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Discursos dados por Sai Baba

50. 25/10/65 En hormigas y en hombres

En hormigas y en hombres

En hormigas y en hombres

25 de Octubre de 1965

Prashanti Nilayam

Dipavali

La profunda oscuridad de la noche de Luna Nueva ha cedido el lugar a la luz de la mitad clara del mes debido a la muerte de Narakasura a manos de Dios. La divinidad y la perversidad compiten por la posesión de la mente del hombre y lo persiguen como la luz y la oscuridad. La perversidad acumula miseria tras miseria, mientras que la divinidad le advierte que no ceda a la desesperación ante esas miserias. Éstas deben ser aceptadas como beneficiosas, pues la desdicha es el crisol en el cual la escoria es removida y el oro puro separado. Las fuerzas demoníacas están activas en cada uno como lujuria, codicia, odio, envidia, orgullo y suntuosidad.

Los rasgos tales como la lujuria de Ravana, el orgullo de Shishupala, el odio de Kamsa, la envidia de Hiranyaksha son manchas que surgen en cada corazón humano. Sólo la disciplina del espíritu por medio de la meditación y la repetición del Nombre pueden apagar estas llamas y ahogar la conflagración. Hoy celebramos la destrucción de estos rasgos, personificados en Narakasura, pues ellos, por su efecto colectivo, llevan al hombre al infierno, o Naraka.

Estos rasgos son como las malas hierbas que ahogan a los retoños del amor, la verdad, la compasión, el servicio, la reverencia y la renunciación que el hombre trata de cultivar en su corazón.

Los Upanishads establecen los medios y los recursos para este cultivo interno; los arbustos espinosos que deben ser arrancados de raíz, el arado y nivelado, la formación de represas, el llenar los campos con las aguas del amor, las semillas, los insecticidas, la cerca, el abono y todos los demás artículos de esta extraña y nueva agricultura. El aspirante no es otra cosa que un agricultor que ha determinado que no va a dejar que sus facultades internas queden dormidas. Él ha tomado conciencia de la preciosa cosecha de felicidad que puede ganar y no desperdicia ningún momento sin usarlo para este alto propósito.

Nagaya, que ha representado los papeles de grandes devotos como Pothana, Thyagaraja y Ramadas, habló hace un momento de tres tipos de aspirantes y devotos: 1) aquellos que desean la liberación del nacimiento y muerte y fundirse con el Eterno y Supremo Soberano; 2) aquellos que dedican al Señor cada cosa que experimentan y hacen, sin apegarse a sus consecuencias, y 3) aquellos que adoran al Señor por los beneficios que él confiere, aquí y en el más allá. Confesó con cierta vacilación que él aún pertenecía a la tercera categoría. Pero nadie debe sentirse pequeño por estar pidiendo beneficios mundanos al Señor. Debe apreciarse más el hecho de que antes de humillarse ante el hombre, una persona tenga el buen sentido y la confianza de caer a los pies del Señor y pedirle favores. Pothana rehusó dedicar su trabajo a Singabhutpati, aunque ese mismo rey le pidiera esa distinción, pues declaró que él no conocía a otro amo que el Señor. Thyagaraja rechazó los grandes regalos del raja de Tanjore, deseoso de recompensarlo por su devoción y su talento musical. Él dijo: «La bienaventuranza de la cercanía con Rama es mucho más agradable para mí que todos los tesoros que el hombre pueda darme». Thyagaraja era realmente un rajá entre los renunciantes.

La devoción a Dios no debe juzgarse ni medirse por los rosarios, las velas o las marcas en la frente, el pelo enmarañado o cascabeles en los tobillos; la pureza de los motivos e intenciones es lo esencial para que el amor, que es el único ingrediente de la devoción, no se escape del corazón. Las señales externas de la verdadera devoción son tres: fe, humildad y temor; fe en la victoria final de la verdad y el amor; humildad ante los mayores y los sabios, y temor ante la presencia de la maldad; temor de mezclarse con malas compañías, de caer en malos propósitos, de actuar en contra de los susurros de la conciencia.

La devoción no puede venirle al hombre de afuera; tiene que cultivarse desde dentro mediante el esfuerzo por limpiar la mente, por conocer la naturaleza y el origen del hombre y del universo, por captar la relación del hombre con los objetos externos que ahora lo fascinan y lo frustran. Janaka era un indagador así. Aun siendo el soberano de un gran reino, él se reunía con su corte la mayor parte del tiempo entre estudiosos y sabios y aprendió de sus discusiones las muchas facetas de la verdad. Él confrontaba a cada erudito que iba a él con la pregunta que le hizo a Yajnavalkya, por ejemplo:

«¿Con qué objeto has venido? ¿Deseas algún bien o quieres hacer preguntas para tomar una decisión difícil?». Y la mayoría contestaba como Yajnavalkya: «Ambas cosas, en verdad, ¡oh emperador!».

El Upanishad Brihadaranyaka dedica muchas secciones a estas discusiones en la corte de Janaka y a la parte desempeñada por Yajnavalkya en aclarar muchas cuestiones filosóficas por su maestría en la ciencia espiritual, tanto en la teoría como en la práctica.

Una vez Janaka llevó a cabo un Yajna (sacrificio ritual) durante el cual dio una gran cantidad de regalos. Apartó mil vacas, con adornos de oro en los cuernos y los cascos, como premio especial para la persona que fuera aclamada por una asamblea de sabios como la más sabia en la ciencia de Brahman. Tan pronto como supo de ello, Yajnavalkya, quien estaba muy consciente de su imbatible erudición, le dijo a su discípulo: «Lleva estas vacas a casa, hijo ». Los brahmines se enfurecieron ante esta insolencia y lo retaron a que contestara las preguntas que lanzaron sobre él para que justificara su orden de llevar las vacas a su propia casa.

El sacerdote oficiante le preguntó acerca de los efectos del yajna; se le hicieron preguntas acerca de los órganos y los objetos de los sentidos y de la relación entre ellos; algunos sabios, como Bhujyu, trataron de enredarlo y abrumarlo sugiriendo la existencia de una fuente sobrehumana de conocimiento. Otros se fueron sobre el tema del Atma como el morador interno de todos. El más temible de los interlocutores fue una mujer, Gargi, que tenía un carcaj lleno de flechas que dirigir a Yajnavalkya. Finalmente, ella se levantó de su asiento y declaró: «Ahora voy a hacerle dos preguntas.

Si él las contesta satisfactoriamente, entonces ninguno de nosotros podrá jamás vencerlo en la exposición sobre Brahman:

“¿Qué es aquello que penetra, como la base, que está por encima del cielo y por debajo de la tierra, que es el cielo y la tierra, y que está entre ambos; que fue, es y será?”», preguntó ella, y Yajnavalkya contestó: «El Akasha». Gargi aprobó la respuesta y luego preguntó:

«¿Qué es lo que penetra el Akasha y lo sustenta como su base?», a lo que Yajnavalkya respondió: «Es el Akshara,(1) que no es ni denso (sthula) ni diminuto (anu), ni corto ni largo, ni aire ni éter, sin ojos ni oídos, sin exterior ni interior. Nunca es visto, pero es el observador; nunca es pensado, pero es el pensador; nunca es conocido, pero es el conocedor». Y Gargi aceptó que Yajnavalkya era superior e imbatible. Janaka llegó a ser sabio como resultado de tales reflexiones y discusiones en su corte. La fe puede crecer únicamente cuando las dudas quedan resueltas mediante la discusión.

Ustedes serán moldeados por las compañías que prefieran. Si se hacen amigos del herrero, con seguridad recogerán polvo negro en sus ropas y en la piel. Es por esto que la asociación, las compañías, son cruciales en la vida espiritual.

Deben tener una habitación o rincón apartado donde puedan practicar la repetición del Nombre o la meditación cada día, para que la fragancia espiritual pueda infundirles pensamientos eleva dos durante el proceso. Si el lugar es cambiado, será como cambiar de compañía; el efecto acumulativo de la asociación será desperdiciado.

Los padres y mayores deben velar porque sus hijos y pupilos sean corregidos en el momento siempre que se desvíen u olviden el camino. Gopichand, el escritor de lengua hindi, iba una vez de Lucknow hasta Alahabad y había escrito a sus dos hijos que lo fueran a recibir a la estación de ferrocarril. El hijo más pequeño tocó los pies de su padre al verlo, pero el mayor no lo hizo. Gopichand se enfureció; su esposa trató de calmarlo, diciendo: «Los poetas y escritores tratan de ver demasiado significado en los más mínimos sucesos»; pero Gopichand dijo que el comportamiento del muchacho era una indicación de ingratitud, lo cual era un rasgo malo de su carácter que podía desarrollarse más tarde en crueldad y dureza de corazón.

Pueden ufanarse de que han estado visitando Putaparti desde hace veinte años o que han hecho del lugar su residencia permanente, pero a menos que sigan las lecciones que les doy, ese alarde será simple vanidad. Si desarrollan amor por todos los seres, con la fe de que Dios reside en todos, podrán estar en cualquier lugar, donde sea, que sus plegarias llegarán a mí y mi gracia les llegará a ustedes. Mientras me encontraba en mi cuerpo anterior, le dije a Nanasaheb que yo estoy en los animales, aun en los insectos; las hormigas y en los hombres. Cuando un perro se comió las ofrendas destinadas a Baba, se declaró que habían llegado a Baba, pues él las había comido en esa forma: «Nana dice que me está dando comida; pero cuando voy en la forma de un perro, él me espanta».

Estén siempre saturados de amor; no usen palabras virulentas contra nadie, porque éstas hieren más fatalmente que las flechas mismas. Hablen suave y dulcemente; conduélanse del sufrimiento, la pérdida y la ignorancia; hagan lo mejor posible para aplicar el bálsamo de las palabras consoladoras y del socorro oportuno. No dañen la fe de nadie en la virtud o en la Divinidad. Alienten a los demás a que tengan esa fe demostrando en su propia vida que la virtud es su propia recompensa, que la Divinidad es todopenetrante y omnipotente.

Prashanti Nilayam, Dipavali, 25-X-65 (1) El Eterno, Incambiable, Indestructible; símbolo del Pranava Om.