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Discursos dados por Sai Baba

45. 03/10/65 La punta de cada pelo

La punta de cada pelo

La punta de cada pelo

3 de Octubre de 1965

Prashanti Nilayam

Dásara

La recordación del Nombre salvó a Prahlada del dolor de la tortura.

Él era un muchacho de la casta de los Rakshasas (demo nios) pero, de alguna forma, aprendió el nombre sagrado y sabía cuán dulce es. Lo repetía constantemente y disfrutaba su nectarino sabor. Aun cuando el furioso elefante se abalanzó sobre él, no gritó: «Oh padre», u «Oh, madre», para suplicar a sus padres físicos que lo salvaran; no tenía conciencia de su existencia en absoluto; él llamó a Narayana y a nadie más. Narayana es la fuente de fortaleza para el débil y para el fuerte, es el Poder Supremo; de modo que los elefantes se detuvieron ante el muchacho. El fuego no pudo tampoco quemarle ni la punta de un cabello, ni el viento levantarlo; ni los precipicios pudieron dejarlo caer, ni el veneno afectarlo. El nombre divino fue su armadura, su escudo, su aliento, su vida. Anjaneya también demostró el poder del nombre. Con el nombre impreso en su corazón y en su lengua, saltó a través del océano; las tentaciones trataron de detenerlo en el camino, los terrores lo instaron a que se volviera, pero la fuerza del Nombre lo impulsó hacia adelante por el espacio, a la distante Lanka donde se encontraba Sita. No tenía espacio en su mente para otra cosa que no fuera el nombre de su señor.

Si sus pensamientos se centran en el cuerpo, se preocuparán por sus achaques y enfermedades, así sean reales o imaginarios; si están centrados en las riquezas, estarán preocupados de sus ganancias o pérdidas, de sus impuestos o exenciones, de sus inversiones y de sus insolvencias; si se centran alrededor de la fama, entonces de seguro sufrirán los altibajos de la difamación, de la calumnia y de la envidia. Por eso, hagan que sus pensamientos se centren en el núcleo de poder y amor que es digno de que uno se entregue voluntaria mente, y dejen que todo su ser se rinda a él.

Entonces estarán felices para siempre. Para los sabios de la cultura védica, los rishis, el nombre del Señor era el aliento mismo; ellos vivían del sustento que la contemplación de la gloria del nombre les proveía. Cuando el océano de leche de los Vedas fue batido con la vara de la inteli gencia y la cuerda de la devoción, emergió la mantequilla de los tres grandes clásicos: el Ramayana, el Mahabharata y el Srimad Bhagavata, para difundir el mensaje del camino de la recordación del Nombre hacia la paz y la felicidad. Es para revivir este mensaje y para restaurar la fe en el Nombre que el avatar ha venido al mundo en la Edad de Kali.

Si la adoración se ofrece con vistas a cumplir anhelos y satisfacer deseos, no se ganará el precioso premio. La adoración debe lim piar el corazón para que Dios, que mora allí, pueda brillar en toda su gloria; los deseos lo empañan en lugar de limpiarlo. Inviten a un príncipe todavía niño a que se siente en el trono y empezará a llorar, pues en el trono no podrá jugar con sus juguetes y animales predilectos. Un adulto se mofará de su afecto por los juguetes, llamándolo puerilidad. Todos aquellos que se mantienen alejados del trono del dominio sobre sí mismos y prefieren divertirse con los juguetes y las mascotas de las cosas materiales y de los hom bres, ¡son igualmente infantiles, no importa la edad o estado que tengan! La recordación del Nombre es un instrumento para realizar al Señor. Thyagaraja empezó la repetición del nombre de Rama a los veinte años y lo recitó noventa y seis crores(1) de veces, y le llevó vein tiún años y quince días cumplir su voto. Como resultado tuvo la visión de Rama; como él dijo, «las letras del nombre tomaron forma». El nombre significa la cualidad del Señor, su guna, y así, la constante contemplación hace brotar la misma cualidad en el que lo recita. Para la recordación del Nombre no se tiene que gastar nada, no se necesitan materiales algunos; no hay ningún lugar u hora especial, no se requiere probar ninguna aptitud de erudición, casta o sexo. Cuando un pedazo de hierro es frotado sobre una laja de piedra, se genera calor; sólo que la fricción debe ser vigorosa y continua; si lo hacen a intervalos y con poca presión, el hierro no se calentará. Así también, con el fin de generar suficiente calor para de rretir el blando corazón del Señor, froten con el nombre, “Ram Ram Ram Ram”, vigorosamente y sin interrupción. Entonces, el Señor derramará su gracia. Si dedican tan sólo dos minutos y medio en la mañana y otros dos minutos y medio en la noche, el poco calor se habrá enfriado dos veces al día y su corazón no se derretirá. Gajendra lo llamó desde un lago en la selva; Vibhishana, desde el campo enemigo; Draupadi lo llamó mientras se encontraba física mente impura, pero el Señor les respondió a todos. Él es la per sonificación del amor: puede ser conquistado sólo por medio del amor. Estudien la devoción de las gopis y encontrarán que consis tía únicamente de amor, amor que perdona el “robo”, el “aban dono” y hasta el mismo “rechazo”. No tenían dones que pedirle, ni deseo de utilizar su gracia para que se los concediera; sabían que él era el Señor y no necesitaban de nadie más. No tenían conciencia del cuerpo ni del mundo. Su amor no tenía sino un solo objetivo: el Señor en forma humana.

Una vez Rukmini y Sathyabama se sorprendieron ante la cantidad de gracia que Krishna derramaba sobre Draupadi, la reina de los Pandavas, cuya historia era una larga serie de humillaciones y ca lamidades. Krishna la salvó de la deshonra y del infortunio una y otra vez; ellas tenían curiosidad de saber cuál era la naturaleza de la devoción que podía atraer sobre ella la gracia de Dios continua mente. Así, Krishna se las llevó a ambas con él. Un día que iba a Indraprasta, Arjuna había ido a cazar y Draupadi estaba secán dose el pelo después de su baño. Krishna les pidió a las reinas que le peinaran el pelo, pues estaba muy enmarañado, como podían ver. Al hacerlo, ellas oyeron que la punta de cada uno de los cabellos de ella repetía el nombre: “Krishna, Krishna, Krishna”.

Ésa era la medida de su profunda devoción por el Señor, que había impreg nado cada uno de sus cabellos.

De Hanumán también se dice que cada pelo recitaba el nombre de Rama. Su cola era un formidable látigo, pues estaba imbuido del poder del nombre. También se le llamaba Sundara, El Encantador, El Hermoso. ¿Por qué? Porque tenía a Rama instalado en su corazón y como el esplendor de Rama se reflejaba en su cara, era encantador contemplarlo. Era un compañero fascinante porque sólo hablaba de Rama y cantaba a Rama.

Debo ahora decirles algo acerca de mí, también. Es costumbre cuando se acercan al Señor, llevarle algo. Es un acto que la gente hace cuando va para el cumplimiento de algún deseo, buscando la gracia para la realización de algún deseo. Llevan hoja, flor, fruta y agua, como dice el Gita. La actitud es «Yo soy el jiva; él es Deva».

Pero esto es tan malo como el truco que hacen ciertos hombres:

traen una vaca cuando les pedimos leche y ordeñan a otra para darnos la leche. Le dan al Señor la hoja, la flor y el fruto creci dos en algún árbol y la recompensa de la gracia va al árbol, no a ellos.

Den la hoja, la flor y el fruto que han crecido en el árbol de su propia vida; las fragantes hojas de sus resoluciones y planes mentales; las dulces frutas de sus propias actividades y pensamientos.

Conozco el valor relativo de estos dos; yo quiero algo que sea sólo suyo, no algo comprado en la tienda o crecido en algún otro árbol o producido por la inteligencia o la devoción y firmeza de otra persona. Dios les ha dado el “corazón” para usarlo en la vida; devuélvanselo tan limpio y tan puro como cuando él se lo dio, después de usarlo para almacenar amor, paz, rectitud y verdad, y distribuir los a todos los que entren en contacto con ustedes.

Prashanti Nilayam, Dásara, 3-X-65 (1) 1 lakh = 100.000; 1 crore = 100 lakhs.