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Libros escritos por Sai Baba

21. El Villano Astuto

21. EL VILLANO ASTUTO

Al tiempo que escuchaba las palabras de Surpanaka, !a pasión lujuriosa de Rayana se encendió, esclavizándolo a la estupidez que lo llevó a la ruina. Ignoró los sentimientos de odio hacia Rama y Lakshmana y empezó a maquinar un plan para separar a Sita de ellos. Se encerró en sus pensamientos, perdido en la ansiedad y el desasosiego, sin importarle e1 hambre o la sed, tal era la fatal fascinación que lo embargaba. Mientras Surpanaka describía la belleza y el esplendor de los hermanos, dentro del salón había una persona, Vibhishana, que escuchaba la historia con gozo en el corazón y lágrimas en los ojos. Instaló a esas figuras divinas en el templo de su corazón y suspiró hondamente por tener la dicha de estar en su presencia y postrarse a sus pies. "¿Me recibirán? ¿Podré salvarme? ¿Merezco su bendición? se preguntaba . Es cierto que son divinos y han venido a la tierra en forma humana para destruir a la perversa progenie de los Rakshasas", se dijo. Ofreció mentalmente todo lo que tenía y todo su ser y empezó a vivir en la constante meditación de su gloria, desde ese mismo instante.

Rayana había descendido desde las alturas yóguicas que había alcanzado en vidas anteriores y así, vagaba sin rumbo fijo, como un Rakshasa. A decir verdad, era un gran devoto de Dios y estaba profundamente consciente del Absoluto Universal llamado Narayana. Sabía que Rama era Narayana mismo, que había llegado en forma humana para conferir paz y gozo a los dioses y para destruir cualquier indicio de maldad en la Tierra. Sin embargo, como no había ningún otro camino para que . él pudiera alcanzar a Narayana, tuvo que cultivar un odio per v verso y violento, y provocar así que Rama lo matara. Por supuesto, esto puede llamarse un tipo de devoción infame y tonta. Sin embargo, su deseo era cruzar el océano de nacimientos y muertes, por medio de ese acto de autosacrificio y entrega a Narayana.

Mientras tanto, como su cuerpo y su mente habían crecido bajo el cuidado de los Rakshasas y se había desarrollado bajo un sustento demoníaco, ignoró a la divinidad en él, que clamaba fundirse con el divino Rama. Se abandonó a su naturaleza de Rakshasa y desplegó su siniestro carácter y poder. Las facetas tanto divina como demoníaca de su personalidad aparecían y desaparecían alternadamente a cada momento. Así, se convenció de que los hermanos eran sólo príncipes y nada más, por lo cual decidió matarlos y llevarse a la doncella de quien se había enamorado. Le prometió a su hermana que vengaría la injuria hecha sobre ella. Anunció la suspensión de la asamblea y ordenó a sus siervos que llevaran al salón de audiencias el carruaje imperial para su viaje; subió en él sin ningún asistente a su lado y emprendió la marcha hacia la orilla del mar, donde estaba la casa de Maricha. Se sentó junto a él, le relató los acontecimientos que le habían informado y ordenó que participara en la ejecución de su plan, pero Maricha le dijo que él ya había comprobado la fuerza tanto de Rama como de Lakshmana, advirtiéndole que ellos no eran príncipes comunes, y le aconsejó que desistiera de tal empresa, discutiendo larga y afectuosamente con Ravana para disuadirlo; pero la pasión había cegado a éste a los dictados del deber y la moralidad. Amenazó con castigar a Maricha si no acataba su voluntad y éste decidió, dentro de sí, que era mejor morir a manos de Rama que a las de los Rakshasas. Accedió a la propuesta de Ravana y se preparó para participar en la conspiración.

Ravana se dirigió al bosque Dandaka, seguido de cerca por Maricha. En el camino, Ravana le explicó a su compañero la estrategia que había planeado. Le ordenó que se transformara, por medio de sus poderes demoníacos, en un hermoso ciervo dorado y que retozara frente a la ermita donde se encontraban Rama, Sita y Lakshmana. Maricha tuvo que aceptar, pues no había forma de escapar a la ira de aquel ogro. Ravana le dijo: "Rama tratará de capturarte y te seguirá; deberás guiarlo lejos y desde allá gritarás con angustia: `¡Oh Sita! ¡Oh Lakshmana!', con una voz exactamente igual a la de Rama". Después de haber planeado aquello, abandonaron el carruaje y se dirigieron hacia la ermita.

Mientras se urdía esa trampa, en la ermita de Panchavati Sita y Rama sintieron repentinamente que el momento de cumplir con su misión se acercaba. Rama mandó a Lakshmana a recolectar frutas y raíces, notando que la hora propicia había llegado, y le dijo a Sita:

"Compañera, tú lo sabes todo. Ambos sabemos por qué vinimos a la Tierra y cuál es nuestra tarea. Ese deber nos está llamando ahora y tenemos que llevarlo a cabo. Tu naturaleza y características son nobles y santas más allá de lo mensurable. Los dos hemos asumido estos cuerpos humanos a través de ritos asociados con el principio del fuego. Mi cuerpo emergió de la ofrenda obtenida de las llamas del fuego sacrificial del mismo dios Agni. Tú surgiste de la tierra surcada por el sagrado arado para consagrarlo al altar del fuego donde debería efectuarse un sacrificio. Nuestros cuerpos nacieron en el fuego y se sostienen por el calor del mismo fuego. Por lo tanto, Sita, arroja todos tus atributos y tu esplendor al fuego y actúa desde ahora como un ser humano común. Yo también me comportaré como un mortal y mostraré dolor y ansiedad por ti, así como la angustia de la separación y el dolor que causa la soledad.

"El mundo únicamente recordará estas normas de conducta y nos considerará humanos. El hombre las aceptará como su conducta y reacciones naturales. Recuerda que aun el más pequeño de nuestros actos debe servir como ejemplo para los jefes de familia del mundo. Debemos ser modelos que sirvan de ejemplo para la relación esposo esposa en consonancia con los principios de verdad y de rectitud. Nuestras actividades deben estar acorde con las normas establecidas en los Shastras, los textos espirituales, y tenemos que vivir nuestras vidas en forma ejemplar, para que el hombre común pueda ser inspirado e impulsado a seguir los ideales señalados en aquéllos.

Debemos desempeñar nuestro papel hasta su final, es decir, la destrucción de Ravana y los Rakshasas.

"Por lo tanto, ofrece tu esplendor divino al cuidado del dios del fuego, Agni, y condúcete como una mujer común atrapada en fa espiral de la ilusión (maya), pues no puede haber efecto sin causa. Debemos consumar el efecto, es decir, la destrucción de Ravana y la progenie de los Rakshasas. Para ello, debemos buscar un pretexto para provocarlo. Ravana tiene un punto débil: su pasión lujuriosa, y debemos dar a conocer esa debilidad a todo el mundo; así, provocaremos que él te rapte en un arranque de pasión. El mundo sabrá que su "dedicación y devoción" a Dios no son correctas, pues, ¿qué valor tendrá esa entrega si está empañada por el deseo del placer sensual y las ansias inmorales? Las actividades y la conducta que emanan de una conciencia que no es pura se corrompen; la devoción a Dios contaminada por la lujuria es tan sucia como la basura. Estas verdades deben ser enfatizadas para el beneficio de la humanidad.

"Además, es imperativo señalar que cualquier disciplina espiritual, ascetismo o rito religioso hechos con la intención de obtener poderes suprahumanos, son viles y perniciosos. Debemos advertir a la humanidad para que no siga el ejemplo de Ravana, pues si no se abandonan las pasiones e instintos demoníacos, cualquier cantidad de ritos divinos que se realicen serán inútiles y sólo ocasionarán una pérdida de tiempo en acciones vanas.

"Sita, hay algo muy importante que también debemos considerar: existe una maldición que fue lanzada sobre Ravana y nosotros debemos hacer que se cumpla. El principio de su fin ha llegado; hoy o mañana nos tendremos que separar. Por supuesto que nosotros somos entidades inseparables y nada nos podrá apartar; sin embargo, tenemos que aparentar lo contrario para que crean que es verdad. Emprende la marcha y ofrece tu divina forma al cuidado del Fuego, pues Lakshmana está a punto de regresar con fas frutas. Ravana también ya estará listo para hacer uso de su inteligencia pervertida..

"Tengo que informarte otro secreto: también debes intervenir en la destrucción de los Rakshasas. Aunque aparentemente te encuentres bajo la vigilancia de Ravana, y dado que tu poder es inmanente al fuego, tendrás que incendiar a Lanka, emergiendo del fuego donde tu ser está latente desde ahora en adelante. Lanka tiene que ser convertida en cenizas, no por el fuego, sino por ti como fuego y Rama tiene que matar a Ravana, ésa es la voluntad divina; esta verdad debe ser proclamada. Este misterio tampoco lo debe saber Lakshmana. Él será nuestro instrumento en esta empresa. Cuando esta tarea sea cumplida y regresemos a Ayodhya, te aceptaré nuevamente desde el fuego donde resides; a ese acto también lo transformaré en una lección para el mundo. Ahora comienza el drama", dijo Rama. Tanto Sita como Rama acordaron su plan y aguardaron el desarrollo de la estrategia de Ravana.

Desde ese momento, cada acto y comportamiento de Sita y Rama el dolor de la separación, la angustia y la ansiedad, los ayes de dolor, los gemidos de pena eran gestos y reacciones planeados de antemano, pero sólo eran una comedia porque, ¿cómo pueden Sita y Rama estar separados? Mediante su conducta, ellos sólo deseaban enseñar algunas valiosas lecciones al mundo.

En ese momento entró Lakshmana con frutas y otros comestibles. Compartieron los sencillos alimentos y bebieron el agua fresca y cristalina del río cercano; después se sentaron, admirando el paisaje encantador y recordando las atrocidades de los Rakshasas que perturbaban la pacífica atmósfera de los bosques, a la vez que alababan la dulzura y santidad de la vida silvestre.

No lejos de ahí, Ravana y Maricha discutían la mejor manera de entrar en la ermita para cumplir con su nefasto plan. Maricha estaba disgustado por la desatada pasión y perversidad de Ravana, pero no tenía valor para negarse a ser su cómplice. No tenía ni la más mínima intención de morir a manos de una persona tan malvada, así que aceptó el papel que Ravana le otorgó y accedió a hacer lo que éste quería. Maricha se transformó en un fascinante ciervo de oro, con la seguridad de que atraería la admiración de Sita y de Rama. Mancha penó para sí: "¡Qué día tan auspicioso es éste! Estoy a punto de recibir la bendición de ver a los seres más gloriosos que existen en la Tierra. Sobre mí se posará la mirada de Sita y después Rama me seguirá con su arco y su flecha en la mano.

¡Qué afortunado soy! Soy el siervo que debe seguir las huellas de Rama, pero esta vez mi amo me seguirá. Sé que estoy inmiscuido en un plan malvado, pero he sido forzado a ello, por eso estoy libre de pecado. Cualquiera sea el pecado que haya cometido, cuando la flecha de Rama me hiera, esta forma artificial desaparecerá; ése será mi feliz destino. ¿Acaso pueden todas las personas aspirar a tener un fin así? ¿Pueden todos alcanzarlo? Además, tendré otra buena fortuna: cuando exhale mi último aliento, ¡mis ojos estarán fijos en Rama! Esa belleza divina estará frente a mí y su dulce nombre estará en mi lengua. ¡Ah, qué magnífico fruto ha dado mi vida!, ¡no encuentro a nadie que sea más afortunado que yo!"

Maricha acariciaba esos dulces pensamientos mientras se acercaba lentamente a la cabaña. El omnisciente Rama y la omnisapiente Sita estaban esperando su aparición. El venado se aproximó con timidez y evidente nerviosismo a los alrededores de la cabaña, fijó su mirada en Sita y en Rama y se detuvo por un momento; después jugueteó y brincó entre los arbustos de enredaderas. Se escondía y volvía a salir. Sita, Rama y Lakshmana miraban sus travesuras y admiraban su apariencia. Al notar que tenía una piel dorada, pensaron que sería una especie extraña de ciervo; estaban fascinados con sus características tan especiales y Sita dijo: "Si tan sólo pudiera tener este ciervo conmigo, pasaría el tiempo feliz en su compañía. Mientras ustedes se ocupan de sus menesteres, yo podría ser feliz jugando con este ciervo. Por favor, atrapen a ese animalito para mí. ¿No podrían cumplir ese pequeño deseo mío? Así podré entretenerme mimándolo y jugando con él". Sita suplicaba, mostrando un gran apego al misterioso ciervo.

Lakshmana se incorporó y dijo: "Madre, yo te lo traeré", pero Rama lo detuvo, pues sabía que sólo él lo atraparía. Lakshmana no conocía el drama que estaba a punto de representarse con esta escena como prólogo. Rama le dijo: "Lakshmana, el ciervo debe ser atrapado sin causarle herida alguna, así que déjame ir a perseguirlo y atraparlo. Yo tengo que cumplir este deseo de Sita". Lakshmana guardó silencio y obedeció a Rama.

Ya que las siguientes escenas del drama eran conocidas tanto por Sita como por Rama, éste siguió guardando el secreto y dijo: "Lakshmana, este bosque es la morada de los Rakshasas. Recuerda lo que sucedió hace dos días cuando sus jefes Khara y Dushana cayeron sobre nosotros. Los demás Rakshasas podrían llegar y atacarnos; por lo tanto, debemos tener flechas y arco preparados y vigilar los cuatro puntos cardinales. Cuida a Sita con atención, no la dejes sola ante ninguna circunstancia. Este ciervo puede escapárseme y huir lejos, tengo que atraparlo vivo, así que puede ser que me tome algún tiempo. Usa tu inteligencia y destreza para salvar a Sita de cualquier peligro que pudiera amenazarla en mi ausencia".

Rama se dispuso a atrapar al extraño ciervo y desapareció en la espesura del bosque. El ciervo no miraba hacia adelante, sino que volvía la cabeza hacia atrás, mirando fijamente a Rama, ¡su perseguidor! Al percatarse del comportamiento del ciervo, él se sintió dichoso, pues sabía que el animal era el mismo Maricha, su gran devoto, que había experimentado y realizado el principio y el poder de Rama. Así, él también fijó sus ojos en el venado y lo persiguió con gran denuedo. Por momentos el ciervo se ponía a su alcance, pero se alejaba de nuevo rápidamente de un salto, para atraer a Rama y hacer que éste recorriera otra pequeña distancia más. Rama parecía disfrutar de la incitante persecución, pero después de algún tiempo, colocó una flecha en su arco y apuntando al ciervo, la soltó, clavándola exactamente en el blanco.

Cuando la flecha fatal lo alcanzó, Maricha exclamó en agonía: "¡Ay Sita! ¡Ay Lakshmana!", y se desplomó. El grito llegó a los oídos de Sita y Lakshmana. Inclusive antes de que oyeran el grito, ella dijo: "Lakshmana, ¿escuchaste'eso? Ésa es la voz de tu hermano, que te (lama pidiéndote ayuda. Anda, ve inmediatamente, no te demores. Estos Rakshasas son expertos en transformaciones mágicas y en trucos, causan grandes calamidades cambiando sus formas y su naturaleza". Quería que Lakshmana fuera a toda prisa al lugar donde había surgido el llanto.

Lakshmana era una persona inteligente, acostumbrada a discernir y a llegar a conclusiones correctas. También era leal a las instrucciones de su hermano; veneraba esas órdenes como si fuesen su propio aliento, así que dijo: "Madre, ninguna calamidad puede caer jamás sobre Rama; ningún Rakshasa, por más hábil que sea, puede dañarlo. Tú misma has visto cómo en un instante destruyó a miles de esos ogros, ¿no es así? No te angusties, ten valor y cálmate. Rama pronto estará de regreso sano y salvo".

Justo entonces, e! grito se oyó a través de la distancia: "¡Ay Sita! ¡Ay Lakshmana!". Al oírlo, Sita se mostró más agitada y confundida y exclamo: "¡Lakshmana! ¿Por qué te comportas tan cruelmente? No comprendo tus intenciones. Acude al llamado y termina con el peligro que acecha a tu hermano". Sita expresó su angustia y temor de distintas maneras, haciendo lo posible por persuadir a Lakshmana de que la dejara.

Por supuesto que Sita sabía muy bien que Rama jamás podía ser afectado por ningún peligro, pero los hechos deben acontecer y cumplirse, como base para futuros sucesos. Ella actuó como una persona que ignora los hechos, afligida por los gritos. Lakshmana le dijo que por ningún motivo desobedecería las órdenes de su hermano. Al ver que ella rechazaba sus argumentos y súplicas, Lakshmana dijo finalmente: "¡Madre!, las órdenes de Rama son mi propia vida. Las considero tan valiosas como mi propio aliento. ¿No escuchaste que Rama me ordenó que jamás te dejara sola y que siempre te protegiera? Por lo tanto, no me alejaré un solo paso de aquí, suceda lo que sucediere°.

Sita quería que Lakshmana se alejara, ya que Ravana tenía que aproximarse a la ermita. Era el plan que Rama había ideado para destruir a Ravana y a los Rakshasas. Ella tenía que llevar a cabo la voluntad de Rama, así que habló con más dureza e increpó a Lakshmana con palabras hirientes, para que se fuera de su lado.

Lakshmana se cubrió las orejas con las manos, incapaz de soportar las imputaciones que Sita le hacía, y rogó: "¡Madre!, toleraré toda la ira que viertas sobre mí". Sin embargo, cuando Sita le dijo palabras más duras y amenazó con ir ella misma al rescate de Rama si es que él no iba, Lakshmana no tuvo alternativa. Ya no pudo soportar más, no podía permitirle que fuese a! bosque a ayudar a Rama, así que, con el corazón apesadumbrado, salió de la ermita en busca de Rama.

Cuando Lakshmana salió de la ermita, le rogó a Sita que se quedara dentro de ella con las puertas cerradas y que jamás saliera. La exhortó a que tuviera cuidado y que se mantuviera alerta. Con renuencia se dispuso a partir, no sin antes volverse para orar a los espíritus del bosque, rogándoles que mantuvieran a Sita vigilada y a buen resguardo. Trazó cuatro líneas alrededor de la ermita, invocando poderes mántricos, místicos y poderosos, suplicándole a Sita que no las cruzara por ninguna circunstancia.

Lakshmana era una persona dotada de todas las virtudes y ahora se encontraba en un dilema, entre lealtades hacia dos órdenes opuestas, por lo cual se sentía muy angustiado. Forzado por las circunstancias, él iba a actuar en contra de las órdenes de Rama y dejaría a Sita sola y desprotegida. El miedo sacudía su corazón; se alejó a pesar de que sus piernas no le respondían, volviendo la mirada a la ermita, a cada paso.

En ese momento, Ravana se transformó, pues estaba solamente esperando esa oportunidad. Adoptó la forma de un anciano sabio. Su intención, a pesar de su poder innato de atemorizar sólo con su nombre tanto a dieses como a demonios, era sólo la de robar, como cualquier perro astuto. Viendo a su alrededor, entró en la ermita subrepticiamente, trémulo de ansiedad. Cuando se atrevió a cruzar la puerta principal, las líneas místicas que Lakshmana había trazado lanzaron lenguas de fuego contra él. Temía que su plan fallara y que algo peor aún le sucediera, por !o que se detuvo atrás de las líneas y gritó: "¡Señora de la casa! Deme una caridad!"

Sita escuchó el grito. Sabía que era Ravana. Recogió raíces y frutas y salió de la ermita. Sin embargo, Ravana no se atrevió a acercarse a recibirlas y dijo: "No puedo acercarme a ninguna ermita; ése es mi voto". Él quería que ella le ofreciera la caridad en su mano. Sita respondió: "No, yo no puedo cruzar las líneas trazadas por mi cuñado. Acércate tú, venerable huésped, y recibe los frutos de mi mano". El anciano sabio, que representaba la mendicidad personificada, contestó: "Señora, no cruzaré las líneas, tampoco puedo aceptar la caridad dada por encima de ellas. No es propio para ascetas como yo. Ven y dámelas. Estoy hambriento, muy hambriento". Fingía tan bien, que Sita decidió darle la caridad que tenía en sus manos y, cruzando las líneas, se acercó a é!.

Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Tan pronto cruzó las líneas, Ravana la tomó de la mano y la llevó al carruaje.

Haciendo caso omiso a sus lamentos, condujo el carruaje a gran velocidad. Sita gritaba: "¡Oh Rama!, ¡Lakshmana!, ¡vengan, sálvenme de este monstruo malvado!". Los anacoretas y los habitantes del bosque de Panchavati escucharon los gritos, pero no podían hacer nada. El bosque entero se marchitó cuando esos gritos lo inundaron. "¡Oh Rama!, ¡oh Señor!, ¡sálvame de este monstruo!", era el grito que retumbaba en el bosque y hacía que todo se estremeciera de aflicción.

Sita increpaba a Ravana: "Rayana, estás trazando el camino que te conducirá a la destrucción; de tu imperio, tus súbditos y dinastía, no quedará ni huella. Esta fechoría que alegremente estás perpetrando la pagarás con lágrimas amargas. ¡Malvado canalla, esta vil acción no es propia de una persona como tú que ha practicado austeridades!", y clamaba por Rama y Lakshmana para que la rescataran.

El monarca de las águilas, Jatayu, escuchó los lamentos que provenían del carruaje, reconoció la voz de Sita y se dio cuenta de que era presa de Rayana. Se lamentó de su edad, que lo hacía demasiado débil para pelear contra Rayana, el villano que estaba raptando a Sita, pero creyó que era su deber detenerlo. Sabía que ningún acto de servicio podía ser más noble que el rescatar a una mujer de las garras de un individuo que la estaba raptando de su señor y dios. Resolvió sacrificar su vida, si fuese necesario, para rescatar a Sita de aquel ente demoníaco, usando toda su fuerza y habilidad. Volando en círculos sobre el carruaje, Jatayu exclamó: "¡Sita! ¡No temas, destruiré a este villano cruel, te rescataré para llevarte junto a Rama!". Se dejó caer en picada y picoteó con fuerza a Rayana, ocasionándole que sangrara profusamente. Golpeó el carruaje con sus alas e intentó detenerlo creando un viento terrible, para entorpecer su marcha. En pleno vuelo increpó a Rayana para que desistiera de su acción, antes de que fuera demasiado tarde: "Rayana, esta afrenta no te ocasionará ningún bien. Libera a Sita y te salvarás; de lo contrario, como mariposas nocturnas que caen en el fuego, tú y tu descendencia serán quemados en el fuego de la ira de Rama; tu orgullo te causará la ruina. Raptar a la esposa de otro hombre es un pecado atroz. Sólo un corazón pecador anhelaría a la mujer de otro y rondaría en su búsqueda; únicamente los seres irracionales cometerían tal bajeza. Tú estás actuando de forma tan demente que no alcanzas a ver lo que te espera. Reflexiona. ¿Existe una acción tan bárbara como la que estás cometiendo? ¿Qué pecado han cometido tus padres para llamarte hijo? Tu mente se ha trastornado porque confías en tu fuerza, tus riquezas y tus subordinados. Escucha: todos arderán y serán reducidos a cenizas. Aun los poderes que has obtenido a través de tus austeridades serán destruidos en un santiamén. ¿Te mantendrías sereno y sin hacer nada si tus esposas fueran raptadas por otros Rakshasas? De hecho, aquéllos que respetan a las mujeres, tanto a sus esposas como a las demás, jamás desearían que cayera ese terrible infortunio sobre sus cabezas". Pronunciando esos sabios consejos, Jatayu voló sobre el veloz carruaje durante algún tiempo, y Sita sintió gran consuelo al escuchar sus palabras.

Jatayu logró detener el carro y forzó a Rayana a entablar una batalla con él. Rayana, después de bajar a Sita del vehículo y ponerla a buen resguardo bajo la sombra de un árbol, se dispuso a combatir; mas la edad cobró su víctima, pues el águila no pudo pelear por mucho tiempo y fue rápidamente vencida. Sin embargo, fue capaz, durante la pelea, de quitar la corona de la cabeza de Rayana y arrancarle algunos mechones de pelo. Lo picoteó tan ferozmente y en tantas partes que lo convirtió en una masa de carne sanguinolenta. Su pico y sus alas desplegadas lo hirieron mucho y humillaron su orgullo. Como último recurso, Rayana desenvainó su espada y le cortó las alas a Jatayu, haciéndola caer inerme al suelo, pues las alas son como el mismo aliento para las águilas. Jatayu clamó en su agonía el nombre de Rama.

"Defendí sin reserva la causa de mi Señor, pero mi lucha no fructificó. Esto es también la voluntad de Rama. Él debe de haber planeado todo esto para conferir algún beneficio al mundo. De otro modo, ¿puede Sita ser llevada a la fuerza por alguien, sin que la voluntad de Rama lo disponga? Sólo tengo un ruego para él. Debo mantenerme viva por lo menos hasta que lo vea y le dé la noticia. No tengo más que hacer en esta vida". Diciendo esto, cerró sus ojos y se concentró en la oración. Mientras tanto, Rayana subió a Sita nuevamente al carruaje y huyó a toda prisa. Jatayu b vio huir, alcanzando a oír la voz de Sita clamando ayuda. La angustia se apoderó de Jatayu, por no haber resistido la batalla. Yacía en el río de sus propias lágrimas, su corazón anhelaba a Rama y su lengua murmuraba Su hombre: "Cuando la muerte se acerca, cuando la calamidad está muy próxima, la naturaleza se comporta de forma inesperada para advertirnos su inminente !legada y todo se trastorna. Por eso, Rayana también se está comportando de esa manera, ya que su final está cerca y sus amigos y parientes están a punto de ser barridos de la faz de la Tierra . Jatayu se percató de esta verdad y haciendo un esfuerzo por mantenerse vivo, esperó la llegada de Rama.

Mientras tanto, Rama regresaba a Panchavati, después de haber matado a la personificación dei ciervo dorado. Supuso que el desarrollo de la historia ya debía de haber ocurrido en la ermita, según su voluntad y dijo para sí: "Aunque esto es sólo el inicio de mi plan, la gente no debe entender de inmediato que es un designio divino. Tengo que comportarme de aquí en adelante como un ser humano común". Cuando estaba a medio camino, vio a Lakshmana que venía a su encuentro y decidió que é! tampoco debía conocer el propósito que se ocultaba tras la aparente tragedia, así que le preguntó fingiendo inquietud:

"Lakshmana, hermano, me has desobedecido y dejado a Sita sola en la ermita. ¿Cómo pudiste hacerlo? ¡La has abandonado a su suerte! Tía has sido testigo, día tras día, de la maldad demoníaca de !a estirpe de los Rakshasas. ¿Cómo pudiste abandonar a Sita? ¿Qué ha pasado con ella? Temo que alguna calamidad le pueda suceder; presiento que Sita no está en la ermita. ¡Ay!, ¿qué haremos ahora? ¿Cuál será nuestro futuro?"

Al escuchar sus lamentos, Lakshmana cayó a los pies de su hermano y le dijo: "¡Herr .iano! Tú me conoces tanto como a tus pensamientos; en cualquier momento estoy siempre dispuesto a ofrecer incluso mi propio aliento a tus pies. ¿Iría alguna vez contra tus órdenes? Sin embargo, en esta ocasión lo hile. La fuerza que me !levó a desobedecerte fue e! impulso de mi destino. ¿Qué peed<> hacer? E! grito de <:¡Ay S¡ta! ¡Ay Lakshmana!,: emitido por el falso ciervo llegó hasta la ermita, y tan pronto como e`la la escuchó me ordenó que acudiera en tu auxilio. Conozco los trucos de los Rakshasas y por eso caí a sus pies, y pidiéndole perdón le dije: «Rama no puede ser dañado ni en !o más mínimo. Ningún peligro lo puede acechar. Los gritos que hemos escuchado son sólo estratagemas de los Rakshasas». Los gritos llegaron a nuestros oídos por segunda vez y ella perdió el control, pues era tu misma voz la que escuchábamos. En esos momentos, ella estaba fuera de sí, e ignorando el parentesco que nos une profirió palabras que no se deben decir ni escuchar. Yo no pude soportar más, así que la aleccioné para que tomara todas las precauciones, antes de partir y dejarla sola. Hice todo lo necesario para mantenerla a salvo y después salí de la ermita. Con gusto aceptaré cualquier castigo que me impongas, cualquier medida que tomes para reparar el mal que he cometido".

Lakshmana cayó a los pies de Rama, quien, al ver esto, le dijo: "Lakshmana, no debiste haberla dejado sola, cualquiera fuese la razón. Presiento que Sita no estará en la ermita cuando yo llegue. ¿Cómo nos preciaremos de nuestro heroísmo si al venir al bosque no somos capaces de evitar el rapto de Sita a manos de los Rakshasas? ¿Podrás tolerar que mañana la gente hable y diga que Rama fue incapaz de salvar a su esposa de la calamidad de ser raptada? ¿Lograrás permanecer sereno escuchando esos rumores? ¡Oh! ¿Cómo voy a soportar esa tragedia?". Rama fingió un gran dolor, como cualquier hombre que no supiera lo ocurrido, y corrió a la ermita.

Tal como Rama lo había "presentido", Sita no se encontraba allí. Con bien simulada angustia, Rama lamentó su desaparición, mientras Lakshmana no podía mantenerse de pie, incapaz de soportar la angustia. Consciente de que él había causado esa catástrofe, pensó en quitarse la vida, pero pronto se percató de que Rama, privado de la presencia de Sita, se angustiaría más si él partía de este mundo. Sintió que si moría, Rama vagaría solo a través del sombrío bosque, sin tener quién lo proveyera de comida y bebida. No podía soportar la angustia de Rama por la pérdida de Sita. No encontraba palabras para conso¡arto y brindarle paz. Lakshmana repasaba mentalmente todo lo que había sucedido ese día y pronto (legó a la conclusión de que debía de ser producto de la voluntad de Rama. Así, descubrió que su hermano no era un hombre común y se dio cuenta de que lo que estaba sucediendo era parte de un drama destinado a llevar prosperidad a la humanidad, porque él, que con gusto enjugaría las lágrimas de todos los que lloran y era el guardián de todo el universo; él, que no había mostrado un ápice de dolor hasta ahora, hoy se lamentaba y sollozaba como un ser humano común, por la separación de su esposa. Reflexionando acerca de esos acontecimientos, Lakshmana podía inferir con facilidad que todo era una obra montada y dirigida por Rama. Sabía perfectamente que Sita era incomparablemente virtuosa, que el hecho de que una mujer tan pura hubiera sufrido semejante calamidad era inexplicable, excepto si todo aquello era parte de una obra, un acto del plan divino trazado por Rama. Nadie en ninguna parte puede llevar a cabo ni la más mínima acción sin las órdenes de Rama. No obstante, había descendido como hombre y había resuelto guiar al ser humano, por medio de su ejemplo, a lo largo del camino de justicia, integridad, desapego, devoción, virtud, veracidad y humildad. Lakshmana se dio cuenta de que tal era el significado del drama que estaban actuando Rama y Sita. Se reconoció a sí mismo como un actor, cuyo deber era desempeñar el papel asignado tan bien como fuese posible.

Lakshmana se acercó a Rama y postrándose a sus pies le dijo: "Hermano, yo sé que tú eres el director del drama que es el cosmos. No hay nada que no puedas hacer y que desconozcas. Todo lo que sucede obedece a tu voluntad; estos hechos no pudieron suceder sin tu conocimiento. No aceptaré que niegues aquello que creo tan firmemente. Mediante estos incidentes estás fomentando la paz en el mundo, al destruir a la raza de los Rakshasas. Mi mente lo ha descubierto y me pide que me mantenga firme en esa creencia. Ése es el objetivo que oculta esta obra; te ruego me digas la verdad y me otorgues paz mental".

Rama respondió esbozando una sonrisa: "Lakshmana, tú formas parte de mi ser, ¿qué te puedo ocultar? Has descubierto la verdad. Yo he encarnado para enarbolar y fomentar la rectitud. Para hacerlo, tengo que incluir escenas de conductas morales e inmorales. Un infante que llora tiene que ser arrullado con canciones de cuna o dándole sonajas para que juegue, distrayéndolo con campanitas para que deje de llorar. La madre tiene que ingeniárselas para persuadir al niño a tomar la leche que requiere, valiéndose de esos medios.

"De manera similar, querido hermano, yo, que soy la madre del universo, tengo que actuar de múltiples formas para restablecer la rectitud y acabar con la inmoralidad. Estos incidentes han sido planeados para abatir el dolor y ganar la bienaventuranza; no son ejecutados sin existir razón alguna. Los hombres comunes basan su conducta en los ideales que se les presentan, en consecuencia, como maestro y dirigente, debo practicar lo que pretendo inculcarles como una conducta ideal. A menos que practique los ideales que predico, no me puedo llamar maestro y guía. Cuando éstos no merecen los cargos que desempeñan, la rectitud declina y la inmoralidad se desboca. Por lo tanto, hermano, recuerda que aquéllos que tienen la autoridad de jefes o maestros deben probar que sus consejos son efectivos en la práctica y ayudar por medio del esfuerzo propio a la realización de los ideales que predican. Ésa es la forma de obtener la gracia de Dios y la gratitud de los hombres.

"Sita sabe el papel que está actuando. Estos dos cuerpos, el mío y el de ella, revelan la alegría de la unión y el sufrimiento de la separación sólo como cuerpos; el dolor y el placer, el llanto y los lamentos son irreales. Siguen las necesidades y las compulsiones de la encarnación a la que me he sometido, junto con otras limitaciones. En cuanto a mi Realidad, me estoy confiando a ti, es menester que sepas que tú también tendrás que actuar de acuerdo con el tiempo, el hecho, la causa, el espacio, la ocasión y el receptor, a medida que la historia se vaya desarrollando. Este misterio divino está más allá de la inteligencia común, así que debes guardar silencio respecto dé esto y actuar de acuerdo con las reglas establecidas. Tenemos que concentrarnos en la misión para la cual hemos venido".

Después de esta revelación, emprendieron la búsqueda de Sita. Los dos desempeñaron sus papeles de la forma más sincera, admirable y realista. Y no sólo los hermanos; también Sita mostró gran nobleza y actuó con igual fidelidad y sinceridad, aun cuando los guardias Rakshasas que la tenían cautiva la aterraban y amenazaban cruelmente. No titubeó ni se rindió; perseveró con valor en su determinación de salvarse y de preservar su pureza; mantuvo su voto inmaculado.

El drama actuado por las dos partes ejemplificaba para cada jefe de familia e individuo el ideal más elevado de rectitud.

Colocaba frente a padres, madres, esposas, esposos, hermanos y amigos, los más excelsos lineamientos de conducta que se esperaban de ellos y el modo en que cada uno tenía que cumplir sus promesas y cuidar sus virtudes. ¿Por qué extenderse más? El Ramayana establece ideales para cualquier relación en la vida y para la culminación de la meta más alta de la vida humana. En ningún otro escrito puede haber tal diversidad y cantidad de normas morales y sus aplicaciones prácticas. El Ramayana contiene en sus páginas las instrucciones para adoptar la conducta correcta en cualquier situación y ante cualquier condición. Enseña cómo justificar e1 nacimiento como ser humano, cómo gobernar un reino, cómo regular las reacciones de la gente y cómo emitir leyes que puedan regir y dar cumplimiento a los deseos de un pueblo. Si tan sólo el Ramayana fuese cuidadosamente estudiado y observado en la práctica cotidiana, la humanidad obtendría paz y prosperidad en todos los campos.

Para descubrir dónde se encontraba Sita, Rama y Lakshmana se alejaron de la ermita, en busca de pistas. Examinaron cada rincón y buscaron en todas las colinas de la región, mas no encontraron ningún indicio. En el transcurso de la búsqueda hallaron en el camino ramas de árbol recién cortadas. Había evidencias de combate, como flechas rotas y manchas de sangre. Rama hizo notar esto a su hermano y le dijo: "Parece ser que aquí se entabló una pelea", y trató de averiguar quiénes la habían protagonizado. De pronto se topó con el águila real que yacía en el suelo, moribunda, pero con fuerzas todavía para repetir reverentemente y con los ojos cerrados el nombre que adoraba: "Rama, Rama". Los hermanos se aproximaron a ella y amorosamente acariciaron su cabeza y su cuerpo. Cuando la mano de Rama la bendijo con una dulce caricia, el águila recuperó un poco de fuerzas; abrió los ojos y miró a su alrededor, vio a Rama, cuya hermosa forma podía cautivar todos los mundos. De repente, fue invadida por un flujo de gozo y de tristeza a la vez. El ave no podía moverse y con dificultad se arrastró, levantó su cabeza y la inclinó a los pies de Rama. Viste la levantó y colocó la cabeza en su regazo y la acarició con ternura, tratando de reanimarla. Jatayu habló débilmente: "Señor, mientras el malvado Ravana, cediendo a impulsos bajos, desechando todo sentido de justicia y de rectitud, renunciando a los poderes adquiridos en años de ascetis,~o, se llegaba a la madre Sita a través del bosque, actuando arteramenta romo un perro, como una zorra astuta, la madre de codos los mundos, la hija de Janaka, gemía: ==¡Rama, Rama», cubriendo el bosque entero de melancolía. Yo escuché el lamento sin saber de quién era ese triste llanto. Me acerqué, y al descubrir, para mi sorpresa y dolor, que la madre Sita era la persona en peligro, no pude permanecer indiferente. Aun cuando estoy vieja y decrépita, pronuncié tu nombre y de él saqué fuerza y valor para enfrentar a Ravana en batalla. Lo picoteé tan furiosamente que su cuerpo sangraba por todas parias. Puso a Sita bajo la sombra de un árbol y peleó fieramente, sacó su arma en forma de rueda y cercenó mis alas. No pude hacer nada para detener su huida. Así que quedé aquí, llora, ido mi derrota y esperando tu llegada. Soy muy desafortunado, pues aunque vi a la Madre ser raptada por ese rufián no pude salvada".

Jatayu derramaba lágrimas de desesperación. Mientras hablaba, Rama, con ansiedad y compasión, !e dijo: "¡Oh, jefe de las aves!, yo nunca olvidaré tu ayuda; la buena acción que has realizado te otorgará felicidad en el otro mundo; no te sientas triste°. Mientras hablaba, Rama le alisaba las alas, con su ensortijada cabellera. Lakshmana se apresuró a traer agua para calmarle un poco la sed y refrescarla. Rama derramó el agua gota a gota en el pino del águila. Jatayu estaba feliz de su buena fortuna y resplandecía en éxtasis. Murmuró: "¡Rama!, soy afortunado aun más que tu padre, pues él no tuvo la oportunidad de beber agua de tus manos cuando dejó este mundo. ¡Pude beber mi último trago de tu mano dorada y descansar en tu regazo! Y en mi último aliento mis ojos se han extasiado can tu encantadora faz de loto. Estoy seguro de que me fundiré en ti. ¡Oh, he sido verdaderamente bendita!". Después, su voz se tornó menos audible: "Rama, ese demonio malvado de Ravana se dirigió hacia el sur, debe de haber.lleáado a Lanka. Por lo tanto, ve directamente allá, destruye a ese malvado y trae a la Madre a tu presencia". Jatayu no pudo hablar más; sólo acertó a pronunciar "Rama" y exhaló su último aliento. Rama permitió que el último aliento de Jatayu se fundiera en él. Realizó los ritos funerales al cuerpo del ave y le dio el baño ceremonial. Después de estos rituales, marchó hacia el sur en busca de Sita.

En el camino, la demonia Aja mukhi los espiaba, extasiándose con su belleza y se dijo: "¡Qué belleza de cuerpos! ¡Qué deleite para los ojos! ¡Tengo que casarme con ellos y lograr la felicidad!". De esta forma, asió la mano de Lakshmana y lo acercó hacia ella. Lakshmana infirió que Aja mukhi había caído bajo la misma fascinación que Surpanaka y la trató con el mismo desprecio; le cortó los miembros y le dio una severa lección. El bosque que cruzaron era tan temible como los demonios que encontraron; estaba infestado de animales salvajes que gruñían, aullaban y rugían espantosamente; aun el corazón más templado temblaría de miedo ante lo lúgubre del bosque y el rugir de sus habitantes. De pronto, los hermanos se toparon con un demonio llamado Kabanda, un ente verdaderamente espantoso que se apareció ante ellos, interponiéndose en su camino y estremeciendo al bosque con sus rugidos. Intentó atacar a Rama y Lakshmana, pero Rama lo mató. Era un monstruo sin cabeza, con brazos extremadamente largos y la boca en medio del estómago; era el terror de ese bosque y devoraba cualquier cosa que se interpusiera en su camino. Matándolo, Rama salvó a los habitantes del bosque de aquel espantoso enemigo.

Cuando estaba a punto de morir, Kabanda se percató de que su enemigo era Rama y le dijo: "Maestro, este día me has liberado del tormento de una maldición que me había reducido a tan vil estado. Mis pecados han sido perdonados al tener la dicha de verte". Al caer a los pies de Rama, Kabanda dijo: "Tu misión triunfará sin demora ni obstáculos. Obtendrás la victoria sobre las fuerzas del mal".

Rama, el generoso que a todos amaba, se alejó de aquel paraje donde había matado al demonio Kabanda, caminando con su hermano como única compañía. Pronto, encontraron a una mujer vieja y encorvada; no podía mantener derecha la cabeza, su vista era nublada y sus manos temblorosas. Iba hacia ellos con una canasta de frutas en la cabeza y, al ver las encantadoras figuras de los hermanos, dedujo que eran aquéllos que los antiguos sabios del bosque habían descrito con admiración y deleite. Colocando la canasta en la tierra, se mantuvo en el sendero murmurando "Rama", con reverencia y gratitud. Lakshmana pensó que era una personificación de algún astuto Rakshasa para dañarlos. Sin embargo, Rama sabía que su suposición era incorrecta; propuso sentarse bajo un árbol cercano, junto a la ermita donde la mujer vivía.

Sabari, la anciana, observó los ojos de pétalo de loto, los rizos en la frente, los largos brazos que alcanzaban las rodillas y la piel azul de Rama. No pudo contener su éxtasis más tiempo, ni ocultar su adoración. Corrió hacia adelante y cayó a los pies de ambos, preguntando: "¿De dónde vienen? ¿Cuáles son sus nombres?". Rama contestó, sonriente y sereno: "Madre, venimos de Ayodhya, residimos en el bosque; yo soy Rama, mi hermano se llama Lakshmana". Ante esto, Sabari exclamó: "¡Padre, mi deseo más anhelado se ha cumplido! He estado esperando tu llegada día y noche, buscándote en la distancia hasta que mis ojos se volvieron torpes e insensibles. He tenido éxito, mi espera ha dado frutos, mi vigilia y ayuno han triunfado. ¡Ah! ¡He sido recompensada! Éste es el resultado de la gracia de mi gurú; éste es el misterioso trabajo de Dios".

Ella puso la canasta cerca de Rama, y mientras tanto, éste le preguntó: "Madre, tú hablas de un gurú, ¿quién es ese gurú tuyo?". Ella respondió: "Su nombre es Mathanga Rishi. Aunque las mujeres no son aceptadas como alumnas de esa ermitá, yo escuché sus lecciones, escondida entre los arbustos y árboles. Serví a mi gurú y a otros sabios quitando los abrojos de los caminos que conducen a los ríos donde toman su baño, principalmente rodando yo misma sobre la tierra, porque debía hacerlo muy temprano, antes del amanecer. También quitaba guijarros y piedras que podrían herir sus pies. Vivía de frutas y raíces, como lo hacían los otros discípulos. Serví a mis maestros sin ser vista y pasaba mis días en los lugares apartados de la jungla. Mathanga, el mahatma (gran alma), quien conoció los anhelos de mi mente, me dijo un día: `Madre, tu cuerpo ha alcanzado una edad madura. Si te esfuerzas tanto, pronto estarás exhausta. Así que ven, vive en la ermita y toma un buen descanso'. Mientras pasaba mis días así en el servicio de esta ermita, el sabio deseó abandonar el cuerpo y me llamó junto a él. Me dijo: `Sabari, la tarea para la cual he venido está terminada.

He resuelto dejar este cuerpo 'ahora. Tú permanecerás habitando esta emita. Dentro de poco tiempo Rama entrará en el bosque; invítalo a pasar a esta emita y ofrécele cuarto pequeño seraicio puedas. Haz que esta emita sea santificada por el contacto de sus pies'.

Yo protesté mucho, le dije que cómo podría ser feliz en ta emita, sin él y le rogué llevarme también, mediante la muerte, a donde él iba. Mi gurú no estaba de humor para acceder a mis deseos; dijo que yo debía 'quedarme aquí, esperando la llegada de Rama y que no podía evadir tal responsabilidad o perdería esa alegría. Desde ese día vivo aquí con tos brazos extendidos para darte la bienvenida, vigilando el horizonte y llevando de un lado a otro conmigo este decrépito cuerpo, para que pudiera vivir para verte y servirte. ¡Oh, Rama! ¡Oh, Señor! ¡Oh, compadecido de los afligidos! ¡Oh, morador de los corazones de los sabios! El deseo de mi gurí se ha realizado. La ermita está a unos cuantos metros, por favor, santifícala entrando en ella°. Sabari cayó a los pies de Rama, suplicándole acceder a la última petición de su gurí. Rama estaba naturalmente feliz de la dedicación y devoción de la anciana. Él era ta mismísima personificación del amor que surge espontáneamente, así que se puso de pie y caminó hacia la emita con su hermano y entraron en ella.

Sabari estaba abrumada por una corriente de felicidad que rompió todos los límites y se manifestó en un torrente de elocuencia y emoción extática. Esa gema entre las mujeres estaba hasta ese momento demasiado débil para caminar unos cuantos pasos; después de esto tse vio dotada con ta fuerza de mil elefantes! Marchó alegremente al río y trajo agua fresca y cristalina, muy dulce. Probó primero las frutas que escogió de la canasta y les ofreció a tos hermanos las que encontró más dulces y maduras. Mientras comían, ella los vela feliz, con sus caras sonrientes, y cuando terminaron les lavó los pies y roció en su cabeza las gotas de agua santificada pos ese contacto. Después dijo: "¡Señor! Yo ya no tengo deseos. ¿Para qué seguir viviendo? Yo sobreviví hastá ahora por esa gran dicha, el darshan de Rama; ya lo he tenido. Ahora, sálvame fundiendo esta vida, este aliento, en tus pies de loto. He oído mucho a los sabios y santos alabar tu gloria. Hoy yo la he atestiguado. Estoy plena de gratitud y felicidad".

Rama saboreó las frutas que ella le ofreció con tanta devoción; mientras lo hacía dijo: "¡Madre, estas frutas son tan dulces como tu propio corazón! Realmente éstas no son frutas que crezcan en los árboles; los frutos que crecen en la selva no son tan dulces, después de todo, y nunca lo podrán ser. Éstas son frutas que han crecido en el sagrado árbol de la vida, en las ramas de la mente pura, con la luz d21 sol del amor". Rama comió las frutas, elogiando a cada momento su sabor.

Lakshmana, por su parte, se llenó de una felicidad inefable al verlo de ,_ buen humor, ya que Rama no había comido fruta con tal gusto desde hacía mucho tiempo. Todos estos días, Lakshmana lo había persuadido para que probara unas pocas, merced a una buena labor de convencimiento, suplicando y rogando, aun después de que las frutas eran peladas, cortadas y colocadas ante él. Rama estaba tan desconsolado por la separación de Sita que, no obstante todos los esfuerzos de Lakshmana, comía apenas la mitad de la fruta, y Lakshmana nunca quedaba satisfecho con la cantidad que su hermano comía.

Hoy, Sabari le halita dado frutas que habían caído maduras de los árboles. Ella acostumbraba quitarles el polvo, limpiarlas y guardarlas para él todos los días, y cuando Rama no llegaba, ella misma las consumía como alimento sacramental, concedido por el mismo Rama. Día tras día caminaba por el bosque en busca de frutas dulces para colocarlas ante Rama. De este modo, diariamente las frutas estaban saturadas con su amor y devoción y se volvían doblemente apetecibles. Lakshmana notó que ésta era la razón por la que Rama las comía con alegría. Estaba lleno de deleite y admiraba la devoción de Sabari, que era recompensada en grado sumo. Él apreciaba la alegría divina con que ella se había colmado, como resultado de sus largos años de práctica espiritual.

Sabari se puso cíe pie, con las palmas juntas ante Rama y dijo: "Señor, soy de casta inferior, soy inculta, torpe y estúpida, no soy experta en ningún texto o arte sagrado, soy más inferior que el más inferior, ¿cómo puedo alabarte o describir tu gloria? No sé usar las palabras, no he cultivado mi raciocinio ni practicado las austeridades prescritas para ganar la visión de la Divinidad. Estoy en el nivel más bajo de la disciplina espiritual. Mi única fuerza es mi amor por Dios, no tengo otro soporte o sustento". Ella mencionó la compasión de Rama al aceptar su ofrenda y dijo: "Tu gracia es ilimitada".

Rama escuchaba intensamente sus palabras. Le levantó la barbilla y la miró directamente a los ojos. Le dijo: "Madre, la devoción es lo que yo necesito; lo demás es secundario. A otras cosas, como erudición, inteligencia, estado legal, prestigio social o casta, no les presto ninguna atención; para mí no tienen ningún valor. Más que todas las virtudes ganadas por las disciplinas espirituales y las austeridades, disfruto de la dulzura de la devoción saturada con amor. Busco sólo eso. Un hombre que no tiene amor en él es tan estéril como una nube sin agua, un árbol sin frutos o una vaca sin leche; él está siempre lejos de Dios y nunca podrá ganar la gracia. ¡Sabari!, de los nueve caminos que hacen surgir y promueven la devoción, yo solamente deseo que, cualquiera que elija, sea seguido constantemente por el hombre. Sin embargo, encuentro que tú has seguido hasta el final todos, los nueve caminos. Así que no veo a nadie más grande que tú en el logro espiritual. Estoy verdaderamente lleno de dicha, pues me has ofrecido la devoción que es pura, firme y desinteresada y que es amor que brota del corazón y fluye de él en todas direcciones y hacia todos los seres. No has lanzado difamaciones a nadie, ni siquiera en sueños. Esto es lo que hace a tu mente tan pura. Tu mente no se expande cuando "el bien" viene hacia ti, ni se marchita cuando "el mal" llega. Tú eres bienaventurada siempre".

Sabari asimiló las palabras de consejo de Rama y dijo: "Rama, no hay otro camino para el devoto más que hacer lo mejor de uno para agradar a la Divinidad, ¿no es así? No anhelo nada más. Este día, mi padre, mi dios, el señor de mi vida, el señor de todos los mundos, el señor de toda la creación, ha aparecido ante mí. ¿Cómo puedo aquilatar mi buena suerte, oh señor de Janaki, de Sita, la hija de Janaka?". Al oír esto, los hermanos recordaron a Sita y de repente se dieron cuenta de su condición. Rama le dijo: "¡Ay, Sabari! Nos mantuviste felices, libres de ansiedad, plenos de alegría; sin embargo, ahora nos has sumergido en el dolor". Sabari fue sacudida por el remordimiento; levantó la cabeza con consternación e imploró: "Señor, ¿qué es lo que dices? Perdón por mi indiscreción", y cayó a los pies de Rama.

Rama le preguntó: "Sabari, ¿sabes algo de Sita? ¿Has oído algo acerca de ella?". Sabari contestó: "¿Que si sé algo acerca de Sita? Ninguna mujer que conozca la esencia de Rama ignorará lo que simboliza Sita, esa gema de las mujeres, esa soberana de la virtud, esa luz de femineidad. ¡Oh, qué gran fortuna la suya! ¡Ella es la sombra de mi Rama! Rama, debo decirte lo que mi gurú Mathanga me ha enseñado acerca de lo que Sita encarna. Por supuesto, no hay nada que tú no conozcas, pero ya que me preguntas si sé algo de Sita, te diré lo que sé. Rama confundió las mentes de Mantara y Kaikeyi para cumplir su misión de destruir a la raza de los Rakshasas. Mi gurú me dijo que, como resultado de esto, Sita, Rama y Lakshmana se han ido al bosque como exiliados. Dijo que ellos visitarían ermitas y bendecirían a los ascetas y que Rama mataría a los demonios que impedían sus ritos y disciplinas. Me anunció que Rama idearía un plan por el cual Rayana, quien está fuertemente aliado con el clan Rakshasa, será tentado para desempeñar un papel en el drama alrededor del "rapto" de Sita. Me aseguró que la Sita raptada por Rayana era una Sita falsa y no la verdadera madre. Me aseguró que Rama vendría a este bosque mientras buscaba a Sita, que ha sido raptada, y que yo sería recompensada como nunca antes por esa visita. Me dijo también que Rama pactaría una alianza con Sugriva, quien se ha refugiado en las colinas Rishyamuka, cerca de esta ermita, huyendo de los pillajes de su hermano mayor, Va¡¡. Rama llevaría a cabo la tarea de buscar a Sita mediante Sugriva. ¡Rama, tú eres el director de este drama cósmico, el cual tú has diseñado! Los incidentes de tu drama eran conocidos por mi gurú y me los reveló. Tu escenario es el cosmos completo. Tu voluntad decide el futuro del universo, asegura la estabilidad y progreso del universo; todo lo que pasa es el desarrollo de la acción de tu voluntad, sin la cual nada grande o pequeño puede suceder nunca.

"¡Señor! Tú estás actuando en esta obra como si desconocieras tu propio argumento, estás aparentando estar desolado por la separación de Sita. Sólo aquéllos que son necios o que no tienen fe en la realidad del alma o que no creen en Dios pueden tomarlo como verdadero; aquéllos que están conscientes de la Divinidad y de sus misterios, aquéllos que son devotos y aspirantes que buscan percibir a Dios como su propia realidad, no se dejarán llevar por la creencia de que esto es verdadero. Tú eres el Hacedor de todo lo que se hace; nadie, por muy poderoso que sea, puede obstaculizar u oponerse a tu voluntad. Tú determinas las reacciones de los hombres ante lo bueno y lo malo. Ellos no son los autores de eso. El ignorante puede asegurar que es el ejecutor de sus actos. Rama, perdona mi impertinencia; he hablado demasiado en tu presencia". Diciendo esto, Sabari cayó 2 los pies del Señor Rama, produjo el fuego interno del yoga y como resultado su cuerpo fue reducido a cenizas, mientras su espíritu se fusionaba en el ser de Rama que ella habla adorado.