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Discursos dados por Sai Baba

29. 28/12/86 El Maestro y el Mañana

El Maestro y el Mañana

El Maestro y el Mañana

28 de Diciembre de 1986

El cuerpo humano es la más maravillosa máquina en el mundo.

Tiene una asombrosa multiplicidad de miembros, órganos, venas, nervios y células que cooperan para mantenerlo bajo variadas condiciones.

Si uno cualquiera de éstos se rebela o rehúsa salvar a otro, el cuerpo sufre. Así también, una sociedad, comunidad o nación puede estar a salvo, segura y feliz sólo cuando los individuos que la componen son mutuamente serviciales y están unidos en un sincero y hábil servicio. Cada generación tiene que recibir educación y entrenamiento en tal cooperación y servicio inteligente; de otra forma, el mundo deberá enfrentarse con la confusión y el caos.

El proceso educativo no ha recibido la atención apropiada de las personas pensantes. Las instituciones que deberían haber sido templos de la diosa Saraswati (la Diosa de la transformación por medio del aprendizaje) se han convertido en todos los países, en templos de Lakshmi (la Diosa de la riqueza). El ideal que se pretende para los tiernos, inocentes y desinteresados niños es un puesto lucrativo más que una vida de paz, contento y amor. Las estrechas lealtades, disputas y competiciones están contaminando las mentes de los niños. Los padres, maestros y todos los interesados en el progreso de la humanidad deben percatarse de esta situación.

Pongan atención al progreso espiritual de los alumnos Ambos, la enseñanza y el aprendizaje, se han vuelto rutinas mecánicas. Han perdido la frescura y la alegría que solamente la vitalidad puede dar. El valor del proceso de enseñanza está en elevar el nivel de conciencia del aprendiz, aumentar la capacidad de maravillarse y reverenciar y enfatizar la unidad del uno con el todo.

El destino de un país es determinado por los ideales implantados por los maestros en las mentes de los muchachos y de las muchachas que les son confiados. La educación debe poner atención no meramente en el progreso material e intelectual de los alumnos, sino, aun más, en su progreso moral y espiritual. La educación debe ayudar al hombre a vivir una vida significativa. No debe dirigir todos los esfuerzos a proveer un medio de vida.

La educación puede reclamar el éxito sólo cuando consiga que el estudiante obtenga la conciencia de la Divinidad inherente en él y en los demás. Ningún grado académico puede conferir tanta autoconfianza y autosatisfacción y llevar al hombre tan rápida y felizmente al autosacrificio y a la autorrealización de esa conciencia.

Debe ser transmitida por maestros que la tengan, debido a su espíritu de deber y de amor. Ha de ser aceptado por los estudiantes que tienen acendrada fe en el maestro y reverencia por el papel de éste. La vasija que derrama y la vasija que recibe deben ser firmes y rectas, ansiosas de dar y de recibir. Si el maestro tiene la responsabilidad de inspirar e iluminar, el estudiante tiene la de responder al amor y a la luz, desechando todos los pensamientos contrarios.

Los pensamientos que surgen de la región de lo placentero (preyas) no pueden coexistir con los que surgen de los duros retos de la vida superior (shreyas). El estudiante debe estar equipado para preferir lo último en vez de lo primero.

Nadie debe ser ridiculizado ni calumniado La vida superior, que hace humano al hombre y lo convierte en un aspirante apropiado para el desenvolvimiento de la Divinidad que es su Realidad, depende del cultivo de las cinco virtudes cardinales:

la verdad, la conducta correcta, el amor, la paz y la no violencia.

Estas virtudes elevan al individuo así como a la sociedad de la cual es parte. El maestro debe vigilar cada palabra y gesto propio, cada acción y reacción y no violar estas virtudes, pues el maestro es, para los alumnos, el ideal, el ejemplo, la persona a quien los padres los han confiado. Las maestras desempeñan esta responsabilidad mejor que los hombres. Los niños pueden ser moldeados más fácilmente por medio de la dulzura y la suavidad que el afecto materno implica, que por el consejo y la admonición paternales.

La atmósfera de amor no ha de ser perturbada por ninguna observación poco caritativa en contra de la fe de nadie. Ni debe nadie ser ridiculizado ni calumniado.

Las mentes de los niños no deben ser alteradas por el temor, el odio o el disgusto. Las puertas de sus corazones tienen que estar abiertas a todos. Más tarde, a medida que crece el impacto de la sociedad y del Estado, los alumnos pueden ser llevados a una comprensión de las fuerzas políticas y religiosas que afectarán sus vidas.

Los estudiantes deben ser alentados a “Seguir a la Maestra” (la voz interna de la conciencia), “Enfrentar al diablo” (los impulsos antisociales que arrastran hacia abajo), “Luchar hasta el fin” (hasta que sean capaces de superar los enemigos internos es decir, la lujuria, la ira, la codicia, el indebido apego, el orgullo y el odio) y “Terminar el Juego” (de la vida sobre la Tierra). En el Gita, este deber es llamado svadharma (la propia genuina obligación para consigo mismo); los deberes en los que se va involucrando mientras trata con los demás se definen como paradharma. De estos dos, el svadharma es más vital y valioso.

Discurso en Prashanti Nilayam, el 28-12-1986.

El maestro debe servir como un poste de señales para la comunidad. El estudiante determina el futuro de la nación.