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Libros escritos por Sai Baba

22. Un Aliado Aceptado

22. UN ALÍADO ACEPTADO

As¡, Rama Y Lakshmana cumplieron los más grandes anhelos de Sabari y llenaron de bienaventuranza su alma que partía. Continuaron el viaje a través del bosque, moviéndose como leones gemelos y comentando la devoción e infinita dedicación de Sabari, la anciana aspirante espiritual. Viajando rápidamente, llegaron a la cordillera Rishyamuka, en una de cuyas colinas vivía Sugriva, refugiado junto con sus ministros y cortesanos. A! ver a los dos hermanos aproximándose a las colinas, quedó impresionado ante su porte y poderoso paso; parecían seres divinos. Sugriva siempre vigilaba cuando algunos extraños se acercaban a su morada, pues temía que su hermano mayor, Va¡¡, lo pudiese atormentar aun en su actual refugio, enviándole emisarios de muerte y dolor. Vigilaba todos los caminos de acceso a su escarpado refugio y se atemorizó ante e! porte y la gloria de los dos extraños; estaba ansioso por saber quiénes eran y cuál era su misión, por lo que hizo traer a Hanumán a su presencia y le dijo: "¡Héroe poderoso!, ¿has visto a esas dos refulgentes criaturas? No demores más; ve y pregunta quiénes son, por qué y de donde vienen. Tráeme todos los informes que puedas recabar. Si acaso son personas enviadas por Val¡, hazme una señal. Estaré atento a ella; una leve inclinación de tu cabeza bastará. De inmediato dispondré todo para abandonar esta colina e irme a otra".

Sugriva le dio instrucciones y sugerencias para enfrentar cualquier eventualidad y Hanumán, con saltos y brincos, se apresuró a llegar ante los extraños. Al llegar ante ellos se postró a sus pies con gran reverencia y les dijo: "¡Oh, seres resplandecientes! Han despertado en mí una profunda admiración y curiosidad. Sus encantadoras formas atraen mi mente con un extraño anhelo; son tan tiernas e inocentes. De hecho, ustedes no son simples mortales, de eso estoy seguro. Supongo que son la divina pareja Narc Narayana que ha descendido a la Tierra. ¿Me quieren decir por qué viajan a través de esta jungla sin nadie que los guíe o les sirva?". Hanumán los abordó así con gran humildad.

Rama apreció la devoción y humildad de Hanumán y esbozó una sonrisa al responder: "Somos los hijos del emperador Dasarata, gobernante de Ayodhya. Nos adentramos en el bosque obedeciendo el deseo de mi padre. Él es mi hermano Lakshmana, mi nombre es Rama; mi esposa también venía conmigo, pero estando en Panchavati fue raptada por un Rakshasa cuando nosotros nos encontrábamos ausentes. Ahora estamos recorriendo esta zona, buscándola y tratando de descubrir dónde se encuentra para rescatarla". Rama narró a Hanumán, sin reserva alguna, los crudos hechos que explicaban su presencia en esa cordillera, y después añadió: "Ya te he dicho quién soy y te he contado mi historia. Ahora me gustaría que tú hicieras lo mismo". Hanumán, percatándose de que aquellos hermanos eran sus señores, se postró nuevamente a sus pies para ofrecerles respetuoso homenaje. Al levantarse y quedar junto a ellos, derramó torrentes de lágrimas de sincera alegría y devoción, que le impidieron hablar durante algunos momentos.

Por fin, armándose de valor y con las palmas juntas, habló con voz trémula: "¡Mi señor!, soy un estúpido ignorante, por ello te interrogué; perdona mi osadía y torpeza. ¡Oh, monarca de monarcas!, tú me pides que te diga quién soy y que te revele mi condición actual, como si ustedes fuesen ordinarios mortales que sólo pueden saber las cosas cuando les son dichas. ¿Acaso esto es justo? ¡Cómo podía adivinar quiénes eran ustedes, atado como estoy por los lazos de la ilusión que ustedes mismos tienden sobre nosotros! Señor, tú eres poderoso e invencible; ¿cómo puede el siervo igualarse con el amo y señor?

Todos los seres se encuentran abrumados y engañados por tu estrategia y tu plan. Deseo hacer una declaración de la que mi señor es testigo: no conozco otra actividad que la de adorar a mi señor. Cuando el siervo es resguardado y protegido por su señor, ¿por qué habría de temer? El poder del señor es el escudo del siervo", y diciendo esto, Hanumán recobró su forma real. Rama estaba deleitado ante la vista de Hanumán, lo abrazó y le dijo: "Me eres tan querido como lo es Lakshmana". Lo acercó a él y lo acarició con amor, dándole palmadas en la cabeza y tocándole con suavidad la frente y el rostro. Entonces le dijo: "Hanumán, yo derramo mi amor principalmente en aquéllos que me sirven y consideran tal servicio como el medio más sublime para alcanzar la liberación". En ese momento, Hanumán dijo: "¡Mi señor!, Sugriva, el jefe de las hordas Vanara, ha atraído sobre sí, por diversas causas, la enemistad de Val¡, su hermano mayor, y ha sido expulsado de su reino y exiliado a este bosque donde ahora vive. Él también es tu siervo; merece tu afecto y bendiciones, confiérele tu gracia y libéralo de la desdicha en la que ahora se halla inmerso. Él posee la autoridad y poder para ordenar a millones de monos de todo el mundo que busquen y encuentren a Sita. Es el monarca de los monos y puede obtener la victoria en tal empresa". Hanumán detalló las múltiples y diversas virtudes y habilidades de Sugriva y persuadió a Rama para que buscara su amistad. Cuando éste decidió seguir aquel consejo, Hanumán se ofreció a llevarlos sobre sus hombros hasta la cima de la montaña donde estaba Sugriva.

Al ver a Rama y a Lakshmana, Sugriva se sintió encantado y comprendió las razones que habían llevado a Rama al bosque. Ambos se compadecieron, lamentándose de la desgracia que a los dos los aquejaba, y se sintieron unidos por lazos comunes de camaradería. Sugriva se postró a los pies de Rama y de Lakshmana, ofreciéndoles reverente hospitalidad. Rama prometió a Sugriva que acabaría con su temor y aliviaría su pena, pues él era la personificación de la compasión, y Sugriva, a su vez, le prometió sacrificarlo todo incluyendo su propia vida, para servirle. El voto de eterna amistad fue formalizado con el fuego ritual como testigo. Ya que el fuego está presente como calor y luz en el corazón de todo ser viviente, el fuego que está presente en la conciencia interna puede quemar toda indecisión o titubeo que pudiera afectar el voto de amistad. De hecho, el fuego, la iluminación y el sutil fulgor divino que constituyen e1 núcleo del fuego, es el elemento predominante en el Ramayana. Rama nació del nectarino presente que el dios del fuego obtuvo en el altar de sacrificios; Sita se casó con Rama con el fuego como testigo; Lanka fue destruida por el fuego; en el fuego fue donde la realidad, el principio de Sita, quedó a buen resguardo mientras era raptada por Rayana y llevada a Lanka, y fue del fuego de donde nuevamente fue rescatada cuando la guerra contra Ravana terminó con la victoria de Rama. El significado es que el corazón de Rama fue purificado de toda impureza en cada contacto que tuvo con el fuego, porque Rama es el símbolo del conocimiento o la sabiduría del más alto grado y también es el símbolo de la moralidad suprema. De esta forma, el pacto con Sugriva fue reafirmado y santificado, invocando al fuego como testigo. Lakshmana buscó profundizar la fe de Sugriva y reforzar la alianza, relatándole la verdad acerca de Rama y la misión por la cual había venido.

Le habló también de Sita y su divinidad. Ella era hija del rey de Mitila dijo y, por lo tanto, sólo puede ser ganada o pueden obtenerse sus bendiciones a través de un batido incansable, es decir, de la disciplina espiritual. Al escucharlo, Sugriva derramó lágrimas de dolor y dijo: "Maestro, un día, hallándome en consejo con mis ministros, escuché el grita `¡Rama, Rama!', que provenía del cielo, del interior del carruaje Pushpaka que surcaba el espacio. Mientras observábamos esa extraña escena, ella arrojó un envoltorio de tela hacia donde estábamos. En él se hallaban unas joyas, las mismas que hemos conservado intactas. Es muy probable que haya sido el Rakshasa llamado Rayana quien la raptaba, pues no existe perversidad alguna que éste no haya perpetrado". Sugriva rechinó los dientes por la ira que sentía contra el monstruo que sospechaba había cometido esa terrible acción. Rama pidió que le trajeran las joyas, y el mismo Sugriva se incorporó para dirigirse a la cueva donde las había escondido y las (levó ante la presencia de Rama. Estaban envueltas en un pedazo de la misma tela burda que la madrastra de Rama le había dado a Sita para que la usara mientras vivía como ermitaña en el bosque. Al reconocerla, Lakshmana lloró y, al verlo abatido, Sugriva y Hanumán también se entristecieron. Rama aflojó los nudos y deshizo el envoltorio; le mostró a Lakshmana el contenido para confirmar si las joyas pertenecían a Sita y él declaró que no podía identificarlas todas, ya que nunca había levantado la vista para mirar a Sita. "He visto sólo los anillos que usa mi cuñada en los dedos de los pies, porque solía postrarme ante ella diariamente. Sí, ésos son los anillos que ella llevaba; puedo asegurarlo. En nuestro camino a través de la jungla, yo iba detrás de ella y pisaba sobre sus huellas. Sabes que tú siempre caminabas al frente y yo iba detrás de Sita; caminaba observando sus pies y, por lo tanto, conozco estos anillos perfectamente". Sugriva y Hanumán miraron con tristeza a los hermanos cuando éstos, desempeñando el papel que les correspondía, se entristecieron al ver las joyas que Sita había arrojado. Sugriva no pudo soportar más y exclamó: "¡Señor, no te dejes abatir por la tristeza! Este mismo día elaboraré un plan para descubrir dónde está Sita y, después de destruir al malvado Rayana, la traeré de regreso y los haré a los dos felices. Éste es mi juramento, mi sagrada promesa".

Rama mostró gran satisfacción al escuchar esa promesa y después le dijo: "Explícame con detalle el motivo por el cual vives en el bosque y no en tu ciudad". Sugriva le relató, en forma clara y concisa, hilando los hechos como cuentas que se ensartan para formar una guirnalda o un rosario, quiénes eran sus padres, cuál era su verdadero lugar de residencia, así como las causas de la enemistad entre él y su hermano mayor, etcétera. Rama notó que la historia de Sugriva era parecida a la suya, en especial al referirse a la separación de su esposa y al exilio del reino. Se dio cuenta de que Sugriva era recto y justo y que Va¡¡ merecía un castigo por haber raptado a la esposa de su hermano, acción que el código moral de los monos no perdonaría.

Rama pidió a Sugriva que le contara la historia de su nacimiento, y éste le respondió: "Sí, deseo postrar a tus pies la crónica de los orígenes y vicisitudes de todo mi clan. Hace mucho tiempo, Brahma, el creador, creó a un ser con forma de mono y lo dotó de gran poder, pero como siempre estaba en movimiento y actividad, Bráhma lo llamó Ruksharaja. Cuando éste pidió que se le dijera dónde debería vivir, Brahma le respondió: `Vivirás en el bosque, porque allí podrás moverte a tu entero capricho, y cuando atrapes a un Rakshasa, mátalo y libera esa zona de sus maldades'. Ruksharaja emigró hacia las regiones del sur y obedeció las órdenes de Brahma.

"Un día, el mono Ruksharaja se aproximó a un lago para saciar su sed, y al acercar la cara a la superficie del agua cristalina vio su propia imagen reflejada. Se inquietó mucho, pues creyó que un enemigo se escondía en el lago, acechándolo. Caminó por la orilla, ansioso por atrapar al enemigo en cuanto saliera del agua, mas éste rugía cuando él rugía, rechinaba los dientes cuando él lo hacía, repetía como un eco todos sus ruidos y gestos. No pudiendo controlarse más, Ruksharaja saltó al lago para estrangular a su rival. ¡Ese salto lo transformó en hembra! Azorada y sorprendida, nadó a la orilla y, dirigiéndose al Sol, oró en busca de su gracia. Presa de gran angustia, también rezó a Indra.

"Por la gracia de Surya (el Sol), ella dio a luz un hijo, que soy yo, Sugriva; y por la gracia que Indra le concedió tuvo otro hijo, Val¡, mi hermano. Después del nacimiento de los niños, se convirtió de nuevo en Ruksharaja, tomó a sus hijos y se dirigió a Brahma para recibir instrucciones. Le narró toda su historia para que él adoptara una decisión, y así hizo él, diciendo: `¡Oh, Val¡ y Sugriva!, vayan a las regiones del sur y establézcanse en Kishkinda. El Señor de todos los mundos, el supremo soberano del universo, aquél conocido por muchos nombres, nacerá como Rama, el hijo de Dasarata, el emperador de la dinastía Raghu; él se irá al bosque, siguiendo las órdenes de su padre; acometerá empresas sobrehumanas y también se comportará como un mortal común. En su peregrinar arribará a Kishkinda, donde ustedes estarán, y entablarán amistad. Busquen la dicha de tener su visión, escuchar sus palabras y tocar sus pies. Sus vidas serán benditas por ello'.

"Escuchamos la voz de Brahma, deleitados ante aquel prometedor suceso que nos deparaba el destino. No llevamos a cabo adoración, austeridad, ritual o sacrificio alguno; todos nuestros logros y virtudes fueron otorgados por la gracia que Brahma derramó sobre nosotros aquel día. Cuando aquella voz cesó, rendimos homenaje mentalmente a Brahma; después llegamos a Kishkinda y acabamos con los Rakshasas que infestaban aquel sitio.

"Un día, un Rakshasa llamado Mayavi, el hijo de Maya, nos atacó para vengarse de nosotros. Nos sitió a medianoche, creando gran confusión. Val¡, mi hermano mayor, no pudo tolerar un momento más !a audacia del enemigo y se arrojó sobre él con todo su poder, haciendo que Mayavi huyera aterrorizado. Éste se escondió en una cueva, hasta donde Val¡ lo persiguió. Yo también participé en la persecución del perverso Rakshasa, manteniéndome atrás de Val¡. Al entrar en la cueva donde Mayavi se había refugiado, Val¡ me indicó: `Hermano, entraré en esta caverna para matar al enemigo. Vigila la entrada y permanece aquí, para que no escape'. Le pregunté por cuánto tiempo debía hacerlo y me contestó: `¡Hasta quince días con sus noches si es preciso! Vigila durante todo ese tiempo; si no regreso al llegar el decimosexto día, puedes suponer que me ha matado, y entonces podrás regresar"'.

"Esperé y vigilé durante treinta días completos; para entonces, un olor a sangre surgía de la cueva y yo deduje que se trataba de la sangre de mi hermano. Temí que Mayavi pudiese salir vivo de la cueva, así que coloqué una enorme roca sobre la boca de ésta y al comprender que era en vano seguir esperando, regresé a casa. Reuní a mis compañeros y simpatizantes y les pedí consejo sobre el paso a seguir. Llegamos a la conclusión de que si Mayavi había podido matar a mi invencible hermano Val¡, eso nos daba a entender que se trataba de un poderosísimo enemigo y, por lo tanto, viví los días en continuo terror.

"Los habitantes de la capital se dieron cuenta de que debían contar con un líder en esos tiempos difíciles, en los que por todos lados estaban siendo amenazados por enemigos, y arguyeron que, dado que Val¡ había muerto, mi deber era ocupar su lugar. Yo no deseaba aceptar tal cargo, pero me forzaron a ello. Dos o tres días después, Val¡ regresó a la capital; había matado a Mayavi y liberado a la región de tan vil enemigo. Al encontrarme como gobernante, una ira incontrolable se apoderó de él, pues supuso que yo había sellado la boca de la cueva para evitar que saliera con vida y que deliberadamente había buscado el liderazgo que me había sido confiado. Decidió vengarse de mí, y comenzó a vejarme y a reprenderme por la mínima falta o error. Me privó de todos mis poderes y cargos y me trató con desprecio, como si fuese el más bajo siervo de su casa. Me expulsó del seno familiar y tomó a mi esposa bajo su custodia. Un día, decidido a destruirme, peleó ferozmente contra mí; yo no pude resistir su ataque, por lo cual tuve que abandonar Kishkinda y buscar refugio aquí. Vals se obstinó en que aquéllos que me apoyaban o fueran mis amigos no podían quedarse, y por ello me han acompañado a este lugar. Mi esposa hizo hasta lo imposible para volver a mi lado, pero pese a todos sus intentos, él no se lo permitió; la tomó como si fuera su mujer'. Los ojos de Sugriva derramaban lágrimas mientras relataba esa historia. Rama lo consoló y se compadeció de su dolor, asegurándose una vez más que él lo protegería de todo daño y lo salvaría de todo mal.

Sugriva prosiguió: "Vivo desvalido en esta colina, porque éste es el único sitio al cual mi vengativo hermano no puede llegar. Un sabio lanzó sobre él una maldición que le impide penetrar en asta región. De lo contrario, hace mucho tiempo que yo habría muerto a sus manos".

Rama preguntó: "Y dime, amigo, ¿cómo fue que él atrajo sobre sí esa maldición?", a lo cual Sugriva respondió:

"Maestro, Dundubhi, el hermano de Mayavi, era un héroe poderoso; nadie podía igualarlo en valor y fuerza. Se deleitaba provocando enfrentamientos con las montañas y el mar y era feliz demostrando su poder. Un día, mientras se vanagloriaba por sus intrépidas proezas, de pie frente al pico de una montaña que había pulverizado, escuchó una voz que le anunciaba: `Dundubhi, no te envanezcas de esa manera. ¡Ten cuidado! Hay alguien más poderoso que tú y que vaga feliz por las orillas del lago Pampa ejerciendo su mando y poder. Su nombre es Val¡'. Al escuchar aquello, Dundubhi se transformó en un poderoso búfalo y se abalanzó hacia Kishkinda, donde está el lago Pampa. Surcó la tierra con sus cuernos y mugió a todo lo largo del camino por colinas y valles, ufanándose de su invencible poder. A cada paso su furia se tornaba más salvaje, sembrando el terror a su alrededor. Cuando enterraba sus cuernos en la tierra, rodaban enormes árboles cuesta abajo. Su ferocidad estremecía todos los corazones.

"Finalmente, al invadir la región de Val¡ como cuando Rahu pretendió tragarse la muna éste lo descubrió y, en ese mismo instante, se arrojó sobre él. Los dos extraños enemigos lucharon como jabalíes salvajes en mortal combate; la pelea duró más de seis horas hasta que, finalmente, Val¡ asestó un golpe mortal a Dundubhi, quien, tambaleante de dolor, cayó muerto al suelo, como un pico de montaña que se derrumba durante un violento terremoto. El impacto de la caída fue tan fuerte, que algunos árboles gigantescos también cayeron junto con él. Vals se embriagó de tal forma con el triunfo, que destrozó el cadáver y arrojó sus partes a lo lejos, unas al norte y otras al sur. Sin embargo, sucedió que uno de los despojos sanguinolentos cayó sobre una ermita, bañando de sangre toda el área sagrada y contaminando a los ascetas que se consagraban a la meditación y la recitación de himnos sagrados. Era la ermita del gran santo Mathanga, quien había ido al río a tomar su baño ritual. Al regresar, vio gotas de sangre por todos lados y se topó con la mitad del cadáver de un monstruo impresionante. No pudo controlarse. Sus discípulos y alumnos, que anhelaban recibir un baño de bienaventuranza, habían sido bañados de sangre. Perdió el control y sólo se detuvo un momento para preguntarse quién podría haber osado cometer tal pecadc; su ira era incontenible, no le permitió ver ni hacia el pasado ni atisbar el futuro, y lanzó una terrible maldición: '¡Si ese vicioso pecador de Vali se aproxima a esta colina o si llega incluso a posar sus ojos en ella, que su cabeza sea partida en dos!'. Ésa fue la maldición que e! sabio pronunció y que, asustado por ella, ha mantenido a Val¡ alejado de esta colina; no puede acercarse a este sitio o mirarlo siquiera. Así, gracias a esa maldición, vivo aquí sin ningún peligro, aunque separado de mi esposa y privado de mis amigos y familiares". Sugriva reató a Rama su tragedia, sin ocultarle nada.

Rama se enfadó al escuchar la historia de Val¡, cuya perversidad atormentaba a Sugriva desde hacía mucho tiempo. No quiso seguir escuchando más atrocidades; no toleraba actos incorrectos ni le agradaba sáber nada acerca del mal. Consoló a Sugriva y le aseguró que Val¡ no escaparía al castigo que merecía por confiar sólo en la fuerza física y el poder material, ignorando la fuerza y el poder que uno debe ganar mediante la rectitud y la devoción a Dios. Le prometió que con una flecha derribaría a Va¡¡ y pondría fin a su vida, aun si los catorce mundos se oponían al cumplimiento de ese juramento. Le dijo: "No vuelvas nunca tu mirada hacia aquél que permanece indiferente ante las desgracias de su amigo o ante el absurdo alarde de su enemigo. No elijas a un amigo sólo para obtener un provecho temporal y satisfacer un deseo inmediato, o para incurrir en una conducta indigna. Los amigos deben profesarse profundo y mutuo amor. Aquél cuyo corazón no está lleno de amor que inspire su mente o ilumine su rostro es solamente un mal amigo indeseable. Los corazones de esos falsos amigos serán deshonestos y estarán contaminados. El siervo astuto, el avaro ambicioso, el esposo o esposa perversos y el falso amigo son cuatro seres que hacen la vida dolorosa, como si uno fuera atravesado por lanzas y clavos.

"Por lo tanto, ¡oh, Sugriva!, no te lamentes; yo te rescataré haciendo uso de toda mi habilidad física, verbal y mental. ¡Qué importa cuán fuerte sea Va¡¡! Tú no estás consciente de tu fuerza porque estás impresionado por la fuerza que le atribuyes; ése es el origen de tus dudas y temores. Tal vez tú necesitas tener mayor seguridad en mis poderes, antes de que nazcan en ti la confianza y el valor. Pídeme que (leve a cabo cualquier tarea para que tu fe en mí sea más profunda y te demostraré mi fuerza e infundiré valor a tu corazón. Una vez hecho esto, pelearé contra Val¡ y lo destruiré".

Rama le dio una palmada en la espalda a Sugriva, para infundirle confianza y así liberarlo del miedo y la ansiedad. Sugriva estaba impaciente por ver las proezas de Rama, a la vez que buscaba fortalecer su fe. Exclamó: "Rama, hace mucho tiempo, mi hermano y yo acordamos medir nuestra fuerza y habilidad colocándonos frente a una línea de siete palmeras gigantescas para tratar de derribarlas una tras otra, atravesándolas con una sola flecha. Yo derribé sólo tres, pero mi hermano Val¡ le acertó a cinco y todas rodaron por tierra; ésa es la medida de su fuerza. Para derrotar a Val¡ es necesario poseer una fuerza mayor. Desearía descubrir si tú posees esa fuerza y ver cuántas palmeras puedes derribar con una sola flecha".

Sugriva y sus cortesanos llevaron a Rama a un lugar en el que siete palmeras gigantescas hendían el cielo en hilera y le pidieron que intentara derribarlas. Comentaron entre ellos que, dado que aquellos árboles gigantescos eran cuatro o cinco veces más grandes que los que Val¡ había derribado, bastaría con que Rama derribara dos de ellos, para considerar que sobrepasaba a Val¡ en poder. Al mirar esa hilera, Rama sonrió y, llamando a Sugriva, le dijo: "Sugriva, estas palmeras son las más débiles y delgadas que mis ojos han visto". Luego colocó una flecha en su arco y las derribó a todas. Su flecha llevó las siete palmeras hasta lo alto de una montaña que estaba en la lejanía, haciendo volar todas las rocas que se cruzaron en su camino.

Sugriva quedó inundado por el asombro y la devoción. Se postró a los pies de Rama, exclamando: "¡Rama, cien Val¡ no habrían logrado esta proeza! Soy en verdad afortunado; no tengo más preocupaciones en mi vida, ya que he logrado tu amistad. Aunque me haya distanciado de un Val¡, hoy he conseguido como mi más íntimo camarada a un Val¡ multiplicado por cien. Perdona mi falta; estoy apenado de que mi escasa inteligencia me haya llevado a poner a prueba tus poderes. ¡Oh, soy en verdad afortunado de haber sido bendito con la amistad del mismo Dios! La historia de mis desgracias ha terminado este día. En mi corazón ha renacido la esperanza de que pronto podré retornar a Kishkinda; estoy feliz, ya que podré vivir alegremente con mi esposa e hijos. Lo único que me corroe es la ansiedad de saber cuándo y qué tan pronto sucederá esto y si será cuestión de minutos, horas o días. Por supuesto, eso depende de la voluntad de Rama, de su gracia. Sucederá en el momento en que él lo decida".

Sugriva sabía que sólo Rama podía ayudarlo y que debía confiar en él. Postróse a sus pies y dijo: "Rama, tu voluntad y compasión son mi único refugio. ¿Cuándo planeas poner fin a mis desgracias?". Levantándose nuevamente, Sugriva prosiguió: `Te diré lo siguiente, Rama. Hasta hoy había considerado a Val¡ como mi mayor enemigo y temblaba de miedo ante él; ahora me doy cuenta de que él ha sido mi mayor benefactor. Por temor a él me refugié en esta cordillera, y por hallarme aquí pude estar atento a tu llegada, conocerte y ser bendito con tu amistad. Por lo tanto, Val¡ es el origen de todos estos acontecimientos. Él es, en efecto, mi benefactor.

"Rama, cuando soñamos, a veces peleamos contra otra persona, la odiamos y recurrimos a todos los métodos para causar su ruina, pero al despertar, nos percatamos de que el odio y la lucha fueron falsos y sini fundamento. Tu darshan me ha despertado. En mi sueña odiaba a Val¡ e interpretaba todos sus actos como si fuesen hostiles hacia mí; a causa de mi ignorancia, he luchado contra él, pero ahora que te he visto y he tenido la gracia de escuchar tu consejo, he salido de mi ensoñación. Tocar tus sagrados pies me ha concedido la visión de la verdad. El odio, la envidia, la ambición, el egoísmo, mi enemistad con Val¡ y mis deseos de venganza, durante tanto tiempo cultivados, me han debilitado. Yo estaba hundido en mi obsesivo anhelo de que llegara el momento de saldar viejas cuentas; ésa fue mi penitencia, la austeridad que me consiguió tu gracia. AI hallarte, mi aflicción fue transformada en ascetismo y la ira en amor. ¡Señor, bendíceme, derrama tu gracia sobre mí! Ya no deseo recobrar mi reino. El destino ya ha marcado la vida de mi esposa y mis hijos, ¿qué pu édo hacer para cambiar él curso de los acontecimientos? No me preocuparé más por ellos. A mí me basta que me concedas la alegría de servirte y estar a tu lado, en tu presencia, por el resto de mi vida".

Al suplicarle Sugriva de este modo, Rama palmeó tiernamente su cabeza y exclamó: "Hijo, las palabras que has pronunciado, en verdad, son ciertas. Reinos y poder, alegría y pesar, ira y ansiedad, propiedades y prwilegios, bienes y males son todos el material del que están hechos los sueños. La proximidad de Dios, dei principio divino que hay en ti, es lo °único real. Sin embargo, recuerda que mi promesa, mi palabra, tiene que ser cumplida. Suceda lo que sucediere te devolveré tu reino; no puedes evadir la responsabilidad de gobernarlo ni escapar a la pelea contra Val¡, la cual debe ser mañana. Ven, alístate".

Rama se levantó. Él y Lakshmana empezaron a caminar armados con sus arcos y flechas, con Sugriva a su lado. A Ha_numán y a los demás se les permitió permanecer en la residencia de la colina. En el camino, le dieron a Sugriva instrucciones necesarias hasta que, en un momento, se le indicó que continuara solo y que gritara palabras desafiantes cuando llegara frente a la puerta principal de la ciudad. Obedeciendo las órdenes de Rama, Sugríva se detuvo frente a la entrada de la ciudad de Kishkinda y gritó tan ferozmente que los muros de la fortaleza se sacudieron y la tierra se estremeció de temor.

Tan pronto como aquel grito llegó a los oídos de Val¡, éste se incorporó de su !echo como una cobra amenazada y salió dispuesto a pelear y poner a Sugriva fuera de combate, pues supo que era su hermano quien había lanzado el reto.

En ese momento, Tara, la esposa de Va!i, se aferró a sus pies y le recordó las palabras pronunciadas por su propio hijo unos días antes: "Señor, los hermanos que buscaron la ayuda de Sugriva no son hombres comunes; están dotados de poderes extraordinarios. Después de haber permanecido oculto todo este tiempo, Sugriva ha aparecido ahora con nueva confianza y valor e incluso ha osado retarte; no sé habría atrevido a hacerlo sin calcular muy bien cada paso. Sin duda, ellos deben de haberle demostrado sus capacidades y prometido que le apoyarían. Los príncipes Rama y Lakshmana poseen poderes divinos; no es conveniente que luches contra ellos".

Al escuchar sus patéticas insistencias, Val¡ soltó una burlona carcajada: "Mujer cobarde le dijo se afirma que para Rama todos somos iguales. Si esto es cierto, él nos mirará a mi hermano y a mí con idénticos ojos; más aún, yo no le he causado daño alguno, ¿o sí? Si a pesar de esto Rama me mata, entonces consideraré que mi nacimiento y mis años de vida, valieron la pena". Tara estaba contenta, por una parte, de la forma en que él veía los acontecimientos; pero, por otro lado, no podía tolerar ni por un instante la idea de separarse de su señor, así que nuevamente le imploró: "Señor, se considera un mal augurio el que una mujer se oponga. No te precipites a aceptar ese desafío". Pero Val¡ ignoró sus ruegos y replicó: "Cuando la batalla (lama, a nadie le interesan los presagios. O bien muere el enemigo o bien la propia vida debe llegar a su fin". Después de decir esto, Val¡ apartó a Tara y avanzó hacia la entrada principal del fuerte, lanzando rugidos de ira que causaban terror.

Al ver que Sugriva estaba solo; se arrojó sobre él y ambos empezaron a pelear ferozmente con sus puños, asestándose golpes que parecían martillazos. Sugriva no pudo resistir la lluvia de tremendos puñetazos y sintió deseos de huir. Val¡ estaba golpeándolo y causándole tal daño, que Sugriva se las ingenió para escapar, dándole así la victoria. Va¡¡ regresó al fuerte, golpeando sus muslos en ademán triunfal. Rama y Lakshmana siguieron a Sugriva en su huida, y cuando llegaron a la colina, éste se postró a los pies de Rama, con el corazón apesadumbrado de decepción, desesperanza, dolor y miedo. Exclamó: "¡Señor, no entiendo por qué me has causado esta desgracia! Emprendí este arriesgado acto con la esperanza de que tú acudirías a mi rescate. Todo el tiempo estuve aguardando el momento en que tu flecha alcanzara a Va¡¡ para acabarlo; pero nunca ocurrió. No pude soportar el peso de esos puñetazos y tuve que optar por el vergonzoso recurso de huir para salvar mi vida. ¡Mi hermano es más poderoso; no pude soportar sus golpes!"

Rama lo consoló y le dijo: "Sugriva, no te lamentes. Escucha las razones: tu hermano y tú se parecen tanto, resulta difícil distinguir al uno del otro, son tan iguales en apariencia y habilidad, que no podía apuntar correctamente". Esas palabras también contenían otro profundo significado: querían decir que Val¡ también se había entregado a sus pies. "Él también es mi devoto, ha anhelado mi gracia tanto como tú". Pero Sugriva no pudo comprender el sentido oculto de esas palabras y suplicante dijo: "Sabiendo tú tanto, ¿no pudiste descubrir cuál era Val¡ y cuál Sugriva? No puedo creer lo que me dices. No entiendo la razón que te lo impidió; quizá querías que yo exhibiera mi habilidad al máximo. Si era ésa tu intención, pude haberlo tomado en cuenta desde el principio. Lo que realmente ocurrió fue que me confié tanto en que tú lo abatirías que combatí con ligereza y sin atención".

Rama acercó a él al desanimado y abatido Sugriva y lo consoló pasando su divina mano sobre su cuerpo, para que el dolor desapareciera al instante. Las heridas y golpes sanaron de inmediato. Sugriva quedó estupefacto y exclamó: "¡Rama, tu mano puede lograr cualquier cosa, todo lo contiene ella! La creación, la conservación, la destrucción están todas subordinadas a tu voluntad. No tengo deseo alguno de gobernar este reino. Comparada con la alegría que tu gracia puede conferir, ¡aquella otra no es nada!"

Rama no prestó mucha atención a esas palabras y le dijo: "Tus palabras sólo son el reflejo de pensamientos pasajeros.

Hablas así por haber presenciado una muestra de mi poder y de mi gloria. No les concedo mucho valor, pues lo que más me importa son los sentimientos que nacen del corazón. Existen muchos fervientes devotos que olvidan todo cuando experimentan el amor y el supremo poder de Dios, y creen que no hay nada más grande que Dios, pero después de un tiempo, o cuando sus anhelos no fructifican, empiezan a dudar incluso de aquello que experimentaron o vieron. Son éstos los velos que ocultan, las cortinas que distorsionan la verdad en la mente de aquéllos cuya fe es débil. Yo sé cómo sucede todo esto y por ello no confiero mucho valor a tales sentimientos. Debes prepararte pala enfrentar a tu hermano una vez más". Y de esta manera, Rama obligó a Sugriva a entablar un nuevo combate.

Sugriva no deseaba volver a pelear, pero estaba seguro de que esa vez Rama cumpliría su promesa y mataría a Val¡. Emprendió la marcha para enfrentarse de nuevo con su hermano, con valentía y confianza en el corazón. Rama cortó algunas flores silvestres y formó con ellas una guirnalda que puso alrededor del cuello de Sugriva. Lo que él tenía en mente era lo siguiente: Val¡ le había dicho a Tara que Rama miraba a todos como iguales, y había sido esa "igualdad" la que había evitado que matara a Val¡. "Bien, he colocado esta guirnalda de flores sobre su cuello para mostrar que mi amor por Sugriva es mayor, y así puedo, con justicia, tratar a Val¡ de forma diferente. Sugriva (leva una guirnalda, indicando que él viste el símbolo del amor divino. El amor no necesita razón para surgir; no proviene de ningún impulso egoísta".

Así, animados e infundidos de heroísmo, Rama y Lakshmana persuadieran a Sugriva de que lanzara una vez más el desafío ante la puerta de la fortaleza de Val¡, y ellos se escondieron tras un árbol cercano. Al salir Val¡ a toda prisa y ansioso de pelear, haciendo temblar la tierra bajo el peso de su impacto, Sugriva sintió terror. Suplicó a Rama con todo su corazón que acudiera pronto en su auxilio y avanzó para enfrentar a su enemigo. Tratando de reivindicar sus propios logros y capacidades, Sugriva luchó lo mejor que pudo, y cuando su fuerza se agotó y los primeros signos de cansancio aparecieron, pronunció el nombre de Rama una sola vez. Como la misión favorita de Rama era proteger a sus devotos, cuando escuchó el llamado colocó una flecha en su arco, la disparó y alcanzó con precisión el orgulloso corazón de Va¡¡. Éste se tambaleó, sin fuerzas, y fue doblándose hasta caer completamente al suelo. En ese momento, Rama se aproximó a él y le concedió su divinavisión.

Aunque atravesado por la mortal flecha, Va!¡ se incorporó y se sentó; tal era su fuerza y valentía, más allá de toda comparación. Con las palmas de las manos juntas, posó su insistente mirada sobre aquella tez azul como las nubes, en aquellos ojos de pétalo de loto, y rompió a llorar en éxtasis y dicha. Conteniendo apenas su alegría, exclamó: "¡Oh, Rama!, si tú eres la divina y hermosa encarnación de la belleza y el Señor de toda la creación, ¿por qué tenías que llevar a cabo este acto tan discutible? Habría bastado con que me hablaras y luego me mataras; yo me hubiese sentido sumamente feliz de morir. ¿Acaso me habría yo negado a rendirte los servicios que Sugriva te brindó? No, no. Así pues, esto no ha sido hecho sin una razón justificada, porque el Señor jamás realizaría un acto sin alguna razón justa. A primera vista, este acto podría parecer contrario a nuestra idea de la Divinidad, pero ante la visión interna es evidente que está basado en la verdad. Sé que los actos del Señor no deben ser interpretados desde el punto de vista común y mundano. El Señor se encuentra por encima y más allá de los gunas, aquellos atributos que definen y regulan la conducta humana. Por !o tanto, sus acciones sólo pueden comprenderse cuando se las ve desde una perspectiva carente de emoción, pasión o prejuicio. Los actos realizados con perfecta ecuanimidad se pueden entender sólo cuando se juzga con perfecta ecuanimidad, pues si uno se halla bajo la influencia de características y atributos, desde luego sólo puede ver características y atributos semejantes, incluso si éstos están ausentes". Va¡¡ estaba dotado de ron claro intelecto, por lo que, razonando de esa forma, prosiguió: "Rama, conozco perfectamente tus proezas y habilidades. Con una sola flecha puedes destruir no sólo a este Va¡¡ sino a todo el universo, y puedes crearlo de nuevo. Sin embargo, deseo que me digas cuál es el pecado por el que me matas. Por favor, hazme saber el error del cual soy responsable. Tú has venido a la Tierra adoptando la forma humana, para restablecer la rectitud; ¿no es así? ¿Cuál es entonces el s•~ntido y propósito de esta acción de esconderte tras un árbol, como un simple cazador, para matarme?"

Rama, con exquisita gracia se sentó al lado del agonizante Va¡¡ y le dijo: "Va¡¡, tú sabes que mis actos no están motivados por fines egoístas. Abandona tu equivocada idea de que procuré ganarme la amistad de Surgriva para poder encontrara Sita. Tú mismo acabas de afirmar que yo adopté esta forma humana con el propósito de restablecer la rectitud en la Tierra. Ahora dime, si yo me conformara con ser testigo del error, de la injusticia y del vicio que han existido en tus actos, ¿cómo llamarías a eso? ¿Servicio al mundo o todo lo contraria? ¿Pensarías que es correcto o incorrecto? La cuñada, la hermana y la nuera se consideran igual que una hija; lanzar sobre ellas miradas pecaminosas te convierte en un infame pecador. Ningún pecado afecta ya a nadie cuando se mata al pecador.

"¡Cuán injusto fuiste al suponer que Sugriva había cerrado la entrada de la cueva con la maligna intención de matarte! Tú dijiste que saldrías al término de quince días, a más tardar, y le pediste que te esperaran la boca de la caverna hasta entonces. Sin embargo, él esperó ahí, con ansia, durante un mes entero. Finalmente, cuando fe llegó el olor a sangre, lo invadió la pena a! pensar que su hermano había sido asesinado por el ogro y dudé en entrar en la cueva, pues consideró que si el ogro te había matado, él con seguridad no sería un rival de peligro. Cuando colocó la roca a la entrada de la caverna, su intención era evitar que dicho ogro saliera y asegurarse de que permanecería ahí encerrado. Los ciudadanos lo presionaran para que gobernara y tuvo que acceder a sus deseos. ¿Qué delito cometió Sugriva al actuar así? Tú nunca te lo preguntaste. El jamás desobedeció tus órdenes e instrucciones en lo más mínimo, pues te amaba y reverenciaba; siempre ha seguido estrictamente el sendero de la verdad. No obstante, tú ábrigaste en el corazón deseos de venganza, sin razón alguna, y tu altanero orgullo lo obligó a refugiarse en el bosque. Cuando lo desterraste, hubieras permitido que su esposa lo acompañara. En cambio, tomaste como cónyuge a la persona a quien debiste haber tratado como a tu propia hija. ¿Consideras o no esa acción como un pecado? No existe pecado más abominable que éste. Además, tú ocupabas la posición de gobernante de esta región, y tu deber era proteger y resguardar a tus súbditos. ¿Cómo puedes castigar a los que cometen crímenes, cuando tú mismo los cometes? `Como es el rey, así son los súbditos', reza el proverbio. La gente será tal y como son sus gobernantes. Par lo tanto, tu proceder resulta aún más atroz y reprochable, ¿no es así?"

De esta manera, Rama, con su infinito amor, aclaró a Va¡'¡ cuáles eran los crímenes y pecados que había cometido. Va¡¡ escuchó con atención y reflexionó sobre lo que había escuchado. Finalmente, reconoció su error y dijo: "Señor, mi astucia no me sirvió para hacer que declararas correctos mis actos. iAhora escúchame! Yo no soy ningún pecador. Si así fuese, ¿habría podido ser abatido por una flecha lanzada por las mismas manos del Señor? ¿Y cómo podría vivir mis últimos momentos mirando el rostro y escuchando las dulces palabras del Señor?"

Rama quedó muy complacido al escuchar esas palabras pronunciadas con tan profunda sabiduría y que surgían desde lo más hondo del amor y la devoción, del gozo y la dedicación. Entonces, tuvo el anhelo de dar a conocer al mundo el genuino espíritu de renunciación que Vali abrigaba en el corazón y dijo: "Vali, te devuelvo a 1a vida, te libero de la obligación de sufrir la vejez y la senilidad. Ven, ¡toma tu cuerpo otra vez!", y pasó su mano sobre la cabeza de Vali. Sin embargo, mientras Rama lo bendecía de esa manera, Valí lo interrumpió con una plegaria: ";Océano de compasión, escucha mi súplica! No importa cuánto se esfuerce uno a lo largo de la vida, cuando el aliento nos abandona, la muerte no puede evitarse y en ese momento, ni siquiera los más grandes sabios consiguen que tu nombre llegue a sus labios. Hoy he tenido la inmensa fortuna de pronunciar tu nombre, mirar tu forma, tocar tus pies y escuchar tus palabras. Si pierdo esta oportunidad y la dejo escapar, ¿quién puede decir cuánto tiempo tendré que esperar para que vuelva a presentarse? De seguir respirando, ¿qué empresa extraordinaria podría lograr? Ninguna. No deseo vivir más tiempo.

"¡Señor, incluso los Vedas, la fuente de todo conocimiento, hablan de ti afirmando solamente: `No es esto, no es esto', y así prosiguen hasta que al final declaran: `¡Es esto!' `Esto' que ahora yo he logrado ver. ¿Acaso lo dejaría escapar? ¿Existe en este mundo un necio que, teniendo el divino árbol colmador de deseos, lo abandone para obtener una yerba cualquiera? Este Vali, nacido de una resolución mental del mismo Brahma, dotado con gran fuerza física y agudo intelecto, y que ha logrado renombre gracias a esas cualidades, no puede ceder a la tentación de aferrarse al cuerpo como si éste fuese real y valioso, no; si cedo seré blanco del oprobio. ¿Para qué hablar más? Cuando el ser no está satisfecho, ¿qué otro tipo de satisfacción puede importar? Señor, como resultado de tu darshan y tus palabras, he superado todo sentido de dualidad y separación. He logrado la visión del Uno, con excepción de todo lo demás. La masa de «consecuencias» que he ganado por mis pecados ha sido destruida; permite que el cuerpo que lleva él peso de la consecuencia sea destruido junto con ella. No dejes que otro cuerpo aparezca para llevar la carga".

Vali anunció así su determinación de abandonar su aliento e hizo venir a su hijo ante su presencia, diciendo: "Este muchacho ha crecido hasta ahora como el hijo nacido de la lujuria de este cuerpo. Es fuerte, virtuoso, humilde y obediente. Ahora, deseo que tú lo protejas como si fuera hijo tuyo, digno de tu amor. Lo dejo en tus manos". Al decir esas palabras, puso las manos de su hijo en las de Rama, quien atrajo al pequeño Angada cerca de él y lo bendijo con gran amor. Conmovido al ver que su hijo era aceptado, Val¡ derramó lágrimas de alegría, con los ojos fijos en el divino rostro que se hallaba frente a él. Sus ojos se cerraron lentamente, mientras moría. Y así como un elefante no se preocupa ni se da cuenta siquiera de las flores que pudiesen desprenderse de la guirnalda que adorna su cuello, así Vali, con la misma indiferencia, permitió que su aliento se escapara.

Los afligidos habitantes del pueblo de Pampa se reunieron en grupos, en cuanto oyeron la noticia del fallecimiento de Val¡. Tara, su esposa, llegó al lugar acompañada de su séquito; cayó sobre aquel inerme cuerpo y perdió el sentido. El angustioso lamento de Tara fue tan desgarrador que incluso las piedras se derritieron de compasión. Al recobrar la conciencia, miró el rostro de su señor y exclamó con dolor: "A pesar de todas mis protestas y de los argumentos que usé para detenerte, te precipitaste hacia tu perdición. La esposa debe estar siempre vigilante de la seguridad y felicidad de su señor; no existe nadie más que se preocupe por el bienestar del marido que la esposa. Los demás, por muy eminentes que sean, siempre darán consejos mezclados con un poco de egoísmo. ¡Señor!, por la maldad del destino, mi consejo fue en vano. Señor, ¿cómo podré proteger y educar a este hijo tuyo? ¿Acaso aquéllos que te mataron renunciarán a hacerle daño a tu vástago? ¿Quién nos guiará ahora? ¿Cómo fue que tu mente accedió a abandonarnos y pasar al otro mundo? ¿En beneficio de quién debo continuar esta vida?"

Entonces, Tara se volvió hacia Rama y desahogó su corazón: "Tú enviaste a mi querido señor, mi propio aliento, a! siguiente mundo. ¿Acaso deseas que nosotros, que hemos quedado aquí abandonados, vivamos a merced de los extraños? ¿Es éste él proceder adecuado de una persona noble, dedicada a actuar con rectitud? ¿Ha de enorgullecerse de ello? ¿Es esto apropiado? Si tú no deseas nuestro progreso, si no quieres aliviar nuestra tristeza, entonces mátanos a mi hijo y a mí; la flecha que acabó con un héroe poderoso no vacilará ante una débil mujer y un niño. Permítenos acompañarlo en su viaje". Cayó a los pies de Rama y lloró inconsolable. Rama dijo: "Tara, ¿por qué te lamentas así? Eres una esposa heroica; no te comportes de esa manera, pues serás presa del deshonor; tranquilízate, contrólate. El cuerpo es una fase temporal; es despreciable. El mismo Va¡¡ se refirió al cuerpo como algo bajo y vil; su caída, su fin, puede suceder cualquier día, no puede evitarse. Sólo es un instrumento para alcanzar la meta suprema, y si tal finalidad no se tiene siempre presente y no logra obtenerse a través de él, entonces el cuerpo se vuelve un costal de carbón cuyo destino será consumirse en el fuego. Llorar por Va¡¡ en su forma corporal es tonto, puesto que e! cuerpo está aquí. ¿Lloras entonces por el Alma que estaba en este cuerpo? Esa Alma es eterna; no puede morir o deteriorarse, disminuir o desintegrarse. Sólo aquéllos que no comprenden el principio del Alma sufren por el engaño de que ellos son su cuerpo, y hasta que no logran comprenderlo, aun los más eruditos caen en ese error. Estar enamorado del cuerpo, como si eso fueses tú, es «ignorancia»; estar consciente del Alma, que es lo que realmente eres, es «sabiduría». Llegar a conocer el Alma es una fortuna tan inmensa como encontrar un diamante entre el polvo. El Alma es la preciosa gema engarzada en esta masa de carne. El cuerpo lleva en él orina y heces, malos humores y 'sangre impura; a menudo es afectado por enfermedades. Su deterioro no puede impedirse; debe morir algún día.

Aquello que se logra a través de! cuerpo es su única justificación. Ésa es la coronación de la vida humana. Tu marido consiguió muchas heroicas y honorables victorias a través de su cuerpo; mientras gobernaba este reino, protegió y favoreció a sus siervos y fieles seguidores como si fuesen su mismo aliento y destruyó a los Rakshasas. Profesó inmensa devoción a Dios, pero causó daño a su hermano; fue ése su único pecado y su muerte a manos mías fue la consecuencia de tal pecado.

Por lo tanto, debes saber que incluso ese pecado ha sido borrado; ahora no tienes razón alguna paró estar triste".

Cuando Tara escuchó aquellos consejos, la comprensión brilló en su mente y se tranquilizó. Rama dijo entonces que no debía haber más demoras y le pidió á.Tara que preparara la ceremonia funeral para Va¡¡, la cual llevaría a cabo Sugriva, y a éste le aconsejó que criara a Angada con amor y esmero. Cuando los ritos concluyeron, envió a Lakshmana a la capital e instaló a Sugriva en el trono. Hanumán y los otros entraron también en la ciudad y lo ayudaran, como fieles amigos y seguidores que eran, a llevar a cabo con éxito la tarea de gobernar. Tan pronto como asumió el poder, Sugriva llamó a los ancianos y dirigentes de la comunidad y les ordenó que hicieran todos los preparativos necesarios para buscar y encontrar a Sita lo más pronto posible.

Sin embargo, Sugriva no estaba feliz de asumir la función de gobernante y de haber sido honrado con esa responsabilidad; por el contrario, se sentía triste y abatido al pensar que él había sido el causante de la muerte de su hermano: "¡Ay!, la ira lo conduce a uno a cometer los más siniestros pecados; engendra el odio y mata el amor. ¡Qué vergüenza! ¡Qué bajo he caído al permitir que la ira y el odio anidaran en mi corazón! Siento que éste se despedaza de angustia por las palabras de adoración que Vali le dirigió a Rama. Nunca me percaté, ni siquiera en mis sueños, de que Vali tuviera tal devoción y dedicación hacia él. ¡Ah!, su sabiduría era ilimitada, pero su ira no le permitió expresarla. Sí, la ira destruye lo divino que existe en uno. La lujuria y la ira arrastran la vida hacia el desastre". Aún sintiéndose muy deprimido por esos pensamientos, Sugriva aprendió de Lakshmana todo lo necesario para gobernar. Le rogó a Rama que entrara en la ciudad y los bendijera a él y a sus súbditos, pero Rama le respondió que debía permanecer en el bosque y no entrar en ciudad o población alguna, pues al hacerlo desobedecería el mandato de su padre.

Sugriva convocó a una junta de dirigentes y les dijo que, dado que el otoño ya estaba avanzado, las lluvias eran inminentes y a las hordas de monos les sería difícil desplazarse a causa del frío y las tormentas. Por lo tanto, sugirió que en cuanto terminara el otoño iniciaran la tarea de buscar a Sita. También les comunicó esa decisión a Rama y a Lakshmana. Rama estuvo de acuerdo con la decisión y accedió a la propuesta.

Después, los hermanos se retiraron a la colina Rishyamuka y se instalaron allí.

Las lluvias comenzaron pronto; llovía como si baldes enteros fueran vertidos desde el cielo sobre cada centímetro cuadrado de terreno. A Lakshmana le resultó una ardua tarea conseguir a tiempo frutas y raíces para subsistir, pues no podían dar un paso fuera del refugio de la ermita. Era poco frecuente ver algunos fugaces rayos de Sol. Rama ocupaba el tiempo dando valiosos consejos a Lakshmana: "Cuando nace un hijo malvado le decía el código moral se corroe; cuando un ciclón comienza a formarse, las nubes se estremecen de miedo. La compañía de los malvados es el preludio de la desaparición de la sabiduría; la compañía de los buenos hace que ésta florezca". Así transcurrían sus días, enseñando y aprendiendo lo relativo a la sabiduría, a su asimilación y resguardo.