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Discursos dados por Sai Baba

03. 21/05/96 La misión comienza

21 de Mayo de 1996

Brindavan

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Cuando se practican la verdad, la rectitud y el amor,

la Tierra se regocija grandemente.

Estos nobles principios aseguran

la paz y la felicidad universales.

Escucha esta noble verdad,

oh, valiente hijo de Bharat!

El sabio Valmiki propagó el Ramayana de tres maneras distintas: como la historia de Rama, como la historia de Sita y como la historia de la destrucción de Ravana.

Ramasya ayanam iti Ramayanam. El Ramayana despliega la historia de Rama. También es la historia de la Divinidad. Además, el Ramayana es la épica que narra la historia de Sita; y la historia de Sita es también la historia del ser individual. El tercer aspecto del Ramayana es la aniquilación de Ravana. La destrucción de Ravana significa la destrucción de la ignorancia. La ignorancia se extingue cuando comprendemos perfectamente la relación entre el ser individual y el Atma Absoluto.

En la palabra Rama hay tres sílabas: ra, aa y ma. Ra representa el principio del fuego; aa representa el principio del Sol; ma representa el principio de la Luna. El sonido primordial Aa, que es el principio del Sol, disipa la oscuridad de la ignorancia. Ma, que representa el principio de la Luna, enfría el corazón interior. Ra, que representa el principio del fuego, destruye la ilusión. Por lo tanto, el nombre de Rama contiene el mensaje védico:

Asathoma Sad Gamaya

(Llévanos de la falsedad a la verdad).

Tamasoma Jyothir Gamaya

(Llévanos de la oscuridad a la luz).

Mrithyorma Amrutham Gamaya

(Llévanos de la muerte a la inmortalidad).

Cuando nacieron sus cuatro hijos, el emperador Dasaratha realizó todos los rituales relacionados con el nacimiento de los niños. El segundo día, Dasaratha pidió al sabio Vasishta que otorgara sus bendiciones a los cuatro hijos. Al principio, el sabio Vasishta permaneció mudo y no pudo pronunciar las palabras de bendición. Recuperándose, Vasishta dijo: «¿Cómo puedo pronunciarlas cuando estoy hechizado? La misión por la que vine a la casa real se cumple hoy». Añadió: «Vine aquí como sacerdote para tener la buena fortuna de asociarme con el Señor, que ha elegido nacer en tu linaje. No vine a ti tentado por tu riqueza ni estatura. El que ha nacido en tu linaje es verdaderamente Dios mismo. Pero, influido por la ilusión, albergas la noción de que Él es un niño humano». Vasishta regresó a su casa derramando abundantes lágrimas de felicidad, pues comprendió que su vida había alcanzado la plenitud ese día.

Antes de esto, ocurrió algo significativo tan pronto como nació Rama. La sirvienta de Kausalya corrió hacia Dasaratha para informarle la buena noticia del nacimiento del niño. Lleno de alegría por la noticia, Dasaratha deseó regalar a la sirvienta un collar de piedras preciosas. La sirvienta rechazó la oferta y, en cambio, suplicó: «Señor, concédeme la gracia de acariciar, mimar y mecer a tu hijo». Tales pensamientos nobles surgen en las personas debido a las vidas meritorias que han llevado en el pasado.

El emperador Dasaratha crió a sus hijos con gran amor y afecto, y realizó la ceremonia del hilo sagrado cuando tenían cinco años. El emperador pidió al sabio Vasishta que iniciara a los niños en la disciplina del aprendizaje. Los niños dominaron los cuatro Vedas antes de cumplir diez años. De hecho, antes de esa edad, se convirtieron en maestros de todo tipo de conocimiento: moral, secular y espiritual. Estos cuatro hijos se esforzaban por asegurar el bienestar de toda la gente.

El conocimiento más importante que obtuvieron fue el del Espíritu, pues el aprendizaje espiritual es el aprendizaje supremo. Todas las disciplinas seculares son como arroyos, mientras que el conocimiento espiritual es como un gran mar. Estos cuatro hijos también cultivaron virtudes nobles y cualidades supremas. Los niños desarrollaron cualidades no contaminadas por el egoísmo. Dominaron las artes militares como el tiro con arco, el manejo de la espada y las habilidades ecuestres. Los cuatro hermanos eran expertos en montar a caballo y en elefantes. Cabalgaban tan rápido que la gente apenas podía verlos. Fue Kaikeyi quien inició a Rama en el tiro con arco, ya que ella misma era una experta arquera. Enseñó habilidades militares a Rama con gran amor y un especial afecto.

Cuando los niños alcanzaron la edad de catorce años, Dasaratha decidió casarlos. En aquellos días, era tradición realizar el matrimonio temprano para que los jóvenes no se desviaran. Para este propósito, el emperador consultó a ancianos y hombres eminentes, como el sabio Vasishta.

En esta etapa, llegó el sabio Vishwamitra. Dasaratha lo recibió con gran reverencia y cortesía. El sabio Vishwamitra primero bendijo al emperador y preguntó por su bienestar y el de sus súbditos. Cuando Dasaratha le preguntó la razón de su visita, Vishwamitra dijo que explicaría la causa solo si el rey prometía concederle su deseo. Cuando Dasaratha prometió que honraría las palabras del sabio, Vishwamitra dijo que el rey debía enviar a su hijo Rama para la protección de su yajna (sacrificio). Al escuchar las palabras del sabio, Dasaratha suplicó: —¡Oh, sabio! Mi hijo Rama tiene solo catorce años. Es tierno y no ha conocido ninguna dificultad. Por lo tanto, no es posible para mí enviar a mi hijo contigo para la protección del yajna.

Vishwamitra se enfureció y dijo: —Es una gran locura retractarse de tu palabra, pues nadie en el noble linaje de Ikshvaku ha roto jamás su palabra hasta ahora. Los descendientes del linaje de Ikshvaku siempre han sido veraces, puros y sagrados. Estás manchando su gloria al romper la promesa que me diste. No se obtiene mérito alguno si se rompe una promesa, aunque realices muchas obras nobles y yajnas. La muerte es preferible al pecado de pronunciar falsedades. Es mejor morir que romper una promesa.

Dasaratha se asustó al escuchar las palabras del sabio Vishwamitra. En ese instante, llegó Vasishta. Evaluando lo que había sucedido, el sabio dijo a Dasaratha:

—Oh, rey, no es apropiado que los descendientes del linaje de Ikshvaku se retracten de su palabra. No debes temer por la seguridad de Rama. Él es el Auspicioso y la encarnación de Narayana. Debes enviar a Rama con Vishwamitra para la protección del yajna. Dasaratha accedió a enviar a Rama con Vishwamitra. Lakshmana quiso seguir a Rama, ya que era el reflejo mismo de Rama. Era su sombra. Del mismo modo, Satrughna seguiría a Bharatha, ya que era el reflejo mismo de Bharatha. El siguiente episodio ilustra cómo Lakshmana y Satrughna estaban apegados a Rama y Bharatha.

Los dos hijos de Sumithra, Lakshmana y Satrughna, llegaron al mundo llorando tan pronto como nacieron. No paraban de llorar, mientras que Rama y Bharatha jugaban en sus cunas con sonrisas de felicidad. Los hijos de Sumithra desconcertaron a todos con su llanto incesante. Sumithra intentó, recurriendo a diversos recursos como juguetes y objetos coloridos, hacer que dejaran de llorar, pero fue en vano. El emperador Dasaratha consultó a varios médicos para curar la extraña dolencia de los hijos de Sumithra, pero nada funcionó. La madre Sumithra entonces llamó al sabio Vasishta, como último recurso para su problema. El eminente sabio meditó durante un tiempo y dijo: —Oh, madre, no necesitas administrar ningún medicamento para aliviar el sufrimiento de tus hijos. Todo lo que debes hacer es mantener a Lakshmana al lado de Rama y a Satrughna en la cuna de Bharatha. Rama y Lakshmana son de una misma amsha[1], y lo mismo ocurre con Bharatha y Satrughna.

Sumithra lo hizo así, y descubrió que Lakshmana y Satrughna dejaron de llorar inmediatamente. Los dos niños, que hasta entonces se habían negado a tomar leche, comenzaron a alimentarse y a jugar en la cuna. Sorprendida por este cambio repentino en su comportamiento, Sumithra rogó al sabio que explicara su causa. El sabio explicó así: —Oh, noble madre, una rama es parte del árbol. Los humanos son parte de la Divinidad y no pueden vivir sin Ella. Dado que Lakshmana nació del mismo aspecto que Rama, no descansó hasta que se unió con Rama. Lo mismo ocurre con Satrughna. No soportaba la separación de Bharatha. El ser individual no puede vivir separado del Atma Absoluto, que es su fuente. Un pez no puede existir fuera del agua, aunque se lo coloque en un cuenco de oro incrustado con piedras preciosas. El pez solo puede estar bien en el agua y no en un cuenco de oro, pues el agua es su fuente de vida. Del mismo modo, el ser individual está inquieto hasta que alcanza al Atma Absoluto, que es su fuente.

Aunque muchas personas tienen poder y riqueza a su disposición, no disfrutan de paz mental, pues viven separadas de su fuente, que es Dios. El mundo puede dar alegría temporal; pero para disfrutar de la paz y la felicidad eternas, debemos regresar a la fuente. Este episodio de Lakshmana y Satrughna llorando hasta que se unieron con Rama y Bharatha, respectivamente, ilustra la suprema verdad de que el ser individual también puede encontrar la felicidad solo en la unión con lo Eterno. Es la primera gran lección que nos enseña el Ramayana.

Vishwamitra consoló a Dasaratha diciendo que, dado que Rama era la encarnación de Narayana, nada le sucedería. Además, le aseguró que no debía afligirse por la partida, ya que Rama era la Divinidad misma. Así trató de disipar el hechizo de la ilusión que rodeaba a Dasaratha. Aunque intentó liberar a Dasaratha del hechizo, más tarde él mismo cayó bajo ese hechizo mientras viajaba con Rama por el bosque.

Era la tarde cuando el sabio y los dos hermanos llegaron a las orillas del río Sarayu. Entonces el sabio dijo: —Oh, Rama y Lakshmana, ustedes son jóvenes y nunca hasta ahora han visto las terribles formas de los demonios. Les enseñaré los mantras Bala y Athibala, para que se protejan de los demonios. Después de enseñar los mantras a los niños, lamentó la audacia que había tenido al enseñar mantras a las mismísimas encarnaciones de la Divinidad.

Al segundo día, Vishwamitra, acompañado por Rama y Lakshmana, se dirigió a Siddhashrama, que anteriormente había sido santificado por el Señor Vamana, quien no era otro que Narayana nacido en el linaje de Kashyapa. Al llegar al ashram, Vishwamitra dijo a Rama: —¡Oh, Rama! Este Siddhashrama está acosado por la demonia Thataki, que posee la fuerza de cien elefantes. Tendrás que matarla. A esto, Rama respondió: —Guruji, no deseo matar a una mujer, ya que las escrituras lo prohíben. Vishwamitra replicó: —Las mujeres deben ser matadas si cometen atrocidades. No es pecado matar a una mujer que es una maldición para el mundo. Rama entonces citó las Escrituras diciendo: —No es justo por parte de nadie matar a quien está asustado, a quien está dormido, a quien está embriagado, a quien ha buscado protección y a quien es mujer. Vishwamitra respondió: —Aunque las Escrituras prohíben matar a una mujer, no es pecado matar a una mujer que ha perpetrado crímenes contra la humanidad. Aún no convencido, Rama preguntó: —¿Hubo alguien en el pasado que haya matado a mujeres? Vishwamitra entonces respondió: —Indra mismo mató a Mandhara, la hija de Virochana, pues había infligido gran sufrimiento a la humanidad. Indra justificó su acto afirmando que Mandhara merecía morir. Vishnu mató a la esposa del sabio Bharadwaja, ya que ella se entregaba a la violencia. Al escuchar estos relatos, Rama decidió matar a Thataki. Rama comprendió que las mujeres nobles y rectas no deben ser tocadas, pero los malvados demonios que cometen atrocidades deben ser eliminados. Mientras deliberaban así, escucharon ruidos ensordecedores provenientes de Thataki. Ella lanzó sobre ellos una lluvia de piedras. Disparando sus flechas, Lakshmana detuvo la lluvia de piedras. Entonces ella hizo llover sangre y fuego. Rama la enfrentó valientemente y repelió su ataque. Entonces, Thataki asumió una forma horrenda y emitió ruidos ensordecedores y aterradores. Rama empleó la técnica de shabdhabhedi, por la cual las flechas disparadas alcanzan la fuente misma del sonido y la atacan. La demonia fue arrojada al suelo inmediatamente. Después de un tiempo, Maricha y Subahu, los hijos de Thataki, lanzaron un ataque. Como Thataki, ellos también arrojaron fuego, sangre y piedras sobre el Siddhashrama. Rama entonces usó el Manasa Astra, que arrojó a Maricha a una distancia de cien kilómetros. Rama luego lanzó el Agneyastra sobre Subahu, quien colapsó en el suelo allí mismo. Rama prosiguió lanzando el Vayu Astra sobre los seguidores de Subahu, quienes se desvanecieron instantáneamente en el aire. Por fin, el Siddhashrama recuperó su serenidad y paz originales, y los habitantes del ashram —sabios, estudiantes, mujeres y niños— se llenaron de una alegría indescriptible. Los sabios se reunieron frente a Rama y lo alabaron: —¡Oh, Rama! Eres verdaderamente la encarnación del Señor Narayana. Eres el Omnisciente, el Omnipotente y el Omnipresente. En tu juventud, has logrado lo que nadie pudo lograr antes.

Vishwamitra comenzó entonces la realización del yajna, que duró cinco días. De acuerdo con la promesa que le habían hecho a Vishwamitra, Rama y Lakshmana protegieron continuamente el yajna, moviéndose alrededor del altar sacrificial, renunciando al alimento y al sueño. Al concluir el yajna, Vishwamitra pidió a Rama y Lakshmana que descansaran, pues no habían tenido descanso durante los cinco días anteriores.

En esta etapa, llegaron de Mithila noticias del rey Janaka, diciendo que se estaba organizando una reunión a la que se invitaba a los héroes más valientes de Bharat. Era para ver si alguien podía romper el arco de Shiva. El vencedor podría ganar la mano de la hija de Janaka, Sita. Vishwamitra dijo a Rama y Lakshmana que debían ir a Mithila para romper el arco de Shiva. Al principio, Rama no estuvo dispuesto a ir a Mithila, ya que no había obtenido el permiso de su padre. Vishwamitra los convenció así: —Rama, tu padre Dasaratha te ordenó que obedecieras mi mandato y te pidió que actuaras de acuerdo con mis deseos. Dado que te pido que vayas a Mithila conmigo, debes obedecer mi palabra. Rama no tuvo más opción que obedecer el mandato de Vishwamitra.

Fue durante el viaje a Mithila que el sabio Vishwamitra le dio a Rama poderosas flechas, como Gandaka, Dharmaja, Dharmaka, Vishnukula, Bhramaku, etc., pues él mismo era un maestro del tiro con arco. Los ascetas y otros que vivían en el ashram decidieron acompañar a Vishwamitra hasta Mithila, pues sabían que Vishwamitra nunca regresaría al Siddhashrama. Los animales que vivían alrededor derramaron abundantes lágrimas cuando Vishwamitra decidió ir a Mithila. Vishwamitra tenía gran compasión por los animales y los trataba con mucho amor y afecto. Las aves y las bestias también siguieron a Rama y Lakshmana, ya que estaban fascinadas por estos dos príncipes de Ayodhya.

Durante el viaje, Vishwamitra les narró la historia de los ashramas que encontraban en el camino. Finalmente, llegaron al ashram de Gautama, donde la esposa de Gautama, Ahalya, yacía en el lugar como una piedra, habiendo sido maldecida anteriormente por su esposo. Rama, la encarnación del Señor Narayana, lo sabía todo, pero fingió no saber nada. Al acercarse a Ahalya, las vibraciones que emanaban de sus pies trajeron un nuevo impulso de vida a su forma petrificada. Ella se aferró inmediatamente a los pies de Rama y le rogó que la perdonara y le otorgara su gracia. En ese mismo instante, el sabio Gautama llegó al lugar y aceptó a la purificada Ahalya. Gautama sabía que el Señor Rama vendría y santificaría su ashram. Después de redimir a Ahalya, Rama y Lakshmana, acompañados por Vishwamitra, Gautama y una multitud de otros sabios, se dirigieron hacia Mithila.

La llegada de Rama y Lakshmana, que se movían como cachorros de león en las calles de Mithila, causó sensación. La gente los admiraba y comenzó a hablar sobre estos dos apuestos príncipes. El emperador Janaka los recibió con la debida cortesía y les brindó una cálida hospitalidad. Janaka había hecho todos los arreglos para ellos en una espaciosa mansión. Rama fingió estar cansado y se acostó. Colocando una pierna sobre la otra, comenzó a masajearse los pies. El sabio Narada llegó allí para ver al Señor Narayana en forma humana. Observando al Señor masajeándose los pies, Narada dijo: —Señor, ¿estás cansado porque has caminado una larga distancia? A esto, Rama respondió: —Narada, ¿acaso me canso alguna vez? Nunca. Este cuerpo Mío ha venido por tu bien y no por el Mío. Con este cuerpo humano debo traer alivio a las dolencias del hombre.

Dios desciende a la Tierra en forma humana para el mantenimiento del dharma. De todos los seres vivos que existen en el mundo, solo el hombre se ha desviado del camino del dharma. Cuando la Divinidad se reviste con el cuerpo humano, la gente queda densamente cubierta por la ilusión. Se vuelven ciegos a la divinidad de Dios. La ilusión cubre los ojos de los hombres como una gruesa cortina y les impide ver la realidad. Incluso Yashoda y Vishwamitra no fueron excepciones a esto, a pesar de estar en íntimo contacto con la Divinidad.

Una vez, Balarama dijo a la madre Yashoda que su hermano Krishna estaba comiendo barro. Instigado por Yashoda a decir la verdad, el pequeño Krishna hizo una declaración sorprendente: —¡Oh, querida madre! ¿Soy un infante, o un loco, o un demente, para comer barro? Estas palabras hablan con elocuencia sobre la divinidad de Krishna, pero la pobre Yashoda no logró comprender la profundidad de la revelación contenida en ellas. Por el contrario, exigió que Krishna abriera la boca, para verificar por sí misma si Krishna había comido barro. El pequeño Krishna abrió ampliamente la boca. Para su total conmoción y asombro, Yashoda vio esferas celestiales rodando en la boca de Krishna. Exclamó:

—¿Es esto un sueño o un hechizo lanzado por un mago?

¿Es todo esto verdadero o falso?

¿Estoy despierta?

¿Soy Yashoda?

En ese instante, ella comprendió que Krishna era verdaderamente Dios mismo. Sin embargo, esta comprensión no duró mucho. Tan pronto como Krishna cerró la boca y se paró frente a ella con mirada inocente, ella lo abrazó y lo trató como a un niño común. Lo mismo ocurrió con grandes sabios, como Narada y Vishwamitra.

Aunque el sabio Vishwamitra había declarado firmemente a Dasaratha que su hijo Rama era la encarnación misma de la Divinidad, decidió enseñarle los mantras Bala y Athibala, como si Rama fuera un príncipe común. Incluso un eminente sabio como Vishwamitra fue incapaz de evitar el hechizo lanzado por maya (la ilusión).

Miles de hombres fuertes fueron necesarios para llevar el gran arco de Shiva al patio abierto. Muchos príncipes de partes lejanas de Bharat se habían reunido allí para ganar la mano de Sita. Estaban más interesados en ganar la mano de Sita que en participar de la prueba de fuerza. Pero Rama y Lakshmana fueron allí en simple obediencia al mandato de Vishwamitra, y sin ninguna expectativa. Uno tras otro, los príncipes intentaron levantar el arco de Shiva, pero regresaron a sus asientos humillados. Incluso Ravana fue allí para levantar el arco y romperlo, pero cayó bajo el arco, para su gran humillación. Quien se deja llevar por el ego seguramente sufrirá en la vida. Cuando la gente rió ruidosamente de su situación, Ravana se sintió profundamente herido, como si hubiera perdido sus diez cabezas.

Entonces Rama caminó calladamente hacia el arco, para consternación y asombro de los príncipes reunidos. Surgió un alboroto en la corte cuando Rama, un tierno joven de catorce años, caminaba hacia el arco de Shiva, pues era un acto de audacia por parte de un muchacho joven atreverse a levantar el inigualable arco de Shiva. Pero en el instante en que Rama alcanzó el arco y lo levantó con su mano izquierda, hubo estruendosos aplausos. Cuando Rama dobló el arco para atar la cuerda, el arco se rompió con un ruido ensordecedor. La gente aplaudió largamente, regocijándose de que alguien digno había llegado finalmente para ganar la mano de Sita. Vishwamitra preguntó a Rama si estaba dispuesto a casarse con Sita. Rama observó cortésmente que no pensaría en el matrimonio sin obtener el consentimiento de sus padres. Rama llegó incluso a decir que no miraría a Sita sin obtener el permiso de sus padres. En consecuencia, el emperador Janaka envió mensajeros rápidos en carrozas, para traer a Dasaratha y su séquito a Mithila. Hombres y mujeres se llenaron de alegría y júbilo ante la perspectiva del matrimonio entre Rama y Sita. Cantaron muchas canciones expresando su deseo de ver el matrimonio.

Muy pronto, Dasaratha, acompañado por sus reinas, ministros y una multitud de otros personajes, llegó a Mithila. El emperador Janaka los recibió con gran cortesía y les brindó plena hospitalidad. Todos los preparativos estaban listos para el gran evento, y Rama, adornado con los más bellos ornamentos, fue llevado al pandal[2] del matrimonio.

Es una costumbre india que la novia y el novio viertan uno sobre la cabeza del otro un puñado de grano sagrado. Dado que Rama y Sita eran de linaje real, se hicieron arreglos para que Rama y Sita vertieran perlas, uno en la cabeza del otro. Las perlas blancas brillaron con un esplendor naranja cuando estuvieron en las manos de Sita, pues ella había pintado sus manos de rojo. Cuando estas perlas se colocaron sobre el turbante blanco de Rama, brillaron blancas. Cuando cayeron sobre el cuerpo de tez azul de Rama, brillaron como zafiros.

El matrimonio de Rama y Sita fue verdaderamente el matrimonio de Prakruthi y Paramatma. Dado que Sita nació de la Tierra, estaba dotada del poder magnético de la Tierra. Por eso pudo levantar fácilmente el arco, que también era parte de Prakruthi. Con la ayuda del poder magnético, el arco se elevó lentamente, cuando Sita decidió levantarlo una vez. El mismo principio operó cuando Rama se dispuso a levantar el arco de Shiva. Dado que Rama era un imán en Sí mismo, no fue difícil para Él levantar el arco. Todo fue parte de una obra teatral divina, representada para el beneficio de la humanidad. El matrimonio de Rama y Sita se realizó en una escala magnífica, y la gente competía entre sí para cantar la gloria y la grandeza de la divina boda.

[1] Porción.

[2] Entoldado habitual en India.


Traduccion SBd