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Discursos dados por Sai Baba

16. 07.07.63 Protección de los devotos

7 de Julio de 1963

Prasanthi Nilayam

Gurú Purnima

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Ayer Cuando entré en el salón de oración, pude ver la agonía que todos sentían. Eso pasó porque ustedes me identificaron con este cuerpo que estaba sufriendo la enfermedad. Si hubieran conocido mi verdad no se habrían afligido; en realidad, habría sido suficiente si hubieran conocido su propia verdad. La enfermedad vino y pasó; yo fui su amo todo el tiempo. Un día, cuando llegó a su punto culminante, yo estaba observando su comportamiento y dirigiéndola para que terminara su dharma. Puesto que yo la había asumido, tenía que permitir que cumpliera con su dharma.

Circularon toda clase de historias tontas durante mi enfermedad. Algunos temieron que, en mi viaje reciente al sur, me hubieran infligido alguna magia negra y que el ataque era su consecuencia. Dejen que les diga que ningún mal me puede afectar. Yo soy el amo, el poder que subyuga todo lo demás.

Sabía que algunas personas decían que estaba observando silencio, o que estaba en samadhi. Bien, ¿para qué debería yo hacer voto de silencio? Si me quedo callado, ¿cómo puedo llevar a cabo mi tarea de reformarlos y hacerlos realizar la meta de la vida? Y, ¿por qué habría yo de buscar el samadhi —yo, que soy la propia forma de la bienaventuranza, la propia forma del supremo amor—? Es el vacilante incrédulo, el tonto ignorante, el que presta su oído a tales habladurías. El verdadero devoto desechará todas estas noticias. Para los devotos reunidos aquí, los ocho días fueron días de intensa austeridad (tapas); no tenían otro pensamiento que el de Swami.

Una vez Krishna también aparentó estar sufriendo de un dolor de cabeza, de un intenso e insoportable dolor de cabeza. Él representó ese papel muy realistamente, como yo hice la semana pasada. Enrollaba paños calientes alrededor de su cabeza y se retorcía constantemente en la cama. Sus ojos estaban rojos y evidentemente estaba sufriendo mucho. La cara también parecía hinchada y pálida. Rukmini, Sathyabhama y las otras reinas iban de un lado a otro con toda clase de remedios y paliativos, pero sin resultado. Finalmente consultaron a Narada y él entró al cuarto del enfermo para consultar con Krishna mismo y averiguar cuál sería la droga que lo curaría.

Krishna le indicó que le trajera... ¿qué cosa creen ustedes? ¡El polvo de los pies de un verdadero devoto! En un instante, Narada llegó hasta la presencia de algunos célebres devotos del Señor; pero ellos eran demasiado humildes para ofrecer el polvo de sus pies para ser usado por su Señor como medicina.

Eso es también una especie de egoísmo. "Yo soy bajo, malo, pequeño, inútil, pobre, pecador, inferior". Nadie quería dar el polvo deseado por el Señor; todos se consideraban demasiado despreciables, declararon. Narada regresó decepcionado al lecho del enfermo. Entonces Krishna le preguntó: "¿Trataste de ir a Brindavan, donde viven las gopis?". Las reinas rieron de la sugerencia y aun Narada preguntó consternado: "¿Qué saben ellas de devoción?". Pero el sabio, de todas maneras, se apresuró a ir donde las gopis.

Cuando éstas oyeron que el Señor estaba enfermo y que el polvo de sus pies podría curarlo, sin pensarlo dos veces sacudieron el polvo de sus pies y llenaron las manos de Narada con él. Cuando Narada llegó a Dvaraka, el dolor de cabeza había desaparecido. Eso no era sino un drama de cinco días, para enseñar que la autocondenación es también egoísmo y que el mandato del Señor debe ser obedecido sin objeción por todos los devotos.

Cuando yo dije que había asumido la enfermedad destinada a otra persona que de haberla sufrido no había sobrevivido, muchos de ustedes pensaron: "¿Por qué debe Swami, por el bien de una sola persona, hundir a tantísimos de nosotros en la aflicción?". Bien, ¿no fue Rama a la selva aunque toda Ayodhya lloraba? Mi dharma de la regeneración de los devotos debe llevarse a cabo; el dharma de la enfermedad debe cumplirse también. Krishna podía haber detenido las lluvias a pesar de lo poderoso que era Indra, pero Indra tenía que cumplir con su dharma y, al levantar al monte Govardhana para proteger a las vacas y a los pastores, Krishna manifestó su divinidad.

En este caso también es el mismo juego: usar la oportunidad que se presenta para demostrar a un mundo incrédulo la divinidad inherente en esta forma humana. Les dije ayer que aun ese feliz devoto no era sino un instrumento para cumplir la promesa hecha en el pasado al sabio Bharadvaja; sirvió también para anunciar mi verdadera naturaleza a todos ustedes. Son ustedes en verdad afortunados de poder presenciar esta magnífica prueba de mi divinidad en este sagrado día de Gurú Purnima.

No hay verdad (sathyam) sin auspiciosidad (shivam); no hay auspiciosidad sin belleza (sundaram). Sólo la verdad puede conferir felicidad (mangalam) y sólo la felicidad es verdadera belleza. La verdad es belleza, alegría es belleza; la falsedad y la aflicción son fealdad, porque no son naturales. El intelecto, la conciencia y el corazón son los tres centros del individuo y en los cuales reside el conocimiento, el karma y la devoción. La refulgencia de la verdad revelará la auspiciosidad; hagan un karma que sea aprobado por la más alta sabiduría, no un karma nacido de la ignorancia. Entonces, todo karma será beneficioso, bendito. La experiencia de esa auspiciosidad es lo que se llama belleza (sundaram), pues otorga verdadera bienaventuranza. Ésa es mi Realidad. Es por esta razón que mi vida se llama Sathyam Shivam Sundaram.

Hagan un karma basado en el conocimiento (jñana), el conocimiento de que todo es UNO. Dejen que el karma esté lleno de devoción, o sea, humildad, amor, compasión y no violencia. Hagan que la devoción esté llena de sabiduría; de otro modo, será liviana como un globo que va a la deriva en cualquier ráfaga de viento. La sola sabiduría hará que el corazón sea estéril, seco; la devoción lo hará dulce y lleno de simpatía y el karma le dará algo que hacer a las manos, algo que santifique cada uno de los minutos de vida que les han sido deparados.

Es por esto que a la devoción se le llama upasana: el estar cerca, el sentir la presencia, el compartir la dulzura de la proximidad. El anhelo de la cercanía los empuja a hacer peregrinajes, a construir y renovar templos, a consagrar imágenes. Los dieciséis pasos con los cuales se adora al Señor satisfacen a la mente que anhela contacto personal con el Supremo. Todo esto es karma del más alto orden y conduce al conocimiento y éstos son los pasos que deben seguir para implantarlo. Primero, empiecen con la idea de "yo estoy en la luz"; luego, esa idea se establece como "la luz está en mí"; lo cual los lleva a la convicción de: "Yo soy la luz". Ésta es la sabiduría suprema.

Véanse ustedes en todos; amen a todos como a ustedes mismos. Un perro, atrapado en un cuarto con paredes de espejo, ve en las miriadas de reflejos no su propia imagen, sino a rivales, competidores, a otros perros a quienes debe ladrar. De este modo se cansa saltando en este reflejo y aquél y cuando las imágenes también saltan se vuelve loco de furia. El hombre sabio, sin embargo, se ve en todas partes y está en paz: está contento de que haya muchísimos reflejos de sí mismo a su alrededor. Ésa es la actitud que ustedes deben aprender a desarrollar y mantener, la que los salvará de muchos problemas.