|
14. 29/05/00 Mi vida es mi mensaje | 29 de Mayo de 2000
 ***************************************************
Hoy, Swami hablará sobre la infancia de este cuerpo. La infancia es la infancia, pero el significado de la infancia de este cuerpo en particular no es fácilmente comprensible para los estudiantes. Por eso, Swami hablará sobre este tema esta mañana.
Kondama Raju [el abuelo de Swami] tuvo cuatro hijos. El mayor se llamaba Pedda Venkama Raju. El segundo hijo se llamó Chinna Venkama Raju. El tercero se llamó Venkata Subba Raju, mientras que el cuarto llevaba el nombre de Venkata Rama Raju. Como Venkavadhoota fue su preceptor, a Kondama Raju le gustaba mucho el nombre «Venka»; por eso todos sus hijos tenían «Venka» mezclado en sus nombres.
Con el tiempo, todos estos hijos se casaron, pero siendo pobres, las cuatro familias tuvieron que compartir la misma pequeña choza. La choza no tenía un techo de tejas, sino solo uno de paja. Con el paso del tiempo, nacieron hijos en las cuatro familias. Chinna Venkama Raju tuvo doce hijos; Pedda Venkama Raju tuvo ocho; Subba Raju tuvo nueve, mientras que Venkata Rama Raju tuvo once. ¡Había suficientes niños para llenar una pequeña escuela primaria! (Fuertes risas) En aquellos días, la gente sabía cómo vivir unida, adaptarse, llevarse bien y ayudarse mutuamente. Para los hijos, Kondama Raju era el padre, pero para sus nueras no era un pariente de sangre. Así, debido a las nueras, comenzaron a surgir lentamente diferencias de opinión. Al notar esto, Kondama Raju se dio cuenta de que ya no era posible mantener la familia unida, que debía dividirse y que cada hijo tendría que asumir su responsabilidad por separado. La familia tenía poco menos de una hectárea de tierra; eran así de pobres. Kondama Raju dividió esta tierra equitativamente entre los cuatro hijos, de modo que cada uno recibió solo 2.000 metros cuadrados. También dividió la casa ancestral en cuatro partes, de tres metros por dos y medio cada una, y dio una porción a cada hijo para que viviera con su familia. Esto puede parecer pequeño, pero según los estándares de las aldeas de entonces, era un espacio suficiente.
Tras esta división, Kondama Raju no tenía lugar propio en la casa original. Así que se trasladó a una pequeña parcela de dos metros y medio por dos y medio, y construyó allí una choza para él. Los cuatro hijos le dijeron: —Padre, ¿por qué tienes que vivir solo? Eres mayor. Por favor, quédate con cada uno de nosotros por turnos y pasa tus días restantes de esta manera. Él respondió: —No deseo vivir con mis hijos y nueras. Quiero vivir de manera independiente, manteniéndome con una pequeña tienda. Era una tienda de provisiones que cubría necesidades básicas como legumbres, arroz inflado, algunos comestibles, cocos, etc. La tienda era muy pequeña, no más grande que esta mesa [en este punto, Swami señaló la mesa frente a él]. Sin embargo, para el pueblo, esta tienda era lo suficientemente grande. Cuando Kondama Raju declaró que manejaría una pequeña tienda y se sostendría por sí mismo, Pedda Venkama Raju dijo: —Pero, ¿quién cocinará para ti, cuidará de ti, atenderá tus necesidades, etc.? Creemos que sería bueno que tuvieras a alguien a tu lado. Kondama Raju pensó en el asunto durante un tiempo. ¿A quién debería llevar consigo? En ese momento, este cuerpo tenía unos siete años de edad. Kondama dijo: —Venka (así llamaba a su hijo mayor), no pienses de otra manera; me gustaría que Sathyam viva conmigo. Él es mi única propiedad. Todos dijeron: —¡Pero Sathyam es muy joven! ¿Cómo puede cocinar para ti? Contrataremos a un cocinero. Kondama respondió con gran énfasis: —No quiero a nadie más que a Sathyam. Si Sathyam está a mi lado, no se necesita a nadie más.
En ese momento, Sathyam tenía solo un par de pantalones cortos y una camisa. Tenía que arreglárselas con ellos durante todo un año. Los pantalones cortos y la camisa se usaban para ir a la escuela; en casa, Swami usaba un pequeño dhoti. La vida era muy sencilla entonces. Después de avanzar al cuarto grado, fue necesario ir a la escuela en Bukkapatnam, ya que la escuela en Puttaparthi no ofrecía estudios más allá del tercer grado. Había que ir a Bukkapatnam caminando. Había otros chicos en el pueblo que estudiaban allí, y Swami iba con ellos.
Temprano en la mañana, Swami preparaba un alimento de mijo: dos bolas, una para el abuelo y otra para él mismo; también un chutney de maní para acompañar. Después de esto, Swami corría a la escuela. Una vez a la semana, preparaba un dal [una preparación tipo sopa, hecha de legumbres], mezclado con espinaca. No había recipientes de metal, solo ollas de barro. Tras cocinar apresuradamente, Swami corría a la escuela. Al mediodía había un descanso; tan pronto como sonaba la campana, Swami regresaba corriendo a casa. La distancia a recorrer era de unos cuatro kilómetros y medio. Todos los chicos hacían esto, y Swami hacía lo mismo. Al llegar a casa, Swami servía la comida al abuelo. Lavaba la ropa, preparaba comida para la noche y luego comía. Después de esto, una larga carrera de regreso a la escuela. Así transcurrió la vida durante algunos años.
Kondama Raju estaba bastante molesto por todo esto. Pensó: «No hay nadie que ayude a Raju». Un domingo preguntó: —Sathyam, ¿te estoy causando muchas molestias?. Swami respondió: —Abuelo, si no trabajo duro ahora, ¿cuándo entonces? ¡Empieza temprano, avanza despacio y llega a salvo! ¡Este es un trabajo que debo hacer con placer! Mientras tenga fuerza en el cuerpo y la mente, estoy dispuesto a realizar cualquier cantidad de trabajo. El abuelo quedó inmensamente complacido con esta respuesta. Así fue la manera amorosa en que pasábamos tiempo juntos. A veces, por las tardes, Swami preparaba rasam. El maravilloso aroma de la preparación se esparcía por todas partes, atrayendo la atención de la gente que vivía en el vecindario. Eran en su mayoría tribales, llamados Valmikulu o Boyavallu. Estas personas se preguntaban: «¿De dónde viene este agradable aroma? ¿Qué se está cocinando? Raju es demasiado joven para preparar tales cosas y Kondama Raju es demasiado viejo para cocinar. ¿Quién más podría ser?».
Un día, uno de los tribales que había descubierto el secreto llegó a la choza, envuelto en una manta. Estaba temblando y sufría de fiebre. Dijo: —Estoy oliendo algo bueno que se está preparando aquí. Por favor, dame un poco. Kondama Raju era una persona muy compasiva. Llamó a Swami a su lado y le susurró al oído; no quería que todos lo supieran. Kondama Raju dijo: —Pobre hombre, está ansioso por probar el rasam que has preparado. Dale un poco. Swami le dio a esa persona algo de rasam. Al día siguiente, su fiebre había desaparecido. La noticia se extendió rápidamente y, desde entonces, todos en el vecindario comenzaron a venir en busca de rasam, trayendo vasos de aluminio; ¡y por ellos, Swami tenía que hacer extra! Preparaba rasam en una olla grande. Mientras tanto, los vasos se alineaban, y Swami vertía rasam en ellos uno por uno. Gracias al rasam, las enfermedades desaparecieron del pueblo y todos estaban felices. Con el tiempo, esta noticia llegó a la otra calle, donde vivían Pedda Venkama Raju y Chinna Venkama Raju; ¡pronto, la gente de allí también comenzó a venir a buscar el rasam! Lo que deben notar aquí es que, incluso a la edad de siete años, Swami no solo tenía que encargarse de la casa, sino también servir a otros afuera. Sacar agua, limpiar, cocinar, conseguir provisiones: todo lo hacía Swami.
Mientras tanto, ¡Swami fue nombrado maestro! Los estudiantes que vivían en la calle —estudiantes no significa solo chicos jóvenes; algunos tenían veinte años (!)— se acercaron a Swami y le dijeron: —Raju, por favor, enséñanos el alfabeto y cómo leer. Swami aceptó de inmediato. Kondama Raju no estaba contento con esto y dijo: —Raju trabaja mucho durante el día; descansa poco, y ahora ustedes le añaden más carga. Swami intervino y le dijo a Kondama Raju: —Mi misión es hacer felices a todos. Enseñar a estas personas no es ningún problema. Haré esta enseñanza sin problema ni inconveniente para ti.
Había una persona llamada Narayana Rao, que vivía cerca del templo de Sathyamma. Solo había dos personas en la aldea, Kamam Gopal Rao y Narayana Rao, que tenían casas adecuadas. Narayana Rao puso a disposición una pequeña choza de paja en su terreno, y esa se convirtió en nuestra «escuela». Las clases eran por la tarde, después de terminar todo el trabajo doméstico. Swami servía la comida a Kondama Raju, comía, lavaba los utensilios y los guardaba, y luego salía a enseñar.
Swami debe hacer una mención especial sobre el tipo de estudiantes a quienes enseñaba. Estos estudiantes eran realmente adultos; ¡algunos incluso tenían bigote! Swami llegaba usando pantalones cortos; aun así, todas estas personas mayores se ponían de pie como señal de respeto. Al principio, lo llamaban «Raju», ¡pero pronto comenzaron a decir «Señor»! No había silla para el maestro; entonces, trajeron una piedra grande y bonita, la cubrieron con un paño, y esa se convirtió en la silla. Los estudiantes no tenían pizarras para escribir. Swami les pidió que trajeran arena del río Chitravathi y la esparcieran en el «aula» frente a los lugares donde se sentaban los estudiantes. ¡La arena se convirtió en la pizarra! Swami escribía el alfabeto, comenzando de manera tradicional con «Om Namo Narayanayah». Así comenzaba la instrucción. En una semana, los estudiantes habían aprendido los fundamentos del alfabeto. Ahora necesitaban libros y pizarras. En esos días, una pizarra costaba una anna [el sistema decimal de moneda no existía entonces; la rupia se dividía en dieciséis annas, y cada anna en doce paisas; tres paisas hacían un pice], y por un pice se podían conseguir tres lápices de pizarra. Swami les pidió a los estudiantes que los consiguieran, pero no tenían dinero, ni siquiera una anna, ¡así de pobres eran!
Estudiantes: deben notar cuánto se preocupaba Swami por el bienestar de aquellos a quienes enseñaba. Había un pequeño comerciante llamado Venkataramana Shetty que vivía en Puttaparthi en esos días. Swami le dijo: —Escucha, quiero que des pizarras a cada una de las once personas que estudian conmigo. El comerciante dijo: —¡Pero no me pagarán dinero! Swami respondió: —Me aseguraré de que lo hagan; mis estudiantes no fallarán. Con total fe en Swami, el comerciante proporcionó pizarras y lápices de pizarra a los once estudiantes. Swami luego les dijo a sus estudiantes: —Sean cuidadosos con las pizarras y los lápices de pizarra. Usen los lápices hasta que se vuelvan realmente pequeños. Han obtenido todo esto pagando dinero, así que deben ser cuidadosos con lo que han adquirido. Así enseñaba Swami incluso en esos días que nunca se debe desperdiciar dinero. Los estudiantes aprendían todo con gran entusiasmo.
Estas personas no tenían empleo regular. Cultivaban un poco de espinaca en sus patios traseros y luego intentaban venderlas. Swami les enseñó cómo aumentar sus ingresos. Les pidió que fueran donde había tamarindos, recolectaran los frutos que caían, quitaran las semillas y luego vendieran el tamarindo procesado. Swami les dijo: —Esto no pertenece a nadie; es propiedad de Dios. Nadie puede objetar que recolecten y vendan tamarindo de esta manera. Estas personas siguieron las instrucciones de Swami con fe incondicional y total obediencia. Con el dinero ganado de esta manera, cada semana pagaban al comerciante un botu [un cuarto de anna]. En poco más de un mes, la pizarra y el lápiz fueron pagados completamente por cada estudiante. Los estudiantes ahora estaban felices y declararon: —Por fin, la pizarra y el lápiz son realmente nuestros. Swami advirtió: —Sí, ahora son de ustedes, ¡pero nunca desperdicien nada! Así recordaba Swami constantemente a sus estudiantes la importancia de no desperdiciar nada.
Con el tiempo, el negocio de la espinaca comenzó a prosperar. Donde hay sacrificio, hay calidad; y donde hay calidad, aparece la diosa Lakshmi [la diosa de la riqueza]. Swami aconsejó entonces a estas personas que cultivaran papayas junto con la espinaca. De esta manera, con el tiempo, podían ganar entre media y una rupia por mes, que guardaban.
Pasaron dos años. Swami había completado los estudios hasta el sexto grado, que era el nivel más alto disponible en Bukkapatnam. En esos días, uno se preparaba para el examen ESLC [Certificado de Finalización de Escuela Primaria]; para esto, había que estudiar hasta el octavo grado, lo que significaba ir a otro lugar. Pero entonces, alguien tendría que cuidar de Kondama Raju. En este momento, Seshama Raju [el hermano mayor de Swami] llegó a Puttaparthi y le dijo a Kondama Raju: —Al mantenerlo aquí, le estás negando educación; esto lo arruinará. Por lo tanto, envíalo conmigo. Kondama Raju era un hombre muy sabio y filosófico. Respondió: —Bueno, ¿qué he estudiado yo? Nada. Se supone que tú has estudiado; ¿de qué te ha servido? ¿Qué daño me ha causado a mí no estar educado? Es lo mismo, se reciba esta educación o no. No me interesa este tipo de educación. ¡Tú no posees ni una milésima parte de las buenas cualidades que tiene Sathyam! ¿De qué manera te ha beneficiado tu educación? Al ver la respuesta enojada de Kondama Raju, Seshama Raju permaneció en silencio; en esos días, los jóvenes se callaban cuando los mayores se enojaban; no discutían.
Más tarde, Seshama Raju llamó a Swami aparte y le dijo: —Mira, Sathya, la educación es muy importante. ¿Qué puedes hacer sin educación? Incluso para contar, por ejemplo, para contar el número de prendas dadas a un lavandero, hay que estudiar y aprender. Por lo tanto, la educación es indispensable. Swami entonces fue con su abuelo y le dijo: —Abuelo, me voy. Él preguntó con gran ansiedad: —¿Qué pasa conmigo? Swami entonces arregló para que uno de los hijos de Venkata Subba Raju tomara su lugar. De esta manera, Swami se preparó para partir hacia Kamalapuram, junto con su hermano mayor Seshama Raju. Cuando se corrió la voz sobre la inminente partida, los once estudiantes que preparaba Swami comenzaron a llorar: —Nuestro maestro se va; estamos perdiendo a nuestro maestro. ¿Qué nos pasará ahora? ¿Cuál será nuestro destino? Ese era su afecto por Swami.
A la mañana siguiente, estos once estudiantes planearon caminar hasta la parada de autobús de Bukkapatnam junto con Swami y su hermano mayor, para despedirlos. Desde Bukkapatnam, iríamos a Dharmavaram, y desde allí a Kamalapuram. Estos estudiantes querían dar un regalo de despedida y juntaron algo de dinero; cada uno contribuyó con medio anna. Sumaron casi seis annas. Le ofrecieron el dinero a Swami, pero Swami se negó diciendo: —No quiero todo esto. Guárdenlo para ustedes. En esos días, las cosas eran tan baratas que se podía comprar un pantalón corto por medio anna y una camisa por solo un anna. Swami tomó solo lo necesario para una camisa y un pantalón corto, más dos paisas para los cargos de costura. Pero el sastre fue tan amable y estaba tan lleno de amor por Swami que dijo: —Raju, tú no debes nada. Lo que deben notar aquí es que todos tenían amor por Swami. ¿Cuál era la razón? Las palabras suaves y dulces que siempre dice Swami. Esto era lo que hacía que todos lo quisieran. Estos estudiantes hicieron coser la ropa y la enviaron.
Mientras tanto, Seshama Raju se casó. Tras su matrimonio, tuvo que ir a Anantapur para algunos estudios y entrenamientos adicionales. Su esposa se quedó en Kamalapuram, y Swami tuvo que hacer todo el trabajo doméstico. En esos días, un tren pasaba temprano en la mañana. Al escuchar el silbato de la locomotora, toda la gente del pueblo tomaba sus ollas y se dirigía a un estanque a ocho kilómetros de distancia para buscar agua potable. Swami iba a las cuatro de la mañana a traer agua. Era la época de la Segunda Guerra Mundial. Sucedió que un día, un tren militar especial pasó a las once de la noche. Al escuchar el silbato de la locomotora, toda la gente fue como de costumbre al estanque, sin darse cuenta de la hora. Swami también fue con todos los demás. Hacía mucho frío entonces, pero había que seguir adelante. Después del amanecer, había más trabajo que hacer; había que sacar agua del pozo para que la gente de la casa se bañara. Después de esto, había mucho trabajo doméstico que hacer, seguido de la limpieza de toda la casa. Solo después de terminar todo este trabajo podía Swami ir a la escuela.
En la escuela, había un maestro musulmán llamado Mehboob Khan, que quería mucho a Swami. Un día, con mucha amabilidad y consideración, dijo: —Raju, trabajas tanto todo el tiempo. Vivo justo enfrente de tu casa y, a través de mi ventana, puedo ver lo que haces. Estás trayendo mucha agua y también haciendo mucho trabajo doméstico. Swami respondió: —Señor, el cuerpo debe trabajar. De hecho, el cuerpo ha sido dado para trabajar. Si no hay trabajo, la pereza se instalaría y el cuerpo se enfermaría. El trabajo no es tan difícil. Con el tiempo, el amor de Mehboob Khan por Swami aumentó. Él enseñaba inglés; las lecciones eran simples y Swami las absorbía rápidamente.
Era solo el sexto grado, pero había muchos chicos grandes en la clase. ¡Algunos tenían hasta dieciocho o veinte años! Si todos los chicos de la clase se ponían de pie, no se podía ver a Swami porque era mucho más bajo. Incluso si se paraba en el banco mientras los demás estaban en el suelo, no se le veía fácilmente, ¡así de bajo era! Incluso ahora, Swami es algo bajo; ¡imaginen lo bajo que debía ser entonces! [Risas.]
Mehboob Khan esperaba con entusiasmo dar clases para nosotros. Un día, estaba en curso la clase de telugu. La daba un tal Kondappa. Sonó la campana, señalando el fin de esa clase; a continuación era el turno de Mehboob Khan. Sin embargo, Kondappa continuó con la clase y preguntó: —¿Todos tomaron notas en mi clase? Los que no lo hayan hecho, pónganse de pie sobre el banco. Swami dijo: —Señor, no tomé notas. ¡Swami no tenía dinero para comprar cuadernos! Swami debería haber parado ahí, pero continuó: —Incluso sin tomar notas, sé todas las respuestas. Usted puede hacer preguntas y probarme si quiere. Kondappa se enojó y dijo: —¿Tienes la audacia de responder? ¡Ponte de pie sobre el banco! [En esos días, esta era una forma de castigo para los estudiantes.] Los estudiantes en la clase protestaron gritando «¡No! ¡No!» al unísono. Esto hizo que el maestro se enojara aún más. Dijo: —¡Permanecerás de pie así durante las próximas tres clases!
Era hora de que Kondappa dejara la clase. Se levantó, pero ¡la silla se le pegó y también se levantó! [Risas.] Pensó que algún clavo se había atascado en su dhoti y que por eso la silla se levantó con él. O tal vez había algo de goma en la silla. Llamó al barrendero para que revisara si había goma en la silla. El barrendero dijo que no había goma. Mientras tanto, Mehboob Khan entró corriendo a la clase; era la clase de Swami, y estaba muy ansioso por estar allí lo antes posible. Vio a Swami de pie en el banco. Las lágrimas rodaron por sus ojos; limpiándolas, le preguntó a Kondappa: —¿Por qué hiciste que Raju se pusiera de pie en el banco? Esto está mal. Esta es mi clase y no tienes derecho a hacer que se pare. Dirigiéndose a mí, Khan dijo: —¡Siéntate! Swami entonces dijo: —Señor, ambos son mis maestros. Él me pidió que permaneciera de pie en el banco durante tres clases. ¿Cómo puedo desobedecerlo? No puedo sentarme a menos que él me lo permita. Así es como uno debe comportarse con los maestros. Mehboob Khan entonces le dijo a Kondappa: —Raju es muy buen chico; dile que se siente. Kondappa sabía esto, pero dijo: —Respondió y no me gustó eso. Mehboob Khan respondió: —No estás enterado. Hay un gran poder de la verdad en este chico. ¡Su nombre mismo es Sathyam! Siempre se rige por la verdad, y por eso tiene tanto poder. De mala gana, Kondappa dijo: —¡Siéntate! ¡En el momento en que Swami bajó, Kondappa se despegó!
La noticia de este incidente se extendió rápidamente, y que Kondappa se quedara pegado a la silla se convirtió en el tema de conversación de la escuela. Algunos maestros llamaron a Swami y le preguntaron: —Sathya, ¿realmente hiciste que Kondappa se quedara pegado a la silla? Swami respondió: —Señor, no hice tal cosa. Como es la acción, así es la consecuencia. Como resultado de este incidente, Raju se hizo muy conocido.
Swami luego pasó al séptimo grado. Llegaron las vacaciones, y Seshama Raju llevó a Swami a Hampi [un pueblo antiguo de importancia histórica en los alrededores]. Al llegar al lugar, Seshama Raju le dijo a Swami: —Tú cuida el equipaje mientras mi esposa y yo vamos a tener darshan [de Siva en la forma de Virupaksha]. Swami dijo: —Sí, hazlo; yo cuidaré el equipaje. Es la naturaleza de Swami siempre ayudar. Seshama Raju entonces dijo: —Después de que regresemos, puedes ir a tener darshan.
Swami se sentó allí con el equipaje, mientras el hermano y su esposa entraron al templo para tener el darshan de Virupaksha. Dentro, no vieron el ídolo de Virupaksha, ¡sino a Swami! Entonces Seshama Raju dijo: —¡Mira, Raju está aquí! ¿Quién está cuidando el equipaje? Salió corriendo y vio a Swami allí. Volvió corriendo adentro y también vio a Swami allí. Seshama Raju y su esposa comenzaron a conversar entre ellos. Dijeron: —Hay algún poder extraño dentro de Sathya. Su resplandor mismo es tan inusual. No lo estamos tratando como debería ser. Mientras tanto, el jefe municipal llegó allí para tener el darshan de Virupaksha. Él también vio solo a Raju en lugar del ídolo. Estaba sorprendido y le preguntó al sacerdote del templo: —¿Quién es este chico? ¿De dónde vino? Todos salieron y allí vieron a Swami cerca del equipaje. Entonces exclamaron: —¡Este fue el chico que vimos dentro del templo donde está instalado el ídolo! Claramente, este no es un chico ordinario; hay algún poder extraordinario en él. El intendente preguntó a Seshama Raju quién era yo; él respondió «mi hermano». El presidente entonces nos invitó a todos a su casa para tomar té al día siguiente.
Fuimos a su casa. A Swami le ofrecieron café, pero Swami dijo «no, gracias». El anfitrión entonces ofreció leche, agua de coco, etc., pero Swami los rechazó todos; Swami no consume tales bebidas. Desde el día en que este cuerpo llegó a la existencia, nunca ha tocado té, café ni bebidas similares. También rechazó otras cosas ofrecidas. Entonces se dieron cuenta de que Raju era diferente y dijeron: —Hay algún poder extraordinario en este chico. Estaban muy ansiosos por regalarle algo a Swami, como una prenda. Pero no estaban seguros de si Seshama Raju se enojaría si se le diera tal regalo; o el chico podría rechazarlo, pensando que su hermano Seshama Raju se enojaría. Finalmente, el intendente trajo un broche de solapa, de oro y, tomando la mano de Swami, deslizó el broche en la palma de Swami. Mientras le daba el broche, el presidente dijo: —Por favor, acéptalo. Soy el intendente, y una persona respetada en esta localidad. Debes prestar atención a mis palabras. Te lo doy con amor, como si fueras mi hijo. No debes rechazar esta ofrenda. La esposa de Seshama Raju habló en el mismo tono: —Es una persona mayor, y no debes rechazar lo que te da con amor. Swami aceptó de mala gana el broche de solapa, pero no se sentía feliz. No le gusta recibir objetos materiales como regalos de otros.
Terminada la visita a Hampi, todos regresamos a Uravakonda en autobús. Al día siguiente, Swami tuvo que ir a la escuela. Swami salió de la casa y caminó unos diez pies, cuando el broche de solapa se cayó. Muchos lo buscaron, pero no se lo pudo encontrar. Swami entonces dijo:
¡Entiendan que soy Sai!
No tengan más lazos mundanos conmigo.
No tengo lazos con nadie.
¡Restringirme está más allá del poder de cualquiera!
El broche de solapa simbolizaba el apego mundano, y cuando se perdió, también fue simbólico del fin de la «fase de Raju» y los apegos que implicaba. Declarando que no tenía ninguna relación mundana con nadie, Swami corrió a la casa de un tal Anjaneyulu. Era el comisionado de prohibición, en esos días. Frente a su casa había una pequeña roca. Swami fue y se sentó sobre esa piedra.
Mientras tanto, Seshama Raju, su esposa, los niños, todos vinieron corriendo a donde estaba Swami. Dijeron: —Regresa a casa. Swami respondió: —No tengo hogar. Seshama Raju entonces dijo en un tono severo: —Para con esta filosofía y regresa; no quiero escuchar estas charlas ociosas. Swami respondió: —Esto no es filosofía ociosa, ¡sino la Verdad! No iré a ninguna parte. Seshama Raju intentó arrastrar a Swami, pero no pudo moverlo ni un centímetro. Mientras tanto, Anjaneyulu apareció en la escena y le dijo a Seshama Raju: —¿Por qué estás tratando de forzarlo? Seshama Raju respondió: —No lo estoy forzando; solo que se fue sin comer nada. Anjaneyulu entonces dijo: —Eso no es problema; hoy puede comer en mi casa.
Anjaneyulu llevó a Swami adentro y le sirvió muchas cosas en un plato. Siempre fue la práctica de Swami mezclar toda la comida antes de comer. Esta también era la práctica en el Avatar de Shirdi; allí, Lakshmi Bai servía muchos alimentos y Baba los mezclaba todos antes de comer. En este Avatar también, Swami sigue una práctica similar.
Swami ahora comenzó a comer en la casa de Anjaneyulu y a pasar tiempo sentado en la roca. Los hijos de Anjaneyulu decían: —Raju, ¿por qué haces esto? Tus estudios se están interrumpiendo. El tiempo se está desperdiciando. No abandones los estudios. Pero Swami no prestaba atención a tales charlas.
La gente también le preguntaba: —¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? Swami respondía: —Mi nombre es Sai. En esos días, nadie conocía el nombre Sai Baba. Confundían Sai Baba con «Sahebu», que significa musulmán. En ese momento, el hijo del comisionado corrió adentro, trajo una cámara y tomó una foto. En la imagen se podía ver a Shirdi Sai frente a Swami. A partir de entonces, el comisionado de prohibición Anjaneyulu le dio a Swami el nombre Sai Baba, y con el tiempo el nombre permaneció.
Antes, mientras estaba en la escuela, Swami solía dirigir la oración escolar. El director Kameswara Rao era un ardiente devoto. Solía decir de Swami: —Sathyam no es un pillavaadu (un chico ordinario) como imaginan; ¡es un pidugu (un relámpago!). Fue Kameswara Rao quien le pidió a Swami que dirigiera la oración escolar. Swami preguntó: —¿Qué oración debo recitar? Él respondió: —Compón tu propia oración. En el momento, Swami compuso una oración que reflejaba los sentimientos de muchas religiones, como el budismo, el sijismo, el jainismo, etc.
[En este punto, Swami cantó melodiosamente la canción de oración que había compuesto hace sesenta años como el joven Sathya.]
Algunos dijeron que no se debían mencionar los nombres de otras religiones como el Islam, etc. Tales objetores solo reflejaban su propia mentalidad estrecha, pero a todos los niños de la escuela les gustaba la canción. Una tarde, Seshama Raju le preguntó a Swami: —¿De dónde sacas tales canciones? ¿Son tus propias composiciones o las has copiado de algún lugar? Seshama era él mismo un poeta en telugu, y los poetas son conocidos por ser alocados a veces. ¡Por eso hizo tal pregunta!
Más tarde, Seshama pidió a Swami que escribiera una pequeña obra teatral y también que actuara en ella. Entonces, Swami escribió la obra «¿Cheppinattu Chesthara?».Todos ustedes saben de esta obra. Swami actuó en ella y también ganó un gran premio por su actuación.
El director quería recaudar fondos para el edificio de la escuela. Así que anunció que habría una actuación de danza a cargo de la conocida bailarina Rushyendramani. El premio sería distribuido por el jefe del Panchayat [Consejo de Ancianos del Pueblo], una tal Rama Subbamma. Esta Rushyendramani era reputada como una bailarina de gran habilidad y talento. Podía equilibrar una jarra de agua sobre la cabeza y bailar sin permitir que la jarra cayera o el agua se derramara. Sin embargo, esta bailarina no iba a aparecer en nuestra escuela. ¡Se esperaba que Swami desempeñara el papel! Así que, para cumplir con el anuncio del director, Swami tuvo que aparecer en el escenario vestido como la bailarina Rushyendramani y realizar el tipo de danza de ella. Para la danza, Swami se colocó una botella de agua sobre la cabeza, un plato encima de la botella y dos lámparas sobre el plato. ¡Eso no era todo! Mientras bailaba, tenía que recoger una aguja de coser con los párpados, y esto debía hacerse sin permitir que cayeran los objetos que llevaba sobre la cabeza. Rushyendramani podía hacer todo esto, y se esperaba que Swami emulara su hazaña. Todos quedaron atónitos por la actuación. Nadie sabía que era Sathya quien había bailado en lugar de Rushyendramani. Seshama Raju también presenció el espectáculo, y él tampoco podía creer lo que veía; tan espectacular fue la actuación.
Era hora de la entrega de premios. Rama Subbamma subió al escenario y elogió a Rushyendramani por su brillante actuación. Luego anunció: —Como muestra de mi aprecio, ahora voy a entregar una medalla a Rushyendramani. Todos los ojos estaban ahora en el escenario, esperando ansiosamente la llegada de Rushyendramani. En cambio, usando pantalones cortos, ¡llegó Swami corriendo! Rama Subbamma dijo: —Muchacho, esta medalla no es para ti, sino para Rishyendramani. Entonces llegó el director y le dijo a Rama Subbamma: —No fue Rishyendramani quien bailó; ¡fue este muchacho, vestido como ella! Rama Subbamma quedó atónita; dejó caer la medalla, levantó a Swami y lo abrazó. Así fue la experiencia de Kamalapuram.
Con el tiempo, Swami entró al octavo grado. Había un tal Raghavan, que era el instructor de educación física. Era bien constituido y tenía una buena personalidad. En ese momento, estaba programada una feria de ganado en el pueblo vecino de Cuddapah. El instructor quería que todos los niños exploradores de la escuela fueran a hacer servicio en la feria. Surgió la pregunta de quién debería ser el líder de los exploradores. Chicos de todas las clases, desde el sexto hasta el duodécimo, se ofrecieron como voluntarios. Pero Raghavan fue firme; dijo que solo Raju era apto para ser el líder. Swami le dijo al instructor: —Señor, ¿cómo puedo ser el líder? No soy lo suficientemente grande para el trabajo. Raghavan respondió: —Sé que puedes ser el líder. ¡Tú puedes hacerlo! Swami entonces dijo suavemente: —Señor, un líder debe tener uniforme, silbato, bastón, zapatos, etc. Yo no puedo permitírmelos. Por lo tanto, no puedo asumir la responsabilidad del liderazgo. Siempre se debe ser realista y decir con verdad lo que uno puede hacer y lo que no. Mientras tanto, todos los estudiantes declararon unánimemente que querían a Raju como su líder para el campamento de exploradores en Cuddapah. Raghavan explicó por qué esto no era posible: el líder tenía que tener la vestimenta adecuada, silbato, zapatos, bastón, etc., y Raju no podía conseguirlos.
|