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Libros escritos por Sai Baba

22. Arjuna pelea contra los dioses

ARJUNA PELEA CONTRA LOS DIOSES

Vyasa prosiguió:"¡Oh rey! Tus abuelos estaban listos para renunciar a todo por Dios si hubiera sido necesario; también estaban preparados aun para pelear con los dioses si se hubiera requerido, porque ellos sólo estarían observando su deber de guerreros cuando pelearan así. Tú debes haber escuchado la historia de tu abuelo luchando contra Shiva y que obtuvo de él el arma divina Pasupata Astra". En ese momento, el rey levantó su cara de improviso y exclamó: "¡Maestro! ¿Qué dices? ¿Que mi abuelo sostuvo una batalla contra Shiva? Nunca había oído nada parecido. Cuéntame eso, sacia mi sed de saber acerca de ese acontecimiento". Parikshit se postró a los pies de Vyasa insistiéndole que le narrara la historia.

Vyasa aclaró su garganta y dijo: "Hijo, ¿cuántas historias más tengo que contarte? La narración completa de las relaciones entre los Pandavas y los dioses no requiere horas ni meses, ¡sino años! Por lo tanto, únicamente porque tú me lo pides te contaré tanto como sea posible dentro del tiempo disponible. ¿Escucha, oh rey! Cuando los Pandavas vivían en la selva, un día Dharmaraja estaba agobiado por la ansiedad. Presentía que sus perversos primos, los Kauravas, no les permitirían descansar en paz aun después de que terminara el período de exilio. Era dudoso que ellos les devolvieran la parte del imperio que les correspondía. Dharmaraja estaba temeroso de que la guerra fuera inevitable y que los grandes arqueros de la época, Bhisma, Drona, Karna y Ashwatama, se pusieran del lado de las hordas Kauravas. Temía que los Pandavas pudieran no ser capaces de vencer a esa galaxia de poder, tenía miedo que al término de la gran guerra salieran derrotados y que los Pandavas tuvieran que pasar todos los años de su vida en esa misma selva". "Cuando Arjuna lo vio sumido en estas preocupaciones, se acercó a él y le suplicó que le diera su permiso y bendiciones para retirarse y lograr armas divinas a través del ascetismo, con las cuales podrían derrotar al enemigo. Dharmaraja le indicó que podía irse a su retiro para complacer a los dioses y a través de la gracia de ellos obtener armas para ganar la guerra.

Arjuna se dirigió al interior de la zona de Gandamadana, la cual era inaccesible aun para los más emprendedores ascetas, y practicó su austeridad para invocar a lndra, el soberano de los dioses. Los cielos estaban asombrados de los rigores de su ascetismo y su tenaz persistencia. Así que Indra se apareció ante él diciéndole: '¡Hijo! Estoy complacido por tus sacrificios, sin embargo, si quieres realizar tus deseos primero gana la gracia de Shiva; entonces yo te llevaré al cielo y te dotaré con todas las armas que el cielo puede otorgar".

"Según los consejos de Indra. Arjuna se sentó a meditar en Shiva a fin de ganar su gracia. Mientras tanto, Shiva decidió efectuar su propia dramatización, te contaré cómo fue esto. Un enorme jabalí, ferozmente irritado, corrió hacia el lugar en donde Arjuna estaba ejecutando sus penitencias, y a pesar de que durante las prácticas ascéticas (tapas) uno debe desistir de dañar a cualquier ser viviente, lo vio y tomó rápidamente su arco y sus flechas cuando el jabalí estaba a punto de embestirlo. En ese preciso instante apareció ante Arjuna un habitante de la selva, armado también con flechas y arco, junto con su esposa. Arjuna estaba admirado de que una mujer acompañara al cazador en esa espesa selva, en donde nadie podía andar seguro. Sin embargo, al observar más detenidamente encontró que había una enorme banda detrás del cazador, formada por hombres y mujeres de feroz apariencia, los cuales gritaban y vociferaban en forma extraña. Arjuna estaba perplejo y sorprendido.

La persona que había aparecido primero, el cazador, con una cara de fiereza y centelleantes ojos rojos le gritó a Arjuna: '¡Hey tú! ¿Quién eres! ¿Por qué has venido a este lugar? No vivirás si disparas una flecha contra ese jabalí, aun si lo haces por error, te lo advierto. Yo lo he perseguido y lo hice correr hasta acá, ¿qué derecho tienes a tomar tu arco y flechas contra él?' Estas palabras que pronunció entraron en el corazón de Arjuna como una ráfaga de flechas y se sintió terriblemente herido, pues un simple cazador lo había insultado.

Se dijo a sí mismo: 'Estas gentes no saben mi nombre ni conocen mi fama, o de otra forma no me hubieran desafiado'. Entonces levantó su arco y lanzó unas flechas hacia el jabalí, en ese mismo instante el cazador disparó otra flecha.

El jabalí rodó muerto por el suelo. El cazador estaba a punto de estallar de furia y empezó alanzarle insultos a Arjuna: '¡Hey tú! ¿No conoces las reglas de la cacería? Yo ya había puesto los ojos en ese animal y lo escogí como la presa de mis flechas, ¿cómo es que te has atrevido a tirarle una flecha? Eres un bárbaro ambicioso'. Sus ojos echaban chispas a causa de su incontrolable ira. Arjuna también se enojó y le gritó en respuesta: '¡Cállate, miserable, o te despacharé al reino de la muerte! Sálvate tú mismo y calla tu lengua suelta; vete por el mismo camino por donde has venido".

"El cazador se irguió ante esa amenaza sin inmutarse y le replicó: 'Quienquiera que seas, no te tengo miedo, podrás tener tres millones de dioses a tu lado, pero yo no me rendiré, ten cuidado, tú eres el intruso. ¿Quién te dio permiso para entrar aquí? ¿Quién eres tú para ordenarme salir? Esta jungla es nuestra, tú eres el ladrón que se ha escurrido adentro y todavía tienes la audacia de decirnos que nos larguemos'.

Al oír esto, Arjuna adivinó que no se trataba de un cazador ordinario y entonces le habló en un tono más calmado: 'El bosque es propiedad de todos, tú has venido a cazar, yo he venido a hacer prácticas ascéticas para congraciarme con Shiva. Yo maté a ese jabalí sólo para salvar mi vida de su furia'. Sin embargo, el cazador no se calmó. 'No me importa a quién adores o a quién quieres complacer; acepta que has hecho algo indebido. ¿Por qué le disparaste al animal que yo estaba persiguiendo? Acéptalo y discúlpate, pide perdón', le insistió. Arjuna perdió toda la paciencia y se dijo a sí mismo: 'La vida de este hombre terminará como la del jabalí, pues no puede ser convencido con palabras suaves".

"Así, seleccionó una aguda flecha y poniéndola en su arco la disparó hacia él, pero, al igual que una espina que choca contra una roca, ésta cayó al suelo rota por el impacto. Arjuna, asombrado, tuvo que lanzarle una flecha con punta de luna creciente, tratando de cortarle la cabeza; sin embargo fue desviada por el cazador con su mano izquierda como si se tratara de una hoja de pasto.

Finalmente Arjuna le arrojó una interminable lluvia de flechas de su funda 'siempre llena' que llevaba al hombro. Estas tampoco tuvieron efecto; Arjuna se sintió desesperado al igual que un hombre privado de todas sus propiedades y de todos sus medios de resistencia. Se sintió impotente y se llenó de furia. Era como un pájaro con las alas cortadas, un tigre al que le hubieran sacado los colmillos y limado las garras, un barco sin velas ni timón.

Hizo un gran esfuerzo tratando de vencer al cazador con el propio arco, pero éste se hizo pedazos ante el impacto. Sorprendido por esto, Arjuna decid¡ó usar sus puños, pues eran las únicas armas que le quedaban. Se preparó para el combate y se lanzó sobre el cazador y luchó furiosamente para lograr la victoria. El cazador recibió este nuevo intento con una sonora carcajada. Empezaron a forcejear para batirse mutuamente con golpes tan terribles que parecía como si dos montañas estuvieran en un mortal conflicto; los pájaros de la selva estaban tan asustados del extraordinario suceso que volaron aterrorizados muy alto hacia el cielo. Los animales que poblaban la jungla permanecieron en el lugar, presenciando lo que sucedía y presintiendo que una gran catástrofe se cernía sobre ellos. La tierra temblaba, incapaz de soportar el peso de la batalla.

A pesar de todo, el cazador no mostraba señales de cansancio, reía con absoluta despreocupación, estaba tan activo como al inicio de la pelea. ¡Arjuna, sin embargo, estaba bañado en sudor, respirando agitadamente, y sus puños estaban hinchados y sangrando! ¡El cazador estaba ileso y sin mostrar los más mínimos efectos. Además, cuando logró agarrar a Arjuna y le dio un ligero apretón, ¡Arjuna vomitó sangre! En ese instante el cazador soltó una cruel carcajada y se jactó ante su esposa con una mirada insinuante: '¿Te das cuenta de eso?"

"Arjuna se tambaleó envuelto en una gran confusión, perdió su espíritu de confianza y murmuró para sí '¡Krishna! ¿Por qué me has humillado de esta forma? ¡Ah! ¿Es esto también una escena de Tu creación? Verdaderamente que este cazador no es un simple mortal. Tal vez Tú mismo has venido en esta forma para castigar mi orgullo. ¡Dios! ¡Ser vencido por un cazador habitante de la selva! ¡No! Esta es una estratagerlia Tuya, Tu juego. Este cazador no es un ser ordinario. ¡Sálvame, pues creo que eres Tú mismo!'.

Al decir esto, se volvió hacia la pareja que estaba ante él, pero no vio al cazador y a su mujer sino a Shiva y su consorte Gauri, la Madre Divina, quienes lo bendecían con una cautivadora sonrisa y las manos levantadas con la palma hacia él en el gesto de saludo, asegurándole que no tenía nada que temer".

"Arjuna se desbordó de regocijo y corrió hacia ellos diciendo: '¡Oh Shankara! ¡Oh Madre Gauri!', y se postró a sus pies. Les rogó para que lo perdonaran por su irreverencia e ignorancia. Gauri y Shankara, que son la personificación de la gracia, lo levantaron de los hombros amorosamente, tomaron su cabeza con la palma de sus manos en forma afectuosa y le dijeron: '¡Hijo! Has obtenido los frutos de tu vida, tú cumpliste con el deber que estabas obligado a realizar. No está mal de ninguna forma. Ahora toma esto como señal de nuestra gracia', y así Arjuna obtuvo de manos del mismísimo Shiva el arma divina, el Pasupata Astra".

"¡Oh Maharaja! ¿Cómo podría alabar la proeza de tu abuelo que combatió contra Shiva, que está armado con un invencible tridente? La fuente de ese valor y osadia residía en la gracia que el Señor Krishna derramó sobre él. Tus abuelos nunca pensaron siquiera en hacer algo sin una orden específica de El. En verdad que en la batalla del Mahabarata les otorgó su gracia a cada momento y en amplia medida sin que se lo pidieran. La profundidad del amor que promovió esa gracia sólo era conocida por ellos mismos. Nadie más podría medirla". Cuando Vyasa hacía estas remembranzas, derramaba lágrimas de alegría por la buena fortuna de los hermanos Pandavas, pero no solamente él estaba así.

La persona que lo escuchaba, Parikshit, estaba incluso más saturado de admiración y agradecimiento. Derramaba lágrimas de alegría, sus labios temblaban y su voz estaba entrecortada por la emoción. No pudo contenerse y exclamó: "¡Ah, qué afortunado soy por haber nacido de esta estirpe! ¡Qué valerosos, devotos e intachables fueron mis abuelos! ¡Imagina mi suerte, pues tengo la fortuna de oír sus historias de los labios de santos benditos como tú! ¡Ah, realmente he sido triplemente bendecido! Cuando escucho las hazañas de mis abuelos y las glorias del Señor Krishna, nunca podría decir que he oído lo suficiente, pues siempre deseo oír más.

Te ruego que me digas cómo participó y protegió a mis abuelos en la batalla el Señor Krishna. Esto será como un manantial de alivio para mi sed, una satisfacción para mi hambre".