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Libros escritos por Sai Baba

11. Tres eras

Las eras de la humanidad, clasificadas de acuerdo con los principios y prácticas del progreso espiritual, tal como las establece la filosofía de la India, son tres:

1) La época de los Vedas, durante la cual se le dio gran importancia al Karma o a los rituales;

2) La era de las Upanishads, cuando la sabiduría fue enfatizada más que otra cosa,

3) La era de los Puranas, cuando la devoción fue proclamada como sendero predominante.

La literatura védica consiste en los Samhithas, los Brahmanas, los Aranyakas y las Upanishads. De estos textos, los tres primeros tratan del Karma y se conocen como los Karmakanda, y los últimos, las Upanishads, conciernen al Jnana, de modo que se las llama Jnanakanda.

Los grupos de Mantras (fórmulas sagradas) en los Vedas Samhithas están llenos de versos que glorifican a Dioses como Indra, Agni, Varuna, Surya y Rudra. Los arios de la antigüedad lograron paz y contento además del cumplimiento de sus deseos gracias a sacrificios y rituales dirigidos a estas deidades por medio de estos Mantras. Los arios tomaron conciencia de que el Principio Absoluto, la Conciencia Universal es Uno, pero sabían también que se manifiesta en forma variada y múltiple, bajo diferentes Nombres y Formas.

En muchas fórmulas védicas se anuncia claramente lo siguiente:

“Hay sólo Uno, aquellos que han conocido la Verdad, la alaban de muchas formas: Agni (la divinidad que representa el principio del fuego que consume todo); Yama (divinidad que controla y limita la vida humana, símbolo de tiempo o muerte, significa renunciar al apego al cuerpo y a los sentidos); Maathariswan (el principio maternal)”.

Ekam Sath vipraah bahudhaa vadanthi Agnim yamam mathariswaana maahuh.

Este Brahman, el Uno sin segundo, ha sido designadO en el Rig Veda (Veda que contiene plegarias a Dios para pedir por la realización de los objetivos de la vida) como Hiranyagarbha, Prajapathi, Viswakarma Y Purusha ( la matriz de oro de la cual surgió toda la Creación en un pasado intemporal, Señor de los pueblos, Varón originador de todas las acciones). El himno Hiranyagarbha (sukta) y el himno Purusha son ejemplos clasicos de esta vision. El modelo de vida de los antiguos arios ha sido designado por el vocablo "Dharma" que significa virtud, moralidad, comportamiento apropiado, regla de vida. Puede llamarse también “sacrificio” (como el simbolizado por Cristo en la cruz. N. del T). Sus disciplinas diarias se caracterizaban por rituales, ofrendas, adoración, alabanzas, entrega y dedicación. Por esa razón sus vidas estaban colmadas de devoción. Aunque la palabra devoción no se emplee como tal en esas escrituras, ¿no encontramos allí la palabra "sraddha" que significa constancia de fe y devoción?

Dice un verso: “Es solamente por medio de la fe constante que se enciende y es alimentada la Llama del Fuego de Sacrificio. Es sólo a través de la devoción que las ofrendas llegan a los Dioses invocados. Alabemos la constancia y la fe firme en las Escrituras, que es la forma más elevada de adoración”.

shraddayagnih samidhanthe sraddhaahuuyathe havih, sraddhaam bhagasya muurdhani–vachasaa Vedayaamasi).

Vean, entonces, qué grande es, en efecto, el poder de la fe inconmovible, devoción y perseverancia.

Las disciplinas simples y espontáneas de la época de los Vedas se volvieron gradualmente más complejas y confusas, debido al crecimiento excesivo de rituales y reglas formales. Con el paso del tiempo llegó a declararse que la virtud consiste en ofrendas y ejercicios espirituales, y que el reino de Dios sólo puede ganarse gracias a la celebración de tales ritos. Pese a que las ofrendas constituyeron en verdad una forma de adoración de los Dioses, el énfasis fue cambiando y los rituales ganaron terreno. “Los Dioses se convirtieron solamente en instrumentos, aquellos que deseaban ganar el Cielo debían celebrar ritos”.

Con el pasar del tiempo alboreó la época de las Upanishads. Las Upanishads descartaron los objetivos materiales, por considerarlos carentes de valor permanente. Los condenaron, calificándolos de inferiores. El Karmakanda (actividades rituales) de los Vedas fue transformado y revaluado en las Upanishads, como vehículo para la liberación del hombre, de la esclavitud de nacimiento y muerte, y corno instrumento que le permite cruzar el océano del Samsara (lo transitorio, el interminable ciclo de nacer y morir). La visión del aspirante de la época de las Upanishads se abre paso a través de este “mundo externo sensorial objetivo” y se centra en el “mundo interior”. Los visionarios de las Upanishads confirman en forma colectiva la naturaleza del Más Alto Principio.

En la profundidad básica de este mundo de nombres y formas (cambiantes) hay una Existencia Única y Eterna. Eso es el Absoluto Universal. El Altísimo puede ser percibido mediante el conocimiento que se adquiere por la constante indagación de la realidad del Yo (jnanayoga).

Por lo tanto

'Trata de captar su naturaleza. Aquél es lo Absoluto".

Esta es la sabiduría del Eterno que enseñan las Upanishads (filosofía Vedanta, la no-dualilad).

Además las Upanishads declaran asi:

"Aunque los Vedas se ocupan principalmente del objetivo humano de obtener el Cielo, suministran al mismo tiempo la formación básica necesaria para alcanzar la Liberación. El logro del Absoluto no depende exclusivamente del conocimiento acerca de Dios y su verdadera naturaleza. Está más allá del alcance de estudios, erudición o conquista intelectual. Solamente puede ser realizado por medio de la adoración”.

Si el erudito con todo el peso de su saber también se sumerge en esa adoración, su vida se verá santificada,sin duda alguna.

Ante tales aspirantes espirituales, Dios se manifestará en Su Real Gloria. Este es el sentido de la siguiente declaración en la Brihadaranya Upanishad acerca de la relación existente entre el alma y el Espíritu Universal (jivi y Paramatma, el individuo y la Conciencia Cósmica)

“El Universal es la más alta meta de lo individual, la mayor riqueza, la más alta elevación y la más profunda alegría”.

Eshosya parama gathih-Eshosya paramaa sampath; Eshosya paramo lokah-Eshosya paramanandah.

En la Taitiriya Upanishad ello ha sido proclamado así:

“La Conciencia Cósmica es la fuente de todo contento, pues es la Personificación de la Dulzura de la más Pura Emoción. Alcanzándola, el individuo puede sumirse en la dicha. Si la Conciencia Cósmica no está brillando en el firmamento del Corazón, ¿quién puede saborear, quién puede vivir? El nutre todo con Bienaventuranza”.

Las semillas de la devoción que se encuentran dispersas en los Vedas, germinan en las Upanishads y se convierten en ramas cubiertas de flores en los Puranas.

Muchos se ven confundidos cuando tratan de definir qué es exactamente devoción, cuál es la naturaleza de la actitud denominada devoción. Nadie puede decir lo que es, o lo que no es. La devoción tiene infinitas facetas. Solamente las almas puras, tiernas, tolerantes, calmas y amorosas, lo mejor de los aspirantes espirituales, los cisnes celestiales (cisnes legendarios, aves de la pureza) que se deleitan en la compañía de devotos del mismo calibre, pueden comprender su pureza y profundidad. Los demás hallarán tan difícil descubrir la devoción en una persona, como descubrir blandura en la roca, frío en el fuego, o dulzura en la planta de quinina. El devoto considera a Dios más caro que su propia vida y también el Señor se vincula a él en la misma medida.

Algunos grandes sabios llegaron a declarar que el devoto es superior incluso a Dios. El agricultor ama las nubes más que al océano, aunque las nubes no hacen más que traer el agua del océano a sus campos. El océano no viene a irrigar directamente sus plantíos. Así es como un gran santo-poeta, Tulsidas describe la relación entre el devoto y el Señor. Las nubes traen la misericordia, el amor, la majestad del Océano y la fragancia de la Atmósfera y los derraman en forma de lluvia sobre todo el territorio. De la misma manera los devotos llevan estas grandes virtudes dondequiera que vayan. Así como se extrae el oro de las minas, estas virtudes también forman parte de la Divinidad del hombre.

Durvasa, el sabio iracundo, llegó un día a la corte del rey Ambarisha para poner a prueba la devoción del monarca. Con este propósito creó un proyectil, impulsado por su ira. Su intención era destruir al rey. Pero la rueda de fuego de Dios, que elimina el temor del corazón de los devotos, pulverizó el proyectil fabricado por el sabio y comenzó a perseguir a Durvasa por todos los confines de la tierra. Este huyó por montes y quebradas, cruzó lagos y ríos, saltó sobre los siete mares, y trató de encontrar refugio en los cielos, pero el enemigo del devoto no podía hallar asilo en parte alguna. Al fin llegó a la Presencia y cayó a los pies del Todopoderoso, exhausto y arrepentido. Dios declaró entonces que El siempre estaba al lado de su devoto, y que nunca abandonaba al devoto que confiaba en Él como su único refugio. “Yo sigo al devoto como el ternero sigue a la vaca, pues él renuncia por Mí a todo lo que los hombres de mentalidad mundana consideran deseable”.

En una oportunidad, Krishna (Avatar de la edad secundaria) le dijo a Uddhava: “Todos los méritos que se logran adquirir por medio del ascetismo, la sabiduría, la renunciación, la religión, la observancia y la peregrinación, los pueden adquirir con mayor facilidad Mis Devotos”. ¡Reflexionen sobre lo grande que es la verdadera devoción! Gracias a ella, incluso un mendigo puede llegar a sobrepasar a un sacerdote. Un sacerdote carente de devoción es inferior a un mendigo que la tiene en abundancia. Esto se explica en los Puranas, ¿no es así? Aquello que se anota en los Vedas como: “Esto no, esto no”, que se declara como fuera del alcance de las palabras, lejos de la capacidad de entendimiento de la mente”, aquello que no se puede alcanzar ni por los sentidos, la mente o el intelecto, esa Entidad puede ser experimentada y captada por personas que se sumergen en meditación. La devoción la trae fácilmente a la conciencia y hace que el devoto se llene de dicha.

El Dios descripto en los Puranas no es solamente lo Absoluto carente de atributos, sin forma, sin cambio y sin división, “Aquello” que tiene que ser experimentado para ser conocido, lo que llamamos personificación de la conciencia, el Origen del Universo. Esa Divinidad es también depositaria de todas las Cualidades Nobles y Atrayentes. El es el Recuerdo y el Refugio de todo lo hermoso y amable. El eleva, da energía y purifica. Lo Absoluto, inmaterial, incalificable, que se percibe en el punto álgido del sendero de la sabiduría, no puede ser concebido, ni captado por el individuo centrado en los sentidos, sin desplegar gran trabajo y esfuerzo. Esta es la razón por la cual los Puranas ponen mayor énfasis en el aspecto manifiesto, corpóreo de Dios que en el Absoluto sin forma.

El aspirante debe dedicarse primero a disciplinas espirituales, relacionadas con el aspecto manifiesto de la Divinidad. Esto le dará capacidad de concentración y más adelante, de acuerdo con la ley de progreso de lo denso hacia lo sutil, puede fundir su mente en lo Absoluto, inmanifiesto e intangible. El espejismo hace que el hombre sediento se aleje del estanque, pero luego vuelve y regresa al lugar donde el agua está a su alcance. Al llegar al estanque está facultado para beber y calmar su sed. (Esto se llama supresión de la forma). De este modo, los que aspiran a liberarse empiezan a desarrollar deseo de venerar a Aquel que no tiene forma y el Señor, que ama a sus devotos, toma las formas que ansían los renunciantes y santos. El les concede de Su Gracia las cuatro metas de la vida humana sin que falte ninguna: virtud, prosperidad, satisfacción de los deseos y liberación.