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Discursos dados por Sai Baba

12/08/84 d-10 El amor y el sacrificio, la cura para la ira y el deseo

12 de Agosto de 1984

Prashanti Nilayam

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La ira nace del deseo. El deseo, por su parte, se origina en el pensamiento. Por ende, el pensamiento es responsable tanto de Kama como de Krodha: deseo e ira. Así como no pueden tener una tela sin hilos, tampoco pueden tener ira sin deseo. El Gita Acharya les dio un nuevo nombre al deseo y a la ira, este nombre es Analam lo que, literalmente, significa 'fuego'. Analam tiene la capacidad de quemar. Existe el peligro de sufrir efectos peligrosos debido al fuego, aunque sea a distancia. Siendo así, cuánto más precavidos deberán ser cuando el fuego arda en vuestro propio corazón. Este fuego del deseo y de la ira posee una extraordinaria capacidad para destruir todas las cualidades humanas y para suprimir la chispa divina que llevan dentro de sí, dejando que quede en ustedes únicamente la naturaleza demoníaca. Este fuego del deseo resulta imposible de satisfacer y no se fija meta alguna a largo plazo. Tiene un apetito voraz e insaciable. No importa qué combustible le echen al fuego, ya sea leña, aceite o cualquier otro, jamás se satisfará. Analam se refiere a la conformidad; Analam es lo que no se contenta con nada.

En el mundo hay diferentes tipos de fuego y cada uno tiene un cierto límite. Algunos se apagan al cabo de algunas horas, otros pueden durar algunos días. No durarán más allá, puesto que se les ha fijado límites. Todo lo que opera dentro de límites no podrá ser ilimitado. La gente y los objetos en el mundo fenoménico son arrasados por la corriente del tiempo. Algo que es arrasado no presenta utilidad alguna para salvar a otros. Así como todo en el mundo tiene límites, también se le han impuesto deslindes y restricciones al fuego. No obstante, para el fuego del deseo y de la ira no existe límite ni restricción alguna, como tampoco metas.

El deseo y la ira pueden gozar de los objetos, pero no hay límite para su apetito. Entonces, ¿cuál será la forma de controlarlos? El Gita Acharya declaró: "Conquista a la ira por medio del amor y conquista al deseo a través de la renunciación y el sacrificio." Allí donde hay amor no habrá ira. Si desarrollan el amor no quedará lugar para la ira. Un Sadhaka deberá realizar todo el esfuerzo posible para establecer el amor en su corazón. Swami ha señalado en múltiples oportunidades que el corazón es como un sillón de una sola plaza, en el que no hay lugar para dos. Por turnos, solamente uno podrá instalarse allí. Una vez que una persona llega a ocupar su plaza en el corazón, no habrá otra que pueda encontrar espacio para sí.

La primera que llegue ocupará todo el lugar y no le dejará cabida a ninguna más. Es así que el Sadhaka deberá abrirle espacio en su corazón sólo a una cosa, a un solo Principio, y este es el Principio del amor. Debemos reconocer que nuestro corazón no es como una calesita. Si queremos conquistar la ira a través del amor, deberemos desarrollar nuestro amor de manera magnífica. El amor está siempre dispuesto a derramarse gratuitamente y a pasar por alto muchos defectos y flaquezas. El amor posee esta extraordinaria cualidad; vive dando y perdonando. En tanto que el mezquino ego vive recibiendo y olvidando. Resulta muy claro que en donde hay amor no quedará lugar para el egoísmo, en tanto que en donde haya egoísmo no quedará lugar para el amor.

En el mundo no existe absolutamente nada que no pueda lograrse cuando uno resplandece con este Principio del amor. Con amor uno puede conquistar todos los obstáculos y alcanzar cualquier cosa. Es por ello, que, si queremos conquistar nuestra ira deberemos llenar nuestro corazón de amor y convertir este amor en la fuerza dominante de nuestra vida. Una vez que hayamos reconocido que el morador de nuestro corazón reside también en todo otro corazón, no habrá ya motivo para enojarse o para odiar a ninguna otra persona en el mundo. Cuando el mismo Señor reside en todos los corazones, ¿cómo podrían mirar con desprecio a otra persona cualquiera? Lo primero que deben hacer es sumergirse con firmeza en este Principio del amor y reconocerlo en vuestro corazón. Como ya lo expresé anteriormente, cuando el amor se asocia a los pensamientos, se convierte en verdad. Cuando se incorpora el amor a las actividades, todas las acciones se transforman en Dharma, Rectitud.

Cuando todos nuestros sentimientos se saturan de amor, nuestro corazón se llena automáticamente de Paz Suprema. Y cuando llegamos a comprender la naturaleza del amor y le permitimos guiar a nuestro intelecto, este se satura de No-Violencia. Debido a ello el Amor es Verdad, es Rectitud, es Paz y No Violencia. En todas estas magnas cualidades fluye internamente el amor. Si los pensamientos no están llenos de amor no podrá haber verdad. Si el amor no entra en la acción no se encontrará presente en ella el Dharma. Ante la falta de amor no podrá haber paz ni no violencia. De modo que, al igual que el azúcar constituye el ingrediente básico para todas las diferentes clases de dulces, así también el amor representa la base para Sathya, Dharma, Shanti y Ahimsa. Este Principio del Amor es el Principio Divino mismo. Constituye el Poder Divino que lo activa todo. Mediante este proceso del amor nos será fácil conquistar al odio y a la ira. El Amor es Dios, vivan siempre en el amor.

La ira puede convertirse en fuente de innumerables dificultades y puede exponernos a numerosos problemas a lo largo de nuestra vida. Destruye nuestra dignidad y socava el principio de la humanidad en nosotros. Comienza por entrar en nosotros muy sutilmente y, gradualmente, nos invade por completo. Inicialmente, sólo demandará un pequeño espacio: "Déjenme un rinconcito para poderme sentar allí", nos suplica. Mas, una vez que se ha establecido, declara: "Ahora me conseguiré un espacio suficiente como para acostarme y quedarme". No debemos dejar ni el más mínimo lugar en nuestros corazones para estas malas cualidades. Una vez que dejemos entrar a la ira, nos será imposible librarnos de ella. Ni aunque la enfrenten amigablemente y le ofrezcan una tentadora suma les abandonará. Es por ello que no debemos abrirle ningún espacio a este peligroso veneno dentro de nosotros.

Sabemos que en un automóvil se encienden las luces traseras rojas como advertencia cuando se aplican los frenos para detenerlo. De manera similar, cuando estallamos en ira, nuestros ojos se enrojecen, nuestros labios tiritan y todo nuestro cuerpo se afiebra. Tan pronto sientan cualquiera de estos síntomas, lo mejor que pueden hacer es abandonar de inmediato el lugar en que se encuentren, dirigirse hacia un sitio solitario y sentarse allí hasta que retorne la paz. Como lo señalara ayer, también pueden recurrir a darse un baño frío. Si la ira llega a expresarse en palabras puede llevar a interminables complicaciones y problemas posteriores. Incluso aunque vuestra ira sea justificada y estén protegiendo la verdad, deberán aun así aprender a expresar la verdad de manera suave, de manera dulce, de manera aceptable para la otra persona, sin herirla para nada. Es así que cada Sadhaka deberá aprender a controlar su ira mediante el desarrollo del Principio del Amor y la saturación de su corazón con él.

Debemos considerar también la forma en que hemos de enfrentarnos al deseo. Para conquistarlo, debemos desarrollar una naturaleza dispuesta al sacrificio, debemos imbuirnos del sentido de la renunciación. La renunciación, empero, no significa que hayan de abandonar a la familia para retirarse a la floresta, ni tampoco que se deshagan de sus bienes y propiedades y adopten el Sannyãsa. Una vez que nos damos cuenta de los defectos de un objeto, que reconocemos lo transitorio y nimio que es en cuanto ayuda para alcanzar nuestra meta, automáticamente dejaremos de desearlo. Aun llevando la vida de un jefe de familia inmerso en el mundo nos es posible reconocer los defectos y debilidades de las diferentes cosas del mundo. Puede que haya, por ejemplo, una variedad de alimentos que nos gusten y podemos hacer que se nos preparen numerosos platos con ellos y podemos disponernos a degustarlos con deleite. Mas si nos acerca el cocinero y dice: "Señor, por favor no comas esto, porque ha caído en la preparación un insecto venenoso, y no lo he podido sacar", la persona dejará de inmediato de lado su deseo de gustar de la comida al reconocer que es perjudicial, y no pensará más en comerla, por mucho que le haya gustado antes.

Debemos reconocer con esta óptica la naturaleza de las cosas del mundo. Estas están siempre cambiando y, algún día, inevitablemente, deberán dejar de existir. Una vez que lo sabemos, ¡cómo es posible que sigan entusiasmándonos y que tratemos de conseguirlas y de lograr un goce duradero de ellas! El alimento no es más que un remedio para una enfermedad llamada hambre, ¡cómo podría convertirse en artículo de lujo! Cuando están enfermos se les dan medicamentos, ¿los rehúsan por no ser sabrosos? Es así que debemos considerar que las cosas que usamos en el mundo no son sino medicamentos para las enfermedades que padecemos y aceptarlas como tales.

En la medida que una enfermedad retrocede, se van disminuyendo los medicamentos; una vez que nos hemos recuperado del todo, ya no necesitamos de medicamento alguno... Sin embargo, ahora que gozamos de toda clase de deleites y que llevamos una vida feliz, con tantas cosas que parecen otorgarnos tanta comodidad y alegría, no nos damos cuenta que no se trata de agrados reales, ya que con toda seguridad deberemos afrontar en el futuro las consecuencias de todo aquello en lo que condescendamos ahora.

Imaginen un árbol gigante con numerosas ramas cargadas de flores y frutos. Es muy grande y atractivo. Cualquier día, el árbol empieza a secarse y las flores se caen. ¿Se debe a que hay escasez de agua o de abono? ¿Ha habido negligencia en el regarlo? No, se trata de algún tipo de peste que ha atacado sus raíces y que lo está destruyendo. A través de las raíces la peste ha penetrado en este gigante y lo está destruyendo. De manera similar, cuando uno permite que la peste del Raga-Dvesha entre en nuestro corazón un día cualquiera, muy pronto nos sumiremos en la ruina. Ello es algo absolutamente cierto.

En el mundo, pensamos que un hombre rico es alguien muy importante, en tanto que en el mundo de la espiritualidad, la riqueza no tiene nada de especial, la caridad puede considerarse como algo muy superior a la riqueza. Si no hay caridad, la riqueza carece de todo valor intrínseco. Hay cuatro entidades que siempre reclamarán vuestras riquezas. La primera es la caridad, la segunda es el gobierno, la tercera es un ladrón y la cuarta es el fuego. Cada una de ellas esperará heredarlas. Es así que si le entregaran todas sus riquezas a la primera, la caridad, las otras no tocarían nada de ellas. Cuando observamos a las personas que dan libremente para caridad, podemos ver que los demás reclamantes le demuestran reverencia y no impondrán sus propias exigencias. Vemos que el gobierno, por ejemplo, libera de impuestos a las donaciones caritativas. El fuego también le muestra respeto a una persona así y hasta los ladrones la dejarán en paz. De modo que cuando uno le entrega sus bienes a la caridad, que puede ser considerada como un primogénito y heredero natural, las otras entidades que podrían en otro caso reclamar sus riquezas respetarán esta acción y no interferirán. Si una persona tiene riquezas y no da nada en caridad, tanto el ladrón como el gobierno pondrán sus ojos en ella. Y, si por alguna razón éstos la ignoraran, ya llegará un día en que el fuego venga a destruir sus posesiones y bienes. Y a ello se debe que el Gita concluya que lo que es realmente importante es la caridad y no la riqueza.

Similarmente, en el ser humano lo importante no es tanto la capacidad de hablar, como la verdad que se exprese. Si no hay verdad en nuestro lenguaje, nada de lo que se diga tendrá valor alguno. El Gita ha declarado también que lo importante no es tanto la vida misma, como el buen nombre y la reputación. Una vida sin un buen nombre es inútil. Uno deberá ganárselo para que pueda brillar el principio de la humanidad. El más importante de los deberes del hombre es el de albergar buenos pensamientos, tener buena conducta, pronunciar buenas palabras y llevar una buena vida. Deberían cuidar sus palabras y sus actos como para no dañar su reputación. En lugar de llevar por un siglo la vida de un cuervo recogiendo la basura de los demás, vale más el vivir por algunos momentos la existencia de un cisne, con un nombre inmaculado y un carácter puro. Un alma de este calibre, cuya vida está repleta de bondad, es denominada Paramahamsa en el Gita, un ser sacratísimo.

Consideremos a continuación el aspecto del cuerpo. Las buenas acciones son mucho más importantes que la fuerza física. Un cuerpo que no se emplea para servir a otros no viene a ser sino un cuerpo muerto. Estos cuerpos nos han sido entregados para el servicio a los demás y no para satisfacer nuestras propias necesidades egoístas. En la actualidad, es el egoísmo lo que prima en la inspiración de todo lo que el hombre hace, piensa o expresa. Para lograr sobreponernos a esta tendencia debemos buscar de manera constante las oportunidades de ayudar a otros y cultivar el principio del servicio. Durante este proceso, todo el género humano es santificado gracias a nuestras buenas acciones. Es realmente difícil el lograr nacer como ser humano.

Debemos dedicarle tiempo a reflexionar sobre la forma de utilizar correctamente esta vida tan especial y única que se nos ha otorgado y la manera en que podemos cultivar los hábitos positivos que nos ayuden a dominar flaquezas como el deseo y la ira, que no nos llevan sino a desperdiciar la vida. ¿Cuál es la mejor manera de hacerlo? Piensen en este pequeño ejemplo. Un buen día llega hasta vuestra casa un precioso perro, que no sabemos a quién pertenece. Nos resulta tan agradable, que con el propósito de tenerlo junto a nosotros y deleitarnos con su presencia, le damos algo de alimento. Al día siguiente, el perro retorna y le volvemos a dar comida para gozar de su compañía. De esta manera, vuelve a diario para ser alimentado y gradualmente, con el paso del tiempo, el apego va creciendo y el perro nos visita regularmente y se va quedando por más tiempo en nuestra casa. Un buen día nos damos cuenta que ya no desea partir, sino que se queda definitivamente. Mas la felicidad que nos proporcionaba el mirar su belleza física no dura mucho, y una vez que la belleza pierde la compañía de la alegría, aburre. En el caso del perro, pronto nos cansamos de tenerlo con nosotros y buscamos la manera de librarnos de él. Nos preguntamos por la razón que haya tenido para apegarse a nosotros y para quedarse a vivir permanentemente en nuestra casa. La razón es que, desde un comienzo lo alimentamos regularmente cada día y también lo mimamos, lo admiramos y le prestamos mucha atención. Ha sido esta práctica diaria la que terminó por crear esta relación entre nosotros y el perro. Y ahora deberemos desarrollar otra práctica (Abhyasa) que quiebre este apego y nos ayude a librarnos del perro. El mejor método será el de revertir el proceso original que creara el apego e hiciera que el objeto llegara a ser tan querido para nosotros. En el caso del perro, si no se le da alimento por algunos días, si se le muestra indiferencia y nadie lo mima, el perro se irá por sí mismo. Esto nos muestra que lo importante es la práctica. Es a través de la práctica que desarrollamos los apegos y algunas cualidades indeseables, y es sólo a través de la práctica que podemos cambiarlos.

El Bhagavad Gita ha dicho que el punto de partida para cualquier cosa es la práctica. En el Sloka 12 del capítulo sobre el Bhakti Yoga, dice que a través de la práctica lograrán adquirir conocimiento, a través del conocimiento llegarán a desarrollar la meditación, a través de la meditación desarrollarán el sacrificio y sólo cuando lo lleven a cabo lograrán obtener la paz mental. De modo que todo se inicia con Abhyasa o práctica constante. A lo largo de muchos nacimientos nos hemos ido enamorando de la belleza y nos hemos dejado llevar por el deseo y la ira hasta que estas pasiones terminaron por echar profundas raíces en nuestro corazón. Por último, terminamos por convertirnos en esclavos de nuestros deseos. Ahora ya no bastarán meras palabras para liberarnos de ellos. Siendo que sus raíces se han hecho tan fuertes, el cortarlas superficialmente les permitirá seguir brotando una y otra vez, con la fuerza adquirida durante este largo periodo de práctica del apego. Una vez que el deseo ha llegado a ser parte integral nuestra, podremos liberarnos de estas pestes profundamente impresas únicamente revirtiendo el proceso y comenzando a practicar el desapego y la renunciación. En un comienzo, los deseos son extremadamente atractivos y gratos. Después de algún tiempo comenzarán a disgustarnos, pero para entonces ya será muy difícil y, de hecho casi imposible el deshacerse de ellos. Es por ello que resulta mejor desarrollar, desde un comienzo la renunciación y el desapego como partes de nuestra naturaleza, negándole toda importancia o cabida al deseo. Y no estaremos preparados para recibir la Gracia del Señor a menos que poseamos tal actitud de sacrificio y la capacidad de resistir a los deseos.

Un animal de tiro que no pueda ser controlado, un automóvil sin frenos o una vida que no se base en el control de los sentidos, son todos peligrosos. El control de los sentidos es muy importante. En los Yoga Sutra, Patanjali enfatizó la necesidad de controlar estrechamente la tendencia de la mente de correr en todas direcciones persiguiendo a los deseos. Tanto la mente como los sentidos deben mantenerse sometidos dentro de límites muy reducidos. Hasta la felicidad que exceda ciertos límites puede resultar perjudicial. Para todo se han establecido ciertos deslindes dentro de los cuales se encuentra la gama de funcionamiento saludable. Por ejemplo, la temperatura normal del cuerpo es de 36,8º C, si llega a subir aunque sea en un grado, ello implica que hay una enfermedad en proceso. Sólo dentro de los límites apropiados indicará un cuerpo sano. Parecidamente, nuestra presión sanguínea será normal cuando se sitúe en 80 con 120. Si subiera a 80 con 150, presentaría una condición anormal en el cuerpo, la que podría ser indicativo de una enfermedad. También el corazón late a aproximadamente 75 pulsaciones por minuto, si el ritmo aumenta, será señal de problemas. Lo mismo vale para nuestros ojos: hay una fluctuación de la luminosidad que es apropiada para su funcionamiento saludable. Si la luz es demasiado fuerte, los ojos se verán cegados y pueden perjudicarse. O, como en el caso de los oídos, en que también la fluctuación de la gama de sonidos se encuentra entre límites saludables. Cuando el volumen del sonido los excede, la audición será afectada.

Podemos comparar a la vida con una compañía limitada. Tendrán muchos problemas si desearan mantener negocios sin restricciones con esta compañía. Es por ello que debemos imponerle restricciones a nuestra conducta y llevar nuestra vida siempre dentro de los límites prescritos. A esto también se le puede denominar disciplina. La disciplina es necesaria para el progreso espiritual del individuo. Sin disciplina una persona puede terminar no siendo sino un animal. Sin embargo, incluso la disciplina deberá ser ejercitada dentro de ciertos límites, de modo que también deberemos regularla si queremos gozar de la vida.

Vemos que para todo hay límites y fronteras, mas si nos mantenemos dentro de ellos la vida no nos causará problemas.

Ahora bien, ante todo debemos prestarle debida atención a estos dos terribles enemigos del hombre : Kama y Krodha, deseo e ira, y tratar de lograr un completo control sobre ellos. Estos enemigos no son externos a nosotros; son nuestros enemigos interiores. Si una persona es derrotada por ellos ¿cómo podría esperar poder conquistar a los externos? Mas, una vez que tengamos firmemente bajo control a los enemigos internos, los externos serán fácilmente derrotables. El Bhagavad Gita enseña que el deseo y la ira son importantes obstáculos para la liberación. Es por ello que resulta imperioso absolutamente, el dominarlos. Mañana consideraremos a algunos de los otros enemigos que se interponen en nuestro camino, como la envidia y la avaricia.


Traduccion Herta Pfeifer

Revision Marcos Erize