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Discursos dados por Sai Baba

09. 28/05/73 Conquisten sus sentidos y no habrá ya pesares

Conquisten sus sentidos y no habrá ya pesares

Conquisten sus sentidos y no habrá ya pesares

28 de Mayo de 1973

¿Quién es tu mujer? ¿Quién es tu hijo? ¿Qué cosa misteriosa es esta familia? ¿A quién le perteneces? ¿De dónde has venido? ¡Querido hermano! Has de saber que todo el conocimiento está contenido en las respuestas a estos interrogantes.

¡Estudiantes!: Durante toda la semana pasada han estado escuchando los versos del Bhaja Govinda que transmitieran Sankara y sus discípulos. Ellos contienen una descripción de la esencia de todos nuestros Sastras (códigos morales), y de todos los tipos de acciones correctas que son adecuadas para el mundo. Además de esto, se les ha dicho que todas las sendas de este mundo conducen hacia un solo objetivo y éste es el de llegar hasta Dios y convertirse en uno con El. Cuando el Sol brilla en el cielo, pero está cubierto por oscuros nubarrones, la gente de la Tierra no puede verlo. Esto, no obstante, no significa que el Sol no esté allí. Si sopla el viento, las nubes se disipan y el Sol brilla de nuevo. Así también, el resplandeciente Sol de nuestra Alma se encuentra generalmente cubierto por las nubes de nuestra ignorancia. Si el hombre se esfuerza por disipar la ignorancia buscando adquirir conocimiento, quedará en evidencia ante él el Alma autorresplandeciente. El hombre está olvidando en este mundo lo que es permanente y lo que tiene valor. Corre tras las cosas mundanas, al considerarlas reales. No ve al Espíritu Divino debido a las nubes de la ignorancia. Necesita de los vientos del Conocimiento y de la Sabiduría para que remuevan las nubes del autoengaño y le permitan ver el fulgor del Alma.

Todas las relaciones fisicas son temporales. En un río que fluye es muy común ver ramas de árboles que se juntan y vuelven a separarse después de haber recorrido unidas una cierta distancia. La confluencia y reunión de estas ramas viene a ser como la unión de dos personas como marido y mujer. Se unen, caminan y viven juntas y se separan después de haber luchado en esta corriente de la vida. En este contexto, Sankara intenta que desechen la ilusión del apego, del vínculo.

El próximo interrogante se refiere a quién es vuestro hijo. Este hijo que tengan habrá venido como tal, como resultado de lo que ustedes o él hayan hecho, ya sea durante vuestro nacimiento anterior o el suyo. Ha venido en esta vida como hijo vuestro, sólo para redimir alguna deuda entre ambos. Esta situación ha sido descripta en el Bhagavata en un tono más liviano, al señalar que vuestro hijo ha llegado hasta ustedes debido a causas materiales y no por alguna conexión con el Alma.

Si le preguntan a cualquiera respecto a quién es y de dónde ha venido, no será capaz de responder. ¿Cómo podría contestar cuántos nacimientos ha tenido ya y en cuál de ellos fue hijo de quién? ¿Cómo podría responder cuántos nacimientos tendrá aún en el futuro y en cuál de ellos será el marido de alguien? Le será imposible decirles qué número de nacimientos ha tenido hasta ahora y cómo llegó a aterrizar en el actual.

No sabemos de dónde hemos venido ni hacia dónde vamos. En este mundo ilusorio, vamos aumentando nuestros apegos y con ello nos vamos alejando del Madhava y no nos acercamos en absoluto a la Divinidad. Sólo aumentamos nuestras ataduras e inquietudes en el proceso. En este contexto, no habremos de adscribirle ninguna importancia a las relaciones corporales. El cuerpo está conformado por los cinco elementos y es seguro que habrá de desecharse. El cuerpo no entrega indicación alguna respecto a cuándo nació y a cuándo habrá de morir. No se dejen engañar por este mundo ilusorio. Busquen realizar al Espíritu permanente.

Aquí viene una pequeña historia al respecto. Un buen día, el príncipe de un reino andaba por la selva, se sentía cansado y sediento y buscando agua para beber llegó hasta un ashram. Los habitantes del ashram se sintieron atraídos por la aparición del príncipe, lo invitaron a entrar, le dieron fruta para comer, agua para beber y le pidieron que se quedara para descansar. El príncipe agradeció todo, pero indicó que no deseaba descansar, sino ver a los ancianos del ashram. Entonces lo llevaron directamente hacia el anciano que era la cabeza del mismo, el que era un verdadero santo. Este le preguntó al joven quién era. El le replicó que venía del reino de Jitendriya y que era el príncipe Jitendriya. Le preguntó entonces cuál era el nombre de su padre y el joven contestó que era el rey Jitendriya. Luego le preguntó cómo eran los habitantes del reino y el príncipe contestó que eran los jitendriyas y que vivían gozando permanentemente de dicha y felicidad. El jefe del ashram que era un renunciante, mostró cierta duda, ya que la palabra jitendriya significa "a quien ha conquistado todos los deseos". Cómo podía ser, preguntó el hombre santo, que el rey, el príncipe y todos los habitantes del reino pudieran ser jitendriyas. Se preguntaba si era posible que un gobernante y alguien que controla un Estado y a su gente pudiesen ser jitendriyas. (guiso verificarlo personalmente. Obtuvo los detalles del camino que habría de seguir para llegar al reino y decidió el viaje, pidiéndole al príncipe que se quedara en el ashram. A continuación le pidió al príncipe que le prestara sus ropajes reales y que, entretanto, vistiera la túnica ocre que simbolizaba al renunciante. El príncipe no se mostró extrañado y accedió de buena gana a lo que le sugería el anciano, trocando sus vestimentas con él. El hombre santo se alejó un poco y procedió a manchar las vestimentas del príncipe con algo de sangre, para luego seguir su viaje rumbo al reino de Jitendra. Llegó hasta las puertas de la ciudad y le dijo a los guardias que le avisaran al rey que había llegado un hombre santo que necesitaba darle una triste noticia respecto del príncipe. Fue llevado ante el primer ministro y, entonces, le relató que el príncipe había sido muerto por un tigre, mostrándole los ropajes ensangrentados como prueba. El ministro permaneció imperturbable ante la noticia, luego sonrió y dijo que le parecía ridículo ver a un renunciante preocupado por la muerte de un príncipe. No obstante y puesto que el renunciante quería que se le diera la noticia al rey, se le permitiría hacerlo. Tan pronto fue llevado ante el monarca, el renunciante le pasó las ropas ensangrentadas y se puso a llorar. El rey lo miró y se puso a reír. El rey habló entonces y le dijo que, al atardecer, son muchos los pájaros que se posan en las ramas de un árbol y, de madrugada, todos echan a volar, siguiendo cada uno su rumbo. Ningún pájaro le puede decir a otro qué rumbo habrá de tomar. No hay dos pájaros que se conecten entre sí. Dijo luego, que de igual manera, su familia constaba de su mujer, sus hijos e hijas, sus nietos, etc., todos los cuales eran como otros tantos pájaros posados sobre las ramas de un árbol y que todos emprenderían el vuelo en diferentes direcciones. Uno de esos pájaros, el príncipe, había echado a volar y, probablemente al día siguiente, otro también emprendería el vuelo pero que parecía risible el que un renunciante se doliera por estas situaciones. El renunciante pensó para sí mismo que era posible que el rey no sintiera afecto por este hijo en particular y, por lo tanto, no sintiera apego por él. De modo que imaginó que era mejor ver a la madre, ya que aquella que había dado a luz al príncipe, seguramente sufriría con lo sucedido y derramaría lágrimas de dolor ante la noticia. Los guardias lo llevaron ante la reina a la que le contó que el príncipe había sido muerto por un tigre y le entregó las ropas manchadas con sangre. La reina señaló que no había razón alguna para sentir pesar y comparó la situación con la de un albergue al que llegan muchos hombres a pasar la noche, yéndose cada uno por distintos caminos al día siguiente. Preguntó qué conexión podría haber entre toda esa gente que llega a un albergue desde distintos lugares y comparó luego al mundo con un albergue al que llegan muchísimos seres. Hoy era el príncipe el que había dejado el albergue y mañana serían otros los que también se irían. Nadie se quedará permanentemente en él. Las relaciones entre nosotros son como éstas y no hay motivo para sentir pesar. Luego le preguntó al renunciante por qué había de sentirse apesadumbrado con una situación como ésta. Sumido en la ilusión, el renunciante imaginó en su fuero interno que tal vez ésta no era sino una madrastra que no sentía afecto por el príncipe, de modo que pidió ver a la mujer de éste para darle la triste noticia. Pensó que ella sí debería sentir dolor ante la situación. Una vez frente a ella, le relató la historia, le pasó las ropas del príncipe y señalando que tendría que vivir una vida como viuda, se puso a llorar lastimeramente. La mujer del príncipe se echó a reír y le dijo que este mundo podía compararse con una selva en la que hay innumerables árboles. Los árboles se secan y las ramas se desgajan y caen a un río. De manera similar, también sucede lo mismo en otras selvas y las ramas que flotan en la corriente provenientes de distintos bosques, llegan a juntarse en algún momento. Indicó que marido y mujer eran como tales ramas, viniendo de diferentes familias o diferentes bosques, y uniéndose temporalmente en un río. El río es el flujo de la vida. Pese a que las ramas son diferentes, el río en el que llegan a juntarse es el mismo y, para estas ramas que representan al marido y a la mujer y que han caído en el río de la vida, también el océano de la dicha es común, de modo que no hay que lamentarse por lo que suceda.

Con esto, al renunciante ya no le quedó duda de que los habitantes de este reino eran jitendriyas, de modo que retornó al monasterio. Aún le quedaba el deseo de poner a prueba al príncipe, de modo que le relató que había visto a su reino arrasado por los enemigos, los que habían tomado prisioneros al rey, a la reina y a sus demás familiares y que, además, le estaban causando innumerables sufrimientos a los habitantes del reino. Le indicó al príncipe que había de retornar de inmediato a su reino y no seguir en el ashram. El príncipe se rió y le preguntó qué significaba un reino y qué cosa eran los reyes. A su entender no había relación entre ellos. Para él, Dios era el magno rey, la devoción, el reino, y los devotos representaban a los príncipes. En cambio, la relación entre un príncipe y su padre no era sino un vínculo carnal, siendo que el único reino real era el del Alma.

En un contexto similar, en la historia del Mahabharatha, Gandhari le hablaba de su dolor a Sanjaya. Dijo que de los Kauravas, sólo quedaban vivos Asvathama, Kripacharya y Kripana. En tanto, entre los Pandavas, quedaban vivos cinco de ellos, más Krishna y otro hermano. Se lamentaba de que hubiera siete sobrevivientes de los Pandavas, en tanto que no quedaban sino tres de su lado. Por otro lado, quedaban sólo diez personas vivas en total, y que tantas habían sido sacrificadas en esta guerra sólo para estos diez. Sanjaya le dio una respuesta que es muy profunda a este predicamento. El nombre de Sanjaya significa "a quien ha controlado por completo sus sentidos". Sanjaya le señaló a Gandhari que el hecho de que quedaran diez personas después de la guerra revestía un cierto significado. Dios quiere proclamar al mundo el significado de nuestra existencia toda y del número diez. En el número diez hay un cero a la derecha de la cifra uno. El cero representa al mundo y el uno está en el lugar de Dios. Sin el "uno", el "cero" carece de valor. Vale decir, sin Dios, el mundo no tiene sentido. El mundo que es falso, transitorio e impermanente no vendría a ser más que nada si no fuera por su asociación con Dios. La Tierra sobre la que vivimos es esférica. El Sol que nos da su luz y la Luna que brinda su frescor, son esféricos. De hecho, la mayoría de las cosas que vemos en el mundo en torno nuestro, son esféricas. En este contexto, nuestra propia vida tiene una forma esférica y no es nada más que un cero. Si ponemos junto a este cero a lo Divino, la vida se hace significativa. La semilla contiene en sí al árbol y el árbol lleva en sí la esencia de la semilla. Esta es la verdad que ha llegado hasta nosotros desde tiempos inmemoriales. El propósito de esta vida implica el darse cuenta de que el árbol y la semilla se contienen mutuamente. Todo el resto no es más que Ilusión o Maya. Este Maya ha sido descripto y definido por Sankara en cuanto aquello que no existe. Esto no parece razonable. Mas Sankara da un bello ejemplo para responder a esto. Los grandes palacios que ven en sus sueños no existen cuando despiertan y abren los ojos. Asimismo, ven tantas cosas mientras permanecen despiertos y experimentan muchas a través de sus sentidos; pero cuando duermen, todas ellas ya no existen Ello significa que en un caso se trata de una ensoñación y en el otro de un sueño. En ambos casos se trata de sueños y todos los sueños son falsos. El propósito de nuestra vida es el de buscar la Verdad, si es que la hubiera, en lo que vemos. Por ello, nuestras conexiones corporales no han de preocuparnos ni crear creencias especiales en nosotros. Debemos hacer uso de ellas tan sólo para cumplir con los deberes que nos competen. No hemos de desarrollar apegos especiales por el mundo.

No hay una madre, no hay un padre, no hay hijos, no hay fortuna, no hay relaciones; tomen conciencia de ello y despierten. Todo lo que sufren debido al nacer, al desarrollarse y al morir es doloroso; manténganse alertas y despiertos. Esto es lo que dijera Sankara. Mientras estén vivos, mantengan sanos vuestros cuerpos y estables vuestras mentes y visión. Por esta vía deberían gozar de la dicha del Alma. Habrán de cuidar de no debilitar ni descuidar el cuerpo, como para que más adelante tengan que depender de otros para que les ayuden. Hay que mantener saludable el cuerpo como para poder hacer un buen uso de él. El cuerpo puede compararse a una barca: en una ribera, se encuentra el mundo material y en la otra la meta espiritual; la vida es el río; con la barca del cuerpo habrán de cruzarlo. Hemos de usar la barca en buena forma para llegar a nuestro destino. Si la descuidamos, se deteriorará y se le abrirán vías de agua antes de llegar al medio de la corriente; entonces tendrán problemas y no podrán llegar a la orilla deseada. En una barca bien cuidada no habrá peligro aunque permanezca por mucho tiempo en el agua. Mas si empieza a hacer agua, la situación se tornará peligrosa. Igualmente, deben mantenerse dentro de la familia, pero no dejar que la familia les inunde. Si lo permiten, estarán en dificultades. Si pueden llevar sus vidas de esta manera, ustedes mismos llegarán a ser el Yo Supremo. Fue con la intención de llevarles hasta este camino que Sankara entregó este verso del Bhaja Govinda, planteando preguntas como: ¿quién eres tú?, ¿quién es tu mujer?, ¿de dónde has venido?, ¿quiénes son tus parientes? y otras por el estilo. Al dirigirles estas preguntas, buscó hacerles reflexionar y encontrar las respuestas correctas.