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Discursos dados por Sai Baba

20. 02/09/63 Vision verdadera ( Su dharshana)

2 de Setiembre de 1963

Prasanthi Nilayam

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Anoche, al oír el relato acerca del avatar Krishna, sus corazones se llenaron de felicidad que se derramó en lágrimas. Sus mentes también fueron purificadas por esa experiencia. El avatar había venido a fin de preservar al mundo y a fortalecer el dharma como medio para ello. Los libros que contienen las palabras del Señor y los grandes hombres que las conocen declaran que él asume la forma humana a fin de llevar a cabo estos propósitos.

La historia de Kuchela explica cómo debe uno meditar sobre él, adorarlo y honrarlo. Kuchela sabía exactamente lo que se le debía dar al Señor, quien toma en cuenta el sentimiento que acompaña el regalo, la actitud con la cual se hace la ofrenda. Él no es movido por la cantidad o por el costo. Draupadi ofreció un trocito de hoja que había quedado pegado dentro de la olla en que había cocinado la comida y el Señor quedó tan satisfecho que declaró haber sido aliviado de toda hambre. Rukmini colocó sólo una hoja de tulsi en la balanza pero, como la había saturado de su devoción, pesaba tanto como el mismo Krishna. Kuchela tomó un poco de arroz batido y el Señor lo comió con fruición y quedó muy complacido ante esta ofrenda tan llena de devoción.

Un pedazo de papel blanco, fuerte y limpio, no es tan valioso como otro de igual tamaño pero que, a pesar de estar manchado y sucio, lleva el sello del Banco de la Reserva que lo convierte en un billete de cien rupias. La marca de la devoción hace que el arroz batido sea precioso. Denle al Señor la fruta que crece en el árbol de la vida: el amor. Desarrollen la iluminación del amor y los murciélagos del dolor, la envidia y el egoísmo desaparecerán en la negra oscuridad.

Siempre deben tener en la mente la meta de la fusión (sayugya) con Dios; no la abandonen, no la olviden. Sean como el río que fluye lentamente hacia el mar.

Una persona que ha comprado un boleto de Madrás a Calcuta, porque es el lugar al que quiere llegar, no se detendrá en ningún otro lugar en el viaje, ya que tiene presente siempre su destino. Esto no quiere decir que no se va a interesar por las vistas y escenas en el camino; puede que baje en un lugar u otro para refrescarse, pero no buscará un hogar en ningún sitio durante el trayecto. Pueden aparecer en el camino etapas en las que sienten la existencia en Dios (salokya), en las que tienen el sentimiento de la cercanía de Dios (samipya), en las que adquieren asimilación o familiaridad con Dios (sarupya) y, en efecto, éstas aparecen. Pero ustedes no deben quedar satisfechos con esas etapas. Son estaciones intermedias, recuerden. Su deber es llegar a cada una y seguir el viaje más allá, siempre adelante.

En el episodio de Kuchela, su esposa juega un papel todavía más importante que él. Ella siente mucha más devoción. Es un hecho que generalmente las mujeres son más devotas que los hombres. Pueden dominar mejor su mente. Fue su amor maternal el que la impulsó a enviar a Kuchela al Señor para que sus hijos pudieran recibir una comida completa. Tenía fe en el Señor. Kuchela vacilaba y argüía que Krishna quizá no lo iba a reconocer o a recordarlo e invitarlo a pasar y aceptar su homenaje.

En el Bhagavatha lo describen como constantemente dedicado a la meditación sobre Dios. Pero entonces ¿cómo puede explicarse su duda? Su esposa lo instó a que abandonara toda duda y prosiguiera por lo menos hasta la puerta del palacio de Krishna. Estaba segura que Krishna lo invitaría a pasar si él se tomaba por lo menos esa pequeña molestia. Claro está, el fuego calienta a todos, pero hay que acercarse a él, ¿no es así? Al mantenerse alejados, no pueden quejarse de que el fuego no los está calentando. Kuchela estaba tan nervioso que no se le podía persuadir de que se acercara tan sólo hasta la puerta.

Una vez que se decidió que Kuchela iría, ella tomó una cantidad de arroz, sólo un puñado, del lugar donde lo tenía escondido para un día especial, lo echó en agua caliente, lo sacó y lo secó, luego lo coció al fuego y finalmente lo machacó con un mortero para preparar el arroz batido, alimento que, según Kuchela, fue el favorito de Krishna mientras estuvieron en la escuela. Ese puñado de arroz fue amarrado en una esquina del paño que Kuchela llevaba encima del cuerpo y él se puso en marcha; su temor iba en aumento a cada paso. En el devoto no debe haber tal temor; debe acercarse al Señor como aquel que va a ganar la gracia que es su derecho.

Claro que el Señor derrama su misericordia tanto sobre el afligido y el buscador de comodidades como sobre el buscador sincero y el sabio. El primero es el que está afligido y enfermo, el segundo es el pobre que busca prosperidad y fortuna.

De modo que Krishna lo llamó con irresistible alegría y le recordó los días felices que ellos habían pasado juntos en la escuela, a los pies de su gurú, y a pesar de los esfuerzos que Kuchela hacía para esconder su sencilla ofrenda amarrada en la esquina de su raído paño, Krishna se la pidió y empezó a comerla con gran apetito. La devoción la había hecho muy sabrosa para el Señor.

Se cuenta que Rukmini Devi detuvo la mano de Krishna cuando iba a tomar de aquello por tercera vez y la razón dada por los comentadores es que ella se asustó de las riquezas que le serían deparadas a Kuchela si el Señor tomaba varios puñados más de la comida. Es una idea muy tonta. Como si las riquezas del Señor pudieran agotarse, como si al Señor le pudiera importar que los devotos se las lleven todas, como si la Madre del universo fuera avara con sus dones... ¡esto no será nunca verdad! La verdadera causa de que ella detuviera la mano de Krishna era que quería su parte de la ofrenda del corazón del devoto, ella quería una porción para ella misma; era su derecho el probar una porción.

Kuchela se fue de Dvaraka más bien decepcionado, porque el Señor no le hizo ninguna donación o promesa de una donación. Estaba muy triste al recordar a su familia y los niños hambrientos. Estaba afligidísimo y, sin darse cuenta, pasó delante de su propia casa sin notar que había sufrido un gran cambio y que de la noche a la mañana se había transformado en una enorme mansión. Su esposa, que lo vio, lo llamó y le contó cómo, de repente, la felicidad había sido derramada sobre ellos por la gracia de Krishna.

¡Ese día empezó la práctica espiritual de Kuchela! Hasta ese entonces, él había sido un ritualista que se afanaba en llevar a cabo las formas externas de los ritos prescritos en los Shastras. Cuando se dio cuenta de cómo el Señor puede, por un milagro, transformar la pobreza en riqueza, él se propuso ganar la gracia de Dios para obtener la felicidad perpetua sin merma, o sea, él deseaba alcanzar la fusión o sayugya. Él obtuvo la visión de lo que le convenía y en medio de los tesoros que ahora llenaban su residencia, decidió vivir la vida de un asceta, sin ningún apego; él sabía que todo aquello era un sueño, las riquezas de ahora y la pobreza de antes.

Un emperador se soñó como un mendigo que lloró cuando se le rehusaron las limosnas en una puerta y se llenó de regocijo cuando en otra parte se le dio para llenarse a saciedad. Cuando despertó, ya no era pobre, él era el emperador. Aun eso es un sueño, una ilusión.

Sólo Brahman es real (sat); la naturaleza es irreal (asat). El estar conciente de esto es el más alto sadhana. Que su visión sea la correcta (sudarsanam), o sea, de que él está en todos; que su habla sea sólo dulzura y amor (madhuram) y que todas sus acciones estén dedicadas a Dios (arpanam) ¡Ése es el triple sendero! Vuélvanse niños, pierdan su vanidad y su orgullo. Cuando aún están en la región de las cualidades (gunas), motivadas por el deseo (ya sea de lo bueno, lo grande o lo mezquino), tienen que buscar a la Madre; cuando se liberen de las ataduras de las cualidades, de la tentación del deseo, la Madre misma se apresurará a acercarse a ustedes y a acariciarlos en Su regazo. Purifiquen su visión, dulcifiquen sus palabras, santifiquen sus actos: en ese camino reside la liberación.