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Discursos dados por Sai Baba

39. ??/06/74 Un momento épico

Un momento épico

Un momento épico

Junio de 1974

Brindavan

Los años agonizantes de tormenta, esperanza y desilusión pasaron; el momento de decisión ha llegado a pesar de que fue buscado ahora por el borde filoso de la espada y no por las suaves palabras del Señor Krishna. Los ejércitos reunidos por los Kauravas de sus reinos y de sus aliados estaban parados cara a cara con las fuerzas de sus primos Pandavas. ¡La caballería, los carruajes, los elefantes y los principales actores, todos vestidos y equipados para la refriega! Se soplaron las caracolas; las trompetas rasgaron el cielo con su resonar. El aire estaba tenso de esperanza, temor, ansiedad e ira. La sangre en millones de cuerpos se hizo más colorada y más caliente; los corazones golpeaban más rápido; los brazos empuñaron las armas en agarre mortal.

Dharmaaraja, el mayor de los hermanos Pandavas, repentinamente se descalzó, puso a un lado su armadura, se bajó súbitamente de su carruaje, caminó hacia la legión enemiga, hacia Bheeshma, el Generalísimo de las fuerzas enemigas.

Dhuryodhana, el mayor de los hermanos Kaurava, el primo más responsable de la guerra, el inflexible oponente de los Pandavas, vio a Dharmaaraja cruzar hacia el anciano Bheeshma. Estaba encantado, suponía que Dharmaaraja había decidido rendirse, pues él era de naturaleza contraria al derramamiento de sangre y a las batallas.

El Dharma protegerá a aquellos que siguen el Dharma.

Los cuatro hermanos de Dharmaaraja estaban estupefactos.

Bheema, el temible héroe de cientos de enfrentamientos con los Kauravas, la persona más ansiosa de que comenzara la batalla, sentía frustrada la victoria. Recordó las muchas ocasiones en que Dharmaaraja se paró en el camino de una acción vengativa contra los Kauravas. Temió que se disculpara y se retirara como un cobarde de la sangrienta jugada de guerra. Arjuna, el formidable arquero, presenció con horror e ira la deserción de su hermano. Nakula y Sahadheva, los mellizos, estaban paralizados ante su propia impotencia.

El Señor Krishna estudió la situación desde el asiento del auriga sobre el carruaje de Arjuna, que estaba en la línea frontal del ejército Pandava. Le hizo una señal a cuatro de ellos para que siguiesen a su hermano mayor e hiciesen lo mismo. Dijo: “Todos estos años lo han reverenciado y han seguido sus huellas. Ahora hagan así. No vacilen, no duden”.

Dharmaaraja era la encarnación misma del Dharma (acción correcta); conocía lo correcto y lo practicaba, sean cuales fuesen las consecuencias. Sabía que el Dharma protegería a aquellos que siguen el Dharma. Nunca realizó un acto hipócrita o no védico; nunca tomó un paso equivocado. Se dirigió directamente hacia Bheeshma y cayó a sus pies. De pie frente a él, con las manos plegadas y la cabeza inclinada, suplicó:

“¡Abuelo! No tuvimos otra posibilidad de experimentar el amor del padre; falleció muy pronto. Tú nos criaste desde la infancia con amor y cuidado e hiciste de nosotros lo que somos hoy. No tenemos derecho a luchar contra ti, pero el destino ha conspirado para llevarnos ahora a la batalla contigo.

Por favor, ten misericordia con nosotros; permítenos levantar nuestras armas en tu contra”.

La adherencia al Dharma garantiza la victoria de los Pandavas.

Bheeshma estaba naturalmente complacido y encantado ante la humildad y rectitud de Dharmaaraja; sus ojos se llenaron de lágrimas ante el extraño vuelco que había tomado el destino; lo bendijo y dijo: “¡Dharmaaraja! Te has adherido al Dharma a pesar de las tentaciones que esta situación ha puesto ante ti.

¡Qué ejemplo noble has sentado ante el mundo! Este Dharma que sigues te dará tu victoria”.

Después, Dharmaaraja y los hermanos avanzaron hacia el General Dhrona, el Preceptor Brahman, quien les había enseñado arquería tanto a los Kauravas como a sus primos, los Pandavas.

Dharmaaraja también cayó a sus pies y suplicó: “¡Altamente reverenciado Preceptor! Nosotros cinco somos tus alumnos; ¿cómo podemos debidamente tomar armas en contra de nuestro Preceptor? Perdónanos por este agravio. Permítenos entablar contigo la batalla”. Dhrona, el Aacharya, estaba visiblemente conmovido por esta apelación. “¡Ah! ¡Qué grande y bueno es este Dharmaaraja! Hasta en este momento, cuando los sabuesos de la guerra tienen que ser soltados para propagar muerte y furia, él está adherido a los dictados del Dharma!”.

Dhrona se entusiasmó ante el pensamiento. Estrechó a Dharmaaraja entre sus brazos y dijo: “¡Hijo! Me eres más querido que Aswathaama, pues soy atraído hacia él sólo por el deber, mientras que hacia ti soy atraído por amor. Tú eres todos mis hijos, pues te amo como tal. ¡Con seguridad, tu derecho obtendrá la victoria por encima de nuestro poder!”.

Es esta adherencia al Dharma la que aseguró su victoria. O bien, ¿había alguien sobre la Tierra en ese momento que hubiese podido forzar al temible Bheeshma a deponer las armas?

Los Kauravas, a quienes Bheeshma y Dhrona buscaron por apoyo, fueron vencidos porque siguieron el sendero del adharma (vicio), mientras que los Pandavas nunca se desviaron del sendero del Dharma. El Dharma les dio habilidad, fuerza, coraje y tenacidad para vencer a estos grandes maestros de estrategia militar.

Los Kauravas iban contra sus padres y Dios. Su madre, Gaandhari, asesoró a sus hijos de mil maneras para no continuar con su vendetta en contra de sus primos, los Pandavas. Pero no le prestaron atención. Su padre, Dhrittaraasthra, les rogó que desistiesen del sendero del odio pero sin fruto. Hicieron oídos sordos al consejo ofrecido por su Preceptor Dhrona, de hacer las paces con los primos Pandavas y darles su legítima par te del reino. Cuando el Señor, Sri Krishna Mismo, fue hacia ellos con un mensaje de paz como Embajador de la Misión de Paz, ellos se negaron a escuchar Sus Divinas palabras; ¡hasta intentaron dominarlo y ponerlo en cautivero! Si siguen la misma línea de ceguera deliberada tendrán que enfrentar el mismo destino, destrucción total. Los cinco hermanos Pandavas eran, tengan la convicción, dignos de vuestra reverencia, y tienen que ser considerados como vuestros “cinco aires vitales”, “cinco envolturas”, “cinco órganos sensoriales”.

Ténganlos como ideales a ser seguidos, entonces pueden ganar la Gracia de Dios. La memoria de sus tribulaciones y triunfos actuará como un manthra para purificarlos, fortalecerlos y elevarlos a la condición divina, que es vuestra herencia.

Brindavan, Junio de 1974