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Libros escritos por Sai Baba

23. El Atma es la Realidad

La naturaleza de la luz es revelar objetos iluminándolos. Pero la iluminación verdadera es propiedad del Alma. El Sol y el fuego pueden penetrar la oscuridad, pero no la destruyen por completo, porque la oscuridad y la luz son opuestas. Pero la refulgencia del Alma no tiene oposición: todos los objetos y naturalezas le son afines; los ilumina a todos. Esa es la razón de la frase: "Los dioses la aclaman como la luz de luces".

Su forma es sabiduría, y no las cosas como el cuerpo físico. El cuerpo siempre está cambiando, no es eterno, y el Alma ilumina todo sin excepción y con la misma intensidad. Su propiedad esencial es la Bienaventuranza y el poder vital dador de vida. Se vuelve automáticamente Brahman; esta convicción es la esencia de la Sabiduría.

Aquel que ve una jarra puede saber claramente que es una jarra, ¿no es cierto? Pero, ¿cómo es que uno se identifica con el cuerpo? ¿Simplemente porque el apego lo hace sentir a uno que "es" su propio cuerpo? Esto es ignorancia, la posesividad, la conciencia del "yo" y "mío". La Sabiduría o Conocimiento, como el Alma, es permanente; la ignorancia, como el cuerpo, es destructible.

El Alma es amorfa, de ahí que no la afecte la triple aflicción. La séxtuple mutación tampoco le afecta, por ser siempre Existencia o El y sólo El; es un huésped distinto del cuerpo que habita, ya que el cuerpo sufre crecimiento, enfermedad y decaimiento, pero el Alma no varía, no tiene deseos ni impulsos. Está más allá de las cualidades tamásicas, rajásicas y sátvicas . El productor original del mundo material (Prakriti) es el autor; el Ser Supremo es como el loto en el agua, inalterado y sin apegos.

El Alma es conceptuada equivocadamente con la palabra "yo", "aham". ¿Cómo puede lo visto ser el que ve, el eterno? ¿Cómo puede ser el cuerpo el verdadero yo? Cuando se comete este error no puede haber paz ni gozo; porque sólo comprendiendo esa verdad los podremos obtener.

El Alma tiene que ser comprendida como algo distinto a las cosas de este mundo, a todo lo que es visto; pero esto sólo es posible cuando se tiene discernimiento para liberarse del lazo del mundo objetivo y soltarse de la ignorancia que le dice a uno que lo visto es lo verdadero. El discernimiento se adquiere con la práctica de la óctuple disciplina dirigida a limpiar la ignorancia (avidya), que es la que oscurece el intelecto; así éste se purificará y agudizará, dirigiéndose hacia el Alma. El entendimiento del Alma no está al alcance de la gente ignorante que se engaña con la creencia de que pueden obtener placer del mundo objetivo perceptible sólo a través de sus sentidos. Si uno reflexiona un poco, se dará cuenta de que hasta el más pequeño placer viene a ser la misma Bienaventuranza del Alma. Porque todo, en todas partes, es Ananda , es Amritha . Toda Ananda es Bienaventuranza y Dicha del Alma.

Pero ¿quién preferirá ver la Luna pintada en un lienzo pudiendo disfrutar de la frescura interminable de la verdadera Luna llena? ¿Quién le prestará atención? Dice el refrán: "¿Libará siempre la abeja jugo amargo?" Asimismo, si el aspirante espiritual ha probado el néctar del autoconocimiento del Alma, ya no podrá disfrutar este mundo sensorial.

Una persona absorta, enfrascada en la Luna pintada no podrá conocer a la Luna verdadera. De igual modo, el hombre engañado por la atracción del mundo material en su ignorancia del Alma, busca a ciegas y se revuelca en el variado mundo moldeado por los tres gunas o cualidades de la materia. Por el otro lado, el hombre sabio que busca la realidad, renuncia a fantasías y se regocija en el Alma, obteniendo así la Paz.

¡No deben confundir nunca lo visto, con lo permanente o real! No pueden sentir alegría sino en el océano de Bienaventuranza (Ananda) del indivisible Alma o Brahman. La felicidad entera únicamente se puede obtener en la significativa y dulce experiencia del Absoluto Universal. Sólo eso puede dar consuelo a este ciclo de nacimientos y muertes. Las cosas irreales nunca pueden dar alegría, el presente se vuelve inexistente y sin sentido. Algo que no es el Alma jamás podrá, en ninguna época y de ninguna manera, conferir algún beneficio o dar Paz. No puede terminar con el dolor ni dar Bienaventuranza.

Todo lo que no sea el Alma es falso, como la plata en la madreperla, una ilusión, como el agua en un espejismo, simplemente un error. Y esto se debe a que no es la plata que uno pueda asir ni es agua que uno pueda beber. Estructurando sus vidas en el mundo sensorial, en el no ser, producto de la ignorancia, nunca obtendrán la felicidad. Tales imágenes fantasiosas no pueden saciar el hambre, la sed o el deseo, porque sólo lo real puede satisfacerlos.

La eliminación del dolor recurrente de la sucesión de nacimientos y muertes se logra con la obtención de Dios. La Paz, cuando es genuina, no pudo haberse alcanzado mediante deseos, intenciones, estudios, erudiciones, pompa o publicidad. Pudo venir solamente a través de la experiencia del Alma.

Por lo tanto, el tener conocimientos acerca de Brahman, la Paz, la Verdad o la Autorrealización no conduce a nada; hasta pueden saber que hay Bienaventuranza en éstos, pero de nada sirve.

Pongamos un ejemplo: por la fuerza de la imaginación, uno puede suponer una escena ocurrida en América, pero ¿es posible experimentar el hecho en ese mismo instante? No. No sirve imaginar y tejer fantasías, hay que experimentarlo en la mente, el cuerpo; sólo entonces uno puede decir que posee la Paz genuina.

Es necesario que dediquen su vida a lograr y sentir esa Bienaventuranza, pero tienen que imponerse la disciplina necesaria para adquirirla. Así merecerán la Gracia del Señor y la unión con El.

El Vivekachudamani ilustra este tema en varias formas. Aquel que sigue sus enseñanzas sin desviarse puede saborear el néctar de la Bienaventuranza del Alma, llevando a cabo así el objetivo de la vida. Desprovisto del dolor que es inevitable al tratar con objetos sensoriales, sin intenciones ni deseos, uno debe sumergirse en la dicha de la propia realidad. Sólo el hombre, en toda la Creación, cubre los requisitos para vivir en esta suprema alegría. ¡Es trágico entonces que él olvide su derecho y vague por ahí en busca de tontos placeres! Los niños juegan con figuritas de palillos llamándolos elefantes o caballos; pero eso no los hace ser elefantes o caballos reales. Asimismo, los ignorantes juegan con toda seriedad imaginándose los objetos del mundo como reales, lloran y ríen en el dolor y en el regocijo, florecen y decaen acordes con los altibajos de la vida; pero eso no hace que el mundo objetivo y cambiante (maya jagat) sea menos irreal.

Cuando ustedes están sumidos en el sueño profundo, ¿qué sucede con su felicidad, su tristeza, sus ganancias y sus pérdidas? Ellas no tienen realidad, entonces ¿la tendrán después? En ambos casos son creaciones de su imaginación. El que conoce este secreto siempre se regocijará en la alegría de la compañía de sí mismo, de la contemplación de su propia realidad. Esta es la alegría real y permanente.

¡Escuchen pues, aspirantes! Ustedes, los de naturaleza espiritual, busquen descubrir su propio ser, su realidad; obtengan el conocimiento de que son el Alma misma; regocíjense en el Alma; prueben la Bienaventuranza incomparable, ilimitada, no diluida, del Ser verdadero. Dejen que el tiempo se disuelva en El, porque su forma misma es el tiempo; ésa es la legítima misión del hombre. Así como se enseña en el Vivekachudamani:

"Con el amuleto del conocimiento amarrado al brazo.

Uno puede escapar de la mala influencia de esas pérfidas estrellas llamadas atracciones sensuales".

Pero no debería, por la confianza nacida de la conciencia del conocimiento, darle libertad a los sentidos. Es necesario estar siempre atentos al mundo exterior, y a la vez contemplar constantemente la realidad interna; ésa es una característica de los que conocen la más alta Verdad. Cuando uno está constantemente en ese estado, la Verdad autoiluminada brillará ante el ojo de su mente y desaparecerá el mundo objetivo.

Pero si éste se superpone al Dios indivisible, será tan irreal como lo son las torres y bastiones de una ciudad formada por las nubes. ¿Se puede construir castillos en el aire y vivir en ellos? El éter, por supuesto, es su forma básica; pero por esa razón no pueden erigir una ciudad ahí. Las ciudades que se ven en las nubes son irreales; creaciones sin fundamento producto de la imaginación. En el cielo, del Absoluto Universal sin forma, todo este universo que se superpone es falso; no tiene base: no es más que la conciencia del Absoluto Universal sin dualidad, sin igual y lleno de Bienaventuranza.