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Libros escritos por Sai Baba

21. El episodio de Durvasa

EL EPISODIO DE DURVASA

Vyasa se apresuró a explicar la razón de las risas de Durvasa. "Durvasa, sin embargo, aceptó la súplica de Duryodana y empezó a encaminarse hacia el bosque, diciendo: `Muy bien, así lo haré'. En este ruego había un profundo y siniestro propósito. La razón era la siguiente: Un día, al amanecer, cuando los Pandavas estaban adorando al sol, éste se compadeció de su situación y debido a su inconmensurable gracia les obsequió una vasija cuyo contenido permanecía siempre lleno, sin importar cuánto se tomara de él. Se le llamaba A kshayapatra. Draupadi, como una esposa apegada a su deber, acostumbraba a tomar su comida solamente después de que los cinco hermanos habían comido. La vasija permanecía llena sin importar cuántos se hubieran alimentado, pero una vez que ella terminaba de comer y limpiaba la vasija ésta no podía dar más. De esta forma, diariamente la vasija se llenaba hasta que ella hubiera tomado su alimento. Antes de esto, ella podía alimentar a miles y aun a millones con el mismo recipiente, pero una vez que ella había tomado su ración, ésta perdía el poder durante ese día. Es decir, tenía que haber alguna cantidad de comida en la vasija para que pudiera multiplicarse y usarse un millón de veces. Este era su peculiar poder. Duryodana le pidió a Durvasa que se presentara ante los Pandavas y les pidiera hospitalidad después de que Draupadi ya hubiera tomado su comida, pues él sabía de este impedimento específico".

"Cuando el iracundo asceta buscara comida y los Pandavas fueran incapaces de satisfacerlo a él y a su enorme comitiva, de seguro él invocaría una terrible maldición a causa de los aguijonazos del hambre, con lo cual destruiría a los hermanos para siempre. Así, el complicado problema de vivir con ellos se resolvería y los Kauravas podrían gobernar sobre todo el reino con tranquilidad. Esta era la malvada intención de Duryodana. Pero los Pandavas buscaban apoyo no en algo o alguien en el exterior, sino en el Señor dentro de ellos. ¿Qué podía hacer la maldición de un asceta, por muy poderoso que éste fuera? ¿Cómo podían dañarlos las vilezas de las malvadas mentes de los hombres si el todo protector Señor estaba al lado de ellos? Sus conspiraciones tenían que fallar ignominiosamente. Los perversos Kauravas no se daban cuenta que cuando ellos planeaban algo en una dirección, el Señor disponía lo contrario".

"Durvasa apareció ante los Pandavas con sus diez mil discípulos exactamente en el momento en que Draupadi estaba descansando después de comer y haber lavado el recipiente sagrado y conversaba con sus señores. Dharmaraja vio al asceta dirigirse hacia la cabaña de techo de paja en donde ellos pasaban sus días; se levantó rápidamente y le dio la bienvenida con gran entusiasmo, le lavó los pies, le ofreció flores como reverencia y se postró ante él. Después le dijo lo siguiente: `He realizado mi mayor ambición en esta vida, éste es realmente un día de gran suerte', derramó lágrimas de alegría y permaneció con las palmas de las manos juntas. Sus hermanos y Draupadi permanecieron a su lado después de hacerle reverencias inclinando sus cabezas como homenaje".

"Durvasa estaba visiblemente cansado por el agotador y largo viaje y le dijo con evidente exasperación: `Vamos a ir al río para nuestro baño y ritual del mediodía, tengan lista la comida para mí y mis diez mil seguidores en el momento en que regresemos'. Después de esta advertencia, se dirigió rápidamente hacia el río".

"Cuando llegaron estas palabras a sus oídos, Dharmaraja sintió un choque, y su corazón casi se detuvo. Le preguntó a Draupadi y se enteró que el recipiente había sido cuidadosamente limpiado y puesto en su lugar. Todos ellos se agobiaron por el sufrimiento de lo que podría sucederles. `¡Oh Dios! Hay que alimentar a diez mil gentes, ¿qué nos aguarda este día?' Se lamentaban, absortos en su preocupación, pues para Draupadi, la esposa ideal de un hogar, la oportunidad de atender invitados con comida era siempre bienvenida, pero no a estas horas de la tarde, cuando tantas gentes tenían que ser alimentadas muy pronto en la selva, donde no había provisiones disponibles. Se sentía desesperada. `El personaje que nos visita es el famoso Durvasa, cuyos logros y cualidades son reconocidos en todo el mundo; con una simple mirada puede convertir en cenizas a quienes lo hagan enojar. ¡Dios mío! Qué terrible desgracia les espera a mis señores', reflexionaba temblando de miedo".

"No lograba encontrar alguna solución para alimentar a la horda que había llegado a ella. ¿Quién más podía ayudarla sino el Señor Krishna, el salvador de los buenos? `¡Oh Gopala, salva a mis señores! ¡Protégenos de la destrucción que nos amenaza, muéstranos alguna forma para satisfacer a estos monjes y a este asceta!' Así llamaba a Krishna, con lágrimas en los ojos y la angustia destrozándole el corazón. Le rogaba incesantemente al Señor. No le importaba lo que pudiera sucederle a ella, pero sí le suplicaba que salvara a sus esposos y que su auspiciosidad y su posición matrimonial permanecieran intactas. Lloraba a viva voz con una congoja inconsolable. Los hermanos Pandavas oyeron sus lamentos y sus angustias se duplicaron. Ellos también rogaban a Krishna, su único refugio: 'Oh Nandanandana, Tú nos salvaste de las calamidades planeadas por los Kauravas una tras otra, Tú nos protegiste como los párpados a los ojos, ¿por qué nos has hundido en esta terrible pena ahora? Perdona nuestros pecados y faltas, sálvanos de este terrible peligro, ayúdanos a complacer a este sabio y a su enorme grupo".

"Las oraciones de los Pandavas y las lágrimas de Draupadi ablandaron el corazón de Krishna en Matura, y se dirigió hacia allá. Se escucharon Sus pisadas y los Pandavas que estaban con las cabezas agachadas levantaron los ojos ante la angustia de que Durvasa hubiera regresado del río y vieron a Krishna entrando en su choza, emanando una deslumbrante brillantez con Su sonrisa; Sus vestidos amarillos rozando el suelo. Todos exclamaron: '¡Krishna, Krishna!', y corrieron hacia el Señor. Draupadi oyó esas voces y se apresuró a salir de su recámara, pues sintió que esto podía ser alguna señal de que la gracia de Dios podía ser derramada sobre ellos. Sin embargo, al ver a Krishna, corrió a Sus pies y los humedeció con sus lágrimas: 'Sálvame, salva mi auspiciosidad, satisface al asceta y sus seguidores'. ¡Krishna, el consumado director de este drama universal, pareció no inmutarse ante sus sufrimientos, sino sólo preocuparse de su propio apetito! y le dijo: 'Draupadi, es extraño, pero tengo hambre. Primero satisface mi apetito y después puedes pedirme lo que necesites, dame inmediatamente un poco de comida', y puso la palma de su mano hacia arriba, como si no pudiera esperar".

"Draupadi le dijo: '¡Oh Señor! No hay tiempo para bromas, éste es un momento de prueba para nosotros. Sálvanos, no te rías de nuestras súplicas', y se limpió las lágrimas que le brotaban, con la orilla de su sari. Le imploraba con sus manos extendidas en son de plegaria. Krishna levantó la cara de ella con su mano y le dijo con una suave entonación afirmativa: 'Niña, las lágrimas brotan en los ojos de las mujeres a la menor provocación. Pero, ¿pueden las lágrimas calmar Mi apetito?' Evidentemente Krishna estaba de humor bromista. Draupadi respondió: 'Gopala, Tú eres el segundo que llega a nuestra puerta pidiendo comida, pero si nosotros no te damos lo que nos pides, Tú no nos maldecirás ni nos destruirás. ¡Sin embargo, la otra persona junto con sus diez mil discípulos esperan calmar su hambre con la comida que esperan de nosotros! Todos nosotros seremos reducidos a cenizas, ¿en dónde podremos conseguir un solo grano en esta selva? ¿Cómo puedo satisfacer el hambre de tanta gente en tan poco tiempo, en este desolado lugar?' Ella expresaba de esta forma la razón de la preocupación que los invadía".

"Gopala se rió sonoramente y exclamó: '¡Dices que han venido diez mil invitados, pero Yo no veo a uno solo aquí! No puedo sino reírme de tus palabras. Estás haciendo a un lado al niño de tu regazo para acariciar al niño que está lejos. Primero dame lo que necesita Mi apetito y después puedes pensar en alimentar a la gente que está lejos". "Krishna insistía en que El debería ser atendido primero, actuaba en forma perfecta el papel de una persona hambrienta. Draupadi tuvo que explicar su predicamento: 'Señor el recipiente tuvo una gran variedad de guisos, todos ellos fueron servidos y se terminaron ya; yo tomé ya mi parte. Limpié la sagrada vasija que nos otorgó el sol y la he puesto en su sitio. ¿Cómo puedo satisfacer Tu apetito? Tú eres mi único refugio. Si Tú, que eres el que lo sabe todo, nos causas este sufrimiento, ¿qué podemos decir de los demás?' Draupadi lloraba nuevamente".

"Gopala dijo: 'Bueno, trae aquí ese recipiente. Si obtengo aunque sea una partícula de algo comestible estaré contento'. Así ella fue a traer la vasija y la puso en manos de Krishna. Gopala pasó cuidadosamente sus dedos dentro del recipiente, buscando alguna partícula que pudiera haber escapado al fregado y lavado. El encontró en el cuello de la vasija un fragmento de una hoja cocinada; entonces le comentó: '¡Draupadi, parece que has tenido un platillo de hojas para la comida de hoy!"

"Draupadi estaba sorprendida de que Krishna hubiera podido descubrir un pedacito de hoja en la vasija que ella había fregado y lavado. 'Esto debe ser Tu milagro; cualquier cosa que yo hago, la hago eficientemente. No puedo haberla limpiado tan descuidadamente', y se rió. Cuando ella se aproximó hacia Krishna para ver la hoja que El le había mostrado, Krishna le dijo: 'Mira, encontré esto en tu vasija, esto es suficiente no sólo para satisfacer mi apetito, sino el hambre de todos los seres del universo'. Entonces la puso en su lengua con la punta de su dedo y tragándosela exclamó: '¡Ah, qué bien! ¡Mi hambre ha desaparecido!"

"En ese preciso instante, en el río, Durvasa y sus diez mil discípulos sintieron sus estómagos repletos de comida. Sus apetitos también desaparecieron y experimentaron una dicha extrema, libres de las molestias del hambre que habían sufrido en los minutos previos. Maravillados comentaban entre sí con palabras y gestos diciendo: '¡Nuestros estómagos están tan llenos que ya no hay espacio siquiera para un grano más de arroz! Dharmaraja debe estar esperándonos con un enorme banquete de manjares deliciosos e insistirá en que le hagamos plena justicia a su hospitalidad. Pero, ¿dónde haremos espacio para el festín que ha preparado? ¡En verdad que estamos en un terrible predicamento!' Algunos recordaron entonces el incidente acaecido con su maestro Durvasa cuando maldijo a Ambarisha y sufrió una gran lección a manos de la propia víctima de su imprecación, gracias a que Krishna intervino por ella.

Le explicaron a Durvasa su situación y sus conjeturas. El asceta se dio cuenta de la gracia que había obtenido Dharmaraja, lo bendijo profusamente y se alejó de ese lugar con sus discípulos por otro camino, evitando la vivienda de los hermanos Pandavas".

"Sin embargo, Krishna había enviado a Bhima para que fuera al río y trajera pronto al asceta y a su comitiva para la comida. Cuando Bhima los vio alejándose por otro camino, aceleró su marcha y los discípulos, asustados de sus intenciones, corrieron en dirección a la selva para salvarse. Bhima se interpuso ante Durvasa y le dijo: `Maestro, mi hermano mayor me ordenó encontrarte y llevarte con él porque la comida para todos ustedes está ya lista'. Durvasa se excusó: `Bhima, no podemos comer ni siquiera una fracción de bocado, estamos llenos a reventar. No estamos disgustados de ninguna manera con ustedes. Yo los bendigo para que puedan obtener toda la felicidad. Yo mismo vendré a verlos cuando estén reinando sobre la tierra como soberanos indiscutibles y entonces recibiré su hospitalidad. Aquellos que me enviaron hacia ustedes con motivos siniestros encontrarán su total destrucción'. Deseándoles la mejor de las suertes, Durvasa se alejó".

"¿Te das cuenta, Parikshit, de la devoción y sentido inigualable de entrega de tus abuelos? En forma similar, la gracia que Krishna derramó sobre ellos era insuperable". Cuando Vyasa le revelaba estos incidentes a Parikshit para demostrarle la fe inquebrantable de los Pandavas y la Gracia de Krishna, aquel lo escuchaba atentamente, con su mente afectada alternadamente por el asombro, el respeto y la ansiedad. Cuando Vyasa describía en esta forma el dilema de los Pandavas, Parikshit se agitaba, cuando le describía alguna catástrofe que los amenazaba lloraba conmovido y cuando le narraba algún pasaje exitoso derramaba lágrimas de alegría.