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Discursos dados por Sai Baba

04. 23/05/73 Eviten el ciclo de nacimientos y muertes

Eviten el ciclo de nacimientos y muertes

Eviten el ciclo de nacimientos y muertes

23 de Mayo de 1973

Uno puede señalar hacia alguna cosa y decir que no es Brahman (Dios), pero nadie puede decir que algo es Brahman. Todo lo que sea Invariable, Eternamente Verdadero y que sea Conocimiento y sea Infinito, es Brahman. No resulta posible explicar esto en términos de palabras. ¡Estudiantes de sagrada mente!: Generalmente el hombre desea obtener algo, pero de hecho, consigue algo muy diferente. Por medio de sus ambiciones y en su imaginar el hombre le da forma a muchas ideas que vienen a ser como los nidos de otros tantos pájaros. Estos deseos no se satisfacen generalmente en la forma en que desea que se cumplan. La vida es como una larga guirnalda. Esta guirnalda tiene dos extremos: uno es el nacimiento y el otro es la muerte. Entre ellos, la guirns:da consta de muchas flores. Vuestros sueños, pensamientos, ideas, pesares, alegrías y placeres representan las variadas flores que componen la guirnalda. Debemos reflexionar y considerar si hemos de ver la vida misma como la guirnalda o si hemos de ver las conexiones de nuestro cuerpo con la vida como la guirnalda. Si miramos a los dos extremos de ella resultará claro que éstos, el nacimiento y la muerte, son importantes tan sólo para el cuerpo y no para el Alma individual dentro de él. En ese contexto, todo lo que se dé, ya sea dolor o placer, pesar o felicidad, sueños o imaginación, atañen todos al cuerpo y no al Alma. Es el cuerpo el que sufre muchos cambios y transformaciones. El Alma no sufre ninguno, sino que se mantiene permanente, invariable, pura, desinteresada y firme. En verdad, nuestro cuerpo pasa por varias etapas, como la niñez, la adolescencia, la juventud y la vejez. Dependiendo de la etapa por la que esté pasando en cada momento en particular, el cuerpo decidirá por sí mismo cuál será el trabajo apropiado para esta etapa. En la etapa de la niñez, el individuo se dedica a jugar, a cantar, a leer y a varias otras de estas actividades placenteras y obtiene felicidad con ellas. En esta etapa no piensa ni se preocupa en absoluto de lo que ha de ser su futuro. De hecho, vive una fantasía tal que está libre de preocupaciones y sólo goza de su niñez.

De este período, mientras vive despreocupado del mundo y de sus dificultades, pasa a lo que podemos llamar su juventud. Tan pronto llega a esta etapa, su visión se obnubila y se vuelve ciego, en el sentido de que no ve las cosas en su correcta perspectiva. No se preocupa de mirar hacia la tierra o el cielo. Se olvida de lo que es moral o inmoral. No le presta atención al respeto o a la irrespetuosidad. Lo que le pasa, en realidad, es que se excita de tal modo que no le interesan sino su placer personal y sensorial. Esto hace que transforme su vida en algo un tanto inútil. Y mientras está aún confuso gozando de los placeres sensoriales, hace su entrada la edad madura. Tan pronto se halla en ella, comienza a sentirse atado con responsabilidades, puesto que tiene una familia y personas de las cuales preocuparse. Esto conlleva a que desarrolle apegos. Siente que hay algún poder que le ata y lucha constantemente para salir de esa esclavitud. En esta etapa y mientras lucha por zafarse de estas ligaduras, entra en el período que llamamos la vejez. Sus ojos estarán afligidos por males como las cataratas y ya no podrá ver nada con claridad. No camina ya con agilidad. Sus manos tiemblan y están inseguras. No oye bien y piensa en las cosas que han quedado atrás, en su adolescencia y juventud. Preferirá estar en este estado de remembranza y, ocasionalmente, pensará en lo que le espera en el futuro, temiéndolo. Aunque tuvo tiempo suficiente durante su niñez, su juventud y su edad madura para pensar en cosas mundanas, este anciano sentirá que no le quedó tiempo suficiente para pensar en Dios. Una persona así no tendrá paz mental, ni gozará de esa dicha que va a la par con la realización del Alma. Seguirá declinando constantemente; pensando únicamente en el pasado y preocupándose de lo que le deparará el futuro.

De este modo, el hombre nace, viaja a través de su juventud, se hace viejo, declina y muere. ¿Es que la gente debería pensar sólo sobre estas transformaciones y nada más? ¿No sería mejor que pensaran en algo más sagrado como la Realidad del Alma? Durante la niñez y la juventud, el hombre se mezcla con diferentes personas y pasa su tiempo jugando con ellas. A medida que va avanzando en edad, se dedica a satisfacer sus deseos, a correr tras de las mujeres y a buscar amor y afecto. Cuando se hace mayor, quiere ganar dinero y amasar riquezas para usarlas para su placer. Cuando alcanza una edad avanzada, no piensa en lo Divino, sino que pasa el tiempo de diferentes maneras y se siente incapaz de abandonar los apegos que ha ido desarrollando durante su vida. En esta forma, el hombre simplemente desperdicia su vida, se convierte en polvo y, al final, ha sido absolutamente inservible.

La gente joven, usualmente, no tiene fe en Dios y se siente abatida cuando se pregunta ¿habrá o no un Dios? Hasta el primer paso para tener fe en Dios le es posible darlo únicamente a aquellos que han hecho algunas buenas obras en sus pasadas encarnaciones. Esta referencia a nuestros nacimientos anteriores es algo que ni siquiera los hindúes son capaces de creer en la actualidad. Un pequeño ejemplo para esto. En cuanto una persona comienza su vida, se encontrará que tiene aptitudes para una cierta vocación. Algunos llegan a ser poetas, otros cantantes, en tanto que otros se convierten en artistas y otras cosas más. ¿Qué es lo que les da estas habilidades especiales a los individuos? ¿No es lo que traen consigo desde nacimientos anteriores? Puede que arguyan que el esfuerzo que desarrolla el individuo es el responsable de que se convierta ya sea en poeta o cantante. No es éste el caso. Tendrán que pensar acerca de cómo, sin ningún entrenamiento especial, estos individuos exhiben a veces estos talentos especiales. Entre los hindúes está la creencia de que uno cosecha el fruto de sus acciones, se cree que se vuelve a nacer y también que uno arrastra consigo el bien o el mal que hayamos hecho en encarnaciones anteriores.

En los tiempos actuales las personas se preguntan respecto a su conexión con Dios. Se preguntan por qué habrían de rezarle a Dios y por qué habrían de creer en El. De acuerdo a ellas, pueden hacer todo lo que quieran sólo con ayuda de la ciencia y la tecnología modernas. En este contexto, cuestionan la necesidad de pensar en Dios. Los jóvenes de hoy discuten y afirman que creer en un Dios que no pueden ver, representa un signo de debilidad. Mientras consideran como una debilidad el creer en un Dios que no pueden ver con los ojos fisicos, no consideran una debilidad el creer en una infinidad de cosas más que tampoco podemos ver. Los hombres de ciencia de hoy son capaces de inferir la presencia del aire por medio de distintas ayudas, pero ¿tienen la capacidad de ver el aire? Cuando volamos por el cielo y oímos hablar o hablamos del cielo, ¿somos capaces también de verlo? Cuando la gente habla de su mente y se queja de que la mente vacila o que no tiene paz, ¿son capaces de ver sus mentes? Cuando alguien dice que tiene el corazón muy tranquilo o que lo tiene apesadumbrado, ¿es que uno puede verse el propio corazón? Cuando dicen que les duele la cabeza, ¿indica esto algo más que el hecho de que haya una cabeza y una forma de dolor del que esta cabeza sufre? Del mismo modo no tienen forma y no se pueden ver cosas como la felicidad, el pesar, la dicha, la mente, etc., y si creen en estas cosas que no tienen una forma física y que no pueden ver directamente, ¿qué es lo que los hace dudar en algo como Dios al que tampoco ven? Por ende, cuando hablan de no creer en alguien o en algo que no ven, han de reconocer que no representa una debilidad el que consideren el pesar, la mente, el placer, etc., como reales, aunque no los puedan ver.

El mundo está hecho de cinco sustancias elementales. Estos elementos carecen de forma. Por ejemplo, el aire no tiene forma. Toma la forma de lo que lo contiene. De manera similar, el fuego tampoco tiene forma y posee sólo un poder específico. Puede calentar y puede quemar. De modo que estos elementos no tienen sino cualidades o atributos que solamente pueden describir. Carecen de formas específicas que puedan ver. Aquel aspecto especial que se sitúa por encima y más allá de estas cinco sustancias elementales, es la Divinidad. Debido a que miramos hacia esta creación con la ayuda del cuerpo que cambia continuamente, de la mente que oscila continuamente y de la visión que falla continuamente, nos llenamos de todo tipo de dudas. Hay una cierta justificación en nuestro empeño por tratar de entender primero los aspectos del cuerpo humano y en seguir desde allí para entender los aspectos de lo Divino. Es en este contexto que los discípulos de Sankara proclamaron que los variados atributos del cuerpo humano, de la conducta del hombre, de sus pensamientos y deseos materiales no tenían un valor permanente y que su estudio no constituía un estudio de la verdad. De ahí se adelantaron para declarar que lo que importaba estudiar es el Principio del Alma, puesto que es permanente y muestra el camino hacia la realización de Dios. Además, dedicaron su tiempo y esfuerzo a compilar el Bhaja Govinda en beneficio de la gente.

A una de las estrofas un discípulo le dio el siguiente significado:

Mientras uno está en la niñez, tiene el deseo de jugar y de cantar. Cuando llega a la juventud, comienzas a pensar en el amor y las mujeres. A medida que se va haciendo mayor, su mente debilitada se llena de preocupaciones y dudas. ¿En qué momento debe volverse a las cosas espirituales y plantear preguntas relacionadas con Dios o el Principio Universal?

Esta es la forma en que uno pasa por su vida. Durante el día, estando despierto, el hombre se involucra con su mente, su cuerpo, su inteligencia y otros órganos, se relaciona con su ambiente y disfruta la situación. De noche, cuando sueña, su cuerpo no participa en ninguna de las actividades del sueño, sus ojos están cerrados y no ve nada con ellos. Pese a esto, siente que está atravesando por diferentes situaciones. Mientras se mueve por diferentes lugares y toma parte en diferentes eventos en su sueño, no es capaz de descubrir qué parte de su cuerpo participa verdaderamente en todo aquello. Parece no haber conexión entre el cuerpo que funciona durante el estado de vigilia y el que lo hace durante el sueño. ¿Quién o cuál de ambos es el cuerpo real? Por otra parte, cuando duerme profundamente, no tiene experiencias de ningún tipo, mas cuando despierta, sostiene que ha tenido un sueño profundo y refrescante. ¿Es capaz de testimoniar e identificar quién fue el que tuvo este sueño profundo y refrescante? ¿Puede identificar siquiera cuál parte del cuerpo gozó de este sueño profundo? Si alguien, olvidando por completo su entorno, despierta y dice: "he gozado de un buen sueño", deberíamos preguntar: ¿Quién es el yo que ha gozado de un buen sueño? De modo que tanto en el estado de vigilia como en el del dormir y el soñar, hay un "yo mismo" que ha estado presente. Este "yo mismo" es algo diferente del cuerpo y ha estado presente como testigo durante todos los estados. Resulta erróneo pensar que el "yo" es lo mismo que el cuerpo. El cuerpo y este "yo" son muy diferentes.

Narada encontró una vez a Sanatkumara y le pidió la iluminación. Sanatkumara le preguntó a Narada sobre el especial poder que había adquirido gracias a su saber. A esto, Narada replicó que sabía todo lo contenido en los cuatro Vedas y los seis Sastras. Sanatkumara se sonrió frente a la respuesta e indicó que le satisfacía el que hubiera aprendido todo ello, pero que le gustaría preguntar si Narada había aprendido algo sobre el "yo" y si había llegado a comprenderse a sí mismo. Luego le dijo a Narada que en tanto uno no se entienda a sí mismo, el conocimiento de todos los Vedas, Sastras, del Gita y las Upanishads resulta bastante inútil. Vuestro conocimiento se hará útil únicamente cuando sean capaces de realizar la naturaleza del "yo". Lo que es importante es la visión del Uno sin Par. Deberán llegar a ser capaces de realizar y entender el aspecto no dual que impregna todo el Universo. En el mundo de hoy, las personas imaginan, sin realizar esfuerzo alguno por entender sus propios "yo", que están logrando muchas cosas grandiosas con ayuda de la ciencia moderna y, a lo largo de este proceso, van hundiendo los pies en muchas situaciones difíciles. Al señalar que pueden internarse en el cielo, ver las estrellas, ir hasta la Luna y descender allí, no hacen sino construir castillos en el aire. Puede que hayan tenido un éxito parcial haciendo tales cosas, mas si en el proceso no llegan a entender al "yo" y no logran alcanzar la serenidad mental, se muestran en verdad muy necios. De acuerdo con las palabras del gran poeta Vemana, no tiene ninguna importancia el que lleguen hasta el mundo de Indra o la tierra de la Luna. Habrían de tratar de llegar hasta Nandi y ver lo Divino y entender al "yo". De ordinario, la palabra Nandi significa "el toro". Mas Vemana la usó como sinónimo de Buddhi o inteligencia. Quiere decir que si nos distanciamos de nuestra inteligencia y nos vamos a la Luna, la felicidad que obtengamos no será la adecuada. La felicidad adecuada está dentro de nuestra propia mente y de nuestros propios pensamientos. Si no hacemos un uso apropiado de nuestra inteligencia, sin que desarrollemos desapego respecto de nuestro cuerpo y sin tener fe en lo Divino, no vamos a lograr los frutos de nuestras acciones. Si no cuidan de purificar sus mentes y se aferran a los placeres sensoriales, jamás podrán alcanzar el fruto de sus acciones, aunque le recen de continuo a Dios pidiendo Sus bendiciones.

Quien vive en este mundo, debería convertirse ante todo en un ser humano y entender cuál es la naturaleza de su cuerpo. El que se dedica a alabar los actos erróneos de otros, es un necio. El camino que lleva al conocimiento de uno mismo es la senda para la Liberación. Al tomar conciencia del carácter transitorio del cuerpo humano, uno de los discípulos de Sankara describió después las etapas de la niñez, la adolescencia, la juventud y la vejez de una manera tal que llegaría a despertar en ustedes una cierta repulsión y desapego. No tiene importancia el tiempo que uno viva, por muy largo que sea; cada uno habrá de abandonar su cuerpo en algún momento. Resulta en verdad necesario que mientras vivamos en este cuerpo, aprovechemos el tiempo disponible para entender a Dios. Es necesario encontrar los medios para llegar a fundirnos finalmente en El. No sabemos cuándo hemos de abandonar este cuerpo. Este está hecho de materia y tiene que morir. Nuestros antepasados sostenían que el límite para una vida humana lo constituyen los cien años, pero no podemos creer en ello. No sabemos si la muerte sobrevendrá en la juventud o en la vejez, en la edad adulta o en la adolescencia, no sabemos si se producirá en el agua, en el aire o en la tierra, en un poblado o en la selva. Sólo hay una cosa verdadera y es que la muerte es cierta. Si uno es un hombre sabio, se empeñará por entenderse a sí mismo mientras está vivo. Todo lo que puedan hacer en la vida, todos los logros que puedan alcanzar, no equivaldrán sino a haber perdido el tiempo y a no emplear la vida de manera útil y llena de sentido, si no saben quiénes son y no han realizado la naturaleza de vuestro verdadero ser. Pasan el tiempo leyendo periódicos de diferentes partes del mundo y esperan ansiosos tener noticias de algunos individuos de diferentes partes del mundo. Pero no se muestran ansiosos por descubrir qué noticias provienen del interior de vuestros propios corazones. Esta es la más importante de las noticias. Este mundo es como un periódico. Pueden leer un diario desde el comienzo hasta el fin sólo una vez, ya que nadie lee el mismo diario una y otra vez día tras día. De manera similar, hemos llegado a este mundo y hemos visto una vez su diario. No deberíamos tratar de echarle una nueva ojeada al mismo diario otra vez. Un diario de hoy será papel usado mañana. Y así también, si sometemos nuestra vida al reiterado ciclo de nacimiento y muerte, la estaremos convirtiendo en papel de desecho. De modo que no deberíamos conformarnos con ver este mundo una y otra vez. Deberíamos tomar la determinación y empeñarnos en ver lo Divino, que representa el diario que vale la pena.

Sankara hizo mucho para que los pensamientos de la gente tomaran este rumbo hacia Dios. Ustedes, jóvenes, deben limpiar sus mentes, desarrollar ideas puras y aprovechar esta oportunidad para ver la dulzura que se encuentra en entender la Dicha Divina. Deben dedicar sus vidas a practicar y a propagar la antiquísima cultura india. Cuando salgan después de este mes de escuela de verano, deberían ser capaces de restablecer las gloriosas tradiciones de nuestro país y convertirse en mensajeros de paz para los demás. El que hayan venido a participar en esta escuela de verano no implica una satisfacción para nosotros. Sólo nos sentiremos felices cuando ustedes sean capaces de practicar lo que hayan aprendido durante este mes. Es vuestra responsabilidad el mantener la reputación de este país. Les bendigo para que sean capaces de cumplir con ella.