.



 

Discursos dados por Sai Baba

17. 02/07/66 La dulzura de la fruta

La dulzura de la fruta

La dulzura de la fruta

2 de Julio de 1966

Prashanti Nilayam

Festival del Gurú

La mayoría de los hombres pasan el lapso de vida que les es asig nado o que han ganado tomando ricos pero dañinos alimentos y bebidas, y dedicándose a pasatiempos sugestivos y encantadores pero más dañinos aún. ¡Qué patético desperdicio de un precioso material! Aunque pertenece al género animal, el hombre tiene mu chísimo más que otros seres en cuanto a capacidad física, mental y moral. Tiene memoria, habla, conciencia, reverencia, capacidad de sentir temor reverencial y asombro, y un inexplicable sentido de des contento, que presagia el desapego. Tiene la gloriosa oportunidad de visualizar su identidad con el Misterio que se ha manifestado como este universo; pero está tan hundido en la ignorancia que se comporta como si fuera un animal como el resto y se revuelca en la aflicción y el vicio. Es como si el fuego hubiera olvidado su capacidad de arder o el agua su naturaleza de mojar; el hombre ha olvidado su naturaleza, que es la de buscar la Divinidad, su capa cidad de buscar y alcanzar la verdad del universo del cual forma parte, su capacidad de instruirse en la virtud, la justicia, el amor y la compasión para escapar de lo particular y fundirse con lo univer sal. Él puede alcanzar la consumación y culminación de fundirse con lo incambiable que está detrás de todo este cambio. Fue Vyasa, cuya memoria se venera en este Vyasa Purnima, Festival de Vyasa, quien puso delante del hombre errante este destino y esta disciplina, en los varios textos que llevan su nombre.

Vyasa recopiló los textos védicos y compuso los Brahmasutras, los libros que reúnen en forma breve las enseñanzas esenciales de los Vedas y del Vedanta. Él también impuso a la humanidad una deuda de gratitud elaborando las lecciones morales y espirituales del Vedanta y de los Vedas en la magnífica epopeya poética y filosó fica del Mahabharata, y en las dulces colecciones de historias di vinas saturadas de devoción llamadas El Bhagavata. Cada una de éstas puede en sí misma efectuar la liberación del hombre, siempre que él asimile las lecciones y las ponga en práctica. Mientras los Brahmasutras pueden ser útiles solamente a un número limitado de buscadores intelectuales, el Mahabharata y el Bhagavata son para el hombre común, para el buscador no erudito. Sirven igual de bien y tan rápidamente como los otros textos, sino más rápido. Los Vedas y el Vedanta deben tomarse como un billete de una rupia, mien tras que las epopeyas y los Puranas como el Mahabharata y el Bhagavata son cien centavos, lo cual significa lo mismo, pues una rupia es igual a cien centavos.

Los Puranas y las epopeyas enseñan el camino de la devoción y de la entrega. Piden que el hombre haga cada acción con un espíritu de dedicación. Permitan que el viento de la duda o el sol de la desesperación afecte la vasija que han llenado de felicidad, y ésta se evaporará rápidamente; pero mantengan la vasija en las frescas aguas de las buenas compañías y las buenas acciones y podrá ser conservada sin merma para siempre. La felicidad también crece cuando ustedes la recuerdan en silencio y recapitulan sobre las circunstancias que la produjeron. Es por esto que la reflexión es una parte importante del esfuerzo espiritual. Como el niño que tira sus juguetes y empieza a llorar por su madre, deben darse cuenta de lo barato de los juguetes como la fama y la fortuna y llamar a la Madre. El niño siente que todo lo demás es basura ante el amor de la madre y la bendición de su presencia. Uno no debería aspirar a más nada.

Kalidasa fue insultado en la corte de Bhojaraja por los eruditos y poetas de mayor edad, que estaban celosos de sus logros. Él era pobre, y eso fue razón suficiente para que lo despreciaran. Cuando el estanque está lleno, las ranas se sientan en sus orillas y croan; cuando está seco, ni una rana se acerca. Los poetas cortesanos de mayor antigüedad empezaron a propagar infundios contra Kalidasa con el fin de expulsarlo del palacio.

Kalidasa sabía que sólo una persona estaba libre de la envidia y el orgullo y ésa era la Madre, Kali. Fue entonces al templo de Kali y oró delante de ella para asegurarse una elevada posición entre los poetas de la corte. Después de un rato largo de rezar intensamente, Kalidasa oyó una voz que surgía del altar y elogiaba a Dandi y a Bhavabhuti como grandes artistas y eruditos, pero no pronunciaba ni un susurro acerca de sus propios logros. Se sintió herido y hasta llegó a enfurecerse. Dio rienda suelta a su ira en ásperas palabras e insistió ante la Madre en que ella debía decirle la verdad aunque fuera desagradable. Entonces la voz exclamó: «Twamevaham, twamevaham, twamevaham na samayah» (Tú eres yo misma, tú eres yo misma, tú eres yo misma sin lugar a dudas). ¿Qué posición más elevada que ésta podría desear Kalidasa? Ésta es la respuesta que todo buscador espiritual debe obtener, porque ésa es su auténtica realidad, su premio, su consumación.

Hay muchas historias que describen a Kalidasa como un poeta de muchos recursos que venció las estratagemas de sus oponentes mediante hábiles trucos. Pero su bhakti fue más grande que su yukti (astucia).

Recuerdo el yukti de un jefe de familia cuando oyó a la medianoche el ruido de unos ladrones que habían entrado en su casa.

Suponiendo que estaban a una distancia a la que podían oírlo, habló lo suficientemente fuerte y dijo: «¿Por qué me molestas pidiéndome que traiga de nuevo las joyas que llevé a empeñar?

Sabes que todo tu oro ha ido a parar a manos del prestamista y que no tengo ni una rupia. Espera que vengan mejores tiempos y te aseguro que lo recuperaré y te lo devolveré. ¿Pero ahora?». No necesito decirles que los ladrones se escaparon en busca de otra casa que robar esa noche; dejaron aquella casa que no tenía “ningún oro, ni siquiera una rupia”.

Esa astucia está fuera de lugar en los asuntos espirituales, donde todo artificio es un impedimento en lugar de una ayuda. Cuando la viveza mental aumenta y ahoga la sinceridad y la honestidad en los asuntos espirituales y en la relación entre Dios y el hombre, el avatar viene. Como el ministro de Sanidad de Mysore lo acaba de decir, la astucia degenera en arrogancia, y esto hace que el hombre olvide a Dios, que es el motivador interno.

Pueden tener un costoso radio o reloj o tocadiscos, pero si no sa ben cómo usarlo eficientemente, son nada más que desechos.

Aho ra, ¡imaginen qué maravillosa máquina son ustedes mismos! ¿No deberían saber cómo operar esa máquina y obtener los mejores resultados de ella? ¿De qué les sirve usar una afilada espada con empuñadura de plata para cortar vegetales? Los visionarios de la India descubrieron el arte de operar esta máquina humana, pero sus descendientes han permitido que ese arte se pierda.

Los maestros no tienen ningún deseo de aprenderlo, ninguna aptitud para practicarlo, ningún entusiasmo por descubrirlo. Los líderes y los que están a cargo del gobierno lo ignoran. Si la sed de conocerlo existe, un solo sabio que sea diestro en ese arte será suficiente; muchos pueden encender sus lámparas en la llama de ese sabio. Vyasa es uno de tales sabios, el primero y principal. Es por esto que se le describe como el mismo Narayana.

Al ir asimilando las enseñanzas del Bhagavata, su cualidad de inercia (tamas) será despertada en actividad (rajas) y purificada hasta que se transforme en bondad (satva). Es como la fruta que por la influencia combinada de la tierra y del sol se desarrolla de la amargura total a la dulzura parcial y, finalmente, a la completa dulzura, en tres etapas. El hombre también, por las fuerzas gemelas de la gracia de afuera y del anhelo de adentro, crece hasta la completa dulzura de la beatitud y del amor.

Prashanti Nilayam, Festival del Gurú, 2-VII-66