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Discursos dados por Sai Baba

06. ../05/77 El Alma y Brahmán, el Eterno Absoluto, son idénticos entre si

El Alma y Brahmán, el Eterno Absoluto, son idénticos entre si

El Alma y Brahmán, el Eterno Absoluto, son idénticos entre si

Mayo de 1977

Al ser la más pequeña entre las minúsculas partículas

y al ser lo más inmenso entre las cosas infinitamente grandes,

al encontrarse presente y ser reconocido cono un, testigo

en todos las cosas vivientes y en las inanimadas de la Creación,

el Alma es idéntica a Brahrnan

y Brahman es idéntico al Alma.

¡Encarnaciones del Alma Divina!: No pueden señalarle un tiempo para venir y otro para irse al Alma y ponerle limitaciones de esta manera. El Alma se encuentra permanentemente presente en todas partes y carece ya sea de buenas o de malas cualidades. Se encuentra presente como lo más pequeño en las cosas minúsculas y como lo más grande en las cosas infinitamente inmensas.

Al igual que el poder quemante en el fuego y el poder radiante del Sol, el Alma es omnisciente. Carece de sufrimientos, carece de apegos, carece de sensaciones especiales como cualquiera de las que proporcionan los cinco sentidos que conoce el hombre. Se encuentra presente en todas las cosas vivientes. Dota a todos los seres vivientes de una cierta cantidad de sabiduría que se llama conocimiento.

El Alma no es visible exteriormente. El Alma no es ni visible ni invisible. Carece de algún tipo de forma que le corresponda. Lo impregna todo. Esto no puede corresponder a algo que sea visto o no sea visto, que sea experimentado o no sea experimentado. Es algo que es y algo que no es, ni manifiesto ni inmanifiesto. Está por encima de todo esto y más allá de toda descripción e, incluso, comprensión posible.

El Alma no puede ser lo que podamos oír por medio de nuestro oído, ni algo que podamos percibir o sentir con cualquiera de nuestros órganos sensoriales. Estos no podrán. ser sino medios o instrumentos, en un sentido limitado, para aprehender al Alma.

En la misma forma en que experimentamos la presencia de materia por medio de nuestros órganos sensoriales, el cuerpo experimenta toda la creación que lo rodea por medio de sus sentidos. Al igual que la lámpara le ayuda a uno a descubrir cosas en cuanto instrumento auxiliar, así también todos los órganos le ayudan al cuerpo a experimentar el entorno. No es correcto describir a este cuerpo, que depende de varios instrumentos auxiliares, como Alma. Ya hemos reconocido que la mente, la inteligencia, el cuerpo, la conciencia mental y el cuerpo sutil interno, son todos distintos al Alma. A la inteligencia se le ha otorgado una posición especial, una posición superior a la de los sentidos.

Aquí hay algo que puede ser llamado una pieza transparente de cristal o de piedra. No tiene la capacidad de autoemisión de luz. Como no tiene una radiación o fulgor propios, sólo puede brillar cuando está cerca de la luz. De manera similar, el resplandor le es natural al Alma y cuando la inteligencia está cerca de ella, adquiere la capacidad de brillar. En caso contrario vemos que la inteligencia no tiene brillo.

La Luna no brilla por sí misma. Los rayos del Sol caen sobre la Luna y ésta brilla porque los refleja. Así también, la inteligencia no es autorresplandeciente. Al igual que el cuchillo acepta ser afilado, también la inteligencia puede ser agudizada. También la inteligencia es un instrumento y si se va agudizando, ello queda en el instrumento. Hemos dicho que no podemos identificar al Alma con el cuerpo o con los sentidos. Pero, para que podamos llegar a descubrir y a comprender al Alma, el cuerpo puede hacerse instrumental y prestar ayuda. Podemos controlar los deseos que surgen de los órganos sensoriales presentes en el cuerpo, si ejercitamos y disciplinamos a la mente.

¡Encarnaciones del Amor!: En primerísima instancia deberíamos tratar de entender la naturaleza y la actitud de la mente. Esto es algo que les he explicado muchas veces. Esta es una puerta y hay una cerradura en la puerta. Para abrir la puerta, ponemos la llave en la cerradura. Si giramos la llave hacia la derecha, la cerradura abrirá, si la giramos hacia la izquierda, cerrará. Podemos comparar nuestro corazón a una cerradura. Nuestra mente será la llave. Si ponemos la llave de nuestra mente en la cerradura de nuestro corazón y la giramos hacia el Alma Suprema, logramos el desapego; si la giramos hacia el mundo, logramos el apego. En este contexto, deberíamos hacer el intento de poner la llave de nuestra mente en la cerradura de nuestro corazón y emplear nuestra inteligencia para hacerla girar hacia Dios.

No cabe duda alguna de que aun si seguimos siendo parte de esta Creación, podemos experimentar la Divinidad en nuestro corazón. Como lo dijéramos antes, si tenemos un árbol, lo importante en él son los frutos. Si son importantes estos frutos, para obtenerlos tendremos que proteger al árbol, sus ramas y sus hojas. De manera similar, lo más importante es el Alma, pero habremos de proteger el cuerpo y los órganos sensoriales que nos ayudan a reconocerlo. ¿Qué es lo que buscamos en este árbol de la Creación? Buscamos los frutos de la liberación. Pero este árbol tiene también muchas ramas y hojas en la forma de nuestras relaciones y nuestros apegos. Las hojas que representan las ideas, se encuentran presentes en gran número. Nuestros pensamientos y nuestros deseos son como las flores que brotan en el árbol. Y también en él crece el fruto de la liberación. Para obtenerlo tendremos que cuidar también de las ramas y de las hojas. Pero eso no bastará.

Mientras tengamos el deseo de alcanzar la fruta visible en el árbol, lo que habremos de hacer es cuidar de las raíces invisibles y habremos de regarlas. Estas raíces invisibles pueden compararse con nuestra fe y nuestro credo en el Alma. Todo este árbol con sus hojas y sus ramas se basa en la fe en esta Alma. Sólo cuando nos dediquemos a regar sus raíces y a proteger al árbol llegaremos a conseguir los frutos de la liberación.

El dulce zumo que puede ser extraído del fruto de la liberación es nuestro carácter. Si no se encuentran presentes este carácter y la fe que constituye la raíz del árbol, todo el árbol resultará inútil. Jóvenes: Si no existiera la fe en la forma de raíces ni el carácter en forma del dulce zumo, el árbol ya no sería tal, sino serviría tan sólo como leña. Lo primero que hemos de hacer es promover nuestra fe en el Alma, la fe en el propio "sí mismo", y luego hemos de empeñarnos en alcanzar el fruto de la liberación.

Lakshmana, Bharata y Satrughna lo consideraban importante. La fe en el Alma es idéntica a la fe en Rama e idéntica a la fe en Brahman, el Absoluto.

En el Ramayana, poema épico, se nos muestra que así como Lakshmana seguía muy de cerca a Rama, Satrughna seguía de cerca a Bharata. Este mismo vínculo inseparable existía entre los dos últimos. Cuando Rama no se encontraba presente, Lakshmana no se sentía feliz y así también, cuando Bharata no estaba presente, Satrughna se sentía grandemente apesadumbrado. Al igual que Lakshmana, también Satrughna se alteraba fácilmente. En una oportunidad, al ver a Manthara, su ira llegó a tal extremo que la agarró por los cabellos y la arrastró hasta donde estaba Bharata. Estaba dispuesto a matarla. Bharata le aconsejó que, si quería obtener la Gracia de Rama, había de contenerse de hacer cosas tan severas. Bharata dijo: "¿P~'o podía haber castigado yo a mi madre por su culpa? Pero si Rama llega a saber que nos hemos comportado cruelmente con nuestras madres nos mandará lejos y no nos mostrará su Gracia". Podemos notar aquí que tanto Bharata como Satrughna estaban dispuestos incluso a herir a sus propias madres, pero no a disgustar a Rama con sus actos.

Ambos seguían a Rama en todo momento, porque Rama era la encarnación del Deber y anhelaban complacerlo siempre y merecer su Gracia. En este sentido, Rama, Lakshmana, Bharata y Satrughna eran las encarnaciones de las grandes virtudes de Verdad, Rectitud, Paz y Amor.

Para llegar a experimentar el Amor, el hombre anda en busca de variados métodos. Si realmente queremos experimentar Amor hemos de entender lo que significa la Paz. Si queremos transitar por la senda de la Paz, hemos de aceptar la senda de la Rectitud y si queremos seguir la senda de la Rectitud, hemos de aceptar la de la Verdad. Aquí hay un pequeño ejemplo. Tomemos al Amor como la luz brillante. Para experimentar esta luz, hemos de tener una bombilla. Si queremos que ella se encienda para tener la luz, necesitamos tener una conexión con ella. Mas el conectar simplemente .la bombilla a un alambre no hará que ella se encienda, tenemos que tener corriente eléctrica en el alambre. En este ejemplo podemos comparar la corriente eléctrica con la Verdad, el alambre con la Rectitud, en tanto que la bombilla se compararía con la Paz. Tenemos que tener estas tres cosas para obtener la Luz o el Amor. Podemos tener una bombilla nueva, podemos tener el alambre, pero ¿obtendremos con ello la luz? No podremos hacer que la bombilla se encienda si no hay corriente en el alambre.

Fue así que Bharata y Satrughna seguían a Rama y a Lakshmana y demostraban sus ideales en sus vidas a la gente. Cuando ya Rama era rey y Bharata príncipe y reinaba felizmente en sus dominios, después de la destrucción de los demonios, sucedió que se supo que uno de los hijos de Ravana estaba aún con vida. Se trataba de su hijo mayor Lavanasura, el que era muy poderoso y contaba con la Gracia de Shiva. Logró conseguir de Shiva el poderoso tridente. Apoyándose en el poder del tridente. Lavanasura se lanzó a incursionar en contra de los eruditos y de otras buenas personas.

No pudiendo ya soportar las atrocidades que cometía Lavanasura, los sabios le rogaron a Rama que los protegiera y matara a Lavanasura. Rama sabía que los sabios le presentarían este ruego. Miró a Satrughna y éste aceptó de muy buen grado la misión de ir a destruir al enemigo. Satrughna era un hombre muy fuerte y una persona de muchas cualidades buenas. Sus puntos fuertes eran la devoción y la fe, aunque en el Ramayana, lamentablemente, sus virtudes no fueron descriptas de manera prominente. Tan pronto Rama le encomendara esta tarea, Satrughna fue a tocar sus pies y le dijo a Rama que con su Gracia podía emprender la misión de acabar con el enemigo. Rama sabía muy bien lo poderoso que era su hermano, de manera que lo bendijo sonriente. Y no sólo eso, sino que le explicó el secreto del tridente de Shiva.

Le indicó a Satrughna que el tridente se guardaba en la casa de este demonio. Cada mañana, éste partía a la selva a conseguir su alimento, que consistía primordialmente de carne. Rama le aconsejó darle muerte antes de que retornara a su casa y comenzara a comer su alimento. De modo que, después de escuchar los consejos de Rama y de conseguir sus bendiciones, Satrughna partió. Pernoctó en el ashram de Valmiki esa noche. Puede considerarse como su suerte especial que, en el mismo ashram, Sita había dado a luz en ese momento a Lava y a Kusha. Satrughna vio a Sita y a los niños, y pensó que no era apropiado darle la noticia a Rama. Decidió guardar el secreto. Se fue con el pensamiento puesto en Sita y en Rama a enfrentar a Lavanasura, el demonio. Luchó con él en la selva y le dio muerte.

Después de matar al demonio volvió al lado de Rama, tocó sus pies y expresó su deseo de pasar el resto de su vida' a los pies de Rama. Rama no estuvo de acuerdo, sino que le señaló que debía convertirse en rey de la región que había estado bajo el dominio de Lavanasura. Satrughna obedeció y reinó por doce años para felicidad del pueblo, de los sabios y de los demás habitantes. Pero después de este período no pudo seguir soportando estar separado de Rama y decidió retornar a Ayodhya.

En el camino de regreso, volvió a pernoctar en el ashram de Valmiki: para entonces, Lava y Kusha ya tenían doce años y Valmiki les hizo cantar el Ramayana de manera encantadora. Cuando Satrughna escuchó a los niños recitar los cantos, quedó embelesado y los miró con éxtasis. Olvidó quién era y la conexión que lo vinculaba a los niños, de modo que siguió viaje a Ayodhya.

De regreso, le describió a Rama la gran paz que había experimentado en el monasterio de Valmiki. Pese a encontrarse en la forma humana, Rama era Omnisciente y lo sabía todo. El también disfrutó de la vívida experiencia de Satrughna, pero le indicó que no debía hablar por el momento de este secreto en Ayodhya. Cada acto de un Avatar ha de ser tomado en cuenta dentro del contexto de la situación, la época y los sucesos que se producen durante el tiempo de su vida.

Todos los sabios sabían que Rama era un Avatar de Dios, pero para que se cumpliera la historia del Ramayana, no compartieron su secreto con nadie. Viswamitra sabía muy bien que Rama era un Avatar y también Bharadwaja y Vasishta. Pero si hubieran difundido la verdad, no se habría cumplido el principal de los propósitos con los que había venido Rama como Avatar. Para ningún Avatar es posible proclamar al mundo su venida y, si lo hace, cuál es el propósito de la misma. Esto es el Maya de Dios, la ficción del Creador.

También Yasoda, la madre, incluso después de haber tenido la visión de toda la Creación en la boca abierta de Krishna, olvidó la Visión Divina por causa de maya y comenzó a creer que era la madre y que Krishna era su hijo. Fue por eso que Vasishta, Viswamitra y todos los demás sabios conservaron el secreto respecto de Rama. Pero cuando estaban solos o reunidos entre sí, cantaban la gloria de Rama. Cuando estaban entre ellos, solían describir las cualidades del Señor y se decían: "¿Podremos entenderte, oh Señor? Eres más pequeño que la más pequeña de las cosas y eres más grande que la más grande de las cosas, estás presente en las ochenta y cuatro cientos de miles de diferentes almas vivientes. ¿Cómo podremos entenderte y explicarle a otros lo que eres?"

El hombre está sumido en el maya y no puede liberarse de él. Se olvida de su origen y no entiende a Brahman. Sin embargo, si no existiera esta situación, no habría razón en absoluto para que el Ser Supremo viniera como Avatar. Lo que existe como realidad no es más que uno, pero lo que vemos es múltiple. Esta cosa única se nos aparece como las muchas cosas. Lo que es real es la Luz Suprema. Esta Luz Suprema es el esplendor del Alma. Aquí va una pequeña ilustración al respecto.

Tenemos aquí la luz de una vela. Cubrimos la luz de esta vela con un recipiente que tiene diez agujeros, y sobre éste colocamos una gruesa toalla. En estas condiciones, la luz que brilla dentro del recipiente no se ve desde fuera. Ahora bien, si vamos levantando la toalla y descubriendo uno a uno los agujeros, podremos ver una luz, otra luz y otra, a medida que van quedando al descubierto. Si quitamos la toalla de una sola vez, veremos diez agujeros diferentes y diez diferentes luces de vela. Pese al hecho de que estamos viendo estas diez luces, si quebramos el recipiente, nos daremos cuenta de que estas diez luces provienen de la luz de una sola vela. Primero, no veíamos luz alguna, luego vimos diez luces, pero al romper el recipiente, vemos nuevamente una sola luz.

Esto representa la base de nuestra vida. Dentro, como todos podemos ver, está la Luz de la vida del Ser, la Verdadera y Suprema Luz. Esta Luz de vida ha sido cubierta por el cuerpo humano con sus diez agujeros. Sobre ella hemos puesto la gruesa cobertura de los deseos mundanos. Si se eliminaran los deseos, lograremos la visión de la llama única: el esplendor del Alma. Ello viene a ser la Luz del Alma. El Alma es la encarnación de la dicha. No pueden sino experimentar la encarnación de la dicha, no es posible exhibirla de ninguna otra manera.

Son muchos los que han hecho lo posible por descubrir la existencia de esta Alma. Si existiera, ¿en dónde se la puede encontrar? Desde tiempos inmemoriales se ha intentado descubrir el Alma de uno, saber lo que es y dónde está. ¿Con qué evidencia contamos como para aceptar la existencia del Alma?

Para llegar a establecer la existencia del Alma no podemos tomar ni siquiera a los Vedas (Escrituras Sagradas) en cuanto autoridad última. Los Vedas solamente han tratado ciertos aspectos relativos al mundo y le han explicado a los seres humanos lo que han de hacer en él a través de distintas acciones. Este es el tema central de los Vedas. En ellos no ha sido posible determinar la naturaleza del Alma.

Aquí hay una pequeña historia al respecto. En el Ramayana, Sita, Rama y Lakshmana se dirigen al ashram de Bharadwaja. Siguiendo la antigua práctica, en el ashram las mujeres se sentaban a un lado y los hombres al otro. Contrariamente a lo que hace ahora la gente que se sienta junta; al entrar al ashram, Sita fue a unirse al grupo de las mujeres y Rama y Lakshmana se fueron a sentar con los sabios. Debido a que habían estado viviendo en la selva, Rama y Lakshmana llevaban atuendos apropiados para esta vida, pero sus rostros radiantes eran similares a los de los sabios y éstos no pudieron diferenciar quién era Rama y quién Lakshmana. Sita, en cambio, se destacaba fácilmente. Como estaba sola, las mujeres la reconocieron y le hablaron para preguntarle cómo era su vida en la selva. En el lado de los hombres, en tanto, se siguió con las exposiciones sobre los Vedas y la discusión se centró en ellos.

En el lado femenino, en tanto, las mujeres hacían preguntas en voz baja y susurraban. Se acercaron a Sita y le preguntaron: "¿Ha venido contigo tu marido?", a lo que ella contestó: "Sí, no habría podido venir sola, no puedo vivir sin él. El vino conmigo y está sentado al lado de los sabios". La segunda pregunta fue: "¿Quién es tu marido? ¿Puedes distinguirlo entre tantos hombres?" Sita era una mujer muy noble y modesta, de modo que no podía haberse puesto de pie entre todos los presentes para señalar a su marido. Simplemente bajó la cabeza y permaneció en silencio. Las mujeres, sin embargo, no se quedaron tranquilas y siguieron preguntando cosas como: "¿Es tu marido el que lleva vestimentas tales o cuales? ¿Es ese hombre que lleva los cabellos atados de manera peculiar?" Apuntaban hacia uno o el otro hombre preguntándole a Sita si ése o el otro era su marido. Sita contestaba negativamente cada vez que se apuntaba hacia la persona equivocada. Este es el procedimiento que habría que seguir para localizar al Alma.

Son muchos los jóvenes de hoy que ambicionan tener una mujer como Sita. Pero el joven que desee lograr una mujer como Sita habrá de hacer el intento de ser él mismo como Rama. No merecerá tener una mujer como Sita si se comporta como Ravana. Si una muchacha quisiera tener un marido como Rama, habrá de empeñarse en ser como Sita. ¿Cómo podría merecer a un marido como Rama si se asemeja a Surpanakha? Sería deseable que en cada familia el marido fuera como Rama y la mujer como Sita. Ciertamente que serán felices si se asisten mutuamente tanto en momentos de placer como durante las dificultades, como lo hacían Sita y Rama.