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Libros escritos por Sai Baba

70. Ora a Dios por su encarnación

70. Ora a Dios por su encarnación

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Hablando con verdad, aun para el advenimiento de Dios, las plegarias de los grandes actúan como invitación. En el mundo externo, cuando los individuos necesitan cualquier servicio o ayuda se acercan a los gobernantes y les manifiestan sus necesidades. Así también, en el estado interno, cuando no hay posibilidad de lograr y adquirir Devoción, Caridad, Paz y Verdad, los hombres grandes y buenos que desean lograrlas oran al Señor dentro de ellos mismos. Entonces, escuchando sus plegarias, El mismo viene al mundo y derrama profusamente su gracia sobre ellos. Este hecho es bien conocido por todos.

¿Acaso no encarnaron Rama y Krishna porque el Señor atendió las plegarias de los sabios? Muchos han leído esto en el Ramayana y el Bhagavatha. ¿Por qué hasta Ramakrishna, habiendo nacido divinamente, rogó a Kali (porque El no podía realizarlo) para que enviara a alguien que pudiera predicar al mundo entero la Rectitud, el Deber y la Virtud que extirparan la injusticia y el egoísmo? Esto es conocido por todos los que han leído la historia de Su vida.

Por lo tanto, las plegarias deberán ser ofrecidas repetidamente para la realización de la tarea. Nadie deberá desesperarse y abandonar las plegarias, si no logra el advenimiento del Señor. En el estado externo, ¡con cuánta frecuencia una persona tiene que escribir y cuánto tiene que deambular, con objeto de que se haga su trabajo, y al final puede que no fructifique del todo!

Ahora, ¿cómo llega uno a conocer la consecuencia de los anhelos del alma? Puesto que esto no puede ser conocido, uno tiene que orar hasta que haya sido establecida la felicidad en el mundo. La felicidad del mundo es el signo de Su venida; si esto es comprendido, entonces es fácil conocer al Avatar inmediatamente. Es entonces cuando la religión de Verdad, la religión de Compasión, la religión de Conocimiento y la religión de Amor crecerán y prosperarán. Por lo tanto, hasta que estas hayan arraigado firmemente, la gente debe continuar sus plegarias. Esa es la responsabilidad de la gente.

El camino trazado por los hombres santos tiene que ser reparado de cuando en cuando por cualquiera de los que lo recorren o por aquellos que reclaman autoridad sobre él. Esto es lo que se llama enseñanza. Es con motivo de estas reparaciones que el Señor envía ocasionalmente a algunos individuos autorizados, sabios y personajes divinos. A través de las buenas enseñanzas de estos, el sendero abierto por los Hombres Dioses del pasado es nuevamente evidente y llano. De tal modo, cuando la voluntad del Señor, las necesidades de los santos y las enseñanzas de grandes personas producen su efecto combinado, la felicidad del mundo estará asegurada y no decrecerá.

Si toda la humanidad orara al unísono porque esa inquietud, esa injusticia, ese desorden y esa falsedad sean transformados en paz, verdad, amor y servicio recíproco, las cosas ciertamente llegarán a ser mejores.

Ahora, no hay otro camino. La preocupación es inútil. Esta no es ocasión para la desesperación. Por lo tanto, abandonen la búsqueda de otros medios; los hombres deben procurar orar, servir a otros y tener amor mutuo y respeto. No deberán demorarse más tiempo; así, adquirirán inmediatamente contentamiento y alegría.