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Discursos dados por Sai Baba

46. 04/10/65 No tengan desh; no busquen upadesh

No tengan desh; no busquen upadesh

No tengan desh; no busquen upadesh

4 de Octubre de 1965

Prashanti Nilayam

Dásara

Ramakrishna Rao habló del trabajo que está llevando a cabo la Gran Asamblea de Sabios de Prashanti en la propagación de las enseñanzas de los Vedas y Shastras entre la gente para que despierte en ella la conciencia del Atma, que es el principal factor que permite a los hombres tener valor y confianza en medio de los afanes de la vida. Los discursos de los pandits durante la sesión de la Gran Asamblea de Sabios son sólo recordatorios; deben reavivar el proceso del pensamiento y la fuerza de la indagación en los que escuchan; sólo entonces podrán ser considerados beneficiosos.

En realidad, la verdad acerca de Dios, el hombre y la naturaleza es tan sencilla que unos pocos minutos de tranquila meditación pueden revelarla a cualquier persona con una inteligencia ordinaria.

Cualquiera admitirá que nada que cambie puede ser verdad.

La verdad debe permanecer como tal en el pasado, el presente y el futuro. Ahora bien, el mundo y todos los objetos de la naturaleza están sujetos a cambios constantes, formándose o desintegrándose, evolucionando o mutando, fluyendo o estancándose, creciendo o muriendo. ¿Cómo, entonces, pueden ser verdaderos?

Los senti mientos, actitudes, impulsos, creencias, instintos e intuiciones sub jetivos, éstos también están cambiando; un rato son agradables, otro, desagradables; la misma cosa es bien acogida en un momento, rechazada en otro. La malaria hace que las cosas se vuelvan amar gas; la ictericia las vuelve amarillas. De modo que debe haber algo estable, permanente y eterno como fondo, como base y funda mento, para que este cambiante escenario pueda aparecer.

La apa riencia es incierta; la realidad es eterna.

Por otro lado, unos pocos minutos de reflexión convencerán a cualquiera de que él no es el cuerpo que lleva consigo por todas partes como el caracol carga su casa; no es el ojo ni el oído ni la lengua; no es la mente ni la inteligencia, pues él dice de ellos, por ejemplo, «mi mente no está en ello», lo cual significa que está separado de su mente; «mi inteligencia me ha fallado», que signi fica que él es diferente de su inteligencia. Él es un testigo; es el cuer po el que muere, él sobrevive, vuelve a nacer cuando toma un cuerpo nuevo. La belleza física sólo depende de la salud; un par de días de fiebre o diarrea hacen de un ángel un espantapájaros. La locura cae un día sobre un genio y reduce su habla a un parloteo incoherente.

Cuando la mente está perturbada, los ojos ven cosas que no existen; los oídos oyen ruidos espantosos que nunca sonaron.

Sólo cuando descubra la base esencial incambiable podrá el hom bre alcanzar paz permanente; hasta entonces, él también tendrá que oscilar entre la alegría y el dolor en este mundo cambiante.

Como Vivekananda y Nagamahasaya, la gente debe ser impulsa da por el anhelo de conocer al Creador detrás de la creación, el Autor detrás de los personajes. Nagamahasaya empezó con la ac titud de dasoham (“yo soy el sirviente”), y se volvió tan pequeño al reducir su individualidad que pudo liberarse de las cadenas del engaño y escapar hacia la Verdad Universal Eterna. Vivekanan da, por otro lado, empezó con la actitud de soham (yo soy Él) y se hizo tan grande y vasto que rompió las cadenas y se fundió con la Suprema Verdad. Cuando hayan ganado ese conocimiento de la identidad de su realidad con la realidad que está detrás del universo, la ilusión no podrá afectarlos. La mosca se posa sobre toda clase de objetos, sanos o podridos, pero no se posa sobre el fuego, pues moriría quemada.

Hay muchos que tienen bibliotecas enteras acumuladas en sus cerebros, que han visitado y venerado todos los lugares sagrados entre los Himalayas y el Cabo Comorín, que se han sentado a los pies de cada uno de los sabios y santos contemporáneos, que han lleva do a cabo todos los ritos prescriptos en los textos sagrados, pero no conocen la respuesta a la simple pregunta: «¿Cómo lograr la unión entre el alma individual y Braman?»; o más bien, que no ponen en práctica lo que han escuchado o aprendido. La construcción de templos, la instalación de imágenes o estatuas, la ostentación y la exhibición, los fuegos artificiales, las procesiones y la pedantería, todos son inútiles en el reino del conocimiento.

Un buscador espiritual fue a un gurú buscando alguna enseñanza y éste le preguntó qué había leído hasta entonces. Cuando el hombre respondió: «He leído el Sundarakanda del Ramayana, el Bhagavad Gita y el Yoga Vasishta», el gurú le dijo: «¿Por qué quieres tú enseñanza de mí? Si el Señor Krishna ha blando a través del Gita no ha logrado crear la fe en ti, ¿cómo podré hacerlo yo, un pobre hombre?», y lo despachó. Si un hombre ha llegado a saber que no tiene desh no tiene por qué ansiar recibir upadesh?.

(desh=patria, tierra natal; upadesh: enseñanza).

El hombre no pertenece a ningún otro lugar que no sea Dios; ésa es su desh, su tierra nativa; alcanzarla es su destino.

El mejor upadesh, la más grande enseñanza, es el Pranava, la sagrada sílaba Om, que resume muchos principios de teología, filosofía y misticismo. A los niños pequeños que apenas empiezan a caminar se les pone en una especie de vehículo de tres ruedas que empujan hacia adelante, sosteniéndose de la barra. El Om es igualmente un “vehículo” para el niño espiritual. Las tres ruedas son la a, la u y la m, los tres componentes del mantra. Om es el sonido primordial inherente en el aliento vital. Cada vez que respiramos, decimos: “Soham”; so cuando inhalamos y ham cuando exhalamos, lo que significa “Él-yo”, instilando con ello en nosotros la convicción de que Aquel que es todo este mundo externo es yo, que soy todo este mundo interno, la convicción de la unidad.

Durante el sueño profundo, cuando los sentidos, el cerebro y la mente están inactivos y fuera de funcionamiento, Él y “yo” no se conocen como separados; so (Él) y ham (yo) desaparecen ambos y el sonido soham se transforma en Om, indicando la fusión de lo externo con lo interno en una sola Verdad. El Om tiene también muchos otros significados y la meditación sobre él es una disciplina muy valiosa para el buscador de la Realidad. Es como los siete colores de la luz del sol fusionándose en el brillante blanco.

El ego es el enemigo número uno del progreso espiritual. El egoísmo es el poder ejecutivo del rey Kali, el soberano de la Edad de Hierro, o Kali Yuga. El egoísmo y los males que son sus secuaces merodean por el mundo hoy en día. El egoísmo cría las plagas de la codicia y del odio. Aun los líderes de órdenes ascé ticas y los superiores de monasterios sufren de egoísmo y se dedi can a los pasatiempos de la competencia y el conflicto con otras órdenes e instituciones. Algunos de ellos llevan elaborados sím bolos externos de esplendor espiritual, especialmente cuando se les enfoca con una cámara. Hay un adagio popular que dice que un sadhaka (aspirante espiritual) debe comer como un perro y andar como un zorro, lo que significa que debe estar contento con lo que puede obtener y descansar donde pueda.

El hombre no es otra cosa que un instrumento en las manos de Dios; sus planes pueden lograrse sólo cuando estén en armonía con los de él, y, ¿cuáles son sus planes, sus órdenes? Éstos se declaran en las escrituras, que son revelaciones del plan que él comunicó a los intelectos purificados de los santos. También lo proclaman sus valares cuando vienen en forma humana para hablar a los hom bres en su propio lenguaje y ganar su lealtad y para poder con ducirlos y enseñarles.

El hombre tiene que volverse lo Divino, lo Divino de lo cual ha venido. Para eso, debe reducir su apego al mundo, no aislándose, sino permaneciendo y actuando en él como un instrumento en manos de Dios al reducir todas las tendencias hacia el egoísmo que surgen dentro de él por medio de una atención centrada en los dictados de Dios que se llaman Dharma. Edison, el científico, estaba tan concentrado en la solución de los problemas que le preocupaban, que dejaba sin tocar durante días el alimento y la bebida que le pasaban por debajo de la puerta de su laboratorio. Ustedes deben tener esa misma concentración y fe cuando se de dican a las prácticas espirituales.

La mejor práctica espiritual es descubrir la propia realidad átmica y reconocer su parentesco en el Atma con todos los demás. El cuerpo debe ser mantenido en buenas condiciones hasta en tanto esto se logre; no tiene otro fin. Manténgalo ligero y brillante. Es el barco que debe llevarlos por el mar de la ilusión y la falsa multiplicidad; no aumenten su peso por el apego a las cosas y a las personas, pues entonces estará en peligro de hundirse durante el viaje.

La recordación del Nombre es la práctica espiritual más efectiva.

Recuerden con cada nombre divino la gloria que hay detrás de él. Huyan de las garras de la ira, de los celos, del odio, de la maldad y la codicia. No traten de descubrir los defectos de los demás; no se deleiten en ello; cuando otros les señalen sus propios defectos, agradézcanselo o manténganse quietos como hizo Buda.

Ahora que lo menciono, les voy a relatar aquel incidente en detalle.

Un día Buda se encontraba solo, sentado en paz, y al poco rato unos hombres lo rodearon. Uno de ellos, a quien no le gusta ban sus enseñanzas ni el efecto que tenían en la gente, se acercó y comenzó a hablar contra él en términos vulgares. Buda seguía sentado, sonriendo, al escuchar esa serie de calumnias, sin mostrar señal alguna de desaprobación. El hombre se puso tan furioso que hasta echaba espuma por la boca; su vocabulario pronto se fue agotando, su lengua comenzó a mostrar signos de fatiga, pero Buda, con una sonrisa, sólo le preguntó: «Hermano, ¿has terminado?». El hombre dijo: «Tú no tienes sentido de la vergüenza: ni siquiera reaccionas con mis insultos. Tienes una piel muy gruesa, eres un tronco ». Buda le preguntó: «Si una persona no acepta un regalo, ¿qué pasa con el regalo?». El hombre contestó: «Pues se queda con el que lo da». «Bueno —dijo Buda—, ¡conserva estos regalos de palabras abusivas para ti, hermano! Yo no los acepto ni respondo».

La alabanza y la censura no son sino giros de verborrea, la magia de las palabras en la hábil lengua de aduladores o calumniadores.

Traten ambas con gran indiferencia; entonces, el verdadero valor que ustedes tienen se hará patente.

Prashanti Nilayam, Dásara, 4-X-65