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Libros escritos por Sai Baba

17. Camino de indagación, discriminación, renuncia.

El hombre posee la capacidad y las cualidades para realizar ese poder, o sea, para obtener esa energía. Es trágico que aún después de obtener el nacimiento, las personas no se den cuenta de la realidad eterna ni se esfuercen por comprenderla. Si esta oportunidad se desperdicia, ¿cuándo la podrán aprovechar?

¿Por qué no se interesan en el propósito para el cual han venido? ¿O es que vinieron sólo para vivir como los demás animales... a comer, dormir y buscar placer? Si la respuesta es "No", entonces, ¿para qué más? ¿Podemos decir que el hombre es como el resto de los animales? No, pues tiene tres poderes que no poseen los demás: de razonamiento, de renunciación y de decisión entre lo correcto y lo erróneo. Estos poderes son específicos del hombre, pero, ¿de qué sirve tenerlos si no se aplican en la práctica? Si se usan, entonces es correcto el calificativo de hombre; si no, debe emplearse el de animal.

Los tres poderes arriba mencionados no se deben aplicar sólo en las cosas mundanas, sino también en la búsqueda de la verdad última. Si el discernimiento, la renunciación y la inquisición se llevan a cabo tanto en la alegría como en el sufrimiento, entonces se llegará a la convicción de que todo es irreal y que no se fundamenta en la verdad. Cuando se tenga este conocimiento, el hombre seguramente tomará los caminos de la religión, la práctica espiritual y la indagación que lo conducirán a la verdad. Esa es la tarea a la que debe dedicarse el ser humano.

Bien; la verdad podría hallarse fácilmente si todos simplemente nos preguntáramos: "¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? ¿Cuánto tiempo estaremos aquí?" Estos interrogantes son característicos del discernimiento. Todos los apegos cesarán automáticamente cuando mediante el discernimiento se instale firmemente en el individuo la convicción de que el mundo no es permanente. Y ése es el estado de renunciación o desapego.

Uno se preguntará: "¿Tiene algún valor estar apresado en este mundo irreal?" Es aquí cuando todos los esfuerzos se volcarán hacia el Reino del Señor, y es ésta la decisión sabia que nos llevará a ennoblecer nuestras acciones.

Solamente a través del discernimiento y el desapego el hombre comprenderá quién es en realidad; sin éstos le será imposible saberlo. El Señor ha bendecido al hombre con ellos; se los ha proporcionado con el propósito de que los use para conocerse a sí mismo, de ahí que el hombre sea verdaderamente afortunado. Sin embargo, es una lástima que el hombre haya olvidado su misión ignorando la pregunta ¿de dónde he venido?; cerrando los ojos a su origen y dirigiendo su inteligencia hacia el placer y la creación de bienestar; en suma, desperdiciando sus poderes. ¡Qué tragedia! Si en este nacimiento humano no buscas al Dios Supremo, ¿cuándo lo harás?

Si hoy se desperdicia así,

¿Te ayudará el mañana?

Si el hombre primero entendiera su naturaleza íntima, el resto sería fácilmente comprendido. Entonces sabría dónde está, adónde se dirige y hasta cuándo existirá.

Estos cuatro temas dependen unos de otros. Resolviendo uno, podrá responderse el resto; pero ninguno se puede ignorar. Supongamos que escriben una carta a alguien; sea cual fuere el contenido de la. carta, si no apuntan los datos del remitente y el destinatario, no se le entregará a ninguna persona ni volverá al remitente, o sea no estará aquí ni allá. En cambio, escribiendo ambas direcciones, uno puede incluso predecir cuándo llegará la carta, ¿no es así? ¿Qué hacen ustedes con la carta de su vida? ¿A quién la envían? ¿Adónde la remiten? ¿Cuándo arribará? Ignorando todo esto, sin preocuparte ni siquiera por el tiempo, ¿cómo puedes esperar conocer la realidad?

Como primer paso deben saber su dirección completa. ¿Quién soy? El Atman (el Alma). ¿De dónde vengo? Del Atman. ¿Adónde voy? Al Atman mismo. ¿Cuánto tiempo debo permanecer aquí? Hasta que me una con el Atman.

¿Dónde estoy ahora? En lo irreal, en lo siempre cambiante. ¿En qué forma? Como anatma (no ser). ¿En qué estoy ocupado? En cosas evanescentes. Por lo tanto, ¿qué debo hacer de ahora en adelante? Renunciar a estos tres últimos estados y tratar con los anteriores de entrar en lo eterno, ocuparme en tareas que sean permanentes y disfrutar la Bienaventuranza del Alma. Este debe ser el principal esfuerzo del ser individual, su único objetivo, la aventura más grande del mundo. Las otras actividades son triviales y carecen de sentido; brillan un momento y luego se desvanecen; la Bienaventuranza se realizará si les dan la espalda y observan sabiamente.