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Libros escritos por Sai Baba

32. Fin de la Obra

32. FIN DE LA OBRA

Janaki estaba sorprendida al ver a los Variaras y a los demás prisioneros, así como a su vistosa indumentaria. Justo entonces Válmíki, el sabio, !legó hasta ahí, visiblemente agobiado por la ansiedad. Le narró a Sita todo lo que había sucedido, soltó las ataduras de Hanumán, Jambavanta y los otros, lamentándose así: "¡Niños! ¿Qué es lo que han hecho? Han venido aquí después de haber vencido a Rama, Lakshmana, Bharata y Satrugna". Sita, impresionada al escuchar aquello, exclamó: "¡Dios mío! ¡Queridos niños, a causa de ustedes la dinastía misma ha sido manchada! No demoren más, prepárense para mi inmolación, para que pueda ascender igual que ellos. No debo seguir viviendo".

El sabio Valmiki la consoló y le infundió valor; después, fue con Kusa y Lava al campo de batalla y se sorprendió de lo que vio ahí. Reconoció el carruaje y los caballos de Rama y al encontrar a éste, se postró a sus pies. Rama se levantó de inmediato y se sentó. Kusa y Lava estaban de pie frente a él. Valmiki le habló así a Rama: "¡Señor, mi vida ha alcanzado la realización. Soy bendito!". Después describió cómo Lakshmana había abandonado a Sita en el bosque y la permanencia de ésta en su ermita, donde había dado a luz a Kusa y Lava,y exclamó: "¡Señor, Kusa y Lava son tus hijos! Que los cinco elementos sean mis testigos. Yo afirmo que Kusa y Lava son tus hijos".

Al escuchar esas palabras, Rama abrazó a los niños y acarició sus cabellos. Por la gracia de Rama, los Vanaras y todos los guerreros caídos en batalla se pusieron de pie. Lakshmana, Bharata y Satrugna acariciaron y mimaron a los niños. Lakshmana se apresuró a ir hasta donde estaba Sita, ya que Rama le había ordenado preguntarle qué se proponía hacer con respecto a la inmolación. Acercándose, Lakshmana se postró a sus pies; Sita estaba deseosa de cumplir ese voto si ése era el deseo de Rama, por lo que acompañó a su cuñado ante su presencia. Al ver al grupo, hizo esta declaración de la verdad: "¡Oh dioses! ¡Oh cinco elementos! Ni siquiera en sueños me he relacionado con nadie que no haya sido Rama, ni en pensamiento, palabra o cuerpo, ni con mis actos. ¡Oh madre, diosa de la Tierra, llévame hacia ti!". Inmediatamente, la tierra tembló con gran estruendo, se formó un enorme abismo y de ahí surgió.un divino trono con forma de león, con la diosa Tierra sentada sobre él. Cuando llegó a la superficie, extendió la mano e hizo incorporar a Janaki y la bendijo así: "¡Oh Janaki!, desde el día en que naciste hasta el día de hoy no ha transcurrido ni un solo día que no hayas sufrido; siempre has estado llorando. ¡Ven!, sé feliz en mi hogar". Al instante, las dos desaparecieron y su gloria se extendió por los tres mundos.

La escena fue claramente presenciada por Lakshmana, sus hermanos y los demás y derramaron lágrimas. Rama desempeñó el papel de una persona triste y pensó para sí: "Janaki ha actuado de acuerdo con las inclinaciones de mi mente; siempre acataba las órdenes que yo le impartía. Ahora, nosotros debemos marchar hacia nuestra residencia en Vaikunta". Sin embargo, para los demás parecía como si él estuviese un poco triste y acongojado. Muy pronto partió hacia la ciudad capital con sus hermanos y sus hijos, llevando a cabo los últimos ritos del sacrificio tal como estaba planeado. Regaló los dieciséis obsequios prescritos, en cantidades que iban más allá de cualquier descripción. Honró al emperador Janaka como lo demandaba su investidura y (levó a sus hijos ante su presencia. El emperador se sintió inmensamente feliz al ver a sus nietos. Como Janaka estaba pleno de sabiduría y consciente gracias a su divina visión interna de la divinidad de Sita, no mostró ninguna sorpresa, ansiedad ni preocupación por lo sucedido; su mente no se alteró en lo más mínimo. Lo que tenía que suceder había sucedido; su actitud tampoco se afectó ante lo ocurrido. Así, Janaka partió feliz hacia Mitila.

Los gurús y los brahmanes llegaron ante la presencia de Rama, en respuesta al mensaje que él les había enviado. Se fueron dichosos de que les hubiera sido dado presenciar el gran sacrificio y regresaron felices a sus hogares.

Pasado algún tiempo, Rama aconsejó a sus hijos acerca de los medios y métodos de gobierno del imperio; formalmente los invistió más tarde con la insignia de la dinastía. Asignó aJ hijo de Bharata, Taksha, el reino del Sur; su segundo hijo, Pushkara, recibió el reino Pushkara; ellos destruyeron a los Rakshasas sobrevivientes y se establecieron en esos reinos. A los hijos de Lakshmana, Chitraketu y Chitrangada, poderosos guerreros, heroicos luchadores y veteranos de la guerra, se les asignó la región Oeste y, destruyendo a los Rakshasas que aún quedaban, gobernaron sobre esa región. Rama los invistió con autoridad real sobre ciudades con distintos nombres, las cuales convirtieron en capitales. Les impartió a todos los hijos valiosos consejos acerca de aspectos políticos y métodos administrativos. Kusa fue instalado en Ayodhya, y a Lavá se le asignó la región Norte, cofre de tesoros y riquezas. La ciudad de Lavapura (hoy Lahore) fue designada ciudad capital. Rama obsequió vacas, tierras, ropa y dinero a cada uno de ellos.

Mientras tanto, la noticia de que Rama pensaba en la posibilidad de regresar a su hogar llegó a oídos de la gente de Ayodhya. Ésta acudió en gran multitud ante su presencia para suplicarle que escuchara sus peticiones. Lo que rogaba la gente era que ellos también fueran llevados a su divino hogar. El Señor dijo que ésa era una petición correcta y aceptó. Se sentía feliz ante el afecto, devoción y dedicación que le profesaban. Designó a Lakshmana para que los guiara.

El reino Kishkinda le fue asignado a Angada. Sugriva, Jambavanta, Vibhishana, Nala, Nila y otras personas en quienes habían encarnado algunos aspectos de la Divinidad, y billones de Vanaras que habían venido para ayudar a cumplir la misión divina, llegaron a la presencia de Rama en ese momento. Él se dirigió a ellos y les dijo: "Vibhishana, tú tienes que gobernar a Lanka; al final alcanzarás mi presencia", y lo bendijo de esa manera. A Jambavanta le dijo: "Tú estarás en la tierra hasta el final de la era de Dwapara, luego, encarnado yo como Krishna, nos enfrentaremos en una pelea y entonces me reconocerás como ahora", y de esa manera lo bendijo.

Se dirigió después a la orilla dei río Sarayu. Bharata caminó a su lado derecho y Satrugna al izquierdo; atrás los seguían los ministros y la gente de la ciudad. Al entrar en el agua, Bharata se fundió en el Señor; Satrugna tocó el agua y brilló en el loto, fundiéndose también en la esencia divina.

El Señor pronunció la bendición de que todo aquél que llegara a esa tierra sagrada de Ayodhya y se bañara en el sagrado río Sarayu, lo alcanzaría a Él.