.



 

Libros escritos por Sai Baba

16. Reverencia por Krishna

REVERENCIA POR KRISHNA

En cualquier ocasión que el Maharaja Parikshit se paseaba por alguna región, los regentes y reyes de esa área lo recibían en forma entusiasta, con los honores militares y civiles apropíados y le manifestaban estar siempre listos a rendirle un servicio leal, cualquiera que fuera la naturaleza del servicio que él les pidiera hacer. Parikshit les respondía que él no tenía necesidad de sus servicios y que esperaba de ellos solamente la promoción de la felicidad y prosperidad de las gentes confiadas a su cuidado y protección. Les aconsejaba dedicar especial atención al cuidado y protección de los brahmines y mujeres, salvaguardándolos de todo daño. También los exhortaba a fomentar la adoración de Dios a lo largo de sus dominios. Esas eran las únicas peticiones para quienes eran sus reyes tributarios.

En algunas regiones importantes de su imperio, la gente lo entretenía con las canciones típicas que describían la fama y proezas de sus antecesores, las cuales describían las excelencias y actividades de los hermanos Pandavas. Las canciones alababan la misericordia y gracia que el Señor Krishna derramó sobre los Pandavas y la devoción y fe con que aquellos adoraban a Krishna en todas las ocasiones. También ejecutaron actuaciones de obras regionales, en donde se representaban los papeles de los Pandavas y los Kauravas con Krishna en medio de ellos, revelando la historia que él había planeado con estos instrumentos.

Cuando Parikshit oía estas canciones y veía estas obras, las lágrimas rodaban por sus mejillas a pesar de los esfuerzos por controlar sus emociones. Todos los ministros, narradores, actores y escenógrafos descubrieron que su emperador estaba fascinado por las obras y canciones que tenían estos temas, por eso abandonaron el material de otras representaciones y concentraron su atención en la historia de la dinastía de Parikshit y la invencible gracia con la cual Krishna la salvó en cada ocasión. El emperador escuchaba respetuosamente y permanecía sentado a lo largo de las obras con gran devoción; su gratitud se manifestaba también en otras formas. Se ponía extremadamente feliz y corroboraba con sus ministros y mayores que los cuentos e historias fueran completamente ciertos. Con todo esto, su fe y devoción crecían y buscaba cada vez más frecuentemente tener estas oportunidades y gozaba de éstas cada vez más. Trataba a los actores y músicos con intenso afecto y los honraba con generosos premios.

Cuando se esparcieron las noticias de que Parikshit se deleitaba al escuchar canciones acerca de sus abuelos, de sus ancestros y Krishna, aquellos que tenían alguna experiencia personal de ellos se reunían alrededor de él en cualquier lugar que estuviera. Estaban ansiosos de ver a un rey que estaba tan lleno de devoción. Un día, cuando regresaba de Matura, entre la gente que estaba parada a la orilla del camino para poder ver al emperador había un viejo brahmín. El Maharaja no tardó en darse cuenta de él. Se aproximó hacia él y le preguntó amorosamente acerca de su bienestar. El brahmín le dijo: "¡Maharaja! Hace algunos años, cuando tu gran abuelo Dharmaraja celebró la ceremonia ritual del caballo en la divina presencia de Krishna, yo oficié como un sacerdote principal para conducir los rituales. En esa ocasión Krishna se aproximó a mí y me preguntó amorosamente acerca de mi salud y fortuna, con tanto afecto como el que ahora tú me muestras. Tus palabras traen a mi memoria aquellas frases". El resto de las palabras del brahmín se confundieron con sus sollozos y lágrimas. En ese momento Parikshit exclamó: "¡Oh, qué afortunado eres! ¡Y que el Señor le haya hablado durante el acto del sacrificio!" Se quitó la capa que tenía sobre los hombros y la colocó doblada sobre el suelo; después le suplicó al anciano que se sentara sobre ella cómodamente y que le relatara más acerca de sus experiencias con el Señor en ese sacrificio y en otros lugares.

Hablando débilmente le dijo: "Mi corazón está destrozado en pedazos a causa del sufrimiento insoportable por el error que cometí ese día". El anciano lloraba y el Maharaja le preguntó: "Maestro, ¿cuál fue el error? Si puede ser revelado, me gustaría saberlo". Sostuvo las manos del anciano, juntándolas entre sí, rogándole que le revelara esto.

El brahmín contestó: "Ese día, todos los que fuimos iniciados en la sagrada orden de sacerdotes para la ceremonia ritual nos pusimos las sagradas vestiduras que nos obsequiaron y entramos al recinto santificado. Entonces el Señor Krishna, que estaba sentado en un trono dorado delante de una charola de oro, vertió agua de un recipiente de oro en... No, no puedo proseguir... no tengo palabras..." El viejo lloraba y sollozaba sin poder continuar con su narración.

Este repentino corte en la historia, justamente cuando había llegado a su punto culminante, solamente intensificó la curiosidad del emperador. Y le suplicó así: "Maestro, ¿qué sucedió? Dime, por favor". El brahmín se dio ánimo para continuar: "¡Oh rey! ¿Qué puedo decirte? A nosotros, los sacerdotes principales se nos pidió ponerlos pies en esa charola de oro y el Señor lavó los pies de cada uno de nosotros; más tarde, nos secó los pies con una tela que tenía en el hombro y roció el agua de nuestros pies en su cabeza. Como yo era el jefe entre ellos, me consultaba acerca de todos los detalles del ritual. Finalmente, el día de las ofrendas de despedida en el fuego ceremonia(, nos otorgó una visión suya con su rueda, su caracola y su maza en Sus Divinas manos y esa visión nos liberó de todos los apegos para siempre. Ahora que ese compadecido Señor está lejos de nosotros, yo siento que verte es como probar unas pocas gotas de agua para un pobre hombre muriéndose de sed en el ardiente sol del desierto".

El brahmín concluyó su historia y sosteniendo las manos de Parikshit puso sobre la cabeza del rey unos cuantos granos del arroz santificado que traía consigo atado en nudo en una esquina de su dhoti (vestimenta india que consta de una tira de tela hasta de cinco metros de longitud y que se usa como faldón atado a la cintura). Parikshit se dio cuenta de sus bendiciones y exclamó: "Maestro, en verdad soy afortunado. Aunque no pude ver al Señor Krishna en persona, hoy he tenido la buena fortuna de conocer los pies que él reverenció", y al decir esto se postró a los pies del viejo brahmín. Llamó a los ministros que estaban a su lado y les dio instrucciones para que acomodaran al brahmín en un palanquín y lo llevaran a su hogar. También le obsequió una gran cantidad de valiosos regalos y joyas.