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Libros escritos por Sai Baba

20. La gracia de Krishna sobre Draupadi

LA GRACIA DE KRISHNA SOBRE DRAUPADI

El santo Vyasa continuó: "Escucha, oh rey, Draupadi estaba embargada por la sorpresa cuando experimentó la gracia de Krishna, quien le concedió el deseo de proteger su honor a través de una interminable espiral de tela. Derramó abundantes lágrimas de gratitud, exclamando en éxtasis: '¡Krishna, Krishna!', con tal intensidad y fuerza, que todos los que estaban presentes en el salón de audiencias se llenaron de temor. El brillante esplendor de su cara los hizo pensar en que ella podía ser la verdadera diosa (Shakti) que energiza el universo".

"En ese momento Krishna se manifestó en su forma concreta ante tu abuela Draupadi y le dijo: 'Hermana, ¿por qué admites esos problemas en tu mente? He nacido con el propósito expreso de destruir a estos malvados hombres cegados por el orgullo. Yo cuidaré que la gloria y fama de los Pandavas sea admirada y encumbrada por este mundo durante generaciones futuras, tranquilízate".

"Al oír esto se dejó caer a los pies del Señor Krishna, mojándolos con las lágrimas oscurecidas por el colirio de sus ojos. Sus largos, lacios y espesos cabellos sueltos por las perversas manos caían sobre Sus pies cubriéndolos totalmente. Después ella rodó por el piso junto a Sus pies".

"Su furiosa alegría e iracunda excitación dejó estupefactos a los miembros de la corte, militares y otras gentes presentes. Krishna la levantó y colocándole la mano sobre su cabeza la bendijo así: '¡Levántate! Vuelve a trenzar tu pelo, espera pacientemente los sucesos que pasarán en los días venideros y le suplicaba : Ve y reúnete con tus compañeros en las habitaciones interiores". "Al oír estas palabras, Draupadi empezó a incorporarse como una cobra que levanta su capuchón. Sus ojos brillaron a través de la cortina de cabellos que cubrían su cara; sus miradas eran como rayos que centelleaban entre las nubes.

Se irguió en el centro del salón mirando hacia Krishna y dándole una intención deliberada a sus palabras pronunció lo siguiente: '¡Krishna! La tela que se ha roto sólo puede ser remendada, las tiras no pueden ser juntadas de otra forma. Una esposa virtuosa sólo puede ser dada una sola vez. La leche convertida en yogurt no puede ser reformada a su pureza original. Los colmillos del elefante no pueden ser reimplantados en su trompa después de que han sido extraídos. Las trenzas de Draupadi que han sido desatadas por las sucias manos de estos ruines hombres no pueden ser nunca trenzadas otra vez, como en un principio, como símbolo de la felicidad de una esposa'. En ese instante todos estaban sentados en silencio con sus cabezas agachadas por la vergüenza".

"Krishna rompió el silencio: 'Entonces, ¿cuándo volverás a usar tu cabello como antes? Hermana, esos cabellos sueltos te hacen ver realmente espeluznante'. En ese instante la heroica reina rugió como una leona! '¡Señor! ¡Por favor escucha! El día en que la cabeza de este corrupto y ruin que se atrevió a tocar este lugar sea destrozada y su cadáver sea devorado por las zorras y los perros y su esposa enviudada tenga que destrenzar sus cabellos y llorar con interminable sufrimiento, entonces, en ese día yo me trenzaré este cabello y no antes'. Al oír esto, los ancianos y mayores que estaban en el salón se alarmaron de sus terribles consecuencias; se cubrieron los oídos para no oír más y le suplicaban: 'Perdón, paz, tranquilízate', pues ellos sabían cuán catastrófica era la maldición de una mujer virtuosa. El corazón de Dritarashtra, el viejo y ciego padre de los malvados que la ofendieron, estaba a punto del colapso a causa del miedo; sus hijos trataron de poner caras de valentía, pero por dentro se estaban desmoronando por un torbellino de pánico. Una oleada de terror cundió en los que estaban presentes, pues sabían que las palabras de ella tenían que realizarse; la maldad tenía que ser vengada a través del castigo que ella había pronunciado".

"Para reforzar estos temores Krishna dijo también: '¡Oh Draupadi! Esto sucederá como tú dices; algún día Yo destruiré a estos perversos hombres que le han causado tanta aflicción a tus esposos. Las palabras que has pronunciado ahora tienen que volverse una realidad, porque tú no has manchado tu lengua con falsedad ni siquiera en broma desde el momento en que naciste. Tu voz es la voz de la verdad y a pesar de todo la verdad triunfará".

"Esta fue la afirmación que el Señor le hizo a tu abuela. Los Kauravas fueron aniquilados y la rectitud de los Pandavas fue reivindicada ante el mundo. Donde está el Dharma, allí está el Señor, donde está el Señor, allí está la victoria; este sagrado axioma fue enseñado al mundo por medio de esta tragedia.

¿Te das cuenta cuán grandes eran tus abuelos para merecer esta continua lluvia de gracia del Señor Krishna? Su adhesión al Dharma (el deber del hombre) y su inquebrantable fidelidad a la Verdad les ganaron esa gracia. Aunque alguien puede celebrar complicados y costosos sacrificios y ofrendas, si solamente se apega al camino del Dharma (el camino a una vida más elevada) y a la Verdad, puede cruzar el océano del cambio y el dolor y alcanzar la orilla de la Liberación. ¿O de qué otra forma pudieron haberse salvado tus abuelos cuando el aterrorizante asceta Durvasa fue a la selva a reducirlos a cenizas tal como lo habían planeado Duryodana y sus secuaces? El pobre de Durvasa tuvo que aprender que la gracia de Dios es más efectiva que los logros de años de ascetismo y penitencias. Aquel que había sido enviado a destruirlos volvió con una profunda admiración hacia sus pretendidas víctimas".

En los momentos en que Vyasa se expresaba orgullosamente de la devoción de los Pandavas hacia el Señor, Parikshit levantó su cabeza con admiración y le preguntó: "¿Qué dices? ¿Durvasa fue vencido por mis abuelos? ¡Ah! Qué afortunado soy de haber nacido en la dinastía que probó ser superior incluso a ese gran sabio y asceta. Maestro, cuéntame, ¿cómo sucedió esto? ¿Por qué Durvasa se dirigió hacia ellos y cuál fue el resultado?"

"¡Escucha, oh Maharaja! exclamó Vyasa y continuó: Tus abuelos estaban exiliados en la selva, pero fueron capaces de pasar felizmente sus días en ese lugar, con la fama de su hospitalidad sin par, gracias a los favores del Señor Krishna. Ellos sentían que la jungla estaba más llena de gozo que Hastinapura, de donde se les había expulsado. Los corazones de las grandes gentes estarán llenos de gusto divino y ecuanimidad, los cuales no se verán afectados por los altibajos de la fortuna. Una flor llena de fragancia complacerá siempre en igual forma con su cautivador perfume, ya sea que alguien la sostenga en la mano izquierda o en la derecha, ya sea en el cielo o en el bosque, en un pueblo o en la ciudad, en las alturas o en el valle. El que es grande estará igualmente feliz. Tus abuelos no conocían los cambios, tal como lo demostraron durante sus vidas.

¡Cuando los buenos son felices y viven en paz, los malos no los pueden tolerar y desarrollan un intenso dolor de cabeza! ¡Los malos tienen que contemplar la pérdida y las dificultades que los buenos sufren para poder estar felices! Las pérdidas sufridas por los buenos son las victorias en las mentes ruines. La dulzura del cucú es amarga para el oído del cuervo; en forma similar la vida feliz e imperturbable de los Pandavas producía un gran malestar a los Kauravas".

"Pero ¿qué más podían hacerles? Les habían causado tantos problemas como habían podido, habían abusado de ellos en todas las formas que fueron capaces; finalmente, lograron exiliarlos de su propio reino y los mandaron a la selva con los estómagos vacíos.

¡Estómagos vacíos! Sí, eso era lo que ellos se imaginaban, pero la realidad era diferente, pues sus mentes estaban plenas y saturadas con el Señor Krishna. Luchar en contra de tales personas llenas de Dios era sólo una lucha sin posibilidades. Es por esto que los Kauravas tomaron los bienes materiales de ellos y enviaron sus cuerpos sanos y salvos fuera del reino. Después del juego de dados les arrebataron todas las propiedades y posesiones. Los Kauravas intentaron las peores cosas para poder crear disensiones entre los hermanos y difundieron abominables calumnias que afectaban a uno o a otro. Sin embargo, los hermanos se apegaban a la verdad y la respetaban, por lo tanto nada podía separarlos. El hecho de que nada podía mellar la felicidad de los Pandavas consumía a los Kauravas como el fuego a un bosque".

"En un momento de desesperación, Durvasa, que era verdaderamente la encarnación de la ira, llegó a Hastinapura con sus diez mil discípulos con la intención de pasar un tiempo de retiro de cuatro meses en la ciudad real. Los Kauravas conocían muy bien los poderes yóguicos de Durvasa, al igual que sus debilidades y extravagancias, por lo cual lo invitaron a estar en el palacio y lo colmaron de comodidades, al igual que a sus seguidores durante los cuatro meses de su estancia. Planearon utilizar a ese asceta para sus malvados planes y fue por eso que derramaron un extraordinario entusiasmo para proveer todo lo que él y cada uno de los integrantes de su enorme séquito querían. Se aseguraron de que Durvasa no encontrara ninguna cosa que pudiera decepcionarlo, molestarlo, perturbarlo. Durante cuatro meses lo sirvieron con un afán frenético. Cuando el asceta tenía sus arranques de ira, ellos bajaban sus cabezas y con las palmas de las manos juntas calmaban todo el fuego que caía sobre ellos. De esta forma calmaban y tenían contento al sabio".

"Un día, cuando Durvasa estaba descansando después de una deliciosa comida, Duryodana se aproximó a su cama y se sentó respetuosamente a su lado. El asceta le habló así: '¡Ah rey! Tus servicios me han complacido mucho, pídeme algún don, no importa cuán valioso o difícil sea, yo te lo concederé'. Duryodana estaba listo para pedir el deseo que quería de Durvasa. Estaba feliz de que el momento de pedirlo hubiera llegado. Fingió gran humildad cuando él le aseguró que se lo podía conceder. 'Maestro, el que tú estés satisfecho por nuestro servicio es en sí tan valioso como un millón de obsequios. Esa expresión de aprecio es suficiente para mí. ¿Para qué querría riquezas o fama? Aun si adquiriera la soberanía sobre los tres mundos, no podría encontrar gozo con esa autoridad. Siento pesar porque mientras yo pude servirte a lo largo de cuatro meses, mis primos, los Pandavas, no estuvieron aquí conmigo. Permite que ellos también se salven rindiéndote este único servicio. Este es mi deseo. Por favor, visita también su casa de veraneo con todos tus discípulos y dales también a ellos esta oportunidad. Mi primo mayor, Dharmaraja, es un adepto tal del Dharma que, a pesar de nuestras protestas y ruegos, prefirió irse al bosque antes que faltar a su palabra. He oído que aun allá está dan do una magnífica hospitalidad a millones de visitantes e invitados. Allá él te puede servir banquetes con comidas más lujosas y especiales. Si tienes en mente verter tu gracia sobre mí, te pediré sólo un favor: cuando vayas con los Pandavas, ve después de que Draupadi haya tomado sus alimentos'. Al decir estas palabras Duryodana se postró a los pies de Durvasa para congraciarse aun más con él. El asceta comprendió la estratagema y se echó a reír".