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Libros escritos por Sai Baba

20. Profundo en el océano de la paz

El hombre es un manojo de impulsos e intenciones y reduce su innata divinidad y su paz interna soltándole las riendas a éstos. Los impulsos son el combustible, las intenciones el fuego. Este sólo puede apagarse eliminando el combustible, o sea los impulsos. La extinción del fuego significa el logro de la Paz. Sumérjanse en el océano de la Paz y obtengan la invaluable perla de la Bienaventuranza del Alma. Cuando esa oportunidad es aprovechada y realizada, el hombre se convierte en la personificación de la Paz sagrada y radiante. No deben engañarse imaginando que son el origen de la inquietud y la falsedad; sepan que son la encarnación de la Paz, que el Amor es la sangre que fluye por sus venas y que su naturaleza íntima es el júbilo. Comprendan esto mediante la práctica y la experiencia.

Sin Paz es imposible ver la Verdad. Así como los rayos del Sol son necesarios para el nacimiento y la maduración de la fruta, los rayos de la Paz son necesarios para el completo desarrollo del hombre. Sólo entonces podrá madurar en la realización de lo verdadero, lo etéreo, el Bienaventurado Brahman (Dios).

Brahman es un océano sin límites ni profundidad. Ese océano es la base de las inquietas olas; y éstas son la evidencia y el resultado del poder de aquél. Las olas se producen en el océano, sobresalen de él, para volver a caer y disolverse nuevamente. A pesar de que el poder del mar se manifiesta en estos movimientos de ascenso y descenso, el mar es firme e inmóvil. Pero el mundo se interesa más por lo temporal y lo cambiante y piensa que las olas son lo importante. Lo mismo pasa con el aspirante espiritual que está empeñado en alcanzar lo evanescente, no la vivencia permanente y estable del principio único, Brahman. Todos los sentidos e impulsos emergen con fuerza sobresaliente como las olas del mar; rugen con furia, y cesan su pasión turbulenta en las mismas aguas, pero no confieren la paz. La sabiduría consiste en olvidarse de estas olas y dirigir la atención al océano que yace debajo, sin cambios. Nadando felizmente en sus calmas y profundas aguas podrían gozar Shanti.

¿Por qué los habitantes de las profundidades del mar son tan felices? Porque tienen agua cubriéndolos por todas partes. No pueden sobrevivir mucho tiempo fuera de ella; mucho menos cuando han tenido que salir de ahí por la fuerza. Cuando esto pasa, luchan por volver a su elemento, porque su falta les causará la muerte. Lo mismo ocurre con el hombre que está sumergido en Shanti: experimentará la alegría y el regocijo en todas sus formas. Una persona que ha probado esta felicidad no puede tolerar ni siquiera un segundo estar fuera de ella, o sea en el estado de desasosiego; y nunca se apartará de la Paz. Y si fuera forzado a salir de ella, luchará furiosa y desesperadamente por regresar a su atmósfera de Shanti, aunque muera en el intento.

Pero, ¿por qué tal persona pasaría del estado de paz al de inquietud arriesgando su vida al tratar de volver a su condición original? ¿No puede estar en un estado de Bienaventuranza, sumergido en el océano de Shanti permanentemente? Esta persona no tendrá necesidad de flotar en las olas superficiales de los impulsos (vasanas) y las intenciones (sankalpas), buceará y tratará de sumergirse en los niveles más calmados; ésta es su tarea más urgente. Así, no correrá el riesgo de ser sacada de allí y ser llevada a la árida playa.

Esta clase de Paz sagrada y pura es la que derribará las barreras que dividen a los hombres; transformará todos los odios absurdos, los malentendidos, los disgustos y prejuicios que deforman el comportamiento humano. Shanti es la manifestación de la grandeza del Amor; proveerá a todos los que se le subordinen de un poder extraordinario permanente. Shanti pone a Dios al alcance del hombre y al hombre al alcance de Dios.

La práctica espiritual no puede conceder poder más grande. Se trata del mismísimo secreto del principio de la vida en la Creación y es la más alta individualización de la gloria del Alma. La disciplina espiritual es la varita mágica en las manos del devoto, con la cual puede dominar al mundo entero. Además, confiere el nivel más grande de felicidad.