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Discursos dados por Sai Baba

09 de jul 1968 Sirvan a su propio ser - Kampala

Reunión de Sadhakas ( aspirantes espirituales )

Reunión de Sadhakas ( aspirantes espirituales )

9 de Julio de 1968

Es necesario que tengan reglas, reglamentos y constituciones; pero ellas debieran ayudarlos a hacer las cosas de una manera más eficaz, sin entorpecer ni traer problemas. Ellas son como las riberas que mantienen al río fluyendo hacia el mar. Si tienen ustedes fe firme en el valor de la tierra en la que están comprometidos, si son sinceros en el servicio que prestan, entonces las reglas no son tan importantes. Recuerden que el servicio a otros es un deber que ustedes se deben a sí mismos, ya que, realmente, necesitan de la alegría que el servicio genera. Esa alegría es algo que va más allá de las palabras.

Lo que se llama “servicio” a los demás es fundamentalmente “servicio” a nuestro propio ser. Uno se sirve mejor a sí mismo cuando sirve mejor a los demás. Cuando se alivia el pesar de los otros, uno está ganando el alivio de los propios pesares.

Cierta vez, una vaca estaba atrapada en un pantano profundo y se esforzaba desesperadamente por salir. El lodo la iba arrastrando cada vez más hacia lo hondo. Los vagos del pueblito estaban disfrutando de la lucha mortal, mientras la miraban con regocijo, gritándole al pobre animal cuando en sus esfuerzos se hundía más y más. Justo en ese momento pasó un monje por esa calle. Cuando vio el empeño desesperado de la vaca por salir, saltó dentro del barro sin pensarlo dos veces y con sus fuertes hombros ayudó a la vaca a salir del pantano hasta un lugar seco y la dejó parada sobre sus patas. Luego, siguió tranquilamente su camino. Los chicos del pueblo se burlaron de él porque les había arruinado el entretenimiento. Le preguntaron porque había arriesgado su vida tan estúpidamente y hablaron con cinismo de su “Gran” acto de servicio. El monje les contestó “no ayudé a la vaca, simplemente me ayudé a mí mismo. Sentí la terrible agonía de la vaca en mi propio corazón y tuve que buscar alivio. No pude evitar saltar a ayudarla. Ahora estoy contento. Mi dolor desapareció”.

Cuando encuentran que otros están sufriendo o tienen alguna pena, deben sentir esa pena o sufrimiento como propio y tratar de sanarlo prestándoles servicio. Cultiven esa empatía, ése es el Sadhana más elevado. Los Vedas declaran; “Na karmaza, na prajaya, dhanena, thyagenaike, amrthatwam aanasuh” (“La inmortalidad no puede ser ganada y experimentada a través de rituales, no por la estirpe ni por la acumulación de riquezas, sólo puede ser ganada por el renunciamiento”). Entreguen: entreguen sus comodidades, su tiempo, sus habilidades, con el fin de ayudar a otros. Ésa es la manera de ganar la inmortalidad.

El hombre está ligado por una de las tres cadenas o Gunas (naturalezas peculiares). La cadena Tamásica, de deseos deletéreos, banales, que lo llevan a la pereza, al sensualismo y al pecado (esta cadena puede ser llamada cadena de acero). La cadena Rajásica, de ambición y posesión, de competencia y orgullo (ésta puede ser llamada cadena de cobre) y la cadena Sátvica, de humildad y simplicidad, que lo hacen bueno y virtuoso (también es una cadena, aunque sea de oro). Las tres atan al hombre. El hombre debe hacerse puro, sin restricciones. La palabra Guna significa soga y realmente ata. Ésta es su función. Uno no puede quejarse por eso. Para escapar de estas cadenas que lo atan, el hombre debe aplicar una de dos estratagemas; 1) puede introducirse a sí mismo en el sentimiento, Dasokam (yo soy el servidor) y así reducir su tamaño de manera continua hasta que la cadena cae y él puede escapar. Éste es el sendero del Bhaktha, el Dasa, servidor, dejando el “yo” a los Pies del Omnipoderoso, en una entrega sin reserva; así fue el de Prahlada, que no tenía voluntad ni pensamiento propio. O bien, 2) se puede expandir con el sentimiento, Sivoham: Yo soy Shiva, yo soy Divino, yo soy lo Eterno, el Absoluto. Así se transforma en tan vasto, tan expandido, tan grande que ninguna cadena lo puede contener sino que se quiebra, y él es libre.

Imaginen a Dios como residiendo en el último piso de una alta mansión. Las únicas escaleras por las que se puede llegar a Él están custodiadas por un perro feroz, Maya. Maya es el monstruo de la ignorancia, que lo engaña a uno con la creencia de que lo transitorio es eterno y que lo eterno no existe. El perro no les hará daño, si el Maestro desciende en respuesta a sus oraciones y los lleva hacia lo alto junto con Él. Esto es lo que hace el Bhaktha. Él ruega, reza, ansía y Dios desciende y esparce Su Gracia sobre él. El Bhaktha es como el gatito que maúlla pidiendo auxilio, sentado en un lugar; la gata se apresura a levantarlo suavemente con sus dientes y lo traslada a un sitio seguro. Ésta es la razón por la que muchas veces se dice que la manera del Bhakti para ir a Dios es como la del gatito. Otra manera de alcanzar al Maestro en Su Mansión es transformarse en un exacto prototipo del Maestro, de modo que el perro se confunde, pensando que es el mismísimo Maestro. Conoce al Maestro, transfórmate en el Maestro: Brahmavid Bhahmaiva bhavathi (Quien conoce a Brahman se transforma en Brahman). El Jñani que sabe que él es el eterno absoluto se transforma en el Absoluto. Maya (la ilusión de ver lo irreal como real) no se atreve a engañarlo más. Éste es un sendero duro, en el cual el peregrino debe caminar solo. Él es como el cachorro del mono que se agarra con fuerza a la madre, mientras ella salta de rama en rama. Acá no hay lugar para la Gracia de la madre. Por ello, este sendero es llamado “sendero del cachorro de mono”.

El desapego es el primer paso, sea el sendero el del Bhakti o el del Jñana. El hombre se salva a sí mismo por sus propios esfuerzos; los demás sólo pueden indicar el camino. Harischandra, el emperador que en su determinación de atenerse siempre a la verdad, perdió su imperio, su libertad y su familia, tuvo que terminar sirviendo de sereno en un crematorio. Cuando se encontró en medio de cuerpos que eran quemados, se dio cuenta de que sólo el ser es el amigo del ser, sólo el ser es el enemigo. Parientes, marido, mujer, amigos, hijos, son todos temporarios colaboradores o dependientes. Tu único amigo eres tú mismo, todos los demás tienen un motivo u otro para su amistad.

Un joven iba diariamente a un preceptor que vivía en las afueras de la ciudad. Recibía de él lecciones de recuperación espiritual. Retornaba a su casa cuando anochecía. Un atardecer, el maestro le pidió que se quedara, pero el joven protestó diciendo que su ausencia de la casa aunque fuera una sola noche daría a sus padres y a su mujer mucha pena. El Gurú le dijo que toda persona ama a otra por su propio ser. Pero el joven no estaba nada convencido, dijo que sus padres y su mujer estaban estrechamente apegados a él y que no sobrevivirían si algo le pasara. El Gurú dijo: “Lo averiguaremos”. Le pidió que, en cuanto llegara a su casa, tomara una píldora. La píldora, le advirtió, daría los síntomas de estar muerto, pero él podría oír y entender todo lo que pasaba a su alrededor.

En cuanto tomó la píldora –como le había sido indicado– y cayó al suelo, los padres manifestaron a gritos su extrema angustia. La esposa se lamentó a grandes voces. Los vecinos acudieron en gran número, pero, ¡nadie podía aquietar su pena! De pronto, apareció el Preceptor y, enterándose de la causa de la conmoción, dijo que el joven podía ser salvado con un simple remedio. Pidió un vaso de agua, caminó tres veces alrededor del cuerpo del joven con el vaso en la mano y dijo: “Ahora quien quiera salvar a este joven lo puede hacer. Sólo debe beber el agua, entonces el que la beba morirá y el joven volverá a la vida”. Le pidió a la madre que bebiera, pero ella argumentó que tenía otros chicos que criar, una cuyo matrimonio debía ser arreglado, otra hija que estaba embarazada, de modo que se retiró a un rincón distante. El padre también tuvo sus excusas, la mujer era única hija y no quería apenar a sus padres. Ninguno de ellos estaba preparado para sacrificar su vida y salvar la del joven. Hablaron por un tiempo entre ellos y regresaron con una sugerencia: “Reverendo Gurú. Construiremos una magnífica tumba para ti y te adoraremos de ahora en más por tu gran acto de sacrificio. Por favor, bebe el agua y trae a nuestro hijo a la vida”. Entonces el hijo se levantó y, habiendo aprendido que lo que decía el Gurú era cierto, abandonó el hogar y vivió como discípulo de su Preceptor.

Deben también desarrollar un sentimiento de desapego. Sean apegados al trabajo, pero no a los frutos del trabajo. Déjenlos a la Gracia de Dios. Él preparó el trabajo, Él lo hizo posible. Que Él acepte los frutos, de ahí en más. Estas columnas que alumbran la calle, se iluminan a sí mismas e iluminan la calle. Así también, si ustedes viven una vida de Amor y de Verdad, se verán iluminados e iluminarán a todos los que se les acerquen.

Júntense grupos que piensan de igual manera y hagan los arreglos para tener sesiones de Bhajans, por lo menos una vez al mes. Llenen su tiempo con buenos trabajos, buenos pensamientos, buenas lecturas. Formen un núcleo de “buenas compañías” en su pueblo y manténgalo unido y firme.

En Dharmakshetra, en Mumbai, se encuentra el Centro Internacional de Organizaciones Sathya Sai; pueden mantener contacto con él para asesoramiento y guía. Acá, en el Este de África, se propone ahora tener Sathya Sai Seva Samithi en Kampala, Uganda, con el fin de guiar y asesorar desde aquí a todas las organizaciones de Kenya, Tanzania y Uganda. Serán organizaciones separadas, con vicepresidente y secretarios que trabajarán desde Nairobi, Daar-es-Salaam y Kampala. Entrenarán a voluntarios y líderes de Bhajans, promoverán Nagasnkvitans y tendrán además varias actividades de servicio, como asistencia médica y legal para Africanos e Indios, tanto como sus recursos se lo permitan. Deben además celebrar Festivales y Días Sagrados de todas las religiones, con igual fervor. Cualquier cosecha que alimenta al hombre necesita cuidado y atención. De igual manera, cualquier Fe que eleve al hombre debe ser adorada.