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Libros escritos por Sai Baba

10. La casa de Dios

El tema siguiente es el de la CASA DE DIOS, la Residencia del Aspecto Concreto, tangible de la Divinidad (llamado Alaya o Mandir), el Templo, Iglesia, Mezquita y las reglas de moralidad que se relacionan con ello. La proliferación de reglamentos ha abrumado e invadido estas instituciones, motivada por el capricho y prejuicio de las diferentes autoridades. Esta profusión de reglas ha alejado a los humanos de la práctica sistemática de la virtud, del conocimiento de Dios y hasta de los rituales apropiados y ha confundido a los devotos por su extensa variedad y su carácter irracional. Se insiste en que se practiquen ciegamente y por ello se ha menoscabado el bienestar del mundo. De hecho son precisamente estos reglamentos y estas formalidades las que motivan los primeros pasos que alejan a los individuos de Dios. Han contribuido a fomentar el ateísmo en gran medida.

Hay que reflexionar profundamente en la función que cumple la casa de Dios. Estos lugares son centros de disciplina donde el aspirante es guiado paso a paso para adquirir paulatinamente la visión de la Verdad. Son escuelas para el entrenamiento del Alma. Son academias para impulsar los estudios de las escrituras. Son institutos de la ciencia suprema, son laboratorios para ensayar los valores de la vida, ellos son hospitales para el tratamiento y la curación, no sólo de "la enfermedad del nacer y el morir", la cual ha persistido en el individuo a través de las edades, sino también de los muchos "desórdenes mentales" más evidentes que afectan a todos los que no conocen el secreto de adquirir Paz (Shanti). Son los gimnasios donde el hombre se reacondiciona y donde recibe tratamiento su fe tambaleante, allí se curan sus convicciones enclenques y su manifiesto egoísmo. Son espejos que reflejan sus normas estéticas y logros.

El propósito del templo es despertar a la Divinidad en la Humanidad, induciendo al hombre a darse cuenta que el marco físico en que reside es la Casa de Dios. Por lo tanto todas las formalidades del templo, los ritos y rituales deben enfatizar y cultivar esa Sabiduría Divina que afirma que el Alma individual no es más que una ola del Océano de Dios.

Las escrituras le enseñan al hombre que todos sus actos y actividades deben llevarlo en última instancia al desapego, pues ésta es la mejor calificación para el desarrollo de la gran sabiduría de lo Absoluto. De las tres vías que conducen a esa percepción, la de la devoción, la de la sabiduría y la del desapego; la primera es la soberana. Las reglas y los rituales son las doncellas de la soberana. La reina trata a sus doncellas con dulce consideración y les concede todos los favores, pero si las ceremonias, que no pasan de ser sirvientas y ayudantes de cámara, ignoran a la soberana, deben ser despedidas sin miramientos. Todas las formalidades y rituales en los templos tienen que servir, por lo tanto, a la glorificación de la soberana que es la devoción a Dios. Esta es la esencia y la sustancia de la Virtud, que debe orientar y gobernar todos los templos, Solamente entonces puede el hombre alcanzar la Meta.

La devoción es lo que mayormente facilita el logro de la bienaventuranza de la unión con lo Absoluto, canalizando hacia el Señor todas las agitaciones mentales, los tentáculos de los sentidos y los impulsos emocionales del ser humano. Es con esta orientación que todos los detalles de la adoración del Señor, ritualizados en los templos, toman forma originalmente. En el templo, todas las ceremonias desde "el despertar al Señor" en la madrugada, hasta "el ponerlo a dormir" entrada la noche, tratan de elevar y promover las tendencias devocionales de la mente. Cada incidente recordado ayuda a sublimar la emoción apropiada en una forma particular, encantadora y sublime. En lo sublime de esa experiencia, el predominio de emociones de inferior calibre se debilita y ellas se ven elevadas a la categoría de adoración y dedicación a la Presencia Omnipotente. Los sentimientos vulgares de la vida ordinaria se van elevando hasta el estado de la adoración y de la dedicación a la Presencia Todopoderosa.

El Señor se encargará de evocar en cada uno la emoción que la persona asocia con El. Si lo concebimos como monstruo, nos aterrorizará en forma de aparición monstruosa. Si lo imaginamos como el Amo de los cinco sentídos, se nos manifestará en esa forma Algunos quieren saber la razón de esto, el porqué de este hecho. La necedad de nuestra época es la causante de este tipo de curiosidad y el motivo de esta duda.

Hoy en día se ha puesto de moda el dar consejos a diestra y siniestra, una costumbre a la que se dedican los que saben y también los que nada saben. No se preocupan por determinar si el consejo impartido es puesto en práctica o ignorado. La gente se yergue en esta actitud de superioridad, dando consejo, con el único fin de sentirse importante y hacer alarde de su excelencia. Los enceguece el orgullo y la soberbia; hay que tenerles lástima, en vez de criticarlos; pues nadie puede dar por sentado que “las cosas son así y sólo así”, al menos en lo que atañe al Señor.

Además, aunque sea posible medir hasta cierto punto la sabiduría y la renunciación, es imposible hacer lo mismo con la devoción. La devoción tiene su medida propia. Ella asume muchas formas de acuerdo con la actitud peculiar del devoto. Algunas personas en la historia (Kamsa, Jarasandha, Sisupala, Hiranyakasipu, etc.) adoptaron una actitud de hostilidad hacia Dios y por ello Dios se manifestó ante ellos como su enemigo, poniendo fin a sus batallas y trayectorias. Si concebimos a Dios como "El Más Amado", como lo hicieran Jayadeva, Gouranga, Tukaram, Randas, Surdas, Radha, Mira y Sakkubai, El se manifiesta como el ser más próximo, cariñoso y derrama sobre el devoto Bienaventuranza. El niño pequeño cree que el sol es similar al punto de Kumkum en la frente de su madre, pero el adulto instruido lo concibe como una esfera de calor y brillo superlativos. Esto demuestra el efecto que la imagen mental tiene sobre el proceso de comprensión. En el caso de la Suprema Divinidad, así como en la del templo, hay que aplicar la misma ley.

Es apropiado por parte del hombre albergar en su corazón un sentimiento exaltado hacia Dios y también hacia la Casa de Dios, o templo. Esta actitud también rinde excelente fruto. Mientras que es natural y apropiado que el hombre imagine a Dios en forma humana, no es apropiado por otra parte imaginar que no es más que un individuo común. Forma parte esencial de la devoción que Dios sea concebido como una Persona fuera de lo común, una Figura de Sublime Esplendor.

El sentimiento que se despierta mediante la adoración y durante ella, debe ser dulce y melodioso y debe transformar imperceptiblemente los deseos y anhelos inferiores del hombre esclavizado a la materia; el culto no debe despertar o inflamar los instintos animales latentes del ser humano. Considérese este ejemplo: el santo y poeta Thyagaraja se olvidó de acostarse en su entusiasmo de hacer dormir a Rama (encarnación de la época terciaria). En este caso uno no debe inferir que Thyagaraja hizo dormir (la imagen de) a Rama meciéndolo en una cuna, sino debe entenderse que Reina (la Realidad manifiesta en forma de Amor) sentó a Thyagaraja en la curta de la devoción y lo meció hasta hacerlo dormir (o hacer que se olvidase del mundo material).

En vez de recordar a vuestro hijo en su cuna, cuando contempláis a vuestro Dios personal, debéis cultivar la actitud de ver a vuestra Divinidad elegida, Cristo, Rama o Krishna en la cuna cada vez que mecen a vuestro hijo. Similarmente, cuando os halláis ante vuestra forma adorada, debéis tratar de instalar a Dios en vuestro corazón, identificándolo como la base de vuestra existencia, conocimiento y dicha. Las ceremonias y los ritos de adoración en templos e iglesias fueron instituidos para fomentar sentimientos de esta índole.

Nunca deben pensar en las duplas Sita-Rama, Radha-Krishna, Lakshmi-Narayana o Parvathi-Parameswara de los santuarios, como esas “desgraciadas parejas que llevan allí una existencia miserable, subsistiendo gracias al alimento que les proporciona el sacerdote y calmando su sed con las bebidas que se les ofrendan”. Los sacerdotes dicen “el Señor está durmiendo” o “el Señor está comiendo” cuando se rehúsan a abrir las puertas hacia el Santuario interior. Esto es algo absurdo. Hay veces en que hasta imponen silencio porque, según dicen, “el Señor está durmiendo y puede que se despierte antes de tiempo con el ruido”. Y en ocasiones como ésta, ni los más fervientes ruegos los hacen cambiar de actitud.

Este tipo de declaraciones puede llevar a falsas conclusiones en la mente humana Generalmente hace que surjan toda clase de interrogantes ridículos, por ejemplo que el Señor pueda estar respondiendo a necesidades fisiológicas cuando está encerrado en su nicho, y ello termina por promover el ateísmo entre los hombres. Tanto los sacerdotes como los descreídos críticos ignoran los verdaderos principios del culto en el templo, y ésta es la razón que determina su baja conducta. Ustedes deberán ser lo suficientemente inteligentes como para evitar estos caminos degradantes del mundo. El templo no debe ser juzgado sobre la base de principios seculares, solamente la Devoción puede ennoblecer y hermosear los sentimientos que arrastran a los humanos por el sendero inferior, el camino de la materialidad y los sentidos.

Hoy en día, debido a los nuevos puntos de vista, los templos se han convertido en objetos de escarnio y burla. Esta es una situación deplorable. Es necesario por lo tanto revelar públicamente el real objetivo del culto en el templo; para elevarlo a la categoría que le corresponde. El templo debe prosperar una vez más.

¡Qué absurdo resulta vivir con la impresión de que el Señor duerme como ustedes cuando se canta una canción de cuna o que El se despierta al igual que ustedes cuando alguien lo llama en voz alta, o que El goza comiendo cuando le llevan alimento como les sucede a ustedes, o que El se va debilitando si no come regularmente como les pasa a ustedes! Siendo que Dios llena todos los resquicios del universo, hasta la más diminuta parte de un átomo, de tal modo que el tiempo no es capaz de alcanzarlo, que Su brillo excede toda imaginación, Su merced excede toda esperanza; el Señor debe ser concebido como la Energía Vital que llena y penetra siempre todo. ¡Qué necedad es limitar a semejante entidad, haciéndolo blanco de la crítica de los cínicos y las falsas teorías de los ignorantes!

¿Es posible acaso limitar a Dios a un horario como puede hacerse con el devoto? ¡Debe considerarse que las dificultades no sobrecogen al devoto siguiendo horario fijo! Entonces, ¿tendría el devoto que esperar hasta que Dios despierte de su sueño para ser socorrido? ¡Oh!, qué gran necedad! El bebé llora y pide leche en cualquier momento y la madre vendrá siempre a su lado para amamantarlo, aunque haya estado durmiendo. Jamás lo rehusara con enojo porque el bebé llora y no la deja dormir Y Dios, que es la Madre Universal, si realmente llegase a dormir, vería su sueño interrumpido al menos un millón de veces.

Todo depende del progreso de vuestras facultades mentales, y ellas deben alcanzar el nivel supremo. Dios es inmanente en todas partes; El es capaz de cualquier acto, Él es el Testigo Universal, no hay nada que El no sepa. Estas verdades deben tomarse en consideración en forma axiomática, como verdades irrefutables, y todos tos rituales, ceremonias y ejercicios espirituales deben ser organizados e interpretados de conformidad con ellas. Ningún sentimiento bajo o vulgar debe contaminar la adoración de Dios, ni ser asociado con su Nombre o Forma. Por lo tanto la devoción más elevada y los ritos capaces de sostener tal devoción son muy esenciales. El decir que se perturbará el sueño del Señor, que no se lo puede interrumpir en sus comidas y que durante esos momentos deben cerrarse las puertas de los templos, es, por decir poco, infantil. No indica percepción amplia ni correcta. Cuando la emoción de la devoción llega a madurar y florecer en toda su plenitud, entonces estos sentimientos bajos y materiales se desvanecen sin dejar rastro.

Un pequeño incidente viene aquí al caso. Una vez en Calcuta en el templo de Kali, construido por Rani Rasmani, el ídolo de Krishna cayó de su pedestal y se le rompió un pie. Muchos de los mayores declararon que las escrituras estipulaban que una estatua quebrada o imperfecta no era apta para la veneración, por lo que Rani Rasmani encomendó la realización de una nueva imagen a varios escultores. El gran santo y sabio Ramakrishna, que oficiaba en el templo, oyó esto y reprochó a la viuda diciendo: “Señora, ¿si tu yerno se rompiese un pie, qué harías? ¿Qué seria lo más apropiado? ¿Vendar el pie y esperar que se cure o descartar al yerno y conseguir otro en su lugar?” Los mayores y los eruditos se sintieron estupefactos; el pie roto de la estatua fue reparado convenientemente, y la imagen fue reinstalada y venerada como antes. De este Incidente puede verse que cuando la devoción se ha purificado y está en ascenso, Dios estará presente en el ídolo, aunque esté roto. Esto es también parte integrante de la virtud, como lo indican las escrituras.

Cuando las puertas del templo están cerradas, las reglas pueden señalar que no deben ser abiertas, pero ello es solamente una directiva de carácter general. Sin embargo, cuando llegan personas como Sankara, Sananda, Jayadeva, Chaithanya, Gouranga, etc., es imposible atenerse a los reglamentos, ¿no es así? El Señor Krishna se desvió en Udipi para darle el Darshan (presencia y bendición del Señor) a Su devoto; el Señor cedió ante la intensidad de la devoción de Nandanar. La razón para cerrar las puertas no tiene conexión con el Señor, éstas son normas que han sido prescritas por las autoridades del templo por razones ajenas a la Divinidad.

Ustedes deben tener normas que no estén en conflicto con las concepciones superiores del devoto. Si los servidores del templo no tuvieran horarios fijos y todo se dejara a su arbitrio y capricho, el templo no podría despertar devoción en la mente del hombre común. Por esa razón se han prescrito horarios para la apertura de templos, y horarios para ceremoniales y rituales. Tales restricciones no se contradicen con el principio básico, porque la finalidad del templo es promover la virtud, desarrollar la cultura interior y la disciplina espiritual.

El comportamiento humano, acciones y actitudes, todo debe subordinarse a la necesidad de crecer en la conciencia de Dios como Presencia Viviente. Ciertas reglas son, sin duda alguna, necesarias, para organizar rituales y ceremonias religiosas. De otro modo las personas comunes no aprenderían nada sobre la constancia, la fe y la disciplina, y no incrementarían su devoción, la responsabilidad de los administradores de templos, iglesias y lugares de culto, al igual que la del público devoto es, sin duda alguna, muy grande. Cada uno de ellos debe estar muy al tanto de los propósitos que sirven los templos y la necesidad de llevar a cabo en su interior las ceremonias para las cuales fueron erigidos. Estas ceremonias afirman la fe e incrementan la devoción más que ninguna cosa. Por lo tanto las puertas de los templos y las iglesias pueden y deben ser abiertas para permitir que los devotos fervientes veneren en su interior. Nadie debe olvidar o ignorar esta realidad: “Los templos existen para el progreso y bienestar del hombre”.