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Libros escritos por Sai Baba

23. El guardián de la batalla

EL GUARDIAN DE LA BATALLA

Cuando el rey le suplicaba de esta manera, Vyasa le dijo: "¡Oh rey! Tal como lo habían pactado, los Pandavas habían aceptado vivir doce años de exilio en la selva y también completar un año de vida en incógnito. Al final, cuando se presentaron, en la ocasión de! rapto de Kine del reino de Virata, perpetrado por los malvados Kauravas, Duryodhana, el mayor del cruel clan, ese monstruo arguyó que no había transcurrido un año completo de vida en incógnito y que por lo tanto los Pandavas habían roto su promesa, por lo cual tenían que cumplir el castigo de una cláusula pactada y pasar otros doce años de exilio y un año más de vida en incógnito y se mantenía inflexible en esta afirmación".

"Los mayores, Bhishma y otros, afirmaron que los Pandavas habían cumplido escrupulosamente los términos acordados y que no habían revelado su identidad ni su lugar de estancia durante un año completo; también habían permanecido en el exilio por doce años completos. Sin embargo, los Kauravas no aceptaban esta verdad evidente. ¡Y así prepararon el camino para su propia caída y destrucción! No escucharon a nadie ni dieron oídos a algún consejo y juraron que sólo podían resolver esta discrepancia en el campo de batalla.

¿Quién podía hacer algo ante este decreto real? Fue así que ambos bandos se dedicaron a prepararse para la guerra, ¡Duryodhana, el rey investido con la autoridad de soberano, y los Pandavas, que reclamaban desde su exilio! Sin embargo, la verdad y la justicia se aliaron con los exiliados y por esto unos cuantos reyes que estaban motivados por principios morales se unieron a ellos. Los oponentes, en cantidades enormes, se pusieron del lado del monarca gobernante y de esa forma los Kauravas pudieron comandar once akshauhinis, mientras los Pandavas pudieron reunir solamente siete (un akshauhini consiste de 109350 hombres de infantería, 65610 hombres de caballería, 21870 carros con sus arqueros y aurigas y 21870 elefantes con sus respectivos militares)".

"¡Escucha! El carruaje de Arjuna tenía al Señor Krishna, al Gopivallaba, como a su conductor y no sólo eso, El se convirtió en el auriga del destino de los Pandavas. Por lo tanto, los Pandavas no tenían un solo punto débil en su defensa. El constituía toda la fortaleza que necesitaban. Sin embargo, el papel de Arjuna en el gran drama del Señor había tomado ya un inesperado giro que asombró a todos".

"El Señor le ordenó a Arjuna que examinara a los jefes enemigos a quienes tenía que enfrentarse. Desde el carruaje que estaba estacionado entre los ejércitos listos para la batalla, Arjuna pasó rápidamente su vista sobre los héroes ansiosos de enfrentarse a él en el desafio y sus ojos se llenaron de lágrimas en seguida. Después de esto se desplomó en su asiento, decaído y desmoralizado. Esta escena llenó de indignación a los que veían".

"Pero date cuenta que tu abuelo no estaba afligido por el miedo o la cobardía. Había visto frente a él a Bhishma, el venerable abuelo, a quien le encantaba sentar a Arjuna en sus piernas cuando éste era un niño y que se deleitaba mucho al acariciarlo, como si hubiera sido su propio hijo; a su venerable maestro Drona, de quien aprendió todos los secretos de la arquería; su corazón se afligía a causa de esto. `¡Dios! ¿Tengo que pasar también por esta sangrienta guerra contra estas grandes personas, a quienes yo realmente debería venerar con suaves y hermosas flores? ¿Cómo podría disparar flechas contra ellos? ¿Tengo que herir esos pies, en los cuales, en verdad, yo debería colocar respetuosamente mi frente cuando me postrara ante ellos, como es mi deber?' El sentimiento que realmente lo agobiaba era esta emoción de veneración. Esto era lo que realmente lo deprimió tanto y no una emoción de debilidad.

El sentimento del yo y mío se volvió tan intenso en él que se volvió hacia Krishna y le dijo: `¡Krishna! Lleva el carruaje de regreso a Hastinapura, deseo alejarme de todo esto'. Krishna rió burlonamente y le comentó con una ironía apenas disimulada: `Mi querido cuñado, evidentemente parece que tienes miedo de pelear; bueno, te llevaré de regreso a Hastinapura y traeré en tu lugar a tu esposa Draupadi, ella no tiene miedo. Ven, regresemos. No me había dado cuenta de que eras de esta clase de cobarde, pues de otra forma no hubiera aceptado el puesto de conductor contigo. Fue un gran error de mi parte".

"Mientras Krishna decía esto, además de muchos otros comentarios sarcásticos, Arjuna replicó: `¿Piensas que yo, que luché contra el Dios Shiva y obtuve de él el arma Pasu pata, podría titubear ante estos simples mortales? Es el sentido de reverencia y misericordia el que me empuja a desistir de matar a estos parientes, no es el miedo lo que me contiene'. Arjuna habló por un largo tiempo argumentando sobre el tema de los yos y los míos; sin embargo, Krishna no aceptaba sus respuestas y después le explicó los principios básicos de toda actividad y moralidad, y le hizo levantar todas las armas que había tirado. El lo indujo a seguir los dictados de las obligaciones sociales y morales de la casta guerrera a la cual pertenecía".

"Cuando, en medio de la batalla, todos los guerreros Kauravas lanzaban a la vez una ráfaga de flechas en forma simultánea sobre Arjuna, Krishna lo salvaba de esta lluvia, tal como lo hizo antes cuando levantó la colina de! Govardana para salvar a los habitantes y el ganado de Gokula de las torrenciales tormentas que hizo caer sobre ellos el furioso dios Indra. Atrajo todos los proyectiles sobre sí mismo, salvando a Arjuna de las mortíferas armas, pues éste se encontraba sentado detrás de El en el carruaje. La sangre fluía de las heridas de su cuerpo, pero, a pesar de todo, lo interpuso ante las furiosas andanadas de flechas enviadas por el enemigo. Su propósito era proteger a Arjuna de cualquier daño. También había decidido reducir el poder y orgullo de los malvados oponentes y elevar la gloria y reputación de Arjuna.

El no empuñó ninguna arma pero ocasionó la aniquilación de los enemigos y proclamó así ante el mundo la magnificencia de! camino del Dharma, al cual se habían adherido los hermanos Pandavas. Durante la batalla frecuentemente tu abuelo sufría por el papel que el propio Krishna había tomado para sí mismo. '¡Dios mío! ¿Cómo es que te estamos utilizando para este insignificante propósito? ¡A ti, a quien nosotros deberíamos tener instalado en el loto de nuestro corazón, te sentamos ahora en el asiento del auriga! ¡Te hemos reducido al nivel de un sirviente! ¡Hemos rebajado al Señor en una forma tan malvada! ¡Dios! ¡A qué niveles nos hemos rebajado!' Así se lamentaba Arjuna dentro de sí.

Pero había algo que era aun más doloroso que todo lo demás; era un terrible acto que Arjuna tenía que realizar forzosamente una y otra vez. En todas las ocasiones que tuvo que hacerlo, el pobre Arjuna se sentía agobiado por un remordimiento insoportable". Al decir esto Vyasa bajó su cabeza, como si quisiera evitar hablar más al respecto. Esto despertó aun más la curiosidad de Parikshit y entonces inquirió ansiosamente: "Maestro, ¿qué fue exactamente ese daño inevitable que él tuvo que hacer, pese a que era un sacrilegio?".

En ese momento Vyasa le contestó: "¡Oh rey! En el furor de la batalla, cuando el capitán tiene que dar una indicación al hombre que actúa de conductor sobre cuál es la dirección a seguir, no puede esperar ser escuchado; si éste le dijera izquierda o derecha, el ruido sería demasiado fuerte y confuso, por lo que, mientras se está totalmente inmerso en la salvaje excitación del enfrentamiento, para poder acertar sobre el enemigo, él tenía que presionar las sienes con las puntas del pie izquierdo o derecho; con este fin él debía mantener las dos puntas de los pies siempre en contacto con los dos extremos de su frente. Sus señales deben estar a un nivel tan profundo que si el carruaje tenía que ser conducido hacia adelante, ambos ¡es tenían que presionar con igual fuerza. Ese era el acuerdo". "En vista de que tal presión tenía que ser aplicada con los pies que estaban calzados con pesados zapatos, los dos lados de la frente del Señor mostraban diariamente las marcas de los rasguños producidos. Arjuna se maldecía a sí mismo por la enorme vergüenza; él odiaba la simple idea de la guerra y le suplicaba que cesara en ese mismo instante ese perverso juego. Con frecuencia estaba terriblemente acongojado por el sufrimiento de que tuviera que tocar con sus pies la cabeza que los propios santos y ascetas adoraban.

Las palmas de las manos de Krishna, que eran suaves y tersas como pétalos de loto, empezaron a ampollarse por todos lados a causa de las riendas que tenían que ser mantenidas firmemente, ya que los briosos corceles forcejeaban fuertemente cuando les controlaba o se les frenaba. El Señor se olvidaba de alimento o sueño, realizaba tanto trabajos bajos como elevados y mantenía siempre listos y en perfecto estado tanto al carruaje como a los caballos. También se ocupaba de otras varias actividades que eran fundamentales para la victoria. Bañaba a los caballos en el río, les atendía sus heridas y les aplicaba bálsamo para curarlos. ¿Para qué detallar toda esta lista? ¡Actuaba como un sirviente en la casa de tus abuelos! Nunca asumió su papel de Soberano Universal, el cual es realmente su naturaleza y condición. Así de grande era la medida de su afecto por sus devotos". Esto era lo que Vyasa le comentaba al rey.