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Discursos dados por Sai Baba

54. 22/11/65 La responsabilidad de la insignia

La responsabilidad de la insignia

La responsabilidad de la insignia

22 de Noviembre de 1965

Prashanti Nilayam

Festival del Cumpleaños

Viendo estas insignias de voluntarios que he traído para darles, se sienten felices de que pronto van a ser condecorados y quizá esperan que por medio de esta insignia van a ejercer autoridad sobre otros y escaparán al trabajo duro durante este Festival del Aniversario. No estoy dando estas insignias para dotarlos de autoridad o darles tiempo de ocio o porque se suele tener, en esas ocasiones, hombres y mujeres que se mueven de un lado a otro con distintivos. Ésta les impondrá una labor más dura a ustedes, pero si la ven como trabajo, no tienen ningún derecho de recibirla. La insignia les da derecho a dar la bienvenida y a servir a sus semejantes que están llegando a este lugar de todas partes del mundo. La insignia no debe recargarlos con el peso del orgullo, no debe hacer les sentir como si ustedes dominaran y el receptor de su servicio fuera inferior. No es una limosna que ustedes dejan caer en su mano sino una ofrenda que dedican a sus pies. Es la expresión del paren tesco entre su propia naturaleza y la de aquellos a quienes sirven. En el principio del Atma ustedes son iguales; ellos y ustedes no son sino dos olas en el mismo mar.

Tomen esta insignia como un llamado a la práctica espiritual, como una iniciación a la aventura espiritual, un ejercicio en la práctica del amor. Los Vedas les enseñan lo que merece ser apren dido; los Shastras establecen las disciplinas que ayudan a formar al hombre en Dios; el sadhana trae a su conciencia lo que le dará un significado nuevo y más verdadero a cada acto que ustedes hagan.

Deseo que todos sepan esto y que yo los estoy guiando en esta práctica. Una madre no puede ignorar la salud y el progreso de sus hijos. Aunque ellos puedan ignorar sus consejos, ella estará deseosa de corregirlos inculcándoles hábitos apropiados.

La principal meta del programa de prácticas espirituales es la superación del ego, del sentimiento del “yo” y “lo mío”. Esto, en pocas palabras, es Atmavidya, la sabiduría espiritual. Ahora, us tedes, como voluntarios, tienen que renunciar a sus comodidades y aun a las oportunidades de tener darshan y de escuchar mis discur sos cuando el servicio los llama a alguna otra parte. Este renunciamiento emprendido con alegría es una cualidad muy importan te para el aspirante. Si sienten el impulso de decir: «Mi necesidad primero, la del otro después», entonces lo que hacen no es servicio, es una artimaña. Ceder su asiento a alguien más viejo o incapacitado o más merecedor... eso es servicio; no aferrarse a él cuando tales personas están desesperadas por acomodarse. Ganarán mi gracia con tal servicio y sacrificio más que sentándose en primera fila y meneando la cabeza a todo lo que diga. No empujen ni jalen a las personas; hablen dulcemente y bajito; díganles a los ancianos y a los débiles que los van a llevar a lugares más cómodos y ventajosos y ellos les estarán muy agradecidos. Vean que no estén expuestos al fuerte sol, pues pueden sufrir de presión alta y otras enfermedades y eso los puede afectar. Búsquenlos entre toda la gente y ofrézcanles ayuda. Trátenlos como tratarían una flor rara o una fruta costosa.

He conocido a muchos voluntarios que dan esta excusa:

«Swami, no quieren obedecer si les hablamos suave; están acostumbrados sólo al trato duro». A estos voluntarios no los perdono nunca. La falta está siempre en su manera de hablar, en su manera de explicar sus acciones, en su estado de ánimo y en la actitud con que se acercan a ellos. ¿Han reflexionado ustedes sobre la responsabilidad que les ha sido confiada? ¿Qué es lo que va a separarlos de miles que han venido aquí? No este distintivo, seguramente.

Ustedes están siendo investidos como representantes de Prashanti Nilayam, se les está confiando el deber de la hospitalidad hacia los amigos y familiares que están llegando. Por eso deben tener prashanti, paz suprema, en sus corazones; no deben agitarse ni preo cuparse ni enojarse o molestarse. Compórtense de acuerdo con la dignidad que se les ha conferido. Cuando llegan huéspedes, ¿le dice la esposa al marido: «Les daremos comida después de que nosotros hayamos comido»?. Sus necesidades tienen prioridad, de ben ser atendidos con cuidado y consideración.

Aquí también, los hombres y mujeres que han venido deben ser atendidos con amor y cuidado, sin importar su propia conveniencia y comodidad. Ése es el medio de complacerme y ganar mi gracia.

La mejor manera de mostrar su respeto por ellos es tratándolos como personas respetables, razonables, devotas y gratas. Si alguno de ellos habla alto, ignorando que no debe perturbar el silencio de este lugar, no se lancen sobre él mandándole callar o poniéndose un dedo en la boca. Acérquense a él y susurren en su oído las reglas y disciplinas de este lugar, el hecho de que muchos están aquí dedicados a la meditación, a la repetición del Nombre y al estudio tranquilo, indicándole el valor del silencio como un freno a las pasiones e impulsos. Con toda seguridad, cooperará y también velará por que los demás se unan a las fuerzas del silencio. Él también tomará conciencia del valor de la disciplina y quizá deci dirá practicarla después de irse del Nilayam.

El voluntariado no debe asumirse temporalmente, para esta semana nada más; no debe ser como el papel de Harishchandra, que fue un monarca piadoso y caritativo, representado en la obra teatral por el campeón de los mentirosos de la ciudad. Harishchandra nunca vagó fuera del camino de la verdad, cualquiera que fuese el medio en que se desarrollara su vida: el palacio, la jungla o el crematorio (1) .

Algunos piensan que las disciplinas de Prashanti Nilayam están restringidas a los límites de esta área y que pueden ser ignoradas cuando salen de ella. Fuman y maldicen, gritan y fanfarronean, pelean y amenazan, hablan mal y a la ligera, se dedican a las habladurías en las cafeterías fuera de esta área, adonde van a perder el tiempo. Es un comportamiento vergonzoso para cualquier ser humano que se respete; es reprobable en pe regrinos que van a lugares santos, que deben anhelar sumergirse en la alegría espiritual; es desastroso para un voluntario, pues, aquí, un voluntario es también un candidato para la gracia y un aspirante a la bienaventuranza.

Para ustedes, el mundo entero debe ser como un Prashanti Nilayam, una Morada de la Paz Suprema, no simplemente esta estructura de piedras y cemento. De hecho, el mundo es fundamentalmente una Morada de Paz Suprema, sólo que el hombre, en su ignorancia y perversidad, la ha mancillado y hecho de ella un antro de crimen y odio.

Quiero que cada uno de ustedes se transforme de tal manera durante este período que lleve consigo la atmósfera de Prashanti Nilayam a dondequiera que vayan, pues ustedes no pueden vivir en ningún ambiente que no esté fragante de amor, humildad, disciplina y control. Naturalmente, se esforzarán por hacer al lugar donde se encuentren y a los hombres entre los cuales se mueven un poco más espirituales que antes.

No deben tener sólo entusiasmo para el servicio, sino también la inteligencia y la destreza requeridas; sólo entonces podrán ser efi cientes y útiles. El entusiasmo sin eficiencia es a menudo una fuente de pérdida y dolor. Una vez, había dos amigos que iban a presen tar un examen. El más tonto de los dos quería que el otro le diera en el salón las respuestas a las preguntas; pero sus asientos estaban demasiado lejos para permitirles oír sus susurros; de modo que su problema era cómo engañar al supervisor y comunicarse entre sí sin ser descubiertos y expulsados. El más tonto estaba en un extremo del salón y el otro en el contrario. Así que idearon un plan que, pensaron, era infalible: la escuela tenía un gato que solía pasearse libremente por todos los salones. Uno amarraría las respuestas a la cola del gato y entonces, el tipo más tonto colocaría algunos dulces debajo de su banco que atraerían al gato a su lado. Al comer el gato los dulces y lamer el piso en ese lugar, él desataría el papel amarrado a su cola y lo pondría en su pupitre. El plan se llevó a cabo, hasta un punto. Las respuestas fueron amarradas a la cola, pero el gato estaba tan distraído por el papel en su cola que corría de un lado para otro con gran excitación. Atrajo la atención del supervisor y así se acabó la historia. No deben ser tan tontos para pensar en la posibilidad de llevar a cabo una estratagema tal. El servicio que se les confíe deben hacerlo de manera inteligente y llevarlo a buen término. No importa si el receptor no está totalmen te satisfecho; deben haber hecho lo mejor que podían, sin reservas ni favoritismos.

¿De qué sirve pasar aprisa entre las filas de personas sentadas para comer con un cesto de laddus (dulces), gritando: “Laddus, laddus, ¿quién quiere laddus?”, sin inclinarse y servir ni siquiera un laddu a una persona? Tendrán el beneficio del nombre, pero no el de la sustancia. Hoy en día, el servicio se ha vuelto mucha habladuría y poca acción. Pero el Señor no puede ser engañado; él es vigilante y omnisciente. Una vez, Parameshvara y Parvati esta ban pasando por el cielo encima de Varanasi (Benares) un día de Shivaratri. Había millones de peregrinos agolpados en las escaleras que bajan al Ganges y en las estrechas callejuelas de la ciudad santa. Parvati se volteó hacia su Señor y le dijo: «Mira a esos millones de seres humanos; seguro que todos ganarán el cielo, pues están llenos de devoción y han venido aquí en este día sagrado; me pregunto si el cielo puede acomodarlos a todos». Shiva se rió de su inocencia y le respondió: «Si cada uno de los que vienen a Varanasi el Día de Shivaratri puede lograr el cielo, entonces Varanasi será el cielo. No, nosotros dos estamos en el cielo porque no tenemos ningún deseo, ningún apego egoísta. Todas estas personas están tan saturadas de deseos egoístas que ninguna de ellas podrá jamás esperar tener acceso al cielo. ¿Puede un ladrón que compra un boleto para Varanasi con dinero robado ascender al cielo? La pureza, el amor, la verdad, sólo éstos pueden abrir las puertas de la bienaventuranza. Ven, te voy a probar mi afirmación de que muy pocos de éstos pueden entrar en el cielo. Vamos a ir a esta ciudad como un par de mendigos ancianos».

Y en una de las callejuelas que llevan al templo, a la vista de los centenares de personas que pasaban por allí con la sagrada agua del Ganges en sus manos para verterla sobre el Lingam en el templo de Vishveshvara, un enjuto mendigo que demostraba tener más de cien años estaba recostado en el regazo de su anciana esposa, con la lengua colgándole afuera por la intensa sed, y la mujer pidiendo lastimeramente agua para su moribundo esposo.

«Agua, agua; por caridad den un poco de agua a este hombre y sálvenmelo», gritaba. Ninguno de los devotos se acercó para aliviar su dolor. Muchos la maldijeron por sus gritos, algunos le dijeron que se quitara del camino, otros, que le darían agua después de terminar sus oraciones en el templo; un gran número dijeron que la mendicidad debía ser declarada un delito y que la policía debía limpiar las calles de esa molestia; una o dos personas se rieron y señalaron que la mujer estaba dando un buen espectáculo para atraer la atención. Ningún corazón se apiadó ante el sufrimiento de la anciana y desvalida pareja.

Finalmente, un hombre se acercó a ellos, movido por la compasión.

Era un ladrón que había ido a Varanasi para ejercer su vil oficio; se arrodilló al lado del anciano y sacó su botella de agua.

Pero Parvati quería probar si él tenía otras virtudes, así que le dijo:

«Gracias, amado hermano, pero mi esposo sólo beberá el agua que le das si mientras se la viertes en su sedienta boca le describes alguna buena acción que hayas hecho. Él va a morir, así que cuén tale algún acto bueno que hayas hecho en tu vida y ofrécele ese mérito a él cuando le des el agua». El endurecido ladrón respondió:

“No, yo no he hecho ninguna buena acción hasta ahora. Es la primera vez que mi corazón se conduele ante el dolor de otro.

Que el Señor de Varanasi, Vishveshvara, allá en el templo, sea mi tes tigo», dijo y dejó caer en la boca del anciano mendigo la preciosa agua. En eso, el Señor apareció en su forma real y Parvati también se levantó como la diosa; lo bendijeron como la única persona con derecho al cielo en toda aquella masa de millones de duros cora zones. La verdad y el amor le ganaron la gracia de Dios.

El corazón del voluntario debe derretirse de compasión con el ignorante, el pobre, el hambriento y el sediento, los niños separados de sus padres en el gentío, los padres buscando a los niños perdidos, los enfermos, los inválidos y todos los demás casos de infortunio o angustia. Sean vigilantes con las personas sospechosas que vienen también durante los festivales para ejercer su oficio de ladrones; avisen a los peregrinos de tales personas y ayúdenlos a cuidar sus cosas cuando tienen que dejar los lugares donde las han depositado. Ayuden a que se difunda un sentido de seguridad y cuidado.

Busquen las oportunidades de servir; no tengan la impresión de que tienen ciertos límites en su servicio y que no pueden ir más allá de ellos. Cuando los autobuses vienen y se baja la gente, hay siempre algo de confusión mientras recogen su equipaje; vean cómo ayudarlos con asistencia y atención. También guíenlos con cariño hasta los lugares donde se dispone de alojamiento. No miren a distancia porque no se les asignó ese trabajo específico. Vienen al lugar de ustedes y merecen una cordial bienvenida y una bonda dosa atención. Trátenlos como quisieran que los trataran si es tuvieran en su lugar, visitando el Nilayam después de años de anhelo y meses de preparación y anticipación de la alegría de estar aquí. Los conductores de los vehículos pueden dejarlos y seguir adelante; pero si en la confusión los visitantes pierden algún obje to, eso hablará mal de su vigilancia. Si están ustedes allí para ayudar los, dirán:

«Oh, un buen amigo nos ayudó a recuperar nuestras cosas, nos tranquilizó, tan pronto como llegamos; allá todos están más llenos de amor hacia nosotros que nuestros propios parien tes y amigos.

Ése es un lugar donde pueden estar seguros de recibir un servicio bondadoso, inteligente y lleno de amor, que no hace ninguna distinción entre casta, creencia, posición o riqueza».

Obsérvenme. ¿Qué beneficio obtengo yo de todas mis actividades, yo que asigno todos los beneficios de todas las activida des de acuerdo con lo merecido, y que, sin embargo, encontrarán ocupado desde el amanecer hasta el anochecer y del anochecer hasta el amanecer? Termino mi almuerzo en cuestión de minutos para enseñar el valor del tiempo; cuido el menor detalle de todas las distintas tareas, pues trato de ser para ustedes un ejemplo de meticulosa atención y cuidadosa previsión de todas las contingen cias. Sé que muchos de ustedes pasan muchas horas seguidas malgastando preciosos minutos en vanas murmuraciones, charlas y debates sin sentido. Si practican la actitud de que Dios está en todas partes como el testigo de cada acto suyo, de que está en cada ser que encuentran y sirven, con seguridad serán recompensados con una visión del Señor. Si tienen esta brillante oportunidad, no la dejen pasar por ignorancia o negligencia; ¡aprovechen la oportunidad y marchen hacia adelante! La mejor manera de ganar la gracia es obedecer las instrucciones, seguir el consejo sometiéndose al control ejercido con tanto amor. Me preocupo porque la gente no saca de mí todo el beneficio que yo quisiera darles. En el estanque de los lotos hay muchas ranas; las abejas que vienen de lejos no son capaces de convencer a las ranas de probar el néctar que hay en la flor de loto.

El servicio hecho bien y amorosamente a las personas que se reúnen aquí para recibir el darshan y escuchar los discursos es una gran oportunidad para ustedes de adquirir discernimiento y desapego, de ampliar y profundizar su devoción, y de alcanzar al Sai que es el motivador interno de todos los seres. Les deseo lo mejor.

Sean humildes, sean dulces, sean sinceros.

Prashanti Nilayam, Festival del Cumpleaños, 22-XI-65 (1) A causa de su apego a la verdad, Harischandra perdió a su reino y su familia, y se vio reducido a la condición de vigilante de un crematorio.