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Libros escritos por Sai Baba

4. El ritual penitencial

EL RITUAL PENITENCIAL

La ceremonia de otorgamiento del nombre (Namakaranam) al príncipe fue un gran deleite para todos los súbditos del reino al igual que para los miembros de la corte y los habitantes del palacio. Sin embargo, Yudishtira, el mayor de los hermanos Pandavas, sintió que debería hacerse algo más; no estaba satisfecho solamente con el jubiloso festival. Reunió una asamblea de filósofos, eruditos, gobernadores y dirigentes esa misma tarde, y le rogó al Señor Krishna que presidiera la reunión y les diera alegría a todos. Los sabios Vyasa y Kripa también asistieron a la asamblea.

Al llegar a la asamblea, Yudishtira se mantuvo en silencio unos instantes frente a los asistentes, después se postró a los pies de Krishna y luego a los del sabio Vyasa. Después se dirigió a los eruditos, gobernadores y dirigentes y les dijo: "Yo fui capaz de vencer a mis enemigos gracias a la ayuda, cooperación y buenos deseos de ustedes y a las bendiciones del Señor mismo, quien en este instante está presente ante nosotros, así como por la ayuda de los ascetas y santos que lo han instalado en sus corazones. A través de esa victoria pudimos recuperar el reino que habíamos perdido. Y una vez más a través de estas bendiciones, la luz de la esperanza ha iluminado los corazones que se habían oscurecido ante la preocupación de que la dinastía no pudiera continuar. El linaje Pandava continuará a través de este príncipe, quien hoy fue llamado Parikshit por el Señor Krishna".

"Aunque todo esto me complace, debo anunciar a ustedes que estoy abrumado por la pena al contemplar el reverso de la medalla; he cometido innumerables pecados al matar a mis propios parientes y amigos y siento que debo hacer una expiación por todo esto, o de otro modo no habrá felicidad para mí, o para mi dinastía o mi pueblo. Esta es la razón por la cual deseo aprovechar esta oportunidad de oír sus consejos al respecto. Entre ustedes hay muchos que han logrado conocer la realidad y alcanzado el Conocimiento de Dios; también tenemos aquí al gran sabio Vyasa. Espero que me sugieran algún rito expiatorio, por el cual pueda librarme de esta colosal montaña de pecados que he acumulado como resultado de esa guerra".

Cuando Yudishtira, con gran humildad y arrepentimiento, expuso este problema, el Señor Krishna le dijo: "Yudishtira, tú eres el famoso sostenedor de la rectitud (dharmaraja) y tú debes conocer el Dharma, tú sabes los intrincados caminos del Dharma, (la acción correcta) de la moralidad, la justicia y la buena y mala conducta. Sin embargo, estoy sorprendido de que estés afligido con esa pena a causa de esa guerra y tu victoria. ¿Acaso no sabes que un guerrero no incurre en ningún pecado cuando mata al enemigo que ha llegado al campo de batalla armado y con intención de matar? Cualquier daño, dolor o pérdida que se cause a un enemigo armado durante la batalla está libre de pecado. El Dharma de un guerrero es tomar su espada y pelear hasta el final, sin pensar en sí mismo, sino en la salvación de su reino. Tú simplemente has cumplido con tu Dharma (deber.) ¿Cómo puede ser pecaminoso el karma que se realiza dentro del Dharma (acción recta con uno mismo y con otros)? No es justo dudar de esto y dar lugar ala desesperación. El pecado no puede tocarte, rodearte o molestarte. ¿Por qué afligirse por calamidades imaginarias y buscar remedios para pecados inexistentes, cuando podías exaltar las excelencias del festival del nombre del príncipe recién nacido? Ten calma y alégrate".

Vyasa se levantó de su asiento y se dirigió al rey de esta manera: "Los actos pecaminosos y dignos de reproche son inevitables en una guerra. No deben ser causa de angustia. La meta central de una batalla debe ser proteger al Dharma (código de conducta) de sus enemigos. Si se mantiene esto en la mente, el pecado no alcanzará a los combatientes. Una herida infectada tiene que ser tratada con un cuchillo; no es pecaminoso hacer la cirugía. Un doctor que conoce la cirugía y que sabiendo cómo salvar a un hombre no lo hace, entonces sí incurre en pecado. De igual manera, si al igual que un cirujano, el guerrero sabe que el enemigo es un generador de injusticias, crueldad, terror y vicios, y estos tumores no son sometidos a la cirugía aun sabiendo que éste es el remedio, el cual no usa porque no le gusta el bisturí, entonces comete un pecado al permanecer inactivo y no usar la espada. Dharmaraja, estás hablando bajo los efectos del engaño. Puedo entender que otras gentes menos sabias se afecten por estas dudas, ¡pero me sorprende que tú estés perturbado por el temor de haber pecado!"

"Si acaso nuestras palabras no te convencen, puedo sugerirte un remedio que también puede quitarte todo el miedo. Algunos reyes en el pasado han recurrido a él después de la conclusión de las guerras, con el fin de limpiar el efecto de los pecados. Me refiero a la ceremonia ritual del caballo (Aswameda). Si lo deseas, también tú puedes efectuar esa ceremonia como un rito de expiación. No existe ninguna objeción para esto, pero créeme, tú eres inocente de cualquier pecado aun sin ninguna expiación. En vista de que tu fe titubea, te sugiero esta ceremonia para tu tranquilidad". Después de expresar todo esto, Vyasa se acomodó de nuevo en su asiento.

Un instante después, todos los ancianos, sabios y gobernantes se levantaron al unísono y aplaudieron este valioso consejo expresado por Vyasa y exclamaron sonoros "Jai, jai", como una forma de demostrar su plena aprobación y gusto. "¡Qué auspicioso! ¡Qué significativo!", volvieron a gritar jubilosamente y bendijeron a Dharmaraja en sus esfuerzos por liberarse de las consecuencias kármicas de la guerra. Sin embargo, éste, todavía agobiado por la pena, no estaba libre del temor. Sus ojos aún estaban húmedos con las lágrimas.

En forma conmovedora se dirigió así a la asamblea: "A pesar de que ustedes afirman mi inocencia, no estoy convencido. Por alguna razón mi mente no logra aceptar sus argumentos. Los reyes que se habían enfrascado en guerras pudieron limpiarse a través de la ceremonia ritual del caballo, pues fueron guerras ordinarias, en la forma usual. Pero en mi caso hay algo muy fuera de lo común. Mis pecados son tres veces más siniestros porque, en primer lugar, maté a parientes y amigos, en segundo lugar porque maté a santos ancianos como Bishma y Drona y en tercer lugar porque aniquilé a muchas cabezas coronadas, ¡Dios! ¡Qué destino el mío! ¡Qué monstruosos han sido mis actos!

Ningún otro rey ha sido culpable de hacer tantas atrocidades, y tendrían que ser celebradas, no una, sino tres ceremonias rituales del caballo (Aswameda) para limpiar tal iniquidad. Sólo así podré tener paz. Solamente en esta forma podrá mi dinastía estar feliz y a salvo, sólo entonces puede ser meritoria y segura la administración de mi reino. Pido que sea aceptado gentilmente por Vyasa y los demás ancianos y sabios".

Mientras Yudisht¡ra hablaba así, las lágrimas escurrían por sus mejillas, sus labios temblaban de dolor, su cuerpo estaba agobiado por el remordimiento. Al ver esto, el corazón de todos los sabios se llenó de ternura y los miembros de la corte se conmovieron de compasión. Incluso Vyasa y Vasudeva se sintieron profundamente impresionados. Muchos de los sabios sin darse cuenta dejaron correr algunas lágrimas. Todos los ahí reunidos estaban mudos ante la impactante escena y reconocieron de inmediato cuán tierno era el corazón de Yudishtira. Sus hermanos Bhima, Arjuna, Nakula y Sahadeva permanecían con las palmas de sus manos juntas en una actitud de humilde reverencia, esperando las palabras de alivio de labios del Señor Krishna, quien se encontraba en el asiento principal.

En ese instante, la asamblea aprobó unánime las tres ceremonias rituales del caballo para mitigar la tristeza de Dharmaraja. Uno de los sabios expresó su opinión ante la asamblea: "Nosotros no vamos a interferir en tus deseos, más aun, los aceptamos de todo corazón. Celebraremos ofrendas apegándonos estrictamente a lo que prescriben los Shastras en todos sus rituales. Porque, más que nada, buscamos la paz de tu mente. Estamos preparados para hacer cualquier cosa que te deje satisfecho". Esto fue expresado por cada uno de los ahí reunidos.

Al oír esto, Dharmaraja dijo: "En verdad estoy lleno de bendiciones", y les agradecíó efusivamente por la cooperación que le prometían. Después se dirigió al lugar en donde estaban sentados Krishna y Vyasa y se postró a sus pies. Tomó en sus manos los pies de Krishna y le suplicó: "Oh Madhusudana (otro nombre de Krishna: quien ha conquistado al ego) ¿no has oído mis oraciones? ¿No has notado mi sufrimiento? Te ruego que nos bendigas con tu divina presencia asistiendo a este sacrificio para que los resultados sean buenos y me salve de esta carga de pecados".

Krishna sonrió, lo levantó por los hombros y le dijo: "Dharmaraja, en verdad responderé a tus ruegos; sin embargo, tú mismo has puesto sobre tus hombros una carga tan pesada como una montaña. Estos sacrificios no son acontecimientos pequeños. Más aun, ¡el que los celebra es el afamado rey Yudishtira! lo que significa que los rituales deben celebrarse en la magnitud que vaya de acuerdo con tu rango. Yo sé que no tienes los medios materiales para hacer frente a esta costosísima empresa. Los reyes obtienen dinero de sus súbditos, no es recomendable efectuar una ofrenda con dinero obtenido de esta forma. Sólo el dinero obtenido en buena forma puede ser usado para estos ritos sagrados, o de otra manera éstos acarrearán males en lugar de beneficios. Tampoco tus subordinados pueden venir en tu ayuda, porque ellos también quedaron muy pobres a causa de esta última guerra. Está claro que no tienen ningún excedente. Estando consciente de todo esto, ¿cómo has aceptado celebrar tres rituales del caballo consecutivos? Me pregunto cómo has tenido tal audacia, a pesar de estas condiciones tan adversas. Además ya lo has anunciado públicamente ante esta gran y distinguida asamblea. No me habías dado previamente ni siquiera una leve insinuación de esta costosa idea, para poder entonces planear algo al respecto. Bueno, no es tan tarde, tendremos que tomar una decisión después de reflexionar un poco sobre esto, no importa si por ello es necesario retardarlos un poco".

Dharmaraja escuchó estas palabras del Señor y rió efusivamente. "Señor, tú estás solamente actuando un drama ante mí; yo sé que nunca he decidido algún acto sin antes razonarlo cuidadosamente, tampoco antes me había preocupado por el dinero o los medios. Teniéndote a ti como nuestro guardián, a ti, que eres la gracia inagotable, ¿cómo podría preocuparme de alguna cosa cuando tengo al kalpataru (árbol de los deseos) en mi propio jardín? ¿Por qué preocuparme entonces en buscar raíces y tubérculos? El Señor Todopoderoso que nos ha estado protegiendo todos estos terribles años, como si fuéramos sus propios ojos, no nos abandonará en estos momentos críticos.

Para ti que puedes convertir enormes montañas en polvo, este pequeño guijarro no es ningún problema. Tú eres mi tesoro, mi riqueza, tú eres mi propio aliento vital. Cualquier cosa que digas no podrá hacerme dudar. Toda mi fuerza, toda mi salud eres tú, solamente tú. Yo pongo todos mis problemas, incluyendo todos los asuntos del reino y la carga de estos tres rituales (yagas) a tus pies. Puedes hacer con ellos lo que gustes. Tú puedes darle valor a mi palabra y llevar a cabo lo que intento, o puedes descartarla y cancelar los rituales. No tengo ninguna preocupación al respecto, estaré igualmente feliz no importa qué cosa hagas; es tu voluntad, no la mía".

Naturalmente, cuando el Señor reside en el corazón no se necesita ninguna petición especial, y así el Señor se enterneció y levantó a Yudishtira ayudándolo a erguirse. "No, sólo hablé en broma para probar tu fe y devoción, deseaba demostrarles a todos estos súbditos tuyos cuán fuerte es tu fe en mí; no necesitas preocuparte de ningún detalle. Tus deseos serán cumplidos. Si sigues mis instrucciones, podrás obtener fácilmente todo el dinero que necesitas para la celebración de los rituales; lo podrás obtener sin atormentar a los gobernadores ni exprimir a tus súbditos".

Dharmaraja se deleitó con estas palabras y exclamó: "Señor, haremos honor a tus mandatos". Entonces Krishna le dijo: "Escuchen: en épocas pasadas, un monarca llamado Marut realizó un ritual (yaga) en una forma a la que nadie había podido acercarse siquiera. Todos los objetos en el salón donde se celebró el ritual y que tenían alguna relación con éste, estaban hechos de oro. ¡Se obsequiaron lingotes de oro a los sacerdotes que oficiaron, se regalaron estatuas de vacas hechas de oro en lugar de vacas vivas y se dieron charolas de oro en lugar de tierras! Los brahmines no fueron capaces de acarrear tantas cosas hasta sus casas y por esta razón sólo llevaron consigo las cantidades que podían levantar y cargar. El resto lo tiraron a lo largo del camino. Estas piezas de oro están ahora disponibles en grandes cantidades para tus rituales, tú puedes recogerlas".

Dharmaraja no estuvo de acuerdo con esto, y expresando sus escrúpulos dijo: "Señor, ese tesoro es propiedad de aquellos a quienes fue dado. ¿Cómo puedo hacer uso de él sin el permiso de sus dueños?" Krishna contestó: "Ellos se deshicieron de él con la plena conciencia de lo que estaban haciendo y de lo que estaban desechando. Actualmente ya no viven. Sus hijos no saben nada acerca de la existencia de este tesoro, el cual está bajo tierra. Recuerda que cualquier tesoro dentro de la tierra que no tiene dueño pertenece al rey de esos dominios. Cuando el rey quiere tomar posesión de él, nadie tiene el derecho de oponerse. Traigan ese tesoro rápidamente y prepárense para la celebración de los rituales (yagas)", ordenó el Señor Krishna.