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Discursos dados por Sai Baba

28. 17/06/73 La confianza en uno mismo lleva a la autorrealización

La confianza en uno mismo lleva a la autorrealización

La confianza en uno mismo lleva a la autorrealización

17 de Junio de 1973

La senda del Karma o del trabajo puede compararse a un camino que recorren a pie. La senda de la Devoción puede compararse a un camino que recorren en un carro. La senda de la Sabiduría puede compararse al trayecto que recorren en un avión. La senda de la concentración puede compararse a un trayecto que recorren en barco. ¡Estudiantes! En el Bhagavad Gita se nos indican tres palabras: Inquirir, Visualizar, Aunarse con Ello. Hemos de inquirir respecto al aspecto del "yo". No obstante, ¿podrá satisfacerles la mera indagación en este sentido? No podrán satisfacer el hambre con sólo saber que hay comestibles en la cocina. Así también, no se verán satisfechas las necesidades que tengan sólo sabiendo cuáles son los artículos que se encuentran disponibles en el mercado. ¿Será posible disipar la oscuridad que envuelve al mundo por el simple hecho de difundir las noticias de la luz? A un hombre que sufra de alguna enfermedad, no lo podrán sanar describiéndole, simplemente, las cualidades de variados medicamentos. Sólo sanará la enfermedad una vez que le administren los medicamentos que requiera; para satisfacer el hambre habrán de ingerir alimentos; habrán de difundir la luz para disipar la oscuridad, etc. Por ende, así como debemos entender ante todo la naturaleza del "yo", del "mundo" y de Dios, ha de seguir un segundo paso que es el de visualizarlos. Tampoco esto representa el final, porque debe seguir un tercer paso en el que se adentren en el aspecto total y se identifiquen con él. No les será posible alcanzar la experiencia de la felicidad y la Bienaventuranza a través del estudio y la práctica únicamente. Sólo cuando llegan a identificarse por completo con esto, serán capaces también de experimentar su pleno significado. Esto significa que han de inquirir, visualizar y luego, aunarse con ello. Comienzan por la búsqueda en la naturaleza y el origen del "yo", entonces logran la experiencia de su visión y luego se liberan, experimentando la no diferencia entre el testigo y lo presenciado.

Con este propósito hemos de seguir por ciertos caminos. En nuestro Vedanta se hace referencia a ellos como los cinco diferentes Akasas, es decir, las distintas Cinco Formas de la Materia. Ellos son: El Ghatakasa, el Jalakasa, el Daharakasa, el Chidakasa y el Mahadakasa.

El Ghatakasa se refiere al estado en el cual el hombre se encuentra absorto en la conciencia corporal. Piensa en su prestancia física, su edad, su apariencia y su forma. Cuando le preguntan a un individuo, por ejemplo respecto a cuándo llegó, él va a especificar normalmente el día y la hora de su arribo físico. Esta respuesta denotará su falsa identificación de sí mismo con el cuerpo. Aquí, el sí mismo se mantiene encadenado al cuerpo.

En el estado de Jalakasa, en cambio, establece una diferencia entre el cuerpo y el sí mismo. Si un individuo sufre de un dolor de estómago, dirá: "Tengo un terrible dolor en mi estómago". Al decir "mi estómago", parece obvio que considera a este órgano y por ende a su cuerpo, como diferentes de su mente. En el Jalakasa el sí mismo se mantiene encadenado al cuerpo sutil.

Por otra parte, cuando llegan al estado del Daharakasa, comienzan a inquirir respecto a la naturaleza y al origen del "yo", distinguiéndolos del cuerpo y aprehendiendo por último que este "yo" surge desde vuestro ser más íntimo. Este tipo de indagación puede compararse a aquella que se lleva a cabo sobre los asuntos mundanos en el estado de vigilia. Durante el estado de vigilia perceptiva, se encuentran activos todos los órganos de vuestro cuerpo, como los ojos, los diferentes miembros e incluso la mente. Se mueven con el cuerpo, ven con los ojos y experimentan con la mente. De modo que el estado del Daharakasa corresponde a las vivencias durante la vigilia.

El Chidakasa corresponde a las experiencias sutiles, en donde el sí mismo se mantiene como la conciencia testigo. En este estado estará por encima de vuestro cuerpo y vuestra vida y separados de ellos. Se le puede comparar al estado del soñar. En un sueño pueden sentir que alguien ha venido y les ha cortado la cabeza. Ustedes mismos ven la cabeza separada del cuerpo y, en esa situación, están por completo separados de éste. Vuestra vida no se ha extinguido pese a que vuestra cabeza ha sido cercenada. No están sino siendo testigos del drama sutil. Lo mismo puede ilustrarse de la manera siguiente: si lesionan a otra persona con un cuchillo, puede ser considerado como una ofensa. Mas si sueñan que le han cortado la cabeza a un juez y después de despertar le confiesan a éste lo que han hecho, él no tiene poder alguno para proceder. De modo que en el ámbito de los sueños, no son sino observadores.

Por último, el Mahadakasa implica la habilidad de la ecuanimidad mental en uno. En este estado mental desarrollan una actitud siempre igual ya sea frente al frío o al calor, a la luz o a la oscuridad, al sufrimiento o al placer. Este estado no se encuentra por encima de la mente, la que se retira por sí misma en el estado de meditación profunda, por ejemplo, en tanto que en el del Mahadakasa alcanzan el equilibrio mental. El Mahadakasa se conoce también como el Encuentro con la Bienaventuranza. Esto se puede ilustrar por medio de un ejemplo. Están cantando ustedes mismos una canción y están escuchando el sonido, y si meditaran sobre el origen de este sonido a ello se podría hacer referencia como "lo que brinda Bienaventuranza".

Fue en este contexto que Arjuna le preguntó a Krishna sobre la importancia relativa del cuerpo, y del morador interno; sobre el devoto de Lo Sin Forma y el devoto de Aquel Con Forma. Las argumentaciones respecto de la relativa grandeza de estos dos aspectos no tienen fin. También tenemos una mezcla de ambos entre la adoración constante a un objeto específico y la adoración constante al Infinito Sin Atributos. Estos tres niveles son los conocidos como "el Dios con Forma y Atributos, el Dios Sin Forma ni Atributos y la transición entre ambos". Estos tres, no obstante, no representan sino diferentes métodos, aunque la meta final sea la misma. Si desean entender fácilmente la diferencia entre estos métodos, pueden comparar la adoración a un objeto específico con una tela; el método intermedio mixto, con los hilos o fibras que se conjugan para formar la tela, y la adoración al Infinito Invisible o Sin Atributos, al algodón que conforma la base tanto para los hilos como para la tela. En base al algodón obtenemos los hilos y de los hilos obtenemos la tela, mas si le vamos sacando todos los hilos a la tela, ella misma desaparece. En esencia, en los tres no hay más que algodón. Aquí va un ejemplo. Si les muestro un cojín y les pregunto acerca de su cobertura exterior, dirán que es una tela. Si les pregunto sobre lo que hay dentro, me contestarán que hay algodón. Para el Vedanta, ambos son lo mismo y ambos son algodón. De modo que en el total de estas tres sendas se encuentra un solo rasgo común, y éste es el Amor. Una vez que llenen sus corazones con Amor, no importará realmente cuál de los caminos sigan. Cualquiera sea la elección, alcanzarán el destino final. También se hace referencia a este Amor con respecto a las preferencias. Esto corresponde a un sentimiento que surge en ustedes cuando ven a un individuo que les agrada. Después de sentir esa atracción desean que se vincule más a ustedes. Es entonces que acercan el objeto más a ustedes, lo vivencian, y ejercitan una acción combinada mediante la cual ven a un objetos; lo aproximan a ustedes y disfrutan del mismo.

A Dios le complacen estos caminos, porque la idea básica en todos ellos es la misma. A Dios no le preocupa sino la devoción verdadera. Dios no tiene atributos, somos únicamente nosotros los que ideamos a Dios de diferente manera de acuerdo con nuestras variaciones personales. Imaginen el ejemplo de una madre que tiene tres hijos. En un estado de emergencia, el gobierno ha decretado que un individuo de cada familia habrá de ser reclutado en pro de la seguridad del país. La madre siente el mismo afecto por cada uno de sus tres hijos, pero debido a esta ley obligatoria, tiene que desprenderse de uno de ellos. Le permitirá al mayor unirse a las fuerzas de seguridad, debido a que es el más maduro. De manera similar, todos somos hijos de Dios y Ei tiene tres tipos de hijos: los que lo aman Con Forma y Atributos; los que se unen al Sin Forma y Atributos; y los que se encuentran en la transición. Entre ellos, Dios tratará al primero como al menor de Sus hijos debido a su inocencia. El segundo será 'tratado como aquel que ha llegado a la madurez espiritual.

Para Dios, el primero será un niño pequeño, el segundo será un niño desarrollado, en tanto que el otro será el del medio. El primero se entregará por completo a Dios y se sentirá feliz pronunciando el Nombre del Señor, contemplando Su Forma y pensando en Sus Atributos. Al igual que una madre que se preocupa por todas las necesidades del menor de sus hijos, puesto que él no puede indicarlas por sí mismo, así también, respecto a él, Dios se preocupará de todas sus necesidades en el momento apropiado, y le otorgará todo lo que merezca. Sólo respecto de un bebé no hay diferencia entre el bien y el mal. Este bebé no tendrá agrados ni desagrados, no pensará respecto a cuándo ha de recibir alimento o vestimenta, etc. Su mente es bastante pura y no siente apego por nada.

La total dependencia de Dios se considera como "entrega total al Señor". Lo que se busca es que entreguen la mente, mas, ¿cómo podrían rendirla si es un torbellino y está fuera de vuestro control? La mente sólo puede ser entregada cuando es serena. En esa quietud de la mente uno llega a aprehender el Aspecto Divino que todo lo impregna. ¿En dónde quedaría la cuestión de la entrega, si se sabe que Dios está presente en todo? ¿Quién habría de rendirse y a quién habría de rendirse? Esta palabra tiene algún sentido únicamente cuando alberga la idea de la dualidad. Si llegan al nivel de la no dualidad en sus mentes, entonces no queda nada por rendir o entregar.

El amor representa un factor indispensable para alcanzar el estado de la no dualidad. Las gopikas y gopalas (las vaqueras y pastores seguidores de Krishna) realizaron esta unicidad y nunca fueron molestados por los problemas que podían crear sus cuerpos, sus mentes y sus familias. No tenían sino a Dios en sus mentes. En una ocasión, Radha le rezó a Krishna, diciendo: "¡Oh Krishna! Según las circunstancias, es posible que ahora hayas asumido el nacimiento como ser humano, pero es imposible que alguien pueda decir qué forma asumirás y en qué momento. Sólo deseo llegar a ser una contigo e identificarme contigo para siempre". Podemos preguntarnos cómo esto puede ser posible. Aquí va la respuesta. "Si llegas a ser una flor, yo me convertiré en una abeja y volaré en torno de Ti. Si llegas a ser un árbol, yo me convertiré en una enredadera y te rodearé con mis ramas. Si llegas a ser el cielo infinito, yo me convertiré en una estrella refulgente para estar contigo. Si llegas a ser una montaña, yo me convertiré en un riachuelo que corra junto a Ti. Si llegas a ser un gran océano, yo me convertiré en un río que confluya hacia Ti." Fue en este sentido que oraba Radha para llegar a ser una con el Señor. Resulta difícil expresar con la limitación de las palabras esta sagrada devoción de las gopikas (vaqueras devotas). Incluso en nuestro país hay algunos que le adscriben una errada interpretación a este sagrado aspecto. Y, lamentablemente, va en aumento este tipo de personas. Su visión de las cosas se encuentra siempre medio cerrada. No obstante, hay también personas sabias que abren la flor de sus corazones y se muestran receptivas a la idea de Dios y a la naturaleza de la Divinidad. Cuando llevan a cabo el trabajo cotidiano de manera sincera, llenando sus corazones con Amor y sintiendo la presencia de la Divinidad, ello se conjuga para representar la verdadera entrega.

Existen tres categorías de seres humanos. Están los que tienen fe en Dios, los que no tienen fe en Dios y los que son indiferentes. Por ejemplo, en un arbusto hay una flor, su fragancia incita a los que tienen fe en Dios a buscar la fuente de donde emana. A ellos se les puede llamar creyentes. Luego están los que disfrutan de la fragancia, pero no se preocupan de inquirir respecto de la fuente de ella. A ellos les podemos considerar como los creyentes incrédulos. Hay también otros que no buscan la flor ni perciben su fragancia. A ellos se les puede considerar como no creyentes. Presumimos que éstos son los que carecen de fe en Dios, pero esto no es así. No puede existir nadie que no tenga al menos fe en sí mismo. Toda la gente que tiene confianza en sí misma es creyente. No pueden ser incrédulos si creen en algo. La gente que carece de fe en Dios dice: "No hay Dios alguno". Esta frase tiene un aserto y una negación. La gente que muestra una incredulidad más marcada, dice: "Dios no está en ninguna parte". Aquí hay que ver también el aserto en la referencia a Dios, que representa el sentir propio y el de otros. Además, este tipo de reflexiones nada tiene que ver con la existencia o la no existencia de Dios. Para un individuo que sufra de ictericia, todo se verá amarillento. Esto no es más que un mal pasajero, pero que alterará su verdadera visión. Para quien sufra de malaria, hasta un pastelillo le sabrá amargo. También aquí no se trata más que de un mal pasajero. Del mismo modo, la falta de fe en Dios constituye una enfermedad. Analicemos un ejemplo. En una fiesta de matrimonio, todos están sentados en línea y se comienzan a servir algunos dulces. Habrá algunos que indiquen que no los quieren, porque el dulce les cae mal ya que son diabéticos, y no porque no se quieran servir porque les disguste. Los ateos son como ellos. Sufren del mal de la incredulidad y es por eso que dicen que no quieren saber nada de Dios. De hecho, no quieren saber de El. Habrá otras personas que, aunque no tengan enfermedad alguna, dicen que no desean dulces sólo porque quieren imitar a los que los están rehusando. Al igual que en esta analogía, al ver que algunas personas dicen que Dios no existe, hay muchas otras que son tan necias como para repetir lo mismo. Esto constituye una situación absurda. Uno debería entregarse a Dios o ser capaz de seguir los propios dictados, pero no habría de revelar su vacuidad al imitar simplemente a otros. Habrán de desarrollar la confianza en sí mismos y con ello lograrán una íntima satisfacción. Una vez que se sientan satisfechos, serán capaces de sacrificarse y ello les llevará a la autorrealización. De este modo, la autorrealización dependerá, en último término, de la base de confianza en sí mismos que establezcan.