRSE EN LA VIDA MISMA

EL AMOR DEBE CONVERTIRSE EN LA VIDA MISMA

18 de Octubre de 1999

Sai Kulwant Hall – Prasanthi Nilayam

DASSARA SANDESH V

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(Traducción realizada a partir de las cintas de audio que contienen el discurso de Bhagavan traducido del telugu al inglés. Donde Swami interrumpe al traductor o no son claras las palabras figura (…) en la versión en castellano.)

¡Encarnaciones de Amor Divino!

En este vasto mundo, el enemigo demoníaco del hombre es el ego. Mientras tengamos ego no nos amarán ni siquiera nuestra esposa ni nuestros hijos. Cuando el hombre conquiste su ego, toda la gente lo amará. Mientras el hombre tenga ira, no podrá escapar del sufrimiento. Mientras tengan deseos, no podrán lograr nada en este mundo; cuando controlemos nuestros deseos, todas nuestras aspiraciones se verán satisfechas. En tanto tengamos codicia, no hallaremos felicidad en ningún lugar; tan pronto el hombre abandone la codicia, disfrutará de todo tipo de felicidad. En la vida humana, comenzando por el hombre común, si no hay disciplina ni siquiera una persona poderosa podrá lograr nada. Incluso los Avatares, las Encarnaciones Divinas como Rama y Krishna, observaban ciertas reglas. Dios es omnipotente, es omnipresente, incluso un Dios semejante ha de ajustarse a las reglas y a la disciplina, sin disciplina, ni siquiera Dios puede lograr nada.

En la época del Avatar Rama, Él encarnó y siguió tres tipos de disciplinas para llevar a cabo Su deber. Hizo el voto de no apartarse jamás de la senda de estos tres tipos de disciplinas. La primera era: “Tendré una sola esposa”, la segunda: “Dispararé solo una flecha” y la tercera: “Siempre mantendré Mi palabra”. En ningún momento se apartó de su voto de una esposa, una flecha y una palabra.

(…) Swami no sintió ningún temor. Cuando siguen la senda de la Verdad no hay temor, aunque el mundo pueda estar en contra de ustedes.

Deben conquistar ciertas malas cualidades. Los niños pequeños a veces tienen el hábito de robar, no deben robar la propiedad de otro. Supongamos que quieren una lapicera que pertenece a otro, pídanla. Si quieren un libro de otra persona, pídanlo, no lo tomen sin su conocimiento. El robo es una mala acción. Swami les enseñaba a los niños que robar y decir mentiras es malo.

Un día los niños se congregaron y dijeron: “Raju nos está enseñando muchas cosas. ¿Estamos practicando al menos una enseñanza?” Cada uno le preguntó al otro hasta qué punto estaba poniendo en práctica las enseñanzas de Sai. Un niño dijo: “Yo estoy practicando un aspecto. Me da miedo decir la verdad, temo que decir la verdad me ponga en peligro, nunca trato de decir la verdad. Pero hay una cualidad que nunca abandonaré en ninguna circunstancia”. Su nombre era Keshanna, el hijo de (…). La madre tenía una tienda pequeña donde vendía (…), cigarrillos y (…) Su hijo Keshanna, que en ese momento solo tenía siete años, dijo: “En cualquier situación, siempre amaré a Dios, jamás odiaré a Dios. Dios es mi vida, Dios es mi madre, Dios es mi padre”. Eso fue lo que dijo. Se acercó un tercer niño y le preguntaron: “¿Qué estás practicando de las enseñanzas de Raju?” El niño dijo: “Yo no tengo la capacidad de practicar nada, pero cuando Raju nos enseña, eso nos proporciona una dicha inmensa. ¿Cómo es que no podemos practicar nada cuando Él nos enseña con tanto amor? El amor de Raju es lo más importante para mí”. Se acercó otro niño. Llamaron a otro niño más. Creían que Raju estaba solo para ellos. Comenzaron una sana competencia con respecto al amor de Raju.

Un día fueron juntos a la casa de Subbamma, quien era una gran mujer, una mujer casta, de gran corazón. Ella dijo: “Raju, trajiste a los niños acá, hoy no he cocinado nada, por favor, tráelos mañana, entonces cocinaré algo y los alimentaré”. Había una preparación especial hecha de (…) a la que se le quita la cáscara, que a Swami le gustaba mucho. Swami llamó a todos y los hizo sentarse. Eran brahmines. Swami les dijo a los niños: “No es fácil para los brahmines abandonar su sentido de (…)”. Subbamma mezcló la sopa de sambar con arroz, preparó una comida y se la ofreció a Swami. Cada niño sintió deseos de comer. Subbamma descubrió que no podía darle esa porción de comida a Raju. ¿Por qué? “Raju estará satisfecho si estos niños comen, si le doy solo a Swami, Él no quedará satisfecho, cuando todos los niños coman, Swami estará satisfecho.” Subbamma reconoció este hecho y, finalmente, les dio comida a todos. Lo que quedaba en la olla, lo puso en la boca de Swami. Los niños se enojaron y dijeron: “Subbama nos dio la comida en la mano, mientras que a Raju se la puso en la boca. ¿Por qué es esto?” Estaban enojados. Mientras los niños susurraban entre ellos, Swami le dijo a Subbamma: “Lo que hiciste enojó a los niños”. Subbamma dijo: “Niños, no es que ustedes no me gusten, hice esto porque ustedes sienten tanto amor hacia Raju. Solo quedaba muy poca comida, no podía poner una porción tan chica en Su mano; Raju es un niño que hará que los demás queden satisfechos primero porque el egoísmo y el interés propio no existen en Raju”. Subbamma siguió enseñándoles de esta manera: “Todos ustedes deben llegar a ser como Raju: abandonen el egoísmo y el interés personal. Cuando tengan amor en el corazón y piensen en los demás, su futuro será ideal”. Habló así y luego se dirigió a Swami: “Por la noche tendré que cocinar arroz con limón. Por favor sube a ese áarbol y tráeme hojas de curry”. No había ningún niño mayor que Swami en ese momento. Swami tenía ocho años pero aún era de estatura diminuta, sin embargo, podía subir muy bien a los árboles. Swami subió al árbol y obtuvo las hojas de curry. ¿Qué planeaba Subbamma al enviar a Swami a trepar el árbol? Hizo que Swami se alejara y continuó enseñando a los niños: “Oh, niños, ustedes son muy afortunados, Raju no es una persona ordinaria, es el rey de reyes, el emperador de emperadores. En el pueblo muy pocos niños se le han unido. Tiene una mente amplia, obedezcan sus órdenes; no deben contravenirlas. Jamás se enojen con Él. Si desarrollan el más mínimo enojo hacia Él, los ángeles se enojarán con ustedes, proporciónenle alegría a Sathya, vuélvanse ustedes mismos Sathya. No deben causarle ninguna insatisfacción a Raju. Sathya jamás les dirá que está descontento, pero si le causan descontento, tendrán que cosechar las consecuencias, asegúrense de satisfacer siempre a Sathya”. Subbamma les enseñaba así a los niños.

Otra mujer, Kabalamma, se acercó a Subbamma y le dijo: “Hermana, les estás enseñando cosas insensatas a estos niños. ¿Cómo podrían estos niños comprender filosofía sagrada? Subbamma respondió: “No es filosofía, hermana, les estoy enseñando lo que deben practicar en sus vidas cotidianas. Yo no tengo hijos. Estos niños son mis niños, son los niños de Raju, quien es mi vida misma”.

Un día prepararon unas vadas en la casa. Subbamma quiso llamar a Swami en forma separada para dárselas. “¿Cómo llamarlo?”, pensó. “Es imposible que venga sin los niños”. Subió a la terraza de la casa. Incluso hoy, si van a ver, hay una casa que es un poco más alta. La casa del cuerpo de Swami era más baja. Ella se asomó a la ventana y le hizo señas a Swami para que se acercara y éste corrió hacia allá. Le pasó el paquete de vadas a Swami por la ventana. Éste le dijo: “Subbamma, no está bien que hagas esto. Hay tantos niños allí, no es correcto, debes desarrollar un corazón amplio”. Ella respondió: “Swami, al menos perdóname por lo que hice hoy, a partir de mañana distribuiré comida a todos por igual”. Swami guardó el paquete de vadas hasta la noche y lo distribuyó.

¿Por qué les está contando Swami todo esto? No hay forma de que puedan comprender el amor de Swami, Su ecuanimidad y su inmensa Divinidad. Ni siquiera pueden comprender una milésima parte de la Divinidad de Swami. El amor de Swami es muy vasto. Resultan insuficientes las palabras que usen para describirlo. Hay algunos niños que entienden mal el amor de Swami y arruinan sus vidas. A Swami siempre le preocupa que tomen un camino errado. Todos deben ser felices. Que todas las personas del mundo sean felices. Nadie debe sufrir. Nadie debe ser lastimado. Esa es la voluntad de Swami.

Aquí está Sathyanarayana de Bukkapatnam. Su nombre es Gunda Sathyanarayana. Él está presente aquí hoy. Era compañero de clase de Swami. Cuando Swami asistía a la escuela de Bukkapatnam, Sathyanarayana solía acercarse a Swami, adorándolo y diciendo: “Swami, Swami, Swami”. (…)

(Nota: El señor que Baba menciona habla ante el público durante varios minutos, sin ser traducido al inglés.)

Cuando las cosas sucedían de este modo, Swami y los niños comenzaron a estudiar en la escuela de Bukkapatnam. Era el 5° grado de la escuela. Cuando iban a la escuela de Bukkapatnam, la familia del cuerpo de Swami (…) Nadie podía evitar que Él dijera la verdad. Esos niños eran muy pobres. Mi familia también era muy pobre. La madre de Swami solía preparar bolas de raghi. Les hacían unos huecos para colocarles adentro maní y chutney. En ese tiempo no había recipientes para llevar viandas. Colocaban la comida dentro de un trapo viejo y lo ataban en la espalda de Swami. Cuando Swami asistía a la escuela de Bukkapatnam, el intervalo para el almuerzo tenía lugar a las 10 de la mañana. Cuando sonaba la campana, los niños corrían al aljibe. Cuando iban a sentarse allí, no podían abrir el envoltorio. La comida estaba pegada a la tela. Debíamos sumergirla en agua por un rato. Entonces la tela se separaba de la comida. Cuando lograban comenzar a comer, la campana de la escuela sonaba otra vez. Había un niño rico entre ellos. Le preparaban arroz mezclado con sambar. Swami le dijo: (…) Y él respondió: “Pero Raju, debes alejarte y comerlo solo. No les des a los niños”. No se debe establecer ninguna diferencia entre los niños. Él era un niño muy hábil e inteligente, y dijo: “Raju, mis padres me mandan esta comida de ricos pero a mí no me gusta”. Entonces mezcló porciones de arroz con sambar y se las dio a cada niño. Se acercó a Swami y le preguntó: “¿También vas a distribuir tu bola de raghi entre nosotros?” Swami les dio raghi a todos.

Todo el tiempo, en todo lugar, estos niños siempre eran unidos y llevaban una vida muy feliz. La unidad era lo que les proporcionaba semejante bienaventuranza. Entre la gente educada de hoy no hay absolutamente nada de unidad, nada de unidad, el amor ha desaparecido. Hay odio y celos. Hasta pelean por cosas pequeñas. Swami les enseñaba a los niños: “Sea cual sea la situación, jamás deben pelear”.

Terminó el 6° grado. Había un examen público llamado ESLC para 6° grado. Se tomaba ese examen en Penukonda. Todos los niños temían que Penukonda quedara en algún país extranjero. Sentían temor de que quedara a 15 millas de distancia. No había ómnibus ni autos entonces. Todos los niños tenían un carro de bueyes. Colocaron el equipaje en el carro de bueyes y fueron caminando detrás de él. La madre de Swami le dijo: “Tienes que estar allí por tres días. No puedes cocinar comida allá”. Le hizo panqueques de (…) y se los dio junto con pickles. Mi hermana Venkamma ayudaba a mi madre con este proceso. Ella decía: “Madre, tú conoces a Sathya, Él no comerá sin darles a los otros niños, debes darle bastante comida”. Mi madre le dijo a mi hermana: (…). Venkamma entonces preparó más comida. La colocaron en el carro de bueyes y fueron a Penukonda.

Ocurrió algo divertido en Penukonda. “¿Dónde detenemos el carro?”, dijeron. “No hay un lugar donde residir”. Decidieron detenerse bajo un árbol. Vivieron por tres días bajo un árbol. Cuando llovía, se sentaban en el carro y lo cubrían. Durante el examen de ESLC, tres niños se sentaban en un pupitre. Ramesh, Paresh y Swami se sentaron juntos. Swami estaba en el medio, a un lado estaba Ramesh y al otro, Paresh. (…) Paresh era el más torpe. No podían responder correctamente ni un 1% del examen. En la clase podían adaptarse, pero en Penukonda sentían miedo. Todo el tiempo acosaban a Swami para que los ayudara. Swami les dijo: “No teman. No sientan miedo. Tengan valor y enfréntenlo. ¿De qué sirve (…)?” Swami siempre les inspiraba valor a sus compañeros de clase, incluso en aquellos tiempos. Se proporcionaba todo el papel para el examen. No necesitábamos llevar ninguna hoja al examen. Cuando los niños entraban a la clase, los maestros controlaban si tenían alguna respuesta escrita en el cuerpo. Un maestro le dijo a otro: “¿Quiénes crees que son estos niños? ¡Son los niños de Raju! Jamás harían algo así. Jamás se copiarían en el examen. Siempre se portarán correctamente”. El otro maestro dijo: “Sí, yo también lo sé. Hasta los (…) del niño me contaron la historia”. Entonces fueron al examen. Una vez allí, en el primer examen, el número de registro que le tocó a Ramesh fue 106. Y Paresh tuvo el 903. El número de Swami era 10. De modo que cada uno tenía un número diferente. Uno se sentó en un rincón y el otro en otro. Los niños le tenían miedo al examen. Swami les dijo: “Simplemente hagan caso a lo que Yo les digo. Continúen escribiendo. Vengan con sus hojas y párense allí. Yo desempeñaré mi papel en este drama. No se preocupen. Yo soy el Director de esta obra. Si Yo dirijo todo el drama del universo, este drama es (…)” Primero Swami escribió todas las respuestas con gran rapidez en su hoja, dobló los papeles y los puso a un lado. También escribió con la letra de Ramesh todo el examen de éste, le puso el nombre y lo colocó a un costado. Y luego Paresh. Con la letra de éste, Swami escribió todas las respuestas. Guardó las tres hojas. También les puso los números correspondientes, y les hizo la firma. Sonó la campana. Los maestros dijeron inmediatamente: “Ha sonado la campana, entreguen las hojas, entreguen las hojas”. Estos niños, Ramesh y Paresh, buscaron a Swami con la mirada. Swami solo les hizo señas de que se fueran. Ellos salieron corriendo. Nadie pudo descubrir (…) Si no entregaban las hojas reprobaban el examen. Todo el mundo permaneció callado. Swami tomó las tres hojas y las puso en el escritorio. Después de una semana, los tres niños habían obtenido la mejor nota, un 100/100. El director escribió en las tres hojas “¡Muy, muy, muy, muy bien!” Los maestros podían escribir lo que quisieran. Todos estaban muy felices.

Cuando los tres niños regresaron a Puttaparthi, se organizó un desfile para ellos. Los dos niños se encontraban uno a cada lado de Swami, tomándolo de la mano. Dijeron: “Raju, fue debido a Ti que obtuvimos la mejor nota, de otro modo no lo habríamos logrado”. Les pusieron guirnaldas a los niños colocadas por los padres y otros niños también les pusieron guirnaldas. Para el desfile se usaron instrumentos de percusión, y tambores. Fueron a recorrer el pueblo. Uno dijo: “No es necesario que lo recorramos todo. Vayamos al templo de Sathyamma”. Allá fueron. Y Swami compuso una poesía con el nombre del pueblo de Bukkapatnam: “Hay un pueblo, rodeado por este gran río, el Chittravathi, que fluye caudaloso. Hay un fuerte que rodea este pueblo en forma muy sagrada. ¡Qué dichosas son estas montañas que forman un fuerte alrededor de este pueblo. En el centro se encuentra la diosa Chittravathi. Y hay una ciudad llamada Bukkapatnam. Fue la que le otorgó fama a Bukkaraja. Nuestro pueblo llamado Puttaparthi es un gran pueblo”. Swami le dio el nombre de Puttapuri a Puttaparthi”. Cuando Swami componía poesías y se las enseñaba a los niños, todos se sentían muy dichosos.

En esa época Me decían Raju, no Sai Baba. “Raju, ¿cómo puedes desarrollar esta habilidad para componer poesía?” En la escuela de Bukkapatnam, se realizaba una plegaria en las primeras horas de la mañana. El director le dijo a Swami: “Raju, debes componer poesías para cantar la plegaria”. Incluso en aquella época Swami quería la unidad de todo el auditorio. (Swami canta la poesía.) “He aquí a las esposas más generosas de este país …” Swami cantó este himno nacional como plegaria. (Swami continúa cantando.) “¡Gloria a este gran país, que constituye una síntesis de las grandes religiones, la hindú, la budista, la parsi!” La unidad de toda la gente es esencial. Los habitantes de Puttaparthi consideraban a Swami un filósofo. “Yo no soy un vedantín. Ustedes tienen una gran filosofía en sus vidas”, les decía.

Había un hombre llamado Kama Subba Raidu. Solía ir a las afueras del pueblo, se dirigía al templo de Sathyamma y le pedía a Swami que se acercara a él. Tenía 70 años. En una oportunidad, sentado en una piedra, dijo: “Raju, ¿puedes darme una gran fortuna?” “¿Qué quieres?” le respondí. “Estoy sentado en esta piedra. Tú no. Soy muy gordo y tengo este regazo tan grande. Por favor siéntate en mi regazo por un rato”. Setenta años tenía ese hombre. Le dije: “¿Qué ganarás si Yo me siento en tu regazo?” Respondió: “No puedo describir esa gloria en palabras. Es una recompensa infinita”. Y continuó diciéndole a Swami: “Raju, Tú eres como una luz en este pueblo de Puttaparthi. Lo que Tú dices se vuelve Verdad. El nombre y la fama de Raju, el nombre de Puttaparthi, brillarán como una estrella en todo el país y el mundo entero”. Puttaparthi es un pueblo pequeño. No se podía llegar a él en auto. El nombre de Sathya y del pequeño pueblo desierto de Puttaparthi, ahora son reconocidos en los mapas del mundo. Subba Raidu dijo esto aquel día. Swami le preguntó: “¿Cómo lo sabes?” El anciano dijo: “Tu nombre, Tu forma, Tu impacto atraerán a todo el mundo a Ti”. Él no tenía hijos. Abrazó a Swami: “Raju, soy muy afortunado. Tengo esta gran fortuna en mi vida. Y en el futuro el mundo entero vendrá a Ti. Pero tu padre y yo somos enemigos. Por favor no le digas a tu padre lo que yo te digo. A tu padre no le gustará que yo hable contigo”. Swami le dijo: “Le diré la verdad, ¿qué tiene de malo?, él es una muy buena persona. Tú puedes sentir odio, pero no actúes así, Yo haré que haya paz entre ustedes”. Al regresar a casa, el padre le dijo a Swami: “Raju, ¿qué hacías hablando con ese hombre? ¿Por qué hablabas con Subba Raidu? Ven a hablar conmigo. Swami respondió: “¿Por qué no debo hablar con él?” “Es mi enemigo”, dijo el padre. “Puede ser tu enemigo, pero no el mío. Yo le hablaré. No tiene nada de malo”, respondió Swami. Unió las manos y dijo: “Ustedes son los mayores del pueblo. Sean unidos y desarrollen el pueblo. No es simplemente un pueblo pobre, será un gran pueblo en el futuro. Se convertirá en un faro ideal para todo el mundo”. Cuando Swami dijo esto, el padre se enojó. Swami tenía unas flores en la mano. Dijo: “¿Cuál es tu grandeza? Subba Raidu estaba describiendo tu grandeza. ¿Quién soy Yo? Primero descubre que soy Sai. Haz a un lado todo tipo de apego. Hoy has desarrollado una relación dulce conmigo”. Y Swami arrojó las flores diciendo que nadie puede cortar el lazo (…) Y las flores formaron el nombre Sri Sathya Sai Baba. Desde ese día, su padre obtuvo una gran paz.

Incluso desde la niñez Swami enseñaba, enseñaba a los adultos y a las mujeres, no solo a los niños, pero Swami les hablaba muy severamente a los jóvenes: “El bienestar de todo el mundo depende de ustedes. Los jóvenes deben ser hombres de carácter, no deben tener ni una pizca de malos sentimientos, un mal sentimiento es como el veneno, este veneno los lastimará. Ustedes están pensando que esta vasija revestida de veneno es mejor que una vasija revestida de oro. No tengan con ustedes esta vasija venenosa”. Y Swami solía enseñar grandes lecciones a los niños pequeños.

Sathyanarayana también es una gran persona. Tenía una tienda muy pequeña en Bukkapatnam. Un día al ir a Bukkapatnam, la camisa de Swami estaba rota y Sathyanarayana lo advirtió. Le pidió a Swami que se acercara. Un pantalón corto costaba 0,06 rupias y una camisa, 0,03 rupias. Él dobló un pantalón y una camisa y se los ofreció a Swami: “Raju, por favor no me mal entiendas. Te estoy dando esto con gran amor. Aquí tienes una camisa y un pantalón”. Yo le respondí: “Si tú quieres que Mi relación contigo sea permanente, no tocaré esta ropa”.

Swami jamás tomará ni una paisa de nadie, ni siquiera hoy en día. Swami no necesita nada, si Swami lo desea, todo viene solo, Swami jamás extenderá la mano frente a otros. Todo el tiempo la mano de Swami está dando. Desde la niñez hasta el día de hoy, e incluso en el futuro, la mano de Swami ofrece. La dicha de Swami reside en dar, no en recibir. Hay algunas personas malvadas, personas celosas, que sienten que Swami no da. Ellas critican a Swami. Dejen que lo hagan. Si critican al Amor, esto se desvanecerá en el aire. Si murmuran entre sí, esto volverá a ellos, jamás tocará a Swami. Lo que uno critica es un reflejo de sí mismo. Swami jamás ridiculizará a nadie, jamás odiará a nadie ni criticará a nadie. Aun si otros ridiculizan a Swami, Él les hablará con alegría.

Ocurrió algo divertido un día. Vino Subbamma y dijo: “Raju, ¡les estás enseñando tanto a tantas personas! Mi esposo va por mal camino. ¿Puedes cambiarlo un poco?” Swami le dijo: “Si no me interpretas mal, lo haré”. Normalmente a los niños no se les debe enseñar (…) El esposo solía sentarse en la plataforma. Swami compuso una poesía, le puso una melodía y la enseñó a los niños: “No vayan por mal camino, no lo hagan. Se volverán personas muy malvadas si lo hacen. Las personas de vuestra casta no les permitirán acercarse. Los aldeanos los echarán. Vuestros amigos los golpearán con sus zapatos”. Swami enseñó esta canción a los niños y éstos la cantaron frente al hombre, quien se enojó mucho al verlos haciendo esto. Entró a la casa. Hizo llamar a Swami a través de un mensajero. Llamó a los niños y les preguntó: “¿Quién les dio esta poesía?” Los niños sintieron miedo y dijeron: “Raju compuso esta canción”. Él también lo sabía. Al día siguiente Swami fue llamado. Le dio un montón de (…) “Raju, no debes enseñar tales canciones a los niños”. Swami le dijo: “Karanam, tú eres una persona muy mayor, no deberías hacer estas cosas malas”. Él hizo una promesa y Swami le hizo otra a cambio. Incluso en la niñez, Swami cambió a muchos mayores. Después de ese incidente, Subbamma estaba muy feliz.

Después de la muerte de su marido, dedicó toda su vida al servicio de Swami. Sirvió a Swami hasta que exhaló su último aliento. Es necesario que sepan acerca de ella hoy. Solía dar comida en forma gratuita a todos los devotos que venían a ver a Swami. Un día, Swami viajaba en un carro de bueyes. Swami le preguntó a Subbamma: “¿Qué deseas, Subbamma?” Ella miró alrededor. No había nadie allí. “Yo no quiero nada, pero cuando deje este cuerpo dame de tomar agua con Tu mano”. Swami le dio Su palabra de que lo haría.

Algunos carros de bueyes venían desde Karnataka (…) Vino un día gente desde Madrás para obligar a Swami a ir allí. Swami tuvo que estar 10 días en Madrás, era la época de la guerra y no había nadie en Madrás; los mercados estaban vacíos, había silencio a toda hora. La gente iba a los refugios a lo largo del camino, Swami no podía regresar. Subbamma se hallaba muy grave. La llevaron a Bukkapatnam y allí abandonó su cuerpo. La madre y los parientes estaban allí. Dijeron: “Sai Baba le había prometido que le daría agua en sus últimos momentos de vida. Ella ya ha muerto. ¿Dónde ha ido Sai Baba?” El cementerio se encontraba en las afueras de la ciudad. Arreglaron la pira funeraria y esperaron. Al pasar por ahí, Swami preguntó: “¿A quién van a cremar aquí?” Respondieron: “Murió una señora llamada Subbamma”. Swami, haciendo de cuenta que no sabía nada preguntó: “¿Ha muerto? ¿Cuándo ocurrió?” Le respondieron: “Murió hace tres días”. Swami se dirigió a su casa. Estaban listos para sacar el cuerpo de allí. La madre y las hermanas de Subbamma comenzaron a llorar: “Baba, ella tenía gran fe en Ti, todo el tiempo te estuvo buscando, finalmente murió, muy deprimida”. Swami dijo: “No es depresión. Traigan un vaso lleno de agua”. Y Swami tomó una hoja de tulsi, abrió la tela que envolvía el cuerpo. El cadáver estaba cubierto de hormigas. Ella había muerto tres días atrás. Swami la llamó: “¡Subbamma!” Ella abrió los ojos. Tomó con gran firmeza las manos de Swami y comenzó a derramar lágrimas de alegría. “Mírame bien”, le dijo Swami. Secó las lágrimas de Subbamma, colocó la hoja de tulsi en el vaso y le dio agua: “He mantenido mi promesa. Puedes dejar este mundo en paz”. Eso fue lo que ocurrió ese día.

Subbamma siempre imaginaba que había muchas personas malvadas. Había un hombre llamado Chakala Subanna, que era muy poderoso. Otro hombre, Chandra (…) Ambos medían 7 pies. Ella les dijo: “Baba duerme en el Mandir, está solo, deben estar con Él todo el tiempo. Les dio esta orden: “Una noche lo cuida uno, al día siguiente el otro”. Baba solía ir de vez en cuando al río. Ella les decía: “Es muy pequeño, no puede caminar tanto. Cárguenlo en los hombros”. Subbamma hacía todos estos arreglos. Era una mujer de carácter y de grandeza. Todo lo hacía para satisfacer a Swami. No la preocupaba su propia satisfacción.

Swami fue un día a la casa del haridjan Le dijo: “Subbamma, voy a la casa del haridjan” Esta persona tiene ahora 90 años. Su hijo trabaja en nuestro edificio de la administración. Swami fue a almorzar a su casa. “Voy a almorzar allí, Subbamma, no es necesario que tú vengas, iré yo”, dijo Swami. Ella respondió: “Si tú vas, ¿por qué no he de ir yo? Yo también te seguiré, yo no hago diferencias. Ningún brahmin me llevará a su casa, pero yo pertenezco a Swami y no a otros”. Siguió a Swami, quien tomó su almuerzo en la casa de (…) El hombre estaba muy asustado de que esta gran mujer entrara a su casa. “No piensen que son haridjans.” Swami tomó agua allí y le dio también a ella. Incluso desde la niñez, Swami demolió todo sentido de diferencia y siguió enseñando esto.

Los estudiantes deben ser hombres de carácter. No den lugar al odio, los celos, la ira, la pompa y el ego. Desarrollen amor, el amor debe convertirse en la vida misma, sin amor son como cadáveres. No pierdan el amor en ninguna situación. Si no, vayan donde vayan, (…) Dondequiera que estén, Swami tiene que protegerlos. ¿De qué sirve pensar en Swami si (…) A partir de hoy comiencen a pensar en Swami y desarrollen ese amor. El amor es nuestra vida misma. Sin amor, la vida no es vida. Deben tener fe firme en esa verdad. Con amor, pueden conquistar cualquier cosa. Pueden conquistar el mundo entero. Desarrollen amor.

(Swami concluyó Su discurso con el bhajan “Prema Muditha …”)