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Discursos dados por Sai Baba

16. 01/10/06 cultivar pensamientos sagrados y nobles

CULTIVEN PENSAMIENTOS SAGRADOS Y NOBLES

CULTIVEN PENSAMIENTOS SAGRADOS Y NOBLES

1 de Octubre de 2006

Sai Kulwant Hall – Prasanthi Nilayam

DASARA (4° Discurso)

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¡Encarnaciones del Amor!

Muchas damas están ansiosas por oír el discurso de Swami en telugu. Ellas han expresado esto: “Los estudiantes son sumamente educados y hablan en un inglés fluido acerca de asuntos técnicos y de ingeniería. Swami también los está alentando a hacerlo. Sin embargo, nosotras no podemos entenderlos. Estaremos felices de oír el discurso de Swami en telugu simple”.

Más dulce que el azúcar, más sabroso que la cuajada, más dulce en verdad que la miel es el Nombre de Rama. La repetición constante de este dulce Nombre hace que uno saboree el divino néctar mismo.

(Poema telugu)

¡Encarnaciones del Amor!

El país de Bharat es antiguo y posee una historia gloriosa. No hay aldea en Bharat donde no haya un templo para el Señor Rama. En cualquier pueblo que miren, encontrarán al menos algunas personas con el nombre de ‘Rama’. Desde la antigüedad, el Nombre de Rama ha estado brillando con refulgencia a lo largo y a lo ancho del país de Bharat sin sufrir cambios. Tanto los astikas (teístas) como los nastikas (ateos) y los astika nastikas (ateos teístas) cantan el Nombre de ‘Rama’. Por ejemplo, una persona al levantarse de su asiento pronuncia el Nombre de ‘Rama’. Así de popular es el Nombre de Rama en la vida cotidiana de la gente de Bharat. No solo aquí sino incluso en China, el Nombre de Rama se ha vuelto popular. De hecho, el Nombre de Rama se ha difundido por el mundo entero.

El rey Dasarata no tuvo hijos por largo tiempo. Él tenía tres esposas. Tenía grandes esperanzas de poder tener un hijo de cualquiera de sus tres esposas y que este hijo elevara a su clan. Sin embargo, se sentía decepcionado. Hizo grandes austeridades para poder tener un hijo varón. Entonces, así como ahora, sólo a través de tapas uno puede cumplir sus deseos. Él también llevó a cabo el Putra Kameshti Yaga, junto con sus tres esposas. Al concluir el yaga, el Yajna Purusha apareció ante él y le entregó una vasija que contenía payasam (un budín dulce). Le dijo al rey Dasarata: “¡Querido hijo Dasarata! Distribuye este payasam entre tus tres esposas en igual medida”. Dasarata hizo esto.

Este incidente es descrito en forma diferente en algunos textos. Se menciona que el rey Dasarata no distribuyó el payasam por igual entre sus tres esposas. Esto no es correcto. Él hizo traer tres copas de oro y las llenó con el payasam en igual medida, en presencia del sabio Vasishta. Luego entregó una copa a cada una de sus tres esposas, Kausalya, Sumitra y Kaikeyi. El sabio Vasishta las bendijo: “¡Que sus deseos se vean cumplidos!” Las reinas se sintieron felices y se llevaron sus copas llenas de payasam a sus respectivos cuartos de plegarias.

Sin embargo, Sumitra tenía pensamientos diferentes acerca de engendrar un hijo. Había una razón valedera para su perturbación. Cuando el rey del reino de Kekaya dio a su hija Kaikeyi en matrimonio al rey Dasarata, estableció la condición de que únicamente el hijo nacido a su hija gobernaría el reino de Ayodhya. Dasarata aceptó esta condición y se casó con Kaikeyi. Por lo tanto, él no podía faltar a su palabra. Por eso la reina Kaikeyi se sentía muy feliz al saber que el hijo que naciera de ella sería el rey de Ayodhya en el futuro. En cuanto a Kausalya, ella se sentía muy feliz y segura de que el hijo que naciera de ella definitivamente sería coronado por el rey Dasarata, ya que ella era la primera de las tres esposas. Así, tanto Kausalya como Kaikeyi se sentían felices.

Sin embargo, Sumitra no abrigaba ninguna esperanza. Ella se lavó la cabeza y se dirigió arriba para secarse el pelo. Como saben, en aquellos días, no se conocían ni los ventiladores ni los secadores de pelo. Ella colocó su copa de payasam en el parapeto de la terraza y comenzó a secarse el pelo. Entretanto, un ave descendió sobre la copa y se la llevó. Sumitra sintió mucho temor y pensó para sí: “No importa si la copa de payasam se ha perdido. Temo que mi esposo y nuestro gurú Vasishta puedan reprenderme por mi negligencia”. Ella bajó inmediatamente. Kausalya y Kaikeyi estaban esperándola abajo. Kaikeyi le preguntó: “¡Querida hermana mayor! ¿Por qué estás tan perturbada?”

Sumitra relató todo el incidente. En aquellos días, las esposas jamás peleaban entre sí, como ocurre en la actualidad. Ellas solían comportarse como hermanas, con amor y afecto mutuo. Entonces Kaikeyi le dijo a Sumitra: “¡Querida hermana mayor! No te preocupes. Yo te daré una parte de mi payasam”. Diciendo esto, trajo una copa y vertió cierta cantidad dentro de ella. La magnánima Kausalya también compartió parte de su payasam con Sumitra. Entonces ellas le llevaron las tres copas de payasam al sabio Vasishta para que las bendijera. Él bendijo las copas diciendo: “Que tengan hijos con nobles cualidades, una larga vida, supremo valor y que sean capaces de gobernar el reino de un modo que complazca a los súbditos”.

Primero Kausalya dio a luz a un hijo varón. El niño era extremadamente encantador y resplandeciente. Por lo tanto, el sabio Vasishta le dio el nombre de ‘Rama’. Él era sumamente hermoso, encantador y atractivo. Hacía que todos los que lo iban a ver se sintieran felices y bienaventurados. Por eso se dice: Ramayati Iti Ramah (Rama es Aquel que agrada). La segunda esposa, Sumitra, dio a luz a dos hijos, mientras que Kaikeyi también tuvo un hijo. El sabio Vasishta se preguntó: “¿Cómo es posible que Kausalya y Kaikeyi hayan dado a luz a un hijo cada una mientras que Sumitra dio a luz a dos hijos?” Él meditó acerca de ello y, a través de su visión yóguica, comprendió lo que había ocurrido exactamente. Comprendió que los dos hijos de Sumitra habían nacido de las dos porciones de payasam que le habían dado Kausalya y Kaikeyi.

Los cuatro hijos fueron llamados Rama, Lakshmana, Bharata y Satrughna. Lakshmana era un amsa (una parte) de Rama y Satrughna, de Bharata. Entonces Sumitra pensó para sí: “Si Rama es coronado rey, mi hijo Lakshmana será su sirviente. Del mismo modo, si Bharata es coronado rey, mi otro hijo, Satrughna, lo servirá. No quiero que mis dos hijos aspiren jamás al trono. Es suficiente si ellos sirven a Rama y a Bharata respectivamente”. No obstante, ella no le reveló a nadie sus pensamientos.

Sin embargo, Lakshmana y Satrughna lloraban incesantemente, desde el instante en que nacieron. No comían ni dormían. Sumitra no podía entender la razón de su inquietud. Ella probó diversos métodos como mantra, tantra y yantra. Sin embargo, éstos no dieron ningún resultado. Los niños no dejaban de llorar.

Finalmente, ella se acercó a su gurú, el sabio Vasishta, y le suplicó: “¡Oh, divino gurú! No puedo entender por qué mis hijos lloran incesantemente. Ten la bondad de hacerme saber la razón”. El sabio Vasishta cerró los ojos por unos momentos y con su visión yóguica trató de comprender la razón del llanto incesante de los niños. Entonces explicó: “¡Madre! Lakshmana es el amsa (parte) de Rama y Satrughna, de Bharata. Por eso, por favor pon a Lakshmana en la cuna de Rama junto a Él. Lo mismo en el caso de Satrughna, ponlo junto a Bharata”. Sumitra, después de obtener el permiso de Kausalya y Kaikeyi, colocó a los dos niños en las cunas de Rama y Bharata, respectivamente. En el instante siguiente tanto Lakshmana como Satrughna dejaron de llorar y comenzaron a jugar alegremente. A partir de ese momento, ellos bebieron leche y durmieron apaciblemente. Desde entonces, Lakshmana siguió a Rama como una sombra y Satrughna siguió a Bharata.

Cuando concluyó la ceremonia de matrimonio de Rama, Lakshmana, Bharata y Satrughna, Bharata partió hacia la casa de su tío materno (el rey de Kekaya). Satrughna lo siguió. En Ayodhya, Rama se disponía a partir hacia su exilio de catorce años en la selva, siguiendo el mandato de Su padre, el rey Dasarata. Sita y Lakshmana lo siguieron voluntariamente. Así, al ver que Lakshmana seguía a Rama y Satrughna se movía en compañía de Bharata, la gente pensó que los dos pares estaban separados. Sin embargo, la verdad es que el amor mutuo entre los cuatro hermanos era inigualado.

Durante su exilio en la selva, Rama, Lakshmana y Sita pasaron por un ashram (ermita). Al preguntar, se enteraron de que pertenecía al sabio Agastya. Agastya y sus discípulos les dieron una cálida bienvenida. Les transmitieron su agradecimiento por haber visitado su ashram. Durante el transcurso de su conversación, el sabio Agastya le aconsejó a Rama: “¡Rama! Tú no puedes sentirte cómodo en este ashram. Hay un bosque llamado Dandakaranya cerca de aquí. Allí te sentirás cómodo. La Madre Sita también estará feliz allí, sin padecer ninguna incomodidad. Tendrán una abundante variedad de frutas para comer. El sagrado río Godavari fluye a través de ese bosque. Por lo tanto, construye un ashram y vive allí”. Siguiendo el consejo del sabio Agastya, Sita, Rama y Lakshmana construyeron una pequeña parnashala (cabaña) a orillas del río en Panchavati en el bosque de Dandakaranya y comenzaron a vivir felices ahí.

Todo tipo de animales solía deambular por las cercanías de ese ashram. Un día, Sita vio un ciervo de oro cerca de su parnashala. Ella quedó fascinada por él. ¿Cómo es posible que Sita, que dejó todas sus joyas de oro en Ayodhya y siguió a Rama a la selva, deseara un ciervo de oro? Ella lo pensó por unos instantes y llegó a la conclusión que podía ser ilusión suya. Sin embargo, el destino es invencible. A pesar de saber que no era posible que viviera un ciervo de oro, ella le pidió a Rama que lo atrapara y se lo trajera para poder jugar con él. Le suplicó: “¡Rama! ¡Qué hermoso es ese ciervo! Si Tú lo atrapas y lo traes a nuestra parnashala, yo podré jugar con él y pasar el tiempo felizmente. Cuando Tú andas por la selva, yo estoy sola en la parnashala. ¿Por qué no aceptas este pequeño pedido mío y me haces feliz?” Rama dijo: “De acuerdo, tu felicidad es Mi placer”. Y diciendo esto partió para atrapar al ciervo de oro.

Entonces Lakshmana le aconsejó a Rama: “Querido hermano mayor, éste es un animal extraño. No es realmente un ciervo de oro. Creo que algún demonio debe haber adoptado la forma de este ciervo de oro para engañarnos. No es necesario que vayas Tú tras él. Iré yo”. Sin embargo, Sita insistió en que sólo Rama debía ir y atrapar al ciervo de oro. Así era como funcionaba su mente durante ese período crucial. Siguiendo la sugerencia de Sita, Rama fue en persecución del ciervo. Después de recorrer cierta distancia, Rama le arrojó una flecha al ciervo. Una vez que ésta alcanzó al ciervo, el demonio que había adoptado la forma del ciervo de oro asumió su forma real. Él gritó: “¡Ja! ¡Sita! ¡Ja! Lakshmana!” y murió instantáneamente.

Sita, que se encontraba a cierta distancia del lugar, oyó esa voz y la confundió con la de Rama. Le aconsejó a Lakshmana: “¡Oh, Lakshmana! Por favor, ve inmediatamente a ayudar a Rama. Siento que Rama está en problemas y necesita nuestra ayuda. Creo que nos está llamando”. Entonces Lakshmana le explicó a Sita: “¡Madre! Éste debe ser algún truco de los demonios. Ningún peligro puede sobrevenirle jamás a Rama. No te descorazones. Por favor mantén la calma”. Sita se enojó al ver que Lakshmana no se movía, a pesar de su pedido insistente. Le dijo muchas cosas duras. Llegó al extremo de calumniar a Lakshmana diciendo: “¿Acaso quieres tomarme como esposa si Rama muere?” Incapaz de soportar sus palabras, Lakshmana salió en ese mismo momento y fue en busca de Rama. Sin embargo, antes de dejar la parnashala, trazó una línea alrededor de ella y le aconsejó a Sita: “¡Madre! No me preocupan las acusaciones que me has lanzado. Pero por favor no atravieses esta línea por ningún motivo. Ni los demonios, ni los animales ni cualquier clase de insecto pueden entrar al ashram, cruzando esta línea. Tú permanece sólo en el ashram”.

Quizás hayan visto un producto llamado “Lakshmana Rekha” que se vende en el mercado incluso hoy. Si se traza una línea con esa barra, ninguna hormiga o insecto puede cruzarla. Del mismo modo, el demonio Ravana, que llegó al ashram con la intención de raptar a Sita en ausencia de Rama, no podía cruzar la Lakshmana Rekha y entrar en el ashram. Por lo tanto, se paró frente al ashram más allá de la línea trazada por Lakshmana y comenzó a pedir limosna exclamando ‘Bhavati Bhiksham Dehi’ (Madre, dame una limosna). Sita se compadeció de él, pensando: “¡Pobre hombre! Debe estar hambriento. No es justo de mi parte echarlo”. Por lo tanto, salió y cruzó la Lakshmana Rekha para ofrecerle comida a Ravana. En el instante en que cruzó la Lakshmana Rekha, Ravana la raptó y se la llevó a Lanka. Cuando Rama y Lakshmana regresaron al ashram, advirtieron que Sita había sido raptada. Sintieron una gran angustia. En Lanka, Sita también se sintió muy apenada por encontrarse en esta situación lamentable al no haber hecho caso a las palabras de Lakshmana.

Sentada en Ashoka vana en Lanka, se preguntaba:

“¿Saldré alguna vez de esta prisión?

¿Volveré a ver alguna vez a Rama?

¡Oh! ¡Mi querido cuñado Lakshmana!

Te lancé tantos insultos. ¡Oh, noble Lakshmana!”

Se arrepintió y dijo: “¡Lakshmana! Estoy sufriendo este castigo por haber herido tus sentimientos”. Sita pasó diez meses de este modo en Lanka. Sin embargo, ella jamás miró el rostro de Ravana. Ravana se puso muchas clases de vestiduras, ideó muchos ardides e hizo muchas promesas a Sita durante esos diez meses. Sin embargo, Sita se mostró inflexible. Aborrecía su misma presencia y lo reprobaba severamente: “¡Debería darte vergüenza! Ni siquiera estás a la altura de la uña del pie de Rama”. Cuando Ravana comenzó a insultar a Rama, ella se enfureció y declaró: “Rama es un hombre de supremo valor. Es valiente y de carácter profundo. Tú eres un individuo ruin y de naturaleza banal. Ni siquiera mereces pronunciar el nombre de Rama”. Incapaz de hacerla ceder a sus proposiciones, Ravana dejó ese lugar dándole diez días de tiempo para someterse a sus deseos.

Sin embargo, Sita pasaba su tiempo con valor y confianza sumida constantemente en la contemplación de Rama. Se dio seguridad diciéndose que su propia conciencia era su testigo y que nadie podía hacerle nada. Entre las damas pertenecientes a la comunidad demoníaca designadas para custodiar a Sita en el Ashoka vana, había dos llamadas Ajata y Trijata. Eran las hijas de Vibhishana, el hermano menor de Ravana. Un día, mientras consolaban a Sita que estaba llorando, Trijata le dijo: “¡Madre! Anoche tuve un sueño. Vi un mono entrando a Lanka e incendiando la ciudad. También vi con toda claridad que Rama invadía Lanka, mataba a Ravana y te llevaba a Ayodhya”. Ajata también aconsejó a Sita diciendo: “¡Oh, Madre! Es cierto. Yo también tuve un sueño similar. Ya no es necesario que te sientas apenada”. Ambas derramaron abundante amor sobre Sita y le infundieron fe. De hecho, su padre, Vibhishana era devoto de Rama. Por eso, sus hijas también desarrollaron devoción por Rama.

De este modo pasaron diez meses. Repentinamente, un día se produjo una gran conmoción en Lanka. Al averiguar, supieron que la batalla entre Rama y Ravana había comenzado. En pocos días, también se difundió la noticia de que Ravana había sido muerto en la batalla. Sita se sintió muy feliz al saber que pronto quedaría libre de su confinamiento y estaría en la divina presencia de Rama. No obstante, dudaba en su mente si tenía que ir ella misma hacia Rama o si Rama iría a buscarla y la llevaría con Él. Entretanto, Rama hizo traer a Sita a Su presencia. Todos los vanaras (hordas de monos) se congregaron allí. Ellos son por naturaleza de mente inestable. No se necesita más explicación acerca de su comportamiento. Ellos danzaban y saltaban para tener una vista fugaz de la Madre Sita. Al tener su darshan, sus corazones se llenaron de alegría.

Finalmente, Sita fue llevada a la divina presencia de Rama. Sin embargo, Rama no la miró. Inclinó Su cabeza y permaneció sentado en silencio. Le ordenó a la gente que lo rodeaba que preparara un fuego para que Sita pudiera entrar en él y probar su castidad. Rama sabía que Sita era una mujer muy casta y noble pero Él quería que todo el mundo también lo supiera. Alguien más adelante podría preguntar: “¿Cómo pudo Rama aceptar de vuelta a Sita en su hogar, cuando ella había pasado diez meses en Lanka cautiva de Ravana?” ¿No es un hecho que Él tendría que responder tales preguntas? Por eso le ordenó a Sita que se sometiera a la prueba del fuego.

Habiendo comprendido esta verdad, Sita camino alrededor del fuego tres veces y, cantando el nombre de Rama, se arrojó dentro de él. Al instante siguiente, el dios del fuego apareció y entrego a Sita a Rama con este pedido: “¡Oh, Rama! Sita es una mujer de suprema castidad. Ella es la más noble. No es justo de Tu parte dudar de su castidad. Ten la bondad de aceptarla”. De este modo, la castidad de Sita fue conocida por todos. Este incidente estableció la gloria de la verdad y la castidad.

Vibhishana, el hermano menor de Ravana llevó a Sita, Rama y Lakshmana junto con su séquito a Ayodhya en el Pushpaka Vimana. La coronación de Rama como rey de Ayodhya fue celebrada grandiosamente. La gente de Ayodhya vivió en paz y felicidad durante el reinado de Rama. La historia del Ramayana es sumamente sagrada. El pativrata dharma mismo (la castidad) protegía a las damas en aquellos días.

En esta tierra de Bharat han nacido muchas mujeres nobles como Savitri, quien devolvió a la vida a su esposo muerto; Chandramati, quien extinguió un fuego feroz con el poder de la verdad; Sita, quien probó su castidad saliendo ilesa de las llamas ardientes y Damayanti, quien redujo a cenizas a un malvado cazador con el poder de su castidad. Esta tierra de piedad y nobleza obtuvo abundancia y prosperidad y se convirtió en la maestra de todas las naciones del mundo debido a tales mujeres de castidad.

(Poema telugu)

La noble cualidad de la castidad es la característica singular de la cultura de Bharat. No la encontrarán en ningún otro lugar del mundo. En aquellos días, cada vez que los hombres se cruzaban con las damas, ellos solían continuar su camino inclinando sus cabezas en reverencia hacia ellas. Sin embargo, hoy tanto las damas como los hombres se paran a chismorrear en medio de la calle. Hacia el final de la Era de Dvapara, Dharmaraja presenció tal escena un día. Se sintió muy desdichado e inmediatamente convocó a una reunión a sus hermanos.

Les expresó su angustia de este modo: “¡Oh! ¡Bhima! ¡Arjuna! ¡Nakula! ¡Sahadeva! La Era de Kali ha comenzado ayer. Mientras daba un paseo por la ciudad, vi a una dama hablando con un hombre en público. Lo lamento, no puedo presenciar esta conducta inmoral”. Otro día, su hermano menor, Arjuna, narró otro incidente: “Hoy vi a un granjero regresando de su campo cargando su arado sobre la cabeza. Le pregunté por qué lo estaba cargando así, ya que podría haberlo dejado en el campo mismo al regresar a su casa. Él respondió: “¡Es una lástima, Swami! No puedo dejarlo ahí. Si dejo el arado en el campo, los ladrones se lo pueden llevar. Por eso, cada día lo llevo a mi hogar y lo traigo al campo al día siguiente”. En otra ocasión los hermanos Pandava notaron a una dama cerrando con llave la puerta de su casa antes de salir. Al preguntarle la razón, la dama respondió: “Si no cierro con llave, alguien entrará a la casa y se llevará nuestras cosas”. Todos éstos eran signos de anunciaban el advenimiento de la Era de Kali.

Durante el reinado de Rama, no se solían cerrar las casas con llave ni cargar las herramientas de cultivo de regreso al hogar y tampoco se veía a las damas y los hombres charlando en lugares públicos. Tales incidentes han empezado a ocurrir únicamente debido al efecto de la Era de Kali. Es por esto que los Pandavas decidieron su Mahaprastana (viaje final hacia el norte). “La Era de Kali ha comenzado. Por lo tanto, debemos partir.” Esa fue su decisión. Por consiguiente, ellos regresaron a su morada celestial. Los Pandavas llevaron una vida sagrada. Únicamente debido a tales almas nobles y sagradas, el país de Bharat ha obtenido la reputación de un país sagrado. Sin embargo, hoy tal pureza y santidad han declinado. Por supuesto, aún están allí, pero no se manifiestan. ¡Únicamente el Dharma protege a todos! Tanto los hombres como las mujeres tienen que proteger al Dharma (la rectitud). Para hacerlo, se ha de mantener la mente pura y estable. No deben permitir que los pensamientos malvados entren en sus mentes.

Ahalya, la esposa del sabio Goutam, era una dama grande y noble; sin embargo, ella tuvo que sufrir a causa de la maldición de su esposo. Él la maldijo en una ocasión de este modo: “¡Que te conviertas en una piedra y permanezcas en el polvo!” En el instante en que los pies de Rama tocaron la piedra, ésta se transformó en Ahalya. Dios puede convertir incluso a una piedra en un ser humano y santificarla. Él puede purificar lo impuro. Sin importar cuánto padezcan de malos pensamientos, en el instante en que piensen en Dios, todas sus impurezas serán eliminadas. La mente es la causa fundamental de todo. Por eso, damas y caballeros, deben cultivar pensamientos sagrados y nobles. Deben purificar su corazón. Sólo entonces la condición humana podrá sobrevivir. De otro modo, degenerará hasta volverse naturaleza demoníaca.

(Bhagavan concluyó Su discurso con el bhajan “Rama Rama Rama Sita …”)


Traduccion Mercedes Wesley