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Discursos dados por Sai Baba

16. ../05/79 Dios se manifiesta en lo infinitesimal y en lo infinito

Dios se manifiesta en lo infinitesimal y en lo infinito

Dios se manifiesta en lo infinitesimal y en lo infinito

Mayo de 1979

Más pequeño que lo más pequeño y mayor que lo más grande, el Omnipresente Brahman permanece como el Testigo Eterno de todo: Brahman es el Alma y el Alma es Brahman.

¡Encarnaciones del Amor!: El Universo no tiene principio y en él mora una infinidad de jivas (seres vivientes). Entre estos seres vivientes, el más elevado de los seres es el hombre. Desde tiempos inmemoriales los hombres se han esforzado por conocer a Dios. Algunos sostuvieron que Dios existe en tanto que otros negaron Su existencia. Sin embargo, ni los teístas ni los ateos han podido aducir pruebas para sus puntos de vista rivales.

Hay muchos hindúes que dicen que Dios es Shiva, montado sobre el toro Nandi, en tanto que otros dicen que es Vishnu, montado en Garuda (el águila) como su vehículo.

Otros aun dicen que éstos son testimonios falsos y, jurando por la Biblia, proclaman que Dios es Luz y que reside en el Cielo.

Varias concepciones de la Deidad se han desarrollado de acuerdo al lugar, la época y la experiencia del individuo correspondiente. Preocupado por el hombre y por este predicamento suyo, Krishna ha entregado en el Bhagavad Gita una muy apropiada descripción de Dios: "Dios existe en todas partes y se manifiesta tanto en lo infinitesimal como en lo infinito".

¿Le será posible al hombre ver a Dios que es más pequeño que incluso la más infinitesimal partícula de un átomo o percibir a la Divinidad trascendental que envuelve a todo el Cosmos y se extiende incluso más allá de él? La respuesta no puede sino ser negativa, puesto que si el hombre es incapaz de ver hasta el aire que le rodea, carece de medios como para percibir a la Divinidad que es incluso más sutil. Tampoco puede estimar la infinitud del Omnipresente Brahman que trasciende el vasto espacio cósmico, con sus miríadas de estrellas, cada una de las cuales es más grande que el Sol y que se encuentran a enormes distancias unas de otras.

Para enseñarle al hombre las verdades relacionadas con estos dos aspectos de la Divinidad que se sitúan más allá del alcance de comprensión de su intelecto normal, Dios aparece en la Tierra como un Avatar. Durante el Avatar de Krishna y utilizando a Arjuna como representante del género humano, Krishna enseñó estas verdades por medio del Bhagavad Gita. "Más allá del Universo dijo Krishna hay una oscuridad total, y más allá de esta oscuridad existe la Verdad". Esta oscuridad radica en los ámbitos rajásicos y tamásicos. Más allá de la oscuridad se extiende el dominio del guna sátvico o dominio de la Luz y la Verdad.

Se dice "Dios es Verdad", pero para realizar esta Verdad hemos de trascender los ámbitos tamásico y rajásico. La meditación constituye el medio para lograr esta trascendencia.

Para la meditación, Krishna establece dos preceptos importantes: una dieta moderada y una conducta regulada en la vida. La dieta moderada no denota una abstinencia completa de alimente, ya que esto conduciría a la debilidad física y a la fatiga mental. La experiencia del Buda ilustra muy bien este punto. Mientras se sometía a penitencias, Buda había renunciado por varios días a la comida. Esto desembocó en la disipación de sus energías físicas y mentales. Considerando que un cuerpo y una mente sanos representan requisitos esenciales para una penitencia efectiva, se dirigió a una aldea cercana y comió algo de requesón para calmar su hambre; desde aquel día continuó comiendo cada día una pequeña cantidad de alimentos. Gracias a esto, pudo meditar con gran facilidad y realizar la Verdad.

De modo que el alimento en medida adecuada y del tipo apropiado es algo necesario si un individuo quiere meditar con eficacia. Comer excesivamente habrá de evitarse, ya que produce somnolencia. Lo correcto debería ser dividir el estómago en cuatro partes idénticas, llenar dos de ellas con alimento sólido, una con alimento líquido y dejar vacía la cuarta. Llenar por completo el estómago con alimento sólido fomenta el "tamo guna" que representa definitivamente un impedimento para la meditación.

La falta de sueño también va en detrimento de la meditación. Ella fomenta el "rajo guna" y le llena a uno con pensamientos y emociones malsanos.

El alimento que consume el hombre hoy en día es esencialmente rajásico y tamásico. Esta es la razón por la cual se da la crueldad y la inquietud en las mentes humanas. También está menguada su salud física. En nuestros días un muchacho de dieciséis años puede ya haber pasado por todas las experiencias que hubiera vivido un hombre de sesenta de antes. Esta es la deplorable condición de nuestra juventud. ¿Cómo podrían en estas condiciones experimentar la dicha de la meditación?

Por ende, es imperativo para todos que procedan a una introspección y descubran cuánto de su tiempo se gasta en la loca carrera tras eñmeros placeres materiales y cuánto de él se dedica a pensar en Dios. El hombre hedonista de los días actuales no puede disponer de tiempo para la contemplación de la Divinidad. Imagina que las puertas del cielo se abrirán para él si puede pensar de vez en cuando en Dios. En cambio, todo el mundo parece preocuparse plenamente con el pensamiento en los hijos, los amigos, los parientes, el dinero y las posesiones materiales. De este modo el hombre se niega a sí mismo la dicha de la experiencia espiritual, dedicado como está en la persecución de los transitorios placeres del mundo. Por eso, el hombre deberá desviar su visión desde el mundo de las alegrías temporales hacia la dicha del Alma dentro de sí.

En el camino óctuple del Yoga sugerido por Patanjali en sus Yoga Sutras, las últimas tres etapas son las de Dharana, Dhyana y Samadhi. Por ende, el Dharana o el concentrar fijamente la mente en el objetivo deseado, precede al dhyana, o meditación. Denota el fijar la mente en la meta del dhyana y comprende los preparativos preliminares necesarios para la meditación.

Para la meditación uno habrá de adoptar una posición cómoda. La práctica común consiste en sentarse, con las piernas cruzadas y las manos en la posición del "chinmudra", sobre una plancha de madera cubierta por una piel suave o una tela. Pero estos aspectos forman parte del paso de la concentración. El Dhyana comienza con la identificación gradual con el Señor y lleva hasta el Samadhi.

El Samadhi es el estado en el que la meditación logra su objetivo pleno. En este estado, el individuo se eleva por sobre el mundo objetivo de la realidad relativa, la identidad subjetiva de sí mismo e incluso la actividad misma en la que está inserta la meditación. El Samadhi no representa un estado de pérdida de la conciencia, ni significa tampoco retozar en medio de una excitación emocional. La palabra "samadhi" misma es indicativa de su significado. "Sarna" es equilibrio y "dhi" es inteligencia. Samadhi es aquel estado de equilibrio intelectual en donde el individuo trasciende el mundo de la dualidad y experimenta la dicha de la comunión divina.

El Señor encarna como Hombre para ayudarle al hombre a comprender aquello que aparentemente no puede ser entendido y para permitirle alcanzar aquello que es aparentemente inalcanzable. Sin embargo, para esto, el Señor que es Infinito, Inmutable e Inmanente, no sufre mengua alguna. Tampoco, aunque esté encarnado en un marco humano, sufre la influencia de los defectos y vicios que afectan normalmente a un ser humano.

El mar es vasto e insondable. Sin embargo, para conocer el sabor del agua de mar uno no necesita beberse toda el agua del océano. Bastará con que saboree unas pocas gotas. De manera similar, aquel que puede entender, asimilar y experimentar al Señor en Forma Humana, habrá entendido, asimilado y experimentado también al Brahman Inmutable, Imperecedero y Sin Forma.

Para captar la importancia de la Encarnación Divina resulta imperativo que nos elevemos por encima de los gunas rajásico (pasión) y tamásico (indolencia). Sólo el Satva Guna (ecuanimidad) nos puede guiar por la Senda de la Devoción pura hasta los Pies de Loto de lo Divino. Para eliminar los dos primeros y fomentar una naturaleza sátvica, son esenciales un ambiente favorable y la compañía de gente buena.

La configuración mental de una persona puede juzgarse a través de la forma en que mantiene su entorno inmediato. Por ejemplo, una persona cuya habitación esté llena de fotografías de sus parientes, amigos y líderes políticos, podrá ser catalogada de inmediato como alguien dominado por el rajo guna. Será aquel que le atribuya una importancia desmedida a las relaciones humanas y que adore el poder y las riquezas mundanas, ignorando a Dios. Por otra parte, si la habitación está llena de fotografías desagradables u obscenas, el individuo será de naturaleza esencialmente tamásica. Estas dos categorías de hombres son indignas de seguir el sagrado camino de la meditación. Una tercera categoría, la de aquellos que tienen sus habitaciones llenas de imágenes y fotografías de Dios y de santos adornando los muros, convirtiéndolas en santuarios por así decir, son las personas sátvicas, las que son más aptas para dedicarse a la meditación.

Las imágenes y películas o personas dejan impresiones indelebles y ejercen una influencia considerable en la mente del hombre. Mohandas Karamchand Gandhi asistió en una oportunidad con su madre a una obra de teatro sobre la vida de Harichandra. El retrato de Harichandra como un intachable practicante de la Verdad influyó de tal modo sobre el joven Mohandas, que ya al volver a casa después de la función había tomado la determinación de mantenerse durante toda su vida junto a la Verdad. Este ideal representó para él un faro guía por el resto de sus días, y debido a esta firme adhesión suya a la Verdad fue que llegó a ser reconocido como un Mahatma (un Alma Grande).

Ramana Maharshi también llegó a condicionar su mente a través de la experiencia objetiva. Cada noche solía mirar hacia una estrella en particular con una atención completamente centrada por horas. Este ejercicio le ayudó a fortalecer su concentración y le adiestró como para dedicarse a la meditación.

Así como la pureza mental representa un requisito previo para la meditación, también es esencial para ella la serenidad mental. Una mente inquieta impide tanto el proceso de la concentración como el de la meditación. La mente necesita que se le dé descanso a través del sueño. Shankaracharya solía comparar al sueño con el Samadhi, aunque el Samadhi confiere mucha más alegría y armonía interior. Un individuo necesitará una cantidad de sueño suficiente como para mantener su mente alerta y equilibrada para la meditación.

Hay tres caminos directos hacia la Divinidad. El primero consiste en llevar a cabo todas las acciones con un espíritu de dedicación a Dios y para su complacencia; el segundo, en la renunciación al deseo de los frutos de la acción, y el tercero, en la identificación del sí mismo con Dios a través del proceso de la meditación. Dedicarle todas las acciones a Dios, le confiere sabiduría al actuante. La renunciación al deseo de los frutos de la acción, le otorga serenidad mental. La meditación asegura la paz interior.

La meditación puede ser practicada por todo el mundo, por los ancianos, los jóvenes, los ignorantes, los sabios, los sanos y los débiles. Para aquellos que no poseen las facultades físicas y mentales suficientes como para practicar la meditación, bastará con el cultivo del Amor Universal, lo que será tan eficaz como ella. Las tres sendas llevan hacia la misma meta.