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Discursos dados por Sai Baba

34. 25/12/88 El Amor: la clave para la unidad de los hombres

El Amor: la clave para la unidad de los hombres

El Amor: la clave para la unidad de los hombres

25 de Diciembre de 1988

Las dificultades que experimentan las personas se deben, principalmente, a que olvidan su realidad espiritual y se identifican con el cuerpo. El cuerpo es sólo la vestimenta del Espíritu Interior. Al estar inmerso en la conciencia corporal, el hombre desarrolla egoísmo y sentido de posesión, lo cual fomenta muchas malas cualidades.

Olvida su divinidad inherente y no logra usar los sentidos y los órganos de los que ha sido dotado con un propósito Divino.

Los hombres pueden clasificarse en dos categorías diferentes.

En la primera, la más común, se encuentran aquellos que se engañan pensando que son buenas personas, con muchas virtudes, inteligencia y talentos. En la segunda, que es rara, están aquellos que reconocen las buenas cualidades de otros, sus méritos, habilidades y buenas acciones y el aprecio por sus ideales.

Jesús pertenecía a la segunda categoría. Él veía las buenas cualidades de los demás, se regocijaba con sus virtudes y compartía su dicha con otros.

Cuando Jesús cumplió doce años, él y sus padres, José y María, asistieron a una festividad judía en Jerusalén. En medio de la multitud que se abría paso a empujones, Jesús se separó de sus padres.

Luego de una búsqueda frenética, María lo encontró en un templo escuchando un discurso del Sumo Sacerdote. Cuando María le contó a Jesús la ansiedad que habían sentido al extraviarlo, Jesús respondió: “¿Por qué habrían de preocuparse por mí? Cuando estoy con Dios, que es mi Padre, ¿por qué sienten temor por mí?”. Así, Jesús reveló que se consideraba a sí mismo el Hijo de Dios.

Jesús le oró a Dios pidiéndole tres cosas Jesús vivió en Nazaret hasta los treinta años. Después de la muerte de José, le pidió permiso a su madre para dedicarse a su misión Divina. Recibió el bautismo de Juan el Bautista, y pasó cuarenta días en penitencia en un bosque. Durante la penitencia, le oró a Dios pidiéndole tres cosas: una, que lo bendijera con la cualidad de amar a todos por igual; dos, que le diera la fuerza y la tolerancia necesarias para sufrir pacientemente cualquier oprobio o persecución a que alguien pudiera someterlo; tres, que le permitiera poner el cuerpo que le había dado completamente a Su servicio.

Después de cuarenta días, Jesús salió de su penitencia con fe en que sus plegarias habían sido escuchadas. Encontró en Galilea a los pescadores que serían sus primeros discípulos. Les dijo que había venido a establecer el reino del amor sobre la Tierra y que ellos lo ayudarían en su misión. Les habló acerca de lo precioso que era el nacimiento humano y los instó a buscar el Reino de Dios dentro de ellos.

A modo de ilustración, Cristo les relató la siguiente parábola: en un río el agua fluye con rapidez. Sin embargo, hasta los peces más pequeños pueden nadar en ella y moverse alegremente. En el mismo río, un enorme elefante que queda atrapado en los rápidos, probablemente sea arrastrado o se ahogue a pesar de su enorme tamaño. Cualquiera sea la velocidad de la corriente, los pequeños peces pueden nadar libremente en el río y disfrutar. Sin embargo, un elefante no puede sobrevivir en él. Y la razón es ésta: lo que se necesita para sobrevivir en un río no es un cuerpo voluminoso, sino la habilidad de nadar. Del mismo modo, el hombre, que se encuentra atrapado en el océano de la existencia mundana (Samsara), no necesita tanta metafísica, erudición o desapego, sino la gracia del Amor Divino.

Sin fe en Dios, no se puede experimentar bienaventuranza Aunque uno no tenga ningún conocimiento de Vedanta, si es bendecido con el amor de Dios, podrá superar todas las dificultades de la vida. Sin fe en Dios, la erudición, la riqueza, el buen nombre y la fama no sirven de nada. No se podrá experimentar bienaventuranza.

Cristo también enseñó que el cuerpo debe usarse para reconocer al Espíritu Interno y no para protegerse a uno mismo. Es una señal de ignorancia cuidar el cuerpo e ignorar al Espíritu Interno.

Si un diminuto cristal de azúcar es mezclado con un montón de arena, hasta la persona más inteligente será incapaz de separar el azúcar de la arena y recuperarlo. Sin embargo, sin ninguna inteligencia extraordinaria, una hormiga es capaz de abrirse paso hasta el granito de azúcar mezclado con la arena y saborear su dulzura.

La hormiga es consciente de la dulzura del azúcar y puede llegar a ella incluso en un montículo de arena. Del mismo modo, el hombre debería esforzarse por distinguir entre lo permanente y lo transitorio, y reconocer lo perdurable. El hombre está dotado de la capacidad de discernir entre lo permanente y lo efímero, pero, por desgracia, en lugar de usar esta capacidad, está atrapado en las ilusiones del mundo fenoménico y desperdicia su vida.

Jesús declaró: “Deben adherirse a la verdad y no sucumbir a la falsedad o la maldad. Enfrenten las vicisitudes de la vida con valor.

Amen incluso a sus enemigos. El amor universal trasciende todas las demás virtudes. El amor es la virtud suprema”.

Sólo el Amor a Dios es verdadero Amor Jesús enseñó que Dios es Amor. En lugar de reconocer esta verdad fundamental, las personas permiten que el odio, la envidia y otras malas cualidades contaminen su amor. El hombre ha sido dotado de la cualidad del amor no para expresarlo con fines egoístas, sino para dirigirlo hacia Dios. Jesús declaró que no había nada grandioso en devolver bien por bien. Debían hacer el bien incluso a aquellos que les hicieran daño.

A medida que Jesús continuaba con su prédica y atraía multitudes, algunos de los sacerdotes y funcionarios comenzaron a sentir envidia de su popularidad. Esto ocurre en todas partes.

Comenzaron a perseguirlo y lo acusaron de traidor. No obstante, Jesús continuó hasta el final con su misión de Amor y Rectitud; primero, como el Mensajero de Dios y, más tarde, como el Hijo de Dios. Existe una razón para que alguien venga en forma humana.

Tal vez no todos lo sepan. Sólo la Divinidad conoce el verdadero propósito.

Todos deberían considerarse Mensajeros de Dios y tratar de llevar una vida ideal. Esto significa que hay que abandonar el egoísmo y el interés personal. Tal vez no sea fácil. Sin embargo, con la Gracia de Dios, deberían poder avanzar gradualmente hacia la realización del Ser. El amor es el medio para desarrollar la devoción y alcanzar la liberación, además de otras cosas. Sólo el amor por Dios es verdadero amor. Es el verdadero camino para que el hombre realice la divinidad en él y en todos.

El Amor de Sai une a las personas de diferentes países He aquí un ejemplo del poder del amor. Hoy en este salón se han reunido personas de muchos países. Hablan lenguas diferentes, adoptan diversas religiones y culturas y tienen vestimentas, modos y costumbres distintas. Sin embargo, olvidando todas estas diferencias, se comportan aquí como hermanos y hermanas gracias a su amor por Sai, que los ha unido. Experimentan la dicha de la unidad debido al amor en sus corazones. Cuando no hay amor, hay odio. La fe en Dios promueve el amor. El amor conduce a la paz. La paz prepara el camino para la verdad. Si vive en la verdad, el hombre experimenta la bienaventuranza, que es Divina.

Donde hay fe, hay Amor.

Donde hay Amor, hay Paz.

Donde hay Paz, hay Verdad.

Donde hay Verdad, hay Bienaventuranza.

Donde hay Bienaventuranza, está Dios.

Por lo tanto, debe fortalecerse la fe.

Muchas formas, pero un solo Dios La Divinidad se manifiesta de muchas formas. Dios es adorado en muchas formas por la alegría que se deriva de ello. En la antigua Roma, se adoraba a muchos dioses, como en Bharat. En esa época la gente no creía en un solo Dios. Luego surgió el cristianismo.

El concepto de unidad en la diversidad llegó a ser aceptado. En la antigua Grecia, Platón, el discípulo de Sócrates, fue el primero en señalar la inmanencia de la Divinidad en todo el Universo.

La verdad es una, sin importar la nación o la religión. La Verdad o la Divinidad no pueden cambiar según el lugar o las circunstancias.

Por eso se dice: La Verdad es Dios. Esa Verdad está dentro de uno. El Vedanta (el conocimiento trascendental) la ha llamado Sat- Chit-Ananda (Ser-Conciencia-Bienaventuranza). Los nombres y las formas de los seres humanos pueden variar, pero lo Supremo en ellos —Sat-Chit-Ananda— no varía. Es eterno e inmutable.

¡Encarnaciones del Amor Divino! Derriben las paredes que separan al hombre del hombre. Dejen a un lado las diferencias basadas en castas y credos. Desarrollen una fe firme en la unidad de la humanidad. Cultiven amor en sus corazones. Sólo entonces la nación estará unida, será próspera y feliz.

Miren cómo están las cosas en Belén, donde nació Jesús. Este año no se pudo celebrar allí la Navidad debido a los malos sentimientos entre las personas. ¡Es lamentable que, mientras el resto del mundo festeja la Navidad, no haya una celebración en el lugar donde nació Jesús! Dios pertenece a todos. Él es Universal. Dejen de lado todo tipo de diferencias y no den cabida a cerradas lealtades provinciales y nacionales. Considérense hijos de un solo Dios. Pueden adorar a Dios en cualquier forma que elijan, pero reconozcan la verdad de que Dios es uno solo. Los días sagrados, como la Navidad, son ocasiones para tomar conciencia de la importancia del amor y la armonía entre los seres humanos.

No es correcto celebrar el nacimiento de Cristo comiendo y bebiendo en abundancia. Hay que poner en práctica los ideales que Jesús enseñó. Ese es el modo correcto de celebrar su nacimiento.

Adoren a quien adoren, traten de vivir de acuerdo con sus enseñanzas. ¿Qué clase de devoción muestran aquellos que no practican lo que predican? Es una devoción falsa.

Recuerden al Señor con amor. Adórenlo con amor. Santifiquen sus vidas con amor.

Discurso pronunciado en el Auditorio Purnachandra, el 25 de diciembre de 1988, día de Navidad.