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Discursos dados por Sai Baba

18. 11/07/88 Renunciación y realización

Renunciación y realización

Renunciación y realización

11 de Julio de 1988

El sabio reconoce sus propios defectos y no busca las faltas en los demás.

El hombre más degradado es el que sólo ve las faltas en los otros sin pensar en sus propios defectos y sin tener conciencia de su verdadero Ser.

El valor de un ser humano depende de su budhi (intelecto).

Cuanto más desarrolla su intelecto, mejor es como hombre. A medida que declina el intelecto, el ser humano desciende al nivel de un animal. Al bambú se lo valora por su grosor y su altura. La caña de azúcar vale por su jugo.

El valor del hombre ha disminuido porque no reconoce la importancia del intelecto y de la conducta basada en el discernimiento intelectual. Tiene forma humana, pero el pensamiento se halla en el nivel animal. El hombre se ha ganado el apelativo de “animal de dos patas”.

Por haber asumido la forma humana, el hombre debería comportarse con inteligencia. Esto se logra a través de Thyaga (la renunciación) y yoga (la disciplina espiritual).

La verdadera renunciación consiste en abandonar las malas cualidades Thyaga es un aspecto esencial de la vida humana. En algún momento el hombre tendrá que abandonar los bienes materiales o estos lo dejarán a él. Cuando no posee el espíritu de renunciación, es posible que el mundo lo obligue a renunciar a las cosas.

Eso es inevitable.

¿A qué se ha de renunciar? ¿A objetos externos, como casas y vehículos? ¿O a parientes, amigos y posesiones? Se puede renunciar fácilmente a estas cosas. Con cierta determinación se puede renunciar a todas ellas. Sin embargo, no se trata de un verdadero sacrificio. Puede ser bhoga (una forma de disfrute) o roga (un tipo de enfermedad). La verdadera renunciación consiste en abandonar las malas cualidades de Kama (el deseo), Krodha (la ira) y Lobha (la codicia).

“Kamam Karma nasanam” (“El deseo es el destructor de la acción”).

“Krodham Jñana nasanam” (“La ira es la destructora de la sabiduría”).

“Lobham Bhakti nasanam” (“La codicia es la destructora de la devoción”).

Kama mancha las acciones desde la raíz. El deseo lo despoja a uno del poder de discernimiento entre la acción correcta y la incorrecta. Se pierde la capacidad de juzgar las consecuencias de las acciones. Por eso, los Upanishads declararon: “En primer lugar inclínate ante el Karma (personificado como deidad)”. “Thasmai namah Karmane” (“Salutaciones a esa acción”). Esto significa que, antes de hacer algo, han de rendir homenaje a esa acción. Se ha de ofrecer una plegaria al Karma: “Que todo lo que yo haga, ayude a otros; que no dañe a nadie. Haz que, de esta forma, mis acciones sean sagradas”.

Sin embargo, hoy los hombres actúan esperando obtener algo de la sociedad y no piensan en lo que le pueden ofrecer. Esa actitud no es correcta. Cada uno debería preguntarse: “¿Qué puede recibir la sociedad de mí?”. Hay que actuar con esta elevada actitud mental. Los deseos le impiden a la persona tener esta visión generosa y, como resultado, todas las acciones se contaminan de alguna forma. Así, Kama hace que el hombre, con sus acciones, se aleje de la senda sagrada. De allí, la afirmación: “Kamam Karma nasanam” (“El deseo destruye la acción correcta”).

El hombre con ira no puede tener éxito en nada de lo que emprenda Krodha (la ira) enloquece al hombre. Lo hace perder la riqueza y la reputación, lo aleja de sus semejantes, y así la persona se queda sin nada. El hombre iracundo no puede tener éxito en ninguna de sus acciones. Se encontrará con innumerables dificultades. Por sus actos pecaminosos, será despreciado por todo el mundo. La ira priva al hombre de su sabiduría, su conocimiento mundano, su discernimiento, su juicio y hasta del conocimiento obtenido de experiencias pasadas. La ira está cargada de este peligroso potencial.

El tercer vicio es Lobha (la codicia). El hombre codicioso es incapaz de renunciar a algo, sin importar lo que pueda ganar o lograr. Está dispuesto a recibir todo de todos, pero no quiere desprenderse de nada. La codicia lo lleva a decir: “¿Qué me darás si yo voy a tu casa? ¿Qué me traerás cuando vengas a mi casa?”. La codicia fomenta este deseo insaciable de obtener posesiones.

Tienen que renunciar a esta mala tendencia.

El apego debe limitarse La práctica de renunciar a algo recibe el nombre de Vairagya.

Esta palabra significa literalmente “aquello que es opuesto a raga (al apego)”. Raga quiere decir apego al cuerpo. No hay nada de malo en el apego. Raga abarca el amor por la familia, los parientes y amigos. Este apego no es incorrecto. Deben amar a sus padres y mostrar consideración por sus hermanos y hermanas.

Deben mantener el cuerpo saludable. Estos son deseos legítimos.

No obstante, hay que destacar que debería ponerse un límite para estos apegos.

Habrán notado que raga es importante en el canto. Sin embargo, cuando el músico se entrega a una elaboración excesiva de raga, tiende a volverse roga (una molestia). La letra de la canción no debería diluirse en la elaboración de raga. El fuego en el horno debe ser el adecuado para el alimento que se ha de cocinar. La sal que se agrega tiene que limitarse a la cantidad de dal que se preparará.

Del mismo modo, deben limitarse adecuadamente los apegos.

Hoy vemos que los apegos crecen sin freno alguno. El apego al cuerpo, a las relaciones, a la educación o a la adquisición de conocimiento exceden todos los límites. Incluso con respecto a los objetos deseables, es fundamental limitar los deseos. “Na shreyo niyamam vina” (“No puede haber felicidad si no se limita el deseo”).

Cuando no hay un límite, el deseo excesivo se convierte en algo malo. Conduce a la infelicidad. Si uno se esfuerza por controlar el deseo, a su debido tiempo desarrolla vairagya, el no apego o la renunciación. Vairagya significa renunciar al vínculo con los objetos, en tanto que se reconoce su valor inherente.

En una banda formada por diez hombres malos, puede haber un hombre bueno. Entre diez hombres buenos, puede haber uno que busca a Dios. Entre diez buscadores, puede haber uno lleno de amor por Dios. Entre diez amantes de Dios, puede haber al menos uno que desee experimentar la Divinidad. Entre diez devotos semejantes, puede haber al menos uno dispuesto a renunciar a todo apego. Y sólo ese hombre está calificado para alcanzar el amor de Dios. Por eso se ha dicho: “Sólo a través de la renunciación puede alcanzarse la inmortalidad (la unión con lo Divino)”.

El papel de la conciencia ¿Cómo se logra esta renunciación? El mundo está compuesto de objetos. Es inerte. En el estado de vigilia, los sentidos perciben todos estos objetos, pero los sentidos también son inertes.

Los ojos que ven, los oídos que oyen, la lengua que habla y la nariz que huele: todos ellos son jada (inertes). De hecho, el cuerpo entero es inerte. Sin embargo, todos estos objetos inertes pueden funcionar gracias a la presencia de chaitanya (conciencia) en la mente, el intelecto, el chitta y el ahamkara. Así, tienen que comprender que todo el universo fenoménico es jada (inerte).

Es sthulam (denso). A este universo denso hay que tratarlo como materia inerte. Los cuatro elementos sutiles de la conciencia —manas (la mente), buddhi (el intelecto), chitta (la voluntad) y ahamkara (el ego)— son Maya. ¿Qué es Maya? Ma (no), ya (existe). Es aquello que no existe pero que parece existir. Maya hace que lo irreal parezca real y que lo real parezca irreal. El otro nombre de Maya es Ajñana (ignorancia). Ajñana es aquello que les oculta lo real y les hace creer que lo no existente existe. Hace que lo falso parezca verdadero.

Cómo opera Maya Aunque las personas ven que otros mueren o padecen enfermedades, piensan que ellos mismos no morirán. Esto es un signo de Ajñana. Si los demás mueren, ¿cómo alguien puede creer que no está expuesto a la muerte? Maya es la causa de que uno piense que lo transitorio es permanente y lo permanente es perecedero.

Incluso las experiencias sutiles, tales como los sueños, son el resultado de Maya. En sueños ustedes ven y experimentan todo tipo de cosas. Todas ellas son reales sólo en el estado de sueño.

Desaparecen en el estado de vigilia. No les presten atención. Lo que parecía real en el estado de sueño, se vuelve irreal en el estado de vigilia. Lo que causa temor durante el sueño, ya no asusta cuando uno está despierto. Esta es la naturaleza de Maya, su secreto. Tanto lo que se experimenta en el mundo físico y fenoménico como lo que se siente en el estado sutil y subliminal de los sueños son el resultado de Maya.

Karana, el estado causal o de sueño profundo, sólo es una imagen, un reflejo. No posee conciencia. No tiene ni forma ni nombre.

No está expuesto a la felicidad o la aflicción.

Lo que se experimenta en el estado de vigilia es jada (lo inerte).

Lo que se experimenta en el estado de sueño es Maya.Y en el estado de Karana (causal o de sueño profundo), sólo hay un reflejo.

Los tres tienen poca importancia. Hay algo que trasciende a los tres: el Mahakarana, el Para-tatva (el Ser Omnímodo). El Atma que está en Para-tatva y el Atma que está en jada (la materia inerte) son una y la misma. Vairagya consiste en reconocer esta unidad.

Vairagya no es renunciar a las cosas, sino disfrutar, sin apego, de las cosas que antes se disfrutaban con apego.

Las experiencias pasadas son como la sombra de un títere sobre una pantalla Es posible que hayan aprendido y adquirido muchas cosas. Tal vez hayan disfrutado de muchas cosas. ¿Dónde está todo eso ahora? ¿Qué ocurrió? ¿Por qué se desprendieron de esas cosas?

¿Qué beneficio obtuvieron de ellas? Cuando indaguen acerca de estas cuestiones, comprenderán que las cosas de las que disfrutaron, los individuos con quienes se vincularon y las experiencias que tuvieron son como la sombra de los títeres sobre una pantalla, como nubes pasajeras.

Traten de conocer la verdad fundamental acerca de la condición humana. Si derraman el agua de una vasija en el océano, no pueden recuperar el agua. Si el humo se eleva hacia el cielo, no se lo puede volver a juntar. Tampoco es posible recuperar una manzana que ha sido comida y digerida. Sin embargo, el elemento que compone la mente no puede fundirse en el océano, elevarse al cielo o ser consumido como alimento. Estos procesos no pueden eliminar el funcionamiento de la mente.

La mente debe mantenerse bajo control ¿Por qué se necesita entonces mano-nigraham (el control de la mente)? En realidad, Nigraham (control) significa ser indiferente a los caprichos de la mente. Es difícil controlar la mente, así como es difícil guardar el aire en un puño. Del mismo modo, ¿cómo puede alguien controlar la mente, que lo abarca todo en la vastedad de su alcance y comprensión? Si se comprende que la mente está formada por pensamientos y por dudas, la forma de controlarla es eliminando los pensamientos. Estos se relacionan con los deseos. Si uno tiene deseos, no puede tener vairagya (desapego). Es necesario limitar los deseos.

Tomen el ejemplo de un auto. Si aprietan el acelerador, el auto levanta velocidad. No obstante, antes de acelerar, deben tener en cuenta el estado del camino, las curvas y los recodos, las subidas y las bajadas. Del mismo modo, el mundo en que vivimos está repleto de altibajos, de alegrías y tristezas. Por lo tanto, hay que controlar la mente en la medida de lo posible.

El auto no puede moverse a menos que se presione el acelerador, pero esto debe hacerse con prudencia. Cuando uno maneja un auto, de ser cauteloso. Así pues, la mente es necesaria, pero tiene que utilizarse del modo correcto.

El poder de la mente y el papel del intelecto Hoy los hombres se exponen a toda clase de dificultades y problemas porque le dan rienda suelta a la mente. Aquí es donde cumple un papel fundamental el Budhi (el intelecto). El intelecto acrecienta el poder del hombre. Es la grandeza del intelecto lo que distingue al hombre. El intelecto tiene la facultad de comprender el cosmos entero.

Piensen en el poder de la mente. Uno recorre el mundo, ve muchas ciudades, contempla montañas y ríos, se encuentra con innumerables personas y vive diversas experiencias. Toda esta infinita variedad de objetos, personas, paisajes y experiencias se imprime en forma sutil en la mente. ¿Cómo es que una mente tan pequeña puede guardar todo este vasto panorama e innumerables objetos e impresiones? ¿Hay lugar en la mente para contener una montaña altísima? Tienen que comprender la capacidad ilimitada de la mente. “Manomulam idam jagat” “El Cosmos está basado en la mente”. Con su cuerpo, el individuo es parte del cosmos.

Piensen por un instante en lo tristemente pequeño que es el cuerpo en relación con este vasto universo. Este reconocimiento debería conducirlos a la humildad. Al mismo tiempo, hay un potencial infinito en el hombre. Por eso el Vedanta declara que lo Divino es más sutil que el átomo más sutil y más vasto que el objeto más vasto de la creación.

Quizás hayan visto un gran baniano en la Sociedad Teosófica de Adyar, Madrás (ahora llamada Chennai). Es un árbol enorme. Sin embargo, sus semillas son extremadamente pequeñas. Esa semillita tiene el potencial para crecer hasta convertirse en un árbol inmenso.

Del mismo modo, la mente humana es muy pequeña, pero puede abarcar este vasto universo. La mente parece un puntito insignificante en el universo, pero el universo se halla inmanente en esta mente minúscula. Da la impresión de que el universo y la mente se estuvieran diciendo: “Yo soy aquello” y “Aquello soy yo”.

El secreto de la capacidad infinita de la mente Mientras tengan conciencia del cuerpo y apego a él, no podrán comprender el secreto de la infinita capacidad de la mente. Si sólo tienen una visión superficial del mundo, no pueden comprender su vastedad en el campo sutil de la mente. Por ejemplo, hay un gran tanque de agua. Cuando ustedes se miran en el agua, ven su reflejo y dicen: “Ese soy yo”. Sin embargo, cuando usan el discernimiento, comprenden que “Yo no soy eso”. Traten de distinguir entre estos dos conceptos. Cuando dicen: “Ese soy yo”, sólo están pensando en su cuerpo. Supongamos que viene alguien y golpea con un palo la imagen en el agua. ¿Sentirán algo? Pero si alguien insulta ese reflejo, se enojarán. Cuando lo golpean, no sienten dolor, pero cuando alguien lo insulta, ustedes perciben el efecto. Cuando golpean la imagen, sienten que ese reflejo no es ustedes; pero cuando lo insultan, sienten que es ustedes. Allí reside el secreto del Vedanta.

Por un lado, ustedes dicen “Yo soy eso”, pero cuando ese eso es golpeado, ustedes no reaccionan; por otro lado, cuando ese eso es insultado, sí reaccionan. Cuando comprenden que el Atma interna en ustedes es la misma que en todos, entonces cualquier dolor causado a alguien es también el dolor de ustedes. Sin embargo, cuando toman conciencia del cuerpo y alguien dice algo despectivo sobre otra persona, ustedes sienten que no está dirigido a ustedes y no los afecta. Esta verdad esencial es el centro del Vedanta.

Para comprender este gran secreto, participen en reuniones como esta. Escuchen, piensen acerca de lo que se dice, pónganlo en práctica y aprópiense de este conocimiento.

El Vedanta destaca estas tres cosas: Sravana, Manana y Nididhyasana. Sravana significa “oír”. Reflexionen acerca de lo que oyen, eso es Manana; Nididhyasana es ponerlo en práctica. Por ejemplo, la madre dice: “He preparado muchos dulces”. Después de oír esto, que es Jnatum, ustedes ven todos esos dulces sobre un plato. Eso es Drashtum. Luego comen los deliciosos dulces, eso es Praveshtum. Entonces obtienen alegría y energía. Esta unidad de Jnatum, Drashtum y Praveshtum (saber, ver y experimentar) es la unidad en la diversidad, que es la verdadera senda hacia Ananda, el deleite eterno.

Vairagya no significa que deben renunciar a todo y partir al bosque.

Vairagya realmente significa que deben permanecer donde están, en cualquier etapa de la vida en que se encuentren, y comprender la naturaleza sutil de las cosas, mientras renuncian al deseo basado en el aspecto externo. Usando el discernimiento, deberían saber qué esperar y qué rechazar. Esfuércense por reconocer la divinidad en cada objeto que ven y disfrutarlo. Eso es verdadero Vairagya. Esa es la señal de un verdadero ser humano.

Discurso pronunciado en el Mandir de Prasanthi, el 11 de julio de 1988.